domingo, 5 de octubre de 2014

Capítulo 16: "Lo Lamento"

Cincuenta minutos.

En sólo un parpadeo, habían transcurrido cincuenta agonizantes y horrorosos minutos desde el momento en el que me sentí obligada, por aquél sentimiento de solidaridad y de amistad que yo sentía hacia Joey, a abandonar mis deberes, mis planes, mi departamento. Y a Rachel dentro.

Me sentí disgustada conmigo misma, con el tiempo que pasaba, con la circunstancia en la que todos nos encontrábamos, incluida Rachel. Le aseguré que no tardaríamos, le prometí que no notaría nuestra ausencia, y le aconsejé que durmiera. ¿Entonces por qué me desesperaba tanto?

Porque sabía que Rachel no había tomado mi consejo.


—¿Cómo es posible que todo esto esté tomando tanto tiempo? …No me apetece ni imaginar lo molesta que Rachel pueda encontrarse ahora—le dije a aquella persona que ahora se encontraba haciéndome una cálida compañía en la sala de espera con un notable tono de arrogancia y desesperación.

Phoebe… agotada, molesta, ansiosa, al igual que yo.

—Vamos, Monica, descuida—me dijo con una sonrisa—. No creo que esté molesta. Digo, sí, puede que esté algo confundida, pero… ¿No viste la expresión de su rostro en cuanto todos estábamos escuchando esa canción? ¡Y cómo cambió de opinión! Te lo digo, Monica. Ella estaba a punto de decirnos que no existía manera alguna de que ella fuera a hacer este viaje.
           —…Tienes razón.
—¡Claro! Y luego la observamos cambiar de parecer en sólo unos minutos. De verdad, enojo es el último sentimiento que ella está sintiendo ahora… Además, lo más probable es que ya se encuentre dormida, ¿No crees?

Diablos, y yo no podía dejar de pensar en Rachel. Realmente creo que debí dejar que ella nos acompañara. A pesar de las bonitas palabras tranquilizadoras que había acabado de escuchar de Phoebe, estaba segura de que Rachel se encontraba molesta conmigo. ¡Pero es que no tenía ni idea de que esto nos iba a tomar tanto tiempo!

Y ahora era impresionante la manera en que mis defensas trataban de manejar el sueño que se apoderaba de cada una de mis neuronas, pero sobre todo, haciendo que el peso de mis párpados aumentara miles de veces más. Y comenzaba a parecerme que Chandler nunca llegaría con esa maldita taza de café que me había empeñado tanto en desear.

Chandler y Joey… Debí ver esto venir. ¿Qué demonios estaba pensando? Creo que me encontraba tan emocionada que olvidé por completo tomar las medidas suficientes. Este viaje era tan importante para mí como podría serlo para Rachel. O incluso más. Debí haber escrito sobre esto en mi lista de “Cosas que podrían salir mal”.

Cuando creí estaba por perder la paciencia completamente, advertí a lo lejos a Chandler aproximándose hacia donde yo me encontraba. Sosteniendo, por supuesto, la tan preciada taza de café que le había encargado varios minutos atrás. Se le veía desesperado.

Vaya sorpresa.

—Listo, aquí tienes, Monica—me dijo Chandler, mientras estaba dándome aquél vaso con café, tibio, con un tono que nunca pensé escuchar de él mismo.

¿De verdad todos nos sentíamos de esta manera?

            —…Gracias—susurré—. Dime que ya has averiguado algo.
            —Sí, ¿Qué ocurre, Chandler? ¿Esto tomará más tiempo?

Phoebe y yo bombardeamos con preguntas a Chandler a la par.

—No, no lo creo. Acabo de hablar con una enfermera. Ella acaba de decirme que en unos momentos el doctor de Joey sólo nos dirá las recomendaciones que debemos tomar para que podamos volver a casa…
           —Oh… ¿Estás seguro? Es que ya hemos llevado tanto tiempo aquí, que…
—Monica, estoy seguro. Descuida. Y lo recuerdo perfectamente porque ella me lo dijo sólo un segundo después de decirme que ni en sueños saldría conmigo.

Realmente tenía muchísimo sueño. Y recuerdo lo mucho que deseaba contestar a Chandler con un comentario infinitamente sarcástico al verlo sonreír ahora de esa manera tan especial que sólo él poseía, sin importar el qué. Pero tuve que obligarme a mí misma el no hacerlo, o al menos guardármelo para otra ocasión. El doctor que ahora se encargaba de Joey se había aproximado a nosotros.

            —Ah, ¿Son ustedes los acompañantes de Joey Tribbiani?
            —Sí, nosotros… somos nosotros, doctor—Chandler se ocupó de contestar.
            —Oh… Buenas noches, chicos.
            —¿Él está bien?

Phoebe se había atrevido a leer mis pensamientos al haber realizado esa pregunta a la persona frente a nosotros tres. Chandler y yo sólo volteábamos a ver simultáneamente a nosotros mismos y a esa gran persona que estaba ocupándose de Joey ahora. Rogando por una respuesta de su parte, rápido.

—…Lo está. Realmente hicieron bien en traerlo, chicos. Cuando ustedes llegaron, lo único que podía escucharle decir era que estaba aterrado por tener una enorme hernia dentro de su cuerpo. Lo que él tenía en realidad sólo era una pequeña inflamación en el costado izquierdo del tronco… Pero, si no hubiera venido, sí podía convertirse en una hernia.
            —Entonces… él ya se encuentra bien. ¿Verdad?
            —Claro que sí, mucho mejor, y más tranquilo, de hecho.
            —¿Y él podrá irse ya? ¿Tardará aún más? Verá, nosotros… tenemos…

Pude haberle dicho que teníamos un viaje importante que realizar en sólo algunas horas más. Pude decirle que quería salir de ese lugar lo más rápido posible. Hasta pude haberme atrevido a gritar en el rostro de esa persona, que teníamos una cita pendiente con el mismísimo Michael Jackson… Pero la fría mirada que Chandler y Phoebe me dirigían ahora, terminó deteniéndome.

Tuve que resistirme.

—Él está vistiéndose ahora mismo, en unos minutos podrán irse. No se preocupen más.
           —Ah, perfecto.
—¿Hay alguna recomendación? ¿Cuidados…?—Chandler frunció el ceño con confusión.
—Joey me explicó que están a punto de realizar un viaje en avión. ¿Es cierto eso?
           —Sí, será mañana, por la mañana.

Miré a Phoebe por un segundo sólo para comprobar si en verdad ella se había detenido a analizar la frase que acababa de decir. Reí con frialdad.

            —De hecho, el viaje es en menos de cinco horas, Phoebe.
—Muy bien, de eso quería hablarles. De hecho, no hay ningún tipo de riesgo conforme a eso. Simplemente, le he dicho a Joey que no tiene permitido realizar pesas o actividades deportivas por un rato. Un día, o dos. Y por favor, cuando vuelva a hacerlo, cuiden que tenga un buen calentamiento en primer lugar ¿Está bien? Precisamente fue eso lo que le ocasionó la inflamación.
—…A nadie le gusta calentar en primer lugar, pero, claro que sí. Veremos que lo haga.

Agradecí al cielo, y al comentario que había hecho Chandler. Hasta en circunstancias como estas se extrañaba ese tono sarcástico que él ponía a toda situación.

            —Muy bien, gracias. Iré a ver si él ya está listo ¿De acuerdo?
            —…De acuerdo, gracias.

Observé al doctor de Joey marchándose. Aproximándose hacia el umbral de aquella puerta en la que Joey y Chandler se vieron obligados a entrar varias horas antes. A lo lejos, tendió levemente su brazo hacia aquel largo pasillo sólo para ceder el paso a Joey. Para que él se aproximara por fin con nosotros.

Estudié la expresión de su rostro durante los segundos que transcurrían mientras él acortaba la distancia entre todos nosotros. Parecía cansado, pero más que nada, logré percibir una divertida mueca que parecía dedicarme solamente a mí. Como si tratara de decirme algo importante, era como si tratara de pedirme perdón con su mirada.

Como pude, le dirigí una mirada con toda la tranquilidad posible que el cansancio me permitía dedicarle. Quise de una vez por todas hacerle saber que todo estaría bien… Estaría bien, al momento de tener la oportunidad de salir de ahí y poner un pie en mi departamento. Quería volver ya.

*****

            —…El regalo me ha fascinado.

…Es increíble cómo un segundo puede cambiarlo todo. De un segundo a otro, todos los días de angustia y todos aquellos momentos de dolor se esfumaron. Como si se hubiera roto una burbuja. Como si todos los días pasados, hubieran sido una pesadilla.

En ese segundo, sus ojos me sacaron del infierno, pues creí que nunca lo volvería a ver.

Un millón de preguntas sin sentido y distintas exclamaciones desesperadas cruzaron mi mente en el momento en que abrí la puerta. Desde un esperanzado: “¿Qué demonios hace aquí?” hasta un pesimista: “Me odia, estoy segura de ello”… Miré pasiva su silueta alargada, apenas a unos metros de mí, y sentí un disparo de adrenalina, un impulso que me obligaba a echarme a correr… o lanzarme directo a sus brazos.


La sangre se helaba en mis venas, y mi cuerpo se tensaba cuando él pronunció mi nombre en un pequeño jadeo. Me limité a observar su rostro apenas iluminado, surcado por una sonrisa inmensa, y no pude evitar esbozar una aún más grande.


Poco me importaba si me odiaba o si no quería verme nunca más, pero supe, desde el momento en que lo vi ahí, suspendido en medio del pasillo, que el verlo de nuevo sería suficiente para mí, incluso si era sólo un minuto, de cualquier forma, quedaría plasmado en mi memoria por siempre.

Todas las intrigas, todo mi orgullo dejó de importarme.

Una risa incrédula, pero ruidosa, brotó de mis labios helados, y me quedé ahí, sintiendo cómo unas ardientes lágrimas acudían rápidamente a agolparse en mis ojos. Decidí dejarlas correr, ignorando a mi orgullo, que me decía a gritos que Michael no debía verme llorar. 


Quise gritar. Deseé desesperadamente poder preguntarle un millón de cosas y reclamarle mil más. Y sin poder, me quedé ahí, siendo testigo de cómo sus ojos ejercían cada uno de sus famosos efectos en mí, pensando en que aquellos días —que bien pudieron haber sido años—, al fin y al cabo, habían valido la pena. Ahora lo entendía.


Con la vista clavada en aquellos ojos en los cuales me había perdido un millón de veces, y en los cuales quería encontrarme mil más, eché a andar. Mis pies comenzaron a moverse, uno después del otro, cada vez más rápido hacia él. Creí escuchar cómo mi orgullo se hacía trizas contra el suelo mientras yo simplemente me abandonaba a aquel frenesí.

La mirada de Michael me arrastraba hacia él, y yo, incapaz de detenerme, caí de lleno entre sus brazos. Él retrocedió un paso, en un intento de recuperar el equilibrio por el impacto que yo había ocasionado.


Me rodeó con fuerza y yo dejé de ser yo entre sus brazos. Michael me sostenía delicadamente, y desde que sus brazos se cernieron sobre mí, descubrí que aquel abrazo era lo que ambos necesitábamos.

Cerré los ojos al sentir un millón de pequeñas descargas eléctricas ahí donde su mano hacía contacto con la piel de mi espalda, que, lentamente, se extendieron hasta abarcar todo mi cuerpo. Michael delicadamente entrelazó sus dedos en mi cabello, y yo sólo pude ocultar el rostro, apoyando mi frente contra su pecho.


El sentir los latidos de su corazón me reconfortaba.


—No he regresado a Nueva York a suplicar por tu perdón...—le oí murmurar, eliminando el silencio. Luego prosiguió—. Porque yo sé que no me lo merezco.

Debí perderme de algo. Debí olvidar la razón por la que Michael creía que aquí él era precisamente quien tenía que disculparse. Pero es que no había ninguna razón. Era imposible que él poseyera el motivo de disculparse conmigo, o siquiera mencionarlo.

Tuve que obligarme a mí misma a abandonar ese cálido sentimiento que me drogaba al tenerle así de cerca, y alcé mi rostro para poder observarlo mejor, mientras sentía penetrante el viento que se encargaba de secar mis ojos.

—…No. Claro que no, Michael—sentencié, antes de que él se viera en el atrevimiento de que sus labios dejaran brotar sonido alguno. No podía permitirme dejarle continuar—. Quien no merece ni una mísera disculpa aquí, soy yo. Sólo soy yo.

Lo observé en silencio, y me atreví a reprocharle con la mirada más confusa que nunca había creído dedicarle precisamente a él. Y me permitió hacerlo.

            —En ese caso, sí que mereces mi arrepentimiento.

Me sentí realmente vencida al oírle pronunciar aquello último.

Quise decirle tantas cosas en ese punto en el que él y yo habíamos llegado. Pero me fue imposible hacerle escuchar mis pensamientos. Y sólo me observé con la mediocre capacidad de girar levemente mi rostro hacia un lado, y luego hacia el otro, reflejo perfecto de mera de incredulidad.

Y justo en el momento en el que creí que tendría las fuerzas de comenzar a hablarle, él me había quitado la palabra de los labios.

            —Rachel, de ninguna manera merecías…
            —…No, Michael… tú no…
            —…Sí. Por favor, sólo déjame…

Su mano abandonó el lugar que había adoptado justo detrás de mi propia nuca, para llevarla frente a mi rostro, en una señal de súplica para que yo le permitiera continuar con lo que él quería decirme…

—…No fue mi intención, ni por un instante, decirte cada una de esas cosas que sé que te habían herido… El problema más grave fue, que no pude darme cuenta de eso, hasta horas más tarde, cuando el daño ya estaba hecho.

Las últimas palabras las había susurrado con apenas un hilo de voz. Casi imperceptible. Como si sus únicas intenciones fueran que únicamente yo tuviera el alcance de percibirlas. Aunque nos encontráramos evidentemente los dos solos en el departamento.

Entonces él guardó silencio. Y lo había hecho aún más insostenible al segundo en el que él inclinó su rostro de una manera desgarradora. Ya no me miraba a mí, no miraba nada en particular, había cerrado sus ojos. Y, para no ahogarme en mi propia culpa, alcé mi mano, y la dirigí hacia su rostro. Y entonces tomé la decisión de posarla sobre una de sus mejillas inmóviles.

Y cumpliendo mi objetivo, él comenzó a mirarme de nuevo. Como yo quería que fuera. Alzó su rostro, y fue cuando percibí que él había recobrado fuerzas, y continuó:

—…Rachel, yo no tenía previsto quedarme en esta ciudad por más de tres días, desde un principio, cuando tú y yo justo nos conocimos. Pero me quedé, por ti. Nunca me hubiera visto a mí mismo manipulando los versos de la canción, de aquella canción. Cambiar cada uno de sus renglones por la verdad que sé que yo siento, pero lo hice por ti.

Suspendió su habla por segunda ocasión. Pero, ahora no se encontraba con un rostro destructivamente inexpresivo, sino que, al ver que él había descendido su mirada de nuevo, sólo sonreía.

Creí haber escuchado que él asomaba una diminuta risa, y yo sólo sabía que estaba muriendo por conocer la causa de esa risa murmurada. Así que en el momento en el que él se había dignado en alzar su rostro de nuevo, fruncí el ceño, cuestionándole.

—…Jamás me hubiera atrevido a planear el momento en el que yo, Michael, te revelaba a ti, Rachel, mis sentimientos. Y finalmente, ni en un millón de años, sin importar el qué, me hubiera cruzado por la cabeza hablarte de la manera en que lo hice. ¿Me entiendes?

Le miré por un momento, y aprecié su perfecto rostro inexpresivo, observándome. Sentí los segundos pesando sobre mi espalda, y descendí levemente la mirada sólo para poder procesar una milésima vez más las palabras que él había dicho.

Y llegó a mi mente, las palabras comenzaban a deslizarse de mi cerebro a la punta de mi lengua, ahora sabía lo que debía decir. Volví a mirarle, y le hice saber que ahora yo era quien poseía el turno de hablar.

—¿No lo entiendes tú? Era como si yo estuviera suplicándote que me odiaras, Michael. Como si te hubiera dado el derecho de hablarme así. Lo que yo te dije ese día no fue más que una burla para ti… Y tú sólo trataste de…
—…No. No trates de justificarme, por favor. Escúchame; nunca, nunca podría existir el momento en el que se me dé el derecho de dirigirte la palabra de esa forma… Así de simple.

Eso era todo.           

No podía soportar oírle hablar así ni un instante más. Sentí en cada esquina de mi cuerpo una sensación de enfurecimiento. Pero no hacia él, sino hacia mí misma. Por haber permitido que él llegara a este grado de culpa hacia mí. Nunca debí dejar que esto pasara.

Retrocedí un paso, sólo para tener una mejor vista de él, suspiré en un tono de agotamiento, y me ordené a mi misma el hablar, y poner mis ideas en un sitio concreto.

—Entonces, no tenías el derecho. ¿Ni siquiera después de las cosas que me obligué a decirte?... Michael, había terminado de confesarte lo que siento por ti y no pasaron ni treinta segundos para decirte, de la manera más insensible y ridícula, que era mejor para ambos, el no vernos ni una vez más. Cuando yo ya sabía perfectamente que no le haría ningún bien a nadie, y que yo acabaría destruida por el simple hecho de pensar en ello…

Me ocupé de clavar bruscamente mi dedo índice sobre su pecho un puñado de veces, tratando de acentuar todas y cada una de mis palabras.

Pero no fue suficiente.

—Si me pediste eso, fue porque sólo intentabas salvar una relación. Tu relación con Ross. Y yo no pude darme cuenta de eso. Se suponía, Rachel, que yo me había empeñado en darte mi amistad, quería que vieras en mí al mejor amigo, sólo al mejor, y simplemente no fui capaz de comportarme como tal.
—No deja de ser una insensibilidad de mi parte. Lo correcto hubiera sido que…
—…Rachel, lo correcto hubiera sido haber aceptado cualquier cosa que me habías pedido, sin ninguna excusa, sin arrebatos de furia. Porque era por ti, era algo que tú deseabas hacer.

Todo se volvió mucho más claro, y mucho más confuso al mismo tiempo. Comprendí la desesperación de Michael, pero no creía poder terminar de entender el por qué de esa desesperación. No tenía lógica. Me parece que sólo me dediqué a sonreírle, en respuesta a la ridícula manera en la que había interceptado sus palabras. Pude notar que él era ahora quien no comprendía el por qué de mi sonrisa.

—No lo deseé, ni por un segundo, Michael… Jamás me hubiera apetecido sentirme a mí misma en una circunstancia en la que tú no estuvieras presente, o al menos, no cerca de mí… Pero sí sentí que debía hacerlo, no por mí, sino por alguien más.

Detuve mi habla sólo por un par de segundos, pues mis palabras me habían llevado a un tema que no quería tocar precisamente en ese momento, frente a Michael.

Ross… él estaba aventurándose en entrar dentro de mi mente una vez más. Reí de vergüenza. Y él  sólo guardó silencio, entonces supe que quería escucharme.

—…Y justo a la mañana siguiente, cuando el nudo en mi garganta aún no había desaparecido, me vine a enterar de las cosas que estaban sucediendo justo a mis espaldas… Y fue ahí cuando me di cuenta del terrible error que había cometido contigo...
—Pero tú no lo sabías, Rachel, nadie lo sabía. Lo único que tú querías era solucionar las cosas… Y yo, simplemente, debí apoyarte en todo momento…

Los argumentos que Michael me daba, realmente habían logrado penetrar cada una de mis ideas y sentidos. Y yo ya estaba al borde de consumir mi orgullo una milésima vez más, y de pronunciar un indeseado, pero claro “Tienes razón”.

Llevé ambas manos a mi rostro y oculté mi cara tras ellas por un par de segundos, y pensé en lo que vendría después; yo terminaría por dejarme vencer y él terminaría por sentirse culpable. Porque yo se lo permitiría. Pero, en el momento en el que revelé mi rostro de nuevo, creyendo que era conveniente abrir la boca por una última ocasión, noté que él tenía una cosa más para decir.

—…Pero no lo hice, no te apoye en lo absoluto. Lo único que hice fue malinterpretar mis propios sentimientos… Escúchame, en el momento en el que tú abandonaste el estudio ese día, una sensación de enojo comenzó a ocuparse de invadirme por completo…
           —…Eso sería perfectamente admisible, Michael, yo…
—…Pero no por ti. No sentí esa ira por ti, sino por mí, Rachel. Por mí mismo… ¿Sabes? Porque mi mente se había iluminado y entonces comprendí que te había lastimado.
           —Eso es… eso es totalmente ridículo, tú no…
—Yo mismo me cegué, Rachel. Hasta el punto de cancelar la publicación de esa canción que escuchaste hace algunas horas, o de querer desaparecer de aquí y volar a casa… Pero simplemente me di cuenta de que no podía dejarlo pasar.

Michael hizo desvanecer entonces la distancia que yo había interpuesto entre nosotros momentos atrás, en el segundo en que yo decidí retroceder un paso. Ahora le tenía cerca, más cerca de lo que nunca antes le había tenido. Se encontraba tan cercano a mí como para que yo pudiera sentir su aliento retumbando en cada poro de mi piel que se encontraba vulnerable a su presencia, pero tan lejos como para no ser capaz de provocar un roce en ni un sólo milímetro de mi piel. Y entonces supe que su dialogo no había terminado aún.

—…Tan sólo, me di cuenta de que había desperdiciado y malgastado la única oportunidad que yo creería tener para decirte lo que siento por ti. Y no deseaba tener una única oportunidad. Necesitaba de otra. Quería hacer bien las cosas esta vez. Rachel, lo que tú escuchaste en esa canción es la mera verdad. ¿Entiendes? Esas, son las frases que sí debiste escuchar venir de mí, si es que alguna vez me retaba a mí mismo a confesarte todo… No el puñado de tonterías que te dije hace unas semanas.

Sus últimas palabras causaron tal efecto en mí, que habían marcado mi límite. Mis ojos comenzaron a humedecerse a una velocidad inapreciable, de nuevo.

Volví a hundirme en sus ojos, y sentí cómo él lo hacía en los míos. Era tan simple como que no podíamos dejar de mirarnos el uno al otro.

Pero en un determinado momento, nuestro contacto se interrumpió cuando me di cuenta de que ya no miraba mis ojos, sino que su mirada descendió y pude sentir con una perfecta nitidez cómo comenzó a mirar mis labios.

Y él mordió su labio inferior.

Él se inclinó, eliminó la pequeña distancia que existía entre nuestros labios. Y yo odié el que no haya podido corresponderle, y desvié sus movimientos, tan sólo así.

Las lágrimas comenzaron a aparecer.

            —Michael… entre tú y yo… no puede…

Él cerró sus ojos y sacudió levemente su cabeza, retrocediendo un par de pasos para alejarse de mí. Entonces comenzó a murmurar.

            —…No quiero que ocurra nada entre nosotros, Rachel…

Le cuestioné, hundiendo mi mirada en sus ojos.

—…Sólo quiero poder llevarte a cenar… algún día de la semana. Salir contigo, escucharte. Quiero poder sentirme capaz de ser un buen amigo para ti. Y quiero… necesito hacerlo cerca de ti.

Y sin importarme en lo más mísero, comienzo a tomar la posición que dolorosamente había abandonado algunos momentos atrás, y le tomo entonces entre mis brazos de nuevo. Como si fuera lo único que los dos necesitáramos.

            —Lo lamento tanto…—susurré.
            —…Yo también.

Escuché eso último que él dijo y sólo me ocupé de mantenerme en silencio, con él así de cerca por unos momentos. Olvidándome de todo.

            —…¿Qué es esto?—le escuché por encima de mis pensamientos.
            —¿Qué?

Ambos nos separamos uno del otro, y yo le permití avanzar un paso más allá del umbral de la puerta. Vi su mano dirigiéndose hacia la barra de nuestra cocina, y supe de qué se trataba aquello. Los boletos. Los boletos de avión se encontraban ahí.

Michael los tomó entre sus manos.

            —¿Irías a algún lado…?
            —No, es que yo sólo…
            —Irías a… ¿Ibas a Los Angeles, Rachel?

Preguntó, sin dejar de observar los boletos, y ahí, una sonrisa se comenzó a desbordar.
           
            —…Tenía que verte de nuevo.

Y extendió sus labios en una sonrisa infinita.

11 comentarios:

  1. Hola... Pues como ya sabes, soy una gran fan de esta historia. Pero lo repetiré una vez más. -Y creo que lo seguiré repitiendo por mucho tiempo-. A medida que voy leyendo voy notando la madurez con la que escribes, y eso es bueno. De hecho, es demasiado bueno. Sólo te pido que no dejes mucho de lado la parte divertida de la historia donde los personajes son más locos y expontáneos. No obstante, creo que la historia está perfectamente y no tienes que cambiar nada, por el contrario, sigue así, cada vez sorprendiendome más. No dejes de lado ese toque tan tuyo que hace que esta novela sea tan asombrosa. Me alegra que haya gente como tu, con esa capacidad de sumergir totalmente a los lectores hasta tal punto de que ya no puedan parar de leer. En pocos días, literalmente pocos, ¿Qué? ¿Unos dos días? Y ya llego a considerar esta como mi novela favorita. No sé por qué no la había encontrado antes, ¡De lo que me perdía!

    En fin, gran forma de escribir y expresarte. Plasmas tus emociones y estas llegan al corazón de quienes leen tu novela.

    Eres sublime.

    :)

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  2. Decir que me encantó no llegaría ni a los talones de lo que todas y cada una de tus palabras me han hecho sentir.

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  3. Es genial que hubieses actualizado, y que ahora que tenía otra perspectiva, pues ya conocía la esencia de Joey, Rachel, Monica, Chandler, Phoebe y Ross, veía la historia de otro modo y me sentía mucho mas conectada a lo que sucedía. Qué me encantaba la manera en la que hacías que cada uno se expresara sin perder la personalidad, incluida la de Michael <3 y que hacías que todos brillaran, no solo uno o dos de ellos.
    Entre otras cosas, que me ponía muy muy muy feliz saber al fin que sucedía después del cumpleaños de Rachel :D

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  4. Hola Katia!!!!B-) espero y estes bien linda solo me pase por aqui para ver como esta la novela jahaaha y esta maravillosa CON AMOR DANIELA AIME BESOS Y CUIDATE LINDA PDATA: tambien la leo desde wattpad

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  5. ¿¡Cómo puede ser eso posible!? ¡Yo ya quiero que se reconcilien y exista la posibilidad de que tengan más que una amistad duradera! Kate, te pasaste, de verdad, aunque nunca me cansaré que tu novela es más que espléndida, con o sin cambios.

    Espero hablar contigo por WA.

    Tu amiga -Lucero- x

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  6. ¡Gracias, linda! ¿Qué te puedo decir? Es todo parte del plan, parte de un camino que nos muestra diferentes perspectivas de una historia. Pero lo mejor está por venir. ¿Aguardas conmigo?
    :)

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  7. Katia!!! porfavor q sean novios!!! Dios mio siguela es una de mis novelas favoritas Gracias por regalarnos tu historia!!! T.K.M Daniela.

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    1. ¡Dani! Tanto tiempo sin hablar contigo. ¡Me alegra que continúes conmigo! Tengamos un poco de paciencia juntas, ¿sí? Al final de todo, nada bueno llega tan fácil.

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  8. ¡No me hagas sufrir así, me estas matando! Dios mío, no puedo esperar a que estén juntos. Espero con muchísimas ganas un nuevo capítulo. Es de mis novelas favoritas.
    -Abbi.

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    1. ¡Gracias por tu comentario, Abbi! Lamento haber perdido un poco el contacto contigo. Pero, siempre podremos ponernos al corriente, ¿no? Y, tan sólo descuida, todo a su debido tiempo. Trato de plasmar las mejores palabras para ti.

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  9. Simplemente HERMOSO!!!

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