lunes, 15 de febrero de 2016

Capítulo 38: "June"


No puedo esperar a verte de nuevo, Michael”

La frase está reluciendo en el centro de un hermoso dibujo en el que se le puede ver a Michael en un ambiente verde y frondoso, portando camisa roja y pantalones negros, luciendo una de sus mejores sonrisas mientras toma de la mano a un pequeño Jordie esperanzado a su lado. Es un dibujo bastante bello.

Vuelvo a contemplarlo y luego a Michael a mi lado alternadamente, una y otra vez. Hasta que la respuesta cae a mi cabeza al mirar más allá de la ventanilla del coche y darme cuenta de que atravesamos la última interestatal hacia el este de California; es por esto que ésta única vez Michael no ha querido conducir. Quería mostrarme todo esto, y quería mirar mi expresión cuando lo hiciera. Quería que comprendiera por qué visitaremos al chico otra vez.

Gracias. ¡Gracias por todo! Visitar Neverland había sido uno de mis más grandes sueños y ahora lo he cumplido gracias a ti. Me gustaría volver un millón de veces más a jugar contigo.”

“Mi madre dice que fue una bendición el haberte topado con nosotros en la carretera. Yo digo que alguien envió un ángel para mí.”

“El viaje a Mónaco ha sido perfecto. ¡Perfecto de verdad! Las mejores vacaciones que tendré jamás. Mamá y Lily lo agradecen. ¡Gracias, gracias, gracias!”

“Te quiero, Michael”

Vaya, ese me deja con los labios abiertos. ¿Todo eso es verdad? ¿En realidad ese pequeño sentía tanto afecto por Michael?

—No puedo creerlo...—susurro casi sólo para mí, aún pasando mi vista de un trozo de papel hacia otro sobre mi regazo y revolviendo unos más que había dejado sobre el asiento.
—Y tengo decenas más apiladas en el correo de Neverland—Michael añade, despreocupado—. Todas de Jordie.
—¿Más incluso?
—Muchísimas más.

Involuntariamente paso una mano a través de mi cabello.

—Es increíble—musito y al mismo tiempo comienzo a negar—. Quiero decir, este pequeño realmente te tiene en un pedestal. ¡Sonríe por ti! Es como sí... Como si fueses en verdad su salvación.

Mi comentario hace que Michael asienta con una mirada despampanante.

—Le he tomado cariño a Jordie, linda—me ayuda a devolver a su sitio un mechón de cabello que no para de moverse por estar aún inclinada mirando cada mensaje. El tacto que tiene sus nudillos con el lóbulo de mi oído me hace estremecer—. Y hemos conectado tanto también. Es increíble.  Es el tipo de personas que sabes que tendrán un lugar permanente en tu día a día.
—Es por eso que los invitas de nuevo a Neverland.

Su sonrisa vuelve a brillar. Es sin duda una de las más hermosas que había visto.

            —Exacto.
—Aunque, debo decir—me incorporo sobre nuestro asiento para contemplarle mejor—. Perderme también del viaje de Mónaco ha sido terrible. Pero me alegra que hayas acomodado todo al final y te ha sido posible invitarlos a ellos.
—Ese viaje ha sido uno de los mejores en mucho tiempo, sin duda, Rachel. Tan sólo has faltado tú para que fuese perfecto—sus palabras sin duda me agrandan al doble el corazón, es tal la intensidad que caigo en la cuenta de que si no estuviéramos acompañados por nuestro conductor, ya me encontraría encima de él besándole como una desquiciada—. En el primer instante en el que pisamos el auditorio en el que sería la ceremonia de premiación, ellos no pararon de estar boquiabiertos. ¡Estaban totalmente impresionados! Realmente he podido mostrarle a Jordie y a June el otro lado de mi vida.
—¿Y a Lily?—inquiero, aunque suena más a afirmación que a pregunta. Señalo con mi dedo índice el mensaje de Jordie en el que es mencionado ese nombre. El único que no me suena.

Es perceptible el cómo el vehículo ha comenzado a girar con mayor frecuencia desde los últimos minutos. Es muy probable que estemos a punto de llegar.

Michael frunce el ceño un segundo antes de aliviarme con una sonrisa.

—La hermana pequeña de Jordie—musita—. No podrías creer la cantidad de tiempo que quería estar en mis brazos.
—Todo mundo quiere estar entre tus brazos, Michael—le bromeo, consciente de que sigo alimentando su pequeño ego—. Causas ese tipo de efecto en las personas.

Pero de su parte no recibo el gesto que esperaba. De pronto le pierdo el hilo y le miro únicamente fijando la mirada hacia el vacío. Mi corazón comienza a martillear.

—Aunque hay algo que no me deja de alarmar—susurra tan sólo para mí. Respondiendo a una pregunta que yo ni siquiera había formulado.

Michael me tiende un trozo de papel más.

“Siempre lo has sido todo para mí y siempre lo vas a ser. Tu música me ayuda a atravesar tiempos difíciles. Por ejemplo ahora, que mi mamá ha tenido problemas con papá porque pasamos mucho tiempo contigo o hablando de ti. Los escucho discutir y pienso en oírte con los auriculares a todo volumen.”

No me es posible comprender.

—...Y esto—añade, serio. Se gira sobre el asiento dejándome todavía con la duda ardiendo dentro de mí y saca de uno de los compartimientos de la puerta trasera del coche un gran trozo de papel periódico perfectamente doblado.

Lo tomo sin dudarlo siquiera.

Se trata de un artículo de la imprenta “National Enquirer”. En él, encuentro fotografía tras fotografía de Michael andando por la alfombra roja de la premiación en Mónaco; en efecto, una pequeña está en sus brazos, June a un lado de él fantaseando con el rededor y a Jordie andando con una sonrisa increíble justo delante de ellos. El título de la nota detalla a “Michael andando junto a su nueva familia adoptiva”. Que aunque, tomando en cuenta el historial que éste periódico específicamente ha tenido respecto a Michael, es fácil saber que todo lo que relata no será más que mentiras que no vale la pena conocer.

Ahora el último mensaje de Jordie tenía sentido.

—Vamos...—Michael se ciñe más hacia mi cuerpo. Lucho más incluso por concentrarme al sentir su mano paseándose por mi espalda entera—. Dime algo, pequeña. Lo que sea.

La petición me deja un tanto desconcertada. ¿Cómo iba a comenzar?

—Entonces...—siento que mi voz se tensa. Trato de perderme en su mirada atolondrada para relajarme un poco más—. ¿June ha estado teniendo problemas con Dave por esto?
—Pues, no con Dave—se encoge de hombros—. Él es sólo esposo de June. Ni siquiera he vuelto a cruzar palabra con el hombre desde que lo hemos conocido en el taller remolcador. Jordie se refiere a su padre biológico, linda. Un tal Evan Chandler.
—¿Evan Chandler?—repito el nombre cabizbaja, en mi intento por recordar—. ¿Ya le has conocido?
—No...

Él se vuelve distraído a la ventanilla por un pedazo de instante. Instintivamente le sigo la idea, y juntos vislumbramos más allá las compuertas de Neverland ya cediendo para permitirnos la entrada. Me doy cuenta de que justo en el sitio en donde aparcan los visitantes se encuentra un coche que en mi vida había conocido. Al parecer, Michael sonríe de oreja a oreja al notarlo.

            —...Ya están aquí—susurra.

En ese mismo momento se apura a esconder de vuelta todos los mensajes que están tendidos en la totalidad del asiento, junto con el recorte de noticia que me había mostrado al final. Es lo último que le puedo apreciar haciendo. Antes de que se detenga el vehículo por completo Michael ya se ha quitado el cinturón de seguridad, me obsequia una perfecta mirada insinuadora y echa un pequeño salto hacia el exterior.

Me río inevitablemente. Luego de que yo le sigo e intento salir, la primera imagen que inunda mi vista es la del pequeño Jordie, embistiéndole y perdiéndose completamente entre sus brazos. Un segundo después, le sigue una pequeña de aire parecido. Debe ser Lily. Al seguir el rastro me doy cuenta de que ambos han salido de la mansión principal.

Perfectamente puedo sentir el corazón latiendo con más intensidad.

—¡Jordie!—su voz resuena a nuestro alrededor, se pierde en mis sentidos—. ¿Cómo estás?
—¡Genial!—Jordie replica con la sonrisa cada vez mayor. Luce sin duda más grande, pero igual de avispado al mirar a Michael que la última vez—. Ya no aguantaba las ganas de volver.

Michael gesticula un par de risas perfectas. Se gira y me comparte la más radiantes de las sonrisas al girarse y tomar mi mano para acercarme hacia él. Me quedo tiesa al andar, es un total deleite saberle contento.

—¿Recuerdas a Rachel?—musita él señalándome frente a los pequeños. No puedo evitar sonreír.
—Seguro—Jordie asiente, y entonces vuelve su tierna mirada hacia mí—, es la chica que estaba contigo cuando has ido al taller. ¡Hola!
—Hola, Jordie—le guiño un ojo al contestar—. Es bueno verte de nuevo.

Y finalmente June, tal y como la había recordado, aparece desde el mismo sitio deslumbrándonos a todos con una sonrisa despampanante. Termina de acercarse y toma de manera delicada la pequeña mano de Lily, mientras se ocupa de formular algunas señas a manera de saludos a todos nosotros. Es como si nada más hiciese falta a partir de aquél instante. Puedo mirar, con detenimiento, el por qué de la nota periodística que he visto antes, aunque eso no le quite lo mal formulada que está.

Pero todo llega a su final, y su sonrisa también. O al menos ello parece en el momento en el que ella cruza miradas conmigo. Me extraña, según yo hemos tenido un buen encuentro al conocernos la última vez.

—¿Ya se han instalado?—Michael inquiere hacia ella, indiferente hacia lo demás.
            —Sí—June responde inmediatamente—. Gracias, Michael.

Jordie y Lily están dando pequeños saltitos alrededor de nosotros. Me pierdo en ellos mirándoles enteramente fascinada.

—¡Ja!—el pequeño vocifera—. Incluso ya estaba tratando de alcanzar la puntuación de Michael en los videojuegos.
—¿Ah, sí?—a Michael se le escapan algunas risas—. Buena suerte con ello, amigo... Aunque quizá, si te portas bien, te deje ganar alguna vez.
—Oh, sí... Eso sería bueno—June echa la cabeza para atrás con orgullo al hacerle segunda a las carcajadas de Michael. Jordie le reprime girándose hacia ella completamente colorado—. Se siente bien volver...

A Michael le brilla la mirada, y me acerco un poco más a él para tomar de su mano de forma sutil en mi intento por sentirme un poco menos excluida de la situación. Él me toma firme, como si se tratara de un reflejo.

—Lo siento diferente, de hecho—June continúa—. Incluso me parece que las habitaciones están más elegantes que antes.
—Sólo lo mejor de lo mejor para mis invitados—Michael contesta, orgulloso—. Me agrada que las habitaciones de huéspedes sean utilizadas de vez en cuando... Lo que me recuera... ¿Wayne...?

Michael se gira a sus espaldas y le sigo a la par. Nuestro conductor ya se encuentra concentrado en su llamado.

—Sí—él replica, por un segundo su seriedad se convierte en un rostro lleno de amabilidad. Yo le devuelvo una sonrisa.
            —¿Me ayudarías a sacar las pertenencias de Rachel del maletero?
—Por supuesto que sí...—asiente de forma vivaz, y al final señala hacia la entrada de la mansión frente a nosotros—. ¿Irán a...?
—Por supuesto. Todas sus cosas irán a mi habitación.

Siento mis mejillas entumiéndose a sabiendas de que no soy la única escuchando. Termino por sonreír.

—En un segundo están allá—Wayne añade, ya ocupándose de abrir el maletero.
—Muchas gracias.

Viro entonces hacia June de nuevo y me doy cuenta de que no me ha quitado la misma mirada turbia de encima. ¿Ocurre algo con ella? ¿Conmigo? No logro entender.

Vuelvo en sí cuando Michael me da un beso fugaz en la mejilla.

—Te veré adentro en unos minutos, pequeña—musita, seguro de que el comentario fuera sólo para mí. Sin contestar, él se aleja y gesticula un aplauso terriblemente audible que hace que los ojos de los dos pequeños a nuestro lado brillen y comiencen a seguirle casi al instante—. ¡Bien! ¿Listo para perder, Jordie? Espero que este tiempo esperándome te haya servido de práctica porque estás a punto de tener tu racha de perdedor de nuevo.

Los tres se pierden debajo de la mirada de June y mía, con nada más que Michael lanzando unas carcajadas que se disipan por todo el edén. Y aunque a la pequeña Lily parece costarle trabajo seguirles el paso, a su propio ritmo termina perdiéndose luego de ellos por el mismo sitio del que han aparecido antes.

Intento torcer el gesto a modo de broma hacia June, pero ella se limita a seguir mirándome de brazos cruzados. Un suspiro exasperante se me escapa y sus bonitos ojos rasgados se entrecierran aún más.

Perfecto, nos hemos quedado solas.

—¿Por qué me es tan difícil creer que no eres sólo su amiga?—me dice voraz.

Me hielo en ese mismo instante. No sé qué decir.

Sé que se me podría ocurrir hurgar el interior del automóvil detrás de mí como si buscara algo que se me ha olvidado de forma desinteresada para actuar un poco de tranquilidad. Pero tampoco es como que lucir ridícula ante las personas sea una de las cosas que mejor me salen en realidad.

Decido soportar su mirada.

—¿O lo eres?—añade. Puedo percibir que su tono se aligera—. ¿Sólo son amigos?

Me lo pienso por un par de segundos. Pero al final, me apetece salir ya del problema.

            —...No—mi voz tambalea—. Soy su novia.

A June no le cambia el rostro ni por error.

—Sabía que mi intuición no me había fallado—su mirada se ilumina un poco y parece que va a añadir algo más.

En ese momento sólo trato de sonreírle. Me sorprende que no lo haya preguntado antes. Según recuerdo, yo no he cambiado mi actitud con Michael cuando ella está cerca.

            —¿Hace cuánto tiempo?—inquiere. Vaya, es mi pregunta favorita.
            —Serán cinco años este veintinueve de Agosto.
—¡Cinco años!—brama de pronto, haciendo que yo reaccione con brusquedad—. ¡Toda una vida! ¿No?
—Lo mejor de toda una vida, de hecho—le aseguro, al instante en que he logrado ya formular una de mis mejores sonrisas.
—Pues los felicito a ambos—murmura y se acerca un poco más hacia mí—. Y la verdad es que lo han sabido disimular muy bien. No creo haber escuchado de ti antes.

Claro, y aún así, el mundo ya ha oído de ti.

Me acerco al igual, y así no tener que contestarle con un volumen tan alto.

—Michael y yo lo preferimos así—le digo, encogiéndome de hombros—. Creemos que no es necesario que nuestra relación sea un espectáculo para los medios.
            —Entiendo.
            —Sí...

Un par de sonrisas y el silencio es cada vez mayor. El perfecto momento para que los altavoces del jardín no estén funcionando como deberían. ¡Es bastante incómodo!

—Y... escucha—habla con su vista clavada a sus pies—, lamento si te he lanzado un par de miradas serias hace rato.

Lucho por disimular la seriedad. ¿Ha dicho ‘Sólo un par’?

—Oh, no…—mi voz hace que me vuelva a mirar, aunque la cautela de sus ojos me hace no estar segura de nada—. Yo ni lo he...
—Es sólo que... —me interrumpe de forma amable—. Jordie prácticamente ha creído que tendría a Michael para él sólo durante todo el fin de semana. Me ha preocupado que eso le pusiera triste, es todo.

Asiento con ella al final. Tiene un buen punto.

—Por suerte no hay nada de qué preocuparse, en verdad—le digo displicente—. Esta vez he venido a Neverland con enormes pilas de trabajo por hacer. Estaré al margen.
—No es necesario, ¿Sabes? Es sólo que no tenía ni idea de que eran pareja... —No—niego y para variar, la sonrisa que ambas compartimos a la otra se siente sincera—. En realidad no me...
—¿Señorita...?

Wayne, encontrándose detrás de June me hace desconcentrar. Ni siquiera me había dado cuenta del momento en el que había terminado.

—¿Sí?—miro más allá de June para atenderle.
—Sus cosas ya están en la habitación.
—Oh, te lo agradezco muchísimo.

Me agradece en silencio, mostrándome una enorme sonrisa. Sólo unos segundos después se disculpa con ambas usando sólo la mirada y desaparece de nuestro alcance.

Saber que mis cosas ya están dentro me tranquiliza casi de forma inmediata.

—June, lo lamento—murmuro torciendo el gesto—. ¿Te molesta si continuamos dentro? Ha sido un viaje largo, desde Nueva York en realidad. Me apetece entrar a refrescarme un poco.
—¡Oh, no, descuida!—me contesta de forma automática—. Ve a descansar, yo cuidaré que el par de torbellinos no rompan nada.

June me dirige un último gesto de aprobación y terminamos andando casi juntas hacia el interior de la casa. No puedo evitar que me parezca algo tedioso el recorrido, aunque luego de sólo un momento terminamos separándonos de forma que ella continúa derecho hacia el cuarto de juegos, y yo le pierdo de vista al dirigirme escaleras arriba, con el único propósito de llegar a la habitación, y tirarme en la cama por un largo, silencioso y calmado rato. Estoy tremendamente agotada.

Al perder la noción del tiempo que me tomo para mí, mi intriga crece, y el ruido proveniente del primer piso me hace bajar.

El resto de la tarde Michael y los niños se la pasan jugando, nadando incluso, y paseando en el carrito de golf favorito, que es donde yo me decido por tomar la iniciativa de seguirles el ritmo por fin. June no está. Por alguna razón, luego de que todos han abandonado el cuarto de juegos ella había preferido permanecer en la estancia por un tiempo. Pero Michael por supuesto no dejó que ella fuera un problema y, mucho menos, Jordie y Lily se dejan de divertir. Todo va como está planeado, todo a la perfección.

Visitamos juntos a los caimanes, jirafas, leones, a la pitón de Michael y al hermoso elefante Gipsy, el inmenso animal que en un principio ni loca me le había acercado, pero frente a los chicos esta vez tengo que envalentarme y simular que todo estaría bien. Michael no deja de partirse de risa por eso. Además está Grillo, el semental de treinta y cuatro pies de altura, Petunia, mi favorita, la cerda barriguda, y Linus, la oveja de dos pies de altura que al parecer toma buena confianza desde el primer momento con la pequeña Lily. Es todo muy conmovedor.

Y entonces mi deseo se hace realidad, y la llegada del crepúsculo la recibimos trepándonos todos juntos a la Noria para ver la noche nacer. Michael planta sus ojos abrillantados sobre los míos por un segundo, e inevitablemente sólo me queda olvidarme de todo lo demás. Es hermoso. Él lo es, completamente. Y es en instantes como ese en que no puedo concebir posible que sea para mí. Su inocencia me enamora. Su gratitud, su hospitalidad, su cariño, su rostro y cuerpo es pura perfección. Magnífica.

Me pregunto, con él aquí, si existen más luces en la tierra que las que hay en el cielo.

*****

—Pero qué día...—Michael susurra con sus palabras torciendo en medio de un enorme bostezo al mismo tiempo que se da un enorme estirón justo saliendo del cuarto de baño—. Estoy exhausto.

Yo le observo ya tirada sobre la cama y me río de repente. Me ha pegado el bostezo.

—Ven aquí...—musito en paz, tendiendo una mano hacia el frente. Arqueo una ceja y sé que ni una palabra más voy a necesitar. Le quiero conmigo.

Él reacciona y anda a pasos ligeros hacia mí. Cuando se tira por fin en la cama me aseguro de que quede bien cubierto por las sábanas, y le ciño con fuerza. Aferro su cuerpo con más intensidad hacia mí y lo siguiente que siento es su cabeza acunándose a la altura de mi pecho y sus brazos envolviéndose alrededor de mis caderas. Yo, fascinada, comienzo a juguetear con uno que otro de sus rizos rebeldes.

Mi pequeña parte de cielo en la tierra.

—Debió ser un día bastante pesado, cariño—murmuro—. Estuviste jugando con Jordie y Lily la tarde entera.
—Lo sé...—me contesta sin más. Puedo darme cuenta de la hermosa sonrisa que se le escapa.
—Te fascina que Neverland tenga invitados, ¿No?
—Me encanta—se apura a decir, y en el mismo instante su mano busca la mía—. Me llena de alegría el sólo pensar que he tenido que ver con el hecho de que alguien se divierte así de bien.
—¡Y he visto tu sonrisa interminable también!—mi audible tono le hace incorporarse un poco para toparse con mi mirada. Ambos nos lanzamos la misma sonrisa y mis mejillas se entumecen ahí.

Al ver toda esa dulzura reflejada en su rostro cansado, se me prende el foco. Me refresca la memoria inmediatamente.

—Aunque...—susurro, sin aguardar a que le cambie la cara—. Es curioso que tu reacción no haya sido la misma cuando te han venido a visitar Oprah y su séquito de hombres y camarógrafos.
—Ah...—replica con un perfecto mohín al tiempo en que se incorpora aún más. Luce indignado—. Y no me digas, ¿Tú sí has tenido una sonrisa congelada en el rostro durante esa visita?

Me desafía con esa insoportable mirada. Tengo que pensar bien la respuesta.

—Pues, no al principio...—gesticulo intentando sonar despreocupada. Michael se arrastra sobre el colchón hasta que nuestros rostros quedan uno justo a un lado del otro. Se acerca a mí tanto que puedo sentir su respiración. Involuntariamente me quedo mirando sus labios—. Pero, debo admitir que sí me he llevado una carcajada cuando ella te ha preguntado si eras virgen o no.

A ambos se nos escapan algunas carcajadas luego de eso. Michael aún intenta reprimir las últimas al morder sus labios con fuerza y comienza a negar.

—Esa mujer...—susurra—. Por Dios. ¡Y lo peor de todo es que no supe qué diablos contestarle!
—Quizá tú no sabías cómo accionar, pero yo bien que tenía bastante seguridad en lo que quería hacer.

Tuerce la cabeza y me contempla como si estuviera confundido. No lo resisto más. Me encomiendo al deseo y en lugar de explicarle, le muestro a viva imagen de qué estaba hablando. Me aproximo a besarle con dulzura, a que mis labios sientan la piel de los suyos con simpleza,  con la que me es posible soportar. Nuestras bocas ni siquiera se mueven, el beso es lento, sencillo, pero celestial. Lo que necesitaba justamente.

Se le escapa una risita más y, de una, Michael se las arregla para hacer nuestros cuerpos girar logrando que quede encima de mí. Creo que pestañeo aturdida, pero completamente embelesada por el atrevimiento, entonces, sin más, zafo mis muñecas de debajo de sus manos sólo para tomar de su cuello y poderle volver a besar. A sentir el oxígeno volviendo a mi aliento.

—Quería escaparme de mi escondite...—jadeo cerca de su piel. Mis manos aún continúan aferrando su rostro porque no quiero que se aleje, ni lo más mínimo—. No me hubiera importado un demonio que me viera quien lo hiciera, pero quería salir y besarte como una loca. Probarle que no tenía ni una maldita idea de nada—y le vuelvo a besar—. De nada sobre nada.
—Entonces, si lo hubieras hecho así...—murmura con una voz grave, al tiempo en que hace que la punta de nuestras narices se puedan tocar. Por Dios, le deseo—. Quizá no hubiese tenido que darle la excusa de que he estado saliendo con Brooke últimamente. Me hubiera ahorrado de otras tantas explicaciones.

Me le quedo mirando y una sonrisa se extiende en mis labios antes de besar su mejilla. Eso me viene a recordar algo más.

—Y aún así—replico perspicaz—, cuando Oprah te ha preguntado si estabas enamorado de ella, al final, has añadido que te enamoraste de otra chica también.
            —Lo que pasa es que...—susurra—. Soy pésimo diciendo mentiras...

Y le contemplo sin añadir una palabra más. Sus pestañas rizas, el café profundo de sus ojos que sé que miran mis labios, sus ojeras, sus rizos cayendo cerca de mí, su piel clara, la fragilidad de todo él. Me encanta. Es perfecto, es... todo él es más. 

—Eres... tan lindo, y guapo—no puedo evitar negar al mismo tiempo que hablo. Lo miro, lo analizo hasta lo indecible y no lo puedo creer; la cercanía con la que soy capaz de admirarle. Sus mejillas se colorean en el mismo instante, y comienza a reír—. Maldita sea, ¿Cómo es que eres tan perfecto? ¿Cómo es que te tengo?

Termina de acercar su rostro al mío, y hace que las puntas de nuestras narices comiencen a rozarse. Será perfecto pero es maligno también. Se aprovecha del deseo que emano en mis palabras.

—Hermosa—musita. Su sonrisa ya se ha esfumado—, de verdad que no puedo esperar a irme de gira contigo esta vez. Quiero llevarte conmigo a todos lados. En Rusia, Sudamérica, España, Viena, Moscú...

Creo que mi sonrisa es la que se agranda más.

—¿Nos imaginas?—le suelto así, abrazándolo sobre mí—. Los dos solos, en una habitación de hotel... con la ciudad de Moscú luego de un ventanal, tendiéndose por lo bajo sólo para nosotros.
            —S-sí... Sí que lo imagino.

Y sus labios vuelven a ser para mí, nuestras bocas ahora hacen el amor. Me besa con fuerza, su labio inferior se aferra con necesidad a los míos y yo decaigo al hacerlos ceder, les halo hacia mí, les muerdo, los hago sólo míos. Nuestras lenguas se encuentran en medio de todo ello, como quien busca en los labios del otro una razón para amar. Y es una de mis maneras favoritas para demostrárselo. Que le amo, que le necesito y no le dejo de desear. Ya no me imagino no haciéndolo.

Mientras aún le aferro del cuello y mis piernas se enredan a su cintura, sus manos se escabullen y mientras una se entierra detrás de mi espalda, siento la otra jugueteando con la tela de mi remera para dormir. Se esconde, mi ropa no es obstáculo para él y puedo sentir vívidamente a pesar del desenfreno sus dedos fundiéndose en la piel cercana a mis pechos, haciéndome gemir inevitablemente al sentir el efecto en mi entrepierna. Le quiero, le deseo terriblemente, ya.

Nada más existe. No estamos en un colchón, sino en una nube. No estamos en Neverland, sino en el paraíso. Y, quiero creer que el sonido idéntico a alguien tocando la puerta, se trata de sólo mi corazón a punto de colapsar por dentro. Pero no tenemos tanta suerte.

Insisten, y juro que a Michael se le escapa una maldición.

Agh, ¿Quién nos interrumpe?—zanja molesto, en un increíble gesto de desesperación—. ¡Estamos en Moscú!

Le lanzo una mirada solidaria, que bien, aquello me ha cortado deliberadamente la
inspiración por igual. No aguardo más y con cuidado pero rápida salto de la cama para dirigirme a la puerta y terminar con esto de una sola vez. Puedo escuchar cómo Michael resopla conforme me alejo.

Tomo de la perilla, pero antes de abrir me aseguro de calmarme un poco. Literalmente siento cómo el desenfreno no me ha dejado de arder en la piel.

Al salir no sé cómo reaccionar.

—¿Jordie?—salgo de la habitación en aire disimulado y entrecierro un poco la puerta detrás de mí—. ¿Qué ocurre, cielo?
—No puedo dormir...—susurra con su mirada clavada en sus dedos anudados. Trae realmente un semblante que encandece la timidez—. Lo intento, de verdad. Pero no puedo hacerlo. Me preguntaba... Si acaso podría... Mirar una película con ustedes. Eso seguro me ayudará.

Maldición.

—Ah... Bien, aguarda aquí. ¿De acuerdo? Veré si Michael aún no se ha dormido—titubeo al mentir, mostrándole un intento de sonrisa. Tan sólo una mentirilla piadosa que no delate la íntima realidad.
            —Sí—su expresión se vuelve a relajar.

No regreso al interior de la habitación sin antes asegurarme de entrecerrar la puerta tras mi paso de nuevo. Sobre la cama, Michael se encuentra aún con la misma sonrisa, atando sus rizos ya alborotados por mi obra a la altura de su cuello  de una forma que no me insinúa otra cosa diferente a la que creo, haciéndolo lucir bastante seductor. Menuda idea. Contando con que ni siquiera sé si podremos continuar con lo nuestro. 

No puedo evitar morderme los labios. Sé que me voy a arrepentir de lo que voy a hacer.

           —¿Vuelves ya?—musita. Se ve perfecto. ¡Dios!
           —...No.
           —¿Cómo?—inquiere frunciendo el ceño.
—Ese era Jordie, Michael—me acerco a tomar asiento al pie de la cama para contemplarle mejor. En ese momento él se incorpora conmigo—. Dice que le es imposible dormir, y pregunta si podría mirar una película con nosotros.
           —Oh, no...—se lleva una mano a la cabeza, mirando al vacío.
           —Sí...—resoplo—. Oh, no.

Una risa débil se le sale. Ha caído en la cuenta también.

            —Bueno y, ¿Qué dices?—me consulta con la misma cautela.
            —Estaré de acuerdo en lo que tú decidas.

Sin decir más, Michael se queja mientras se baja de la cama y va hacia la puerta a recibir al pequeño.

—Hola, Jordie—le dice en un gesto cálido. Desde donde me encuentro, puedo ver incluso cómo a Jordie se le ilumina la mirada—. Anda, ven. 

El pequeño asiente enteramente colorado. Michael cierra la puerta luego de que entra.

           —Michael—Jordie gesticula un mohín de pena—, lo siento, es sólo que...
—...Oh no—le corta—, no te preocupes, tontito. No pasa nada. De hecho, Rachel y yo justo estábamos por mirar una película también.

Me burlo por lo bajo. Sí, por supuesto que eso hacíamos. 

Michael me lanza una mirada cómplice.

—¿En serio?—nos mira a ambos alternadamente. El comentario de Michael parece haber incrementado su confianza—. ¿Cuál?
—Mmh...—Michael frunce los labios y pasea su vista por el lugar entero por un momento—. El Exorcista. ¿La has visto?
—¡Sí!—Jordie deja relucir una sonrisa gigante. El lindo sobresalto que tiene me invita a ponerme de pie y a acercarme más a ambos—. ¡Oh, por favor! ¡Es de mis favoritas!
—¿Estás seguro?—Michael gesticula un rostro pensativo—. Es una película terrorífica. Podrías... tener pesadillas por la noche.

Llevo instintivamente una mano a mis labios. ¿Está tratando de deshacerse de él? Vaya intento.

—¿Bromeas? ¡Es una de mis favoritas!—el pequeño vocifera ya precipitándose hacia la pequeña estancia de la habitación. De un pequeño salto se tira en el sofá que da cara a la televisión y se gira un poco sólo para hacernos alguna seña y seguirle—. ¡Hay que verla! ¡Ya!

Cabeceo en dirección a Michael, y él, imita el gesto con una mirada de lamento. No hay nada más que hacer.

Antes de avanzar, se detiene a mi lado.

—Lo siento, pequeña...—me susurra al oído, no evito estremecerme un poco—. Nuestra actividad queda pendiente para después.

Me quedo completamente paralizada.

—Anda...—le digo, poniéndome sobre las puntas de mis pies para besar su mejilla—. Veamos la película... Y a dormir.

De la mano, nos acercamos y nos juntamos con el pequeño.

Jordie al costado derecho del sofá, ya acunado sobre los cojines y cubriendo su cuerpo con la manta que traía. Michael en medio y yo junto a él, su brazo acunando mi cuerpo y mi cabeza descansando sobre su pecho. Nos cubro a ambos con una manta también, y la película ya comienza a reproducirse en la videocasetera.

Aunque la pesadez del cansancio sobre mis párpados es real, me empeño en tratar de mirar la cinta también. Es verdad que también es una de mis favoritas, y vaya que no lo deja de ser por el simple hecho de que el sólo mirarla me trae de vuelta recuerdos de cuando las chicas y yo solíamos mirarla en casa, completamente muertas de miedo, y tapadas con nuestras mantas favoritas a la altura de los ojos. La simple memoria me hace sonreír, y me hace plantearme a la idea de qué tanto las cosas han podido llegar a cambiar desde tiempos como ese. Es magnífico.

Pensar que ahora estoy mirándola de nuevo, luego de tanto tiempo, con el hombre más maravilloso y humano que he conocido sosteniéndome, y no dejándome ir.

Pestañeo, entonces siento sus labios presionando mi frente, y cuando finalmente me dejo ir al vacío, el último pensamiento que inunda mi mente es, como siempre, él.
***

El dolor punzante de mi espalda me hace despertar.

Mis ojos se abren conforme la luz proveniente del ventanal se impregna con más fuerza en mi cabeza. Entonces, aún atontada, me percato de que ni siquiera he dormido en la cama. De alguna forma he terminado por acaparar la totalidad del sofá, y lo único que cubre mi cuerpo es la manta que he tomado para mirar la película. Michael duerme aún sobre el suelo, justo a un lado de mí. Al parecer, se ha tendido un colchón inflable y optó por quedarse a dormir ahí. Espero tan sólo que su espalda no se la cobre con creces apenas abra los ojos.

Echo un vistazo en torno a nuestra cama; el pequeño Jordie es quien duerme ahí.

Me incorporo y pongo de pie con delicadeza, con sumo cuidado de que ni Michael ni Jordie se despierten por mi culpa para fijarme en la ventana por un momento más; el sol está alto y demasiado brillante, debe ser tarde ya. Camino hacia el cuarto de baño.

Me miro en el espejo luego de cerrar la puerta tras mi paso y me inclino sobre el lavabo para lanzarme chorros de agua contra mi piel. No puede ser posible que haya despertado incluso más exhausta. Estaba decidido. Dormir en un sitio diferente a un colchón está ahora prohibido para Michael y para mí, no quiero ni pensar en lo adolorido que seguro se sentirá en un rato. Estrujo mi rostro contra la toalla y, al contemplarme un segundo en el espejo decido calmar mi desastrosa imagen haciéndome un recogido improvisado a la altura de mi nuca.

Miro atontada nuestra cama luego de salir; Jordie ya no está.

Michael permanece hundido en sueños en el mismo sitio, nadie más. El armario, vacío. Detrás de la puerta del tocador, nada. Nadie más. Entonces, salvo por un puñado de segundos que pierdo al asegurarme de cubrir mejor el cuerpo de Michael bajo la manta, me escabullo fuera de ahí, y me aseguro de que nada malo haya sucedido.

Algo no deja de sentirse mal.

¿Cómo...?—escucho el murmullo al final del pasillo. Me aseguro de que se trata de June—. ¿De qué estás hablando? No vuelvas a hacerlo, Jordie...

¿Pero qué ocurre? ¿Jordie está ahí también? Me acerco cautelosa un tanto más cuidando de no hacer ni el más pequeño ruido, hasta ubicarlos con mi propia vista. Están al pie de las escaleras.

—¿Por qué?—Jordie replica, se encoge de hombros pero no luce desinteresado.
—Porque no está bien...—June le dice, molesta—. Prométeme que no lo volverás a hacer. Nunca jamás, Jordie.
—Pero, mamá...
—...Pero nada—le atajó—. ¡Prométemelo!
           —Yo...

No puedo contenerlo más, y salgo de mi escondite. En el momento en que June me vislumbra su piel palidece de una. Jordie me mira también, completamente derrotado, y sin añadir nada más. Siento un retortijón tremendo creciendo dentro de mi estómago.

—¿Qué es lo que ocurre?—musito, pasando mi mirada por ambos alternadamente.

Puedo ver cómo Jordie traga saliva y June sólo me mira desconcertada.

—Ve con tu hermanita, Jordie—June murmura con un deje de molestia—. Ha estado preguntando por ti toda la mañana.
—S-sí. Ya voy—el pequeño asiente, y desaparece luego de la otra habitación.

June impasible, se cruza de brazos y me mira con detenimiento.

           —...Jordie durmió con Michael anoche—musita cortante.
—Sí—asiento exasperante. Maldición, ¿Y cuál es el problema?—. ¿Qué con eso?
           —Jordie no me pidió permiso. Estuvo mal, Rachel.
—¿Por qué?—entrecierro mis ojos al inferir—. Michael comparte una amistad especial con él. ¿No? Anoche Jordie se paró en nuestra puerta diciendo que no podía dormir—aguardo para darle la oportunidad de que reitere lo que he dicho. Por supuesto, no dice nada más. Ella no tenía ni idea de ello—. Vio una película en nuestra habitación y luego de un rato se quedó dormido. Michael lo puso en la cama luego de eso. ¿Por qué le has dicho que no vuelva a hacerlo de nuevo?

Sus labios esbozan frustración. Es como si no encontrara las palabras.

—Porque es... totalmente inapropiado—espeta firme—. No quiero que Jordie resulte lastimado.

Suspiro ofuscada, aún más contenida que antes. Cierro ambos puños con fuerza y puedo sentir mis uñas incrustándose en mi piel. ¿Pero qué diablos insinúa?

—Yo también estaba ahí—mi voz tiembla pese a mi enfado—. Y, por Dios, ¿Cómo eso puede lastimar a Jordie? Él ha dormido en nuestra cama, yo en el sofá y Michael tumbado en el suelo.
—Me molestó que no me hubiera consultado. Se escabulló de la habitación y yo ni siquiera lo había notado.

Me bufo frente a ella. No concibo lo molesta que estoy.

—Quizá eso se arregla no quitándole los ojos de encima—musito en tono enigmático, con mis labios completamente apretados. Ella en el mismo momento comienza a evitar mi mirada.
           —No se los quitaré entonces. Hablaré con él.
—Bien—asiento de forma vaga—. Iré a cambiarme. Seguro están por llamarnos para desayunar. Deberías ir por los niños también.
—Claro.

De forma despistada me giro y comienzo a andar en dirección contraria, pero termino por volverme de golpe sólo por un último segundo.

—Oh... y—musito. Ella detiene sus pasos y se gira igual—. Te pido que no le comentes nada a Michael de esto. Él tiene un día pesado hoy, no quiero que se líe más con nada.

Me dedica una leve sonrisa.

           —Por supuesto que no. No iba a hacerlo de todos modos.
—Gracias—musito con mi mirada paralizada en la de ella—. Ahora les vemos, entonces.

Me repongo, y sin aguardar por una respuesta continúo en dirección a nuestra habitación. En efecto, el aroma a panqueques inundando toda la casa ya está más que presente, y no me apetecería asistir a un desayuno en el que Michael no está.

Por suerte, desayunamos de forma tranquila. Durante todo el rato las risas de Michael y Jordie no hacen falta, no dejan de comentar acerca de todo lo que juntos habían hecho el día anterior. La pequeña Lily también ríe y juguetea haciendo enfadar a Jordie de un momento a otro, Michael se lo celebra y se les planta una sonrisa inmensa en el rostro a los tres. Es todo muy bonito, es mejor de lo que esperaba incluso. June se nota relajada también y parece disfrutar de los panqueques que nos han servido y el jugo de frutas favorito que el mismo Michael ha preparado para todos nosotros. Entre todo el revoltijo, las risas y las bromas, le envío una que otra mirada cómplice a modo de agradecimiento. Realmente aprecio que ha dejado el tema y no haber armado una tormenta en un vaso de agua. Porque de verdad, hubiese sido ridículo.

Michael se retira antes de terminar, lamentablemente. Jordie pone una mirada de desconcierto y sin aguardar a que realice la pregunta, Michael le explica a June y a los chicos que tiene que atender algunos asuntos en la oficina con unos ejecutivos de Pepsi referente a las nuevas fechas de la gira. Al final, me da un pequeño beso en la mejilla y no desaparece de nuestra vista sin antes asegurarle al resto que Neverland está a su completa disposición. Bill, junto con John Branca aparecen y se lo llevan en el mismo momento.

Será un día largo, Michael estará ocupado, los chicos y June seguro seguirán divirtiéndose por ahí y yo tengo que trabajar. Que el día de ayer ni de broma he comenzado. Así que llevo mi plato al lavaloza y me dirijo de vuelta a la habitación, a ponerme a ello.

Órdenes inconclusas que tengo que aprobar, letras de envío que requieren certificarse, correos, encargos, y la voz del señor Zelner reproduciéndose en mi cabeza, diciéndome no querer verme regresando a Nueva York la próxima semana, y enterarse de que aún no he terminado con lo que prometí. Suspiro completamente desolada al mirar el sol marcando la tarde por el ventanal de nuestro cuarto. ¿Cuándo iba yo a pensar que estaría en Neverland ahogada de trabajo?

Me dirijo a la mesita de noche y tomo el teléfono; llamar a los chicos en casa por un rato no hará mal. Seguro Monica ya habrá vuelto del trabajo a esta hora al menos.

            —...Pero Michael es una importante influencia para tu hijo.

Los murmullos disipándose en el auricular me dejan helada. Parece la voz de June.

Él está ocupando el lugar que tú has abandonado—continúa y ahora lo sé. Es june, se trata de ella. No sé cómo reaccionar. ¿Debería colgar? ¿Marcharme? ¿Escuchar?

Alguien gruñe con una tremenda repulsión del otro lado. Reprimo inmediatamente la idea de colgar y obstruyo el micrófono para que mi respiración agitada no pueda delatarme.

Es ridículo—un hombre espeta. ¿Quién es?—. Michael Jackson durmiendo con él... es inapropiado.

Se me entrecorta la respiración. ¿Pero qué diablos ocurre? ¿June lo ha comentado con alguien más? No, no puede ser.

Bueno, eso es lo que yo he pensado al principio, Evan—ella dice impasible.

Evan. Evan Chandler. Maldita sea, es el padre de Jordie.

—...Pero debes verlo—continúa—. Debes ver lo generoso y amable que es Michael con Jordie.
¿Verlo? ¡Una mierda!—él zanja voraz. Su mera voz me obliga a tomar asiento sobre la cama; la cabeza me pesa, el aliento se me corta y siento mi corazón desorbitándose por dentro. Es más de lo puedo soportar—. No es apropiado, y quiero que se acabe.
Bueno, eso no ocurrirá—June le dice—. Ya he comentado de esto con... alguien. Y sé que todo está bien así. Soy la madre de Jordie y sé lo que es mejor para él.

No hay respuesta de Evan por un momento. Estoy ofuscada, aterrada como nunca antes pero me quedo igual, aguardando a escuchar sin poder evitarlo y sabiendo que ya tendría que estar planteándome de qué maldita manera se lo podré contar a Michael. Cómo diablos le convenceré de no volver a confiar en esa mujer.

           —Has descuidado tu lugar como padre, Evan.
¿Y qué diablos sugieres entonces?—su tono es más sombrío—. ¿Quieres que yo también duerma con él para que entiendas que le quiero? ¿Que vea que me importa?
No—June le dice en tono reprobador—. Lo que quiero que entiendas es que...
¿Sabes qué?—Evan le interrumpe brusco. Se me corta el aliento—. No, no lo pienso entender. No pienso razonar contigo hasta que esto haya terminado. Y, me encargaré. Quiero que empaques todas las pertenencias en este momento, ¿Me entiendes?
¿Qué? ¿Qué quieres decir?

Me cubro la boca luego de un quejido. Sé que estoy a punto de gritar.


            —Que le quiero conocer, June. Estoy saliendo para allá.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Just Good Friends (Novela inspirada en Michael Jackson) © , All Rights Reserved. BLOG DESIGN BY Sadaf F K.