Monica…
La
obsesionada señorita Geller era la culpable de que no quisiera escuchar el
nombre “Michael Jackson” o la palabra “concierto” nunca más en mi vida… o, en
su defecto, a una potencia que no ocasionara daños irreversibles en mi aparato
auditivo. Cada treinta segundos, Monica soltaba una lluvia de frases de las
cuales sobresalía (obviamente) “Michael Jackson”
Tres días.
Más
de una vez pensé que Monica perdería la razón. Más de una vez pensé que yo
también la perdería. Más de una vez todo el mundo pensó que ambas ya la
habíamos perdido. Monica Geller se preocupaba más por lucir bien en el
concierto que en pensar si la chica que le había vendido aquella linda blusa se
había lavado las manos antes. H-i-s-t-ó-r-i-c-o.
Al
segundo día, habíamos aprendido a hacer oídos sordos a los irritantemente
frecuentes chillidos de Monica. Y, para ser franca, un poco (sí, sólo un poco)
de su entusiasta espíritu había logrado contagiarme. Al fin y al cabo… ver a
Michael Jackson en vivo y a todo color no era tan malo. Cualquier persona con
más que aire en la cabeza coincidiría conmigo en que ver ese lindo conjunto de
lindos ojos, lindo cuerpo y linda sonrisa… no era, en absoluto, una mala idea.
Desperté
con los labios secos y mi tímpano de nuevo a punto de reventar. Monica había
irrumpido en mi habitación con el propósito de recordarme la letanía, y de que
su sueño por fin, estaba por cumplirse. El día había llegado.
—...Estoy en problemas.
Phoebe
apareció de pronto en el departamento. A juzgar por la expresión abrumadora de
su rostro, juraría que ha aguardado a que Monica se recluyera dentro de su
habitación para poder entrar.
—¿Qué ocurre,
Phoebe?
—Bien, de acuerdo. ¿Recuerdas las
entradas del concierto de Michael Jackson?
Suspiré
entornando los ojos. No podía ser cierto.
—...No.
—Bueno, te contaré... —ella replicó
más relajada—. Como recordarás, una de mis canciones por fin ha sido grabada en
un estudio y...
—¿Sé
de las malditas entradas! ¿Qué pasa con ellas?
—Las
perdí.
—¿¡Qué!?
¡Creí que Monica las mantenía bajo llave!
—¡Las
tenía!—se excusó. Llevé mi índice a la altura de mis labios para indicar que
redujera su tono de voz—. Pero como me hartó tanto con su estúpido entusiasmo
las tomé... prestadas. ¡Las personas tenemos límites, Rachel!
—Demonios,
demonios, demonios—pasé una mano a través de mi cabello—. ¿Ahora qué vamos a
hacer?
—¿Hacer
de qué, Rachel?
Inmediatamente,
Phoebe y yo nos giramos hacia la estancia para seguir el resuene de esa voz.
Oh, no. Monica había aparecido.
—Oh, no, no es nada... —titubeé—.
Tan sólo estoy preocupada porque aún no tengo idea de qué usaré para esta
tarde.
—Pero,
Rach. ¡Sabes que yo podría prestarte algo!—Monica vociferó observándome aún
cerca de su habitación.
—Gracias,
linda.
—Por
nada, ahora vuelvo... ¡Iré por el maquillaje para que me ayudes a alistarme!
Entonces
ella volvió a desaparecer ante nuestros ojos, y de los labios de Phoebe y míos
brotó un par de suspiros ensordecedores.
—Tenemos que encontrar esas malditas
entradas antes de que ella comience a alistarse, Phoebe.
—Lo
sé, Rachel. ¡Lo sé! Al menos sé que están en algún lugar de mi departamento.
—Okay, está bien, tú y los chicos vayan y
¡Búsquenlas!
La
puerta se abrió detrás de Phoebe. Por un segundo me olvidé de nuestro plan
secreto para girarme y mirar a Ross contemplarme desde el umbral.
—Hola, chicas—musitó serio, y luego
de aproximarse lo suficiente, con sus labios rozó mi mejilla.
—Hola,
cariño—repliqué, tratando de que mi sonrisa no aparezca tan desesperada.
—Sí,
sí... Hola, Ross—Phoebe intervino de pronto y lo tomó del brazo para alejarlo
de mí—. Salgamos de aquí. Cualquier cosa, te llamaré, Rach. Y tienes que
asegurarte de que tú y sólo tú
contestarás ese maldito teléfono.
Phoebe
se marchó de la mano de un Ross conteniendo un rostro de inmensa confusión del
departamento. Luego del portazo, traté de no romper a gritar, de no delatar las
circunstancias de las que Monica no debía enterarse ni por error. Iban a ser
las horas más largas que pasaría al lado de ella.
Dos
segundos después, Monica apareció de nuevo, con las manos llenas de accesorios
y cosméticos que tendió por nuestro comedor. Tomamos asiento, y creí apropiado
poner manos a la obra de una buena vez. No a la de Monica, pero dí a la de
Phoebe; perder todo el tiempo que me fuese posible.
Preparé
palomitas de maíz, un par de batidos para ambas, fui al cuarto de baño no menos
de cuatro veces, recreé un puñado de estilos de maquillaje en el bonito y
relajado rostro de Monica, y aún así, no pareció ser suficiente.
Maldije
a Phoebe por milésima vez.
—Bien—suspiré—, ahora sí estás bien,
Mon.
—No era tan difícil, ¿O sí?
Refunfuñé
en mi fuero interno. Ella no tenía ni idea.
—Oh, cierra la boca—le solté.
—Oye, y ¿Dónde está todo el mundo?
¡El concierto es en sólo dos horas! Ya deberían estar aquí.
Oh,
no. ¡No!
—Pues no... lo sé, yo... yo...
El
teléfono comenzó a sonar, y mis titubeos por fin cesaron. En mi cabeza retumbó
nada más que la petición de Phoebe.
—Debe ser uno de ellos—Monica se
puso de pie para acercarse a atender—, ahora me van a escuchar.
—...No,
Monica, ¡No contestes!
Ambas
salimos disparadas hacia el aparato aún retumbando. Advertí la mano de Monica
acercándose aún más, y al arriesgarme a tomar un poco de ventaja, me abalancé
sobre mis movimientos, con mi índice rocé el aparato, y un suspiro que sonó más
fuerte que el mismo timbre apareció. El teléfono había parado de sonar.
—Dejó de sonar—luché por sonreír—.
¿Lo ves?
Su
mirada me interrogó con ansias en silencio.
—¡Rachel...! ¿Rachel, eres tú?...—mi
corazón martilleó como loco por dentro. La voz alegre e inconfundible de Phoebe
comenzó a sonar. ¿Había accionado el maldito altavoz? ¡No!—. Como sea, ¡Encontramos las entradas! Ya
vamos para allá, ¿Está bien? ¡Adiós!
—¡¿Qué...?!
Si
las miradas matasen, la de Monica me tendría ya desplomada en el suelo.
Evité
mirarla por un instante, y antes de que ella intentara volver a interferir salí
huyendo hacia mi habitación, cerrando la puerta apenas había entrado. Bien, he
cumplido mi parte, he hecho el tiempo necesario y ahora Phoebe y los demás
vendrían para acá con las entradas. Todo estaba bien ahora, ¿No es así?
Hurgué
mi armario para poder ocuparme de mi persona para variar. Opté por tomar un par
de pantalones negros y una blusa desmangada de un tono más claro, calcetines y
un par de zapatillas deportivas que no sonaban tan mal luego de todo. El
Madison estaría repleto de miles de personas, tal vez algunas tanto o más
fanáticas que Monica. Sería un tremendo caos. No miré el punto de sobresalir
con elegancia.
Recogí
mi cabello en una coleta, y como siempre, los típicos mechones cortos de
cabello caían alrededor de mi rostro al no alcanzar a ser amarrados por el
lazo. Traté de fijarlos un poco, mientras llegaba a mi cabeza la viva idea de
que Joey había mencionado la hora a la que volvería de trabajar, pero no podía
recordarlo. Esperé a que eso tampoco suponga un problema. Otro más.
Cuando
por fin me aventuré a salir de mi habitación, Monica se encontraba varada
frente a la puerta principal. Abrió, y los rostros sonrientes de Chandler, Ross
y Phoebe deslumbraron frente a nosotras.
—¡Hola!—ellos dijeron al mismo
tiempo.
Ni
la más pequeña sonrisa apareció de los labios de Monica. Me aproximé a ellos.
—¿Listos para el concierto?—Phoebe
musitó.
—Sé lo que hiciste, Phoebe—todos
enmudecieron ante la voz seria de Monica. Chandler y Ross se alejaron
considerablemente de Phoebe. ¿Seguía enfadada?—. Pero, me he dado cuenta de que
nadie aquí ha tenido la culpa.
Suspiré.
—¿Ah, no?—Phoebe inquirió más
tranquila.
—Claro que no—Monica replicó—,
entonces… ¿Qué les parece si nos olvidamos de este asunto y disfrutamos del
concierto?
—Es una idea—Ross agregó con una
enorme sonrisa, se acercó lo suficiente y rodeó los hombros de Monica con su
brazo.
—Y lamento si los he molestado con
lo del concierto estos días.
—¿Qué dices?—Chandler se bufó—. Me
había olvidado totalmente del concierto.
Inmediatamente
le di un pequeño golpe en uno de sus hombros. Si continuaba, iba a darme un
ataque inapropiado de risa.
—Esperen... —Monica se incorporó,
observándonos a todos—. Uno, dos, tres, cuatro, cinco... ¿¡Dónde demonios está
Joey!?
—Ah, ¿ya viste?—Chandler lanzó una
risita nerviosa—. ¡Encontramos las entradas!
Hubo
silencio entonces, y la mirada de Monica volvió a oscurecer. El teléfono sonó,
y con un nudo en el estómago me aproximé a atender. Más le valía a Joey ser él
el responsable de la llamada.
—¿Hola...?—musité contra el auricular. Oí titubeos
del otro lado.
—¿Ya aparecieron las entradas?
No pude evitar dejar escapar la
tensión con un gran suspiro. Era Joey.
—Si, las encontramos—contesté—, todo va bien.
—Oh, ¡Maldición!
—¿Qué?
¿Por qué? ¿Dónde estás?—un respingo de temor se apoderó de mi interior.
Me giré hacia los demás, y comprobando que ninguno había despegado su vista de
mí, luché por no borrar la misma sonrisa despreocupada (aunque falsa) de mi
rostro.
—¡Aún
estoy en los estudios!—él se quejó.
—Joey,
el concierto comienza en una hora.
—¡Lo sé
y lo siento! Lo que ocurre es que no me dejan irme hasta que acabemos...
—Lo que
faltaba—llevé una mano a la altura de mi frente—. Mira Joey, tengo que dejarte, dos taxis vendrán para
recogernos y seguro están por llegar… Más te vale aparecer.
—¡Espera! No...
Terminé la llamada sin darle la
oportunidad de terminar. De repente, me recordé a Monica, a su actitud y a su
mano firme en todo momento. Reí un poco, nerviosa, y encaré de nuevo a los
demás.
—Joey
tendrá que vernos allá, chicos—afirmé, y esperé a que mi voz no sonara
insegura.
—Está
bien—Monica asintió.
Antes
de siquiera responder, el teléfono había sonado de nuevo. Esta vez, pude sentir
cómo mis cabellos se ponían de punta. ¡No podía ser!
—¿Ahora
qué quiere?—gruñí y me aproximé al aparato otra vez, segura de que se
trataría de Joey de nuevo.
—Permíteme, Rach—Ross me detuvo a medio camino—, yo contesto esta vez.
Tomó el teléfono con una
expresión más seria.
—Escucha, Joey, sabes lo importante que es esto para mi
hermana. Así que si no estás en el Madison en media hora, yo mismo te...—aguardó
en silencio—. Ah... de acuerdo, gracias.
Dejó el teléfono sobre su base de
nuevo, y al girarse hacia nosotros su gesto se había torcido.
—¿Qué
pasó?
—Ah... no ha sido Joey—río hacia él—.
Ya están abajo los taxis…
Salimos
del departamento con una nueva Monica acompañándonos. Una que se había dejado
apoderar por la desesperación. Por fortuna, no me tocaría compartir taxi con
ella. Me lamenté por Phoebe, el tormento le tocaba a ella.
Menos
de media hora tomó para que los vehículos echaran carrera a través de la
ciudad. Me di cuenta de que habíamos llegado al mirar por la ventanilla la gran
cantidad de personas andando apresuradas por la acera, dirigiéndose a un solo
lugar, al mismo que nosotros. Andamos a trancos por la inmensa multitud
tendiéndose a nuestros alrededores hasta llegar a una de las taquillas. Al
parecer los boletos que, con suerte poseíamos, estaban marcados diferentes, y
nos harían evitarnos el cruce por unos diez grupos más de fanáticos
atolondrados. Las entradas eran realmente de prioridad.
“Ese
Michael...” Pensé.
Advertí
nuestros lugares algunos metros frente a nosotros, y andando hacia ellos no he
podido evitar perderme en el mar de gente que ya había logrado entrar. Me
estremecí al observarles detrás, lanzando gritos al aire a pleno pulmón,
algunas lloraban, otras no paraban de sonreír. Carteles, luces, aplausos y la
alegría reinaban en el lugar. Era más que real la euforia.
—Entonces,
¿Cuál es nuestro lugar?—la voz de Chandler apenas logró hacer presencia.
—Son aquí—Phoebe señaló—, “Sección
A-11”
Tomamos
nuestros asientos a la par, y yo traté de tranquilizarme.
—¿Escuchan todo eso?—me giré al
escuchar a Monica a mi costado, con su mirada inmersa en todas aquellas
personas, fascinada—. Todas esas voces, gritando el mismo nombre. Es increíble.
—Lo
sé—Phoebe asintió—. ¿Cómo soportaríamos las dos próximas horas?
—Haré el esfuerzo.
Ross
se burló buscando con gracia la mirada aún perdida de Monica. Reí con él.
—Búrlate todo lo que quieras, Rachel—Monica
me reprendió—. Veamos si yo no estoy igual cuando te mire enamorándote de
Michael.
—¿Disculpa?—Ross espetó. No le había
hecho mucha gracia el comentario.
—Lo siento...—Monica se excusó con
una sonrisa traviesa.
Una
carcajada se escapó de mis labios. Cuando se ponían en ese plan juguetón solía
relajarme bastante.
—Ross sabe que sólo él me interesa—seguí
el juego.
Ross
me obsequió una sonrisa deslumbrante. Se inclinó hacia mí y pude percibir con
una pícara exactitud la manera en que su mirada había descendido hasta mis
labios. Me estremecí involuntariamente, pero más que eso, la voz alterada de
Joey retumbando nos impidió continuar.
—¡Chicos, chicos!—me giré, y
comprobé que se dirigía hacia nosotros—. ¡Aquí!
—¡Aquí estamos, Joe!—Chandler alzó y
agitó su mano.
—Oh, gracias al cielo porque...
—Señor, tiene que irse—nosotros, y
una que otra persona más observamos cómo alguien con uniforme de seguridad
perseguía a Joey—, no puede ingresar sin una entrada.
—¡Oh! ¡Oh! Yo la tengo por aquí—Phoebe
intervino, y Joey suspiró aliviado.
El
sujeto hizo un mohín de desagrado, tomó la entrada de la mano de Phoebe, y
desapareció inmediatamente. No sé cómo es que Joey ha logrado entrar hasta acá
sin su entrada en primer lugar.
La
ausencia repentina de todas las luces hizo que dejara de interesarme, y de todo
lo demás. El espectáculo comenzaba, y la euforia aumentó su tamaño millones de
veces más. Mi tímpano estuvo al borde de colapsar, e instintivamente me giré
para encontrar lágrimas brotando de los ojos de Monica. Cuando recién he podido
reaccionar, me percaté de que me había perdido los primeros segundos del
espectáculo, pero más que nada, comprender que el sentimiento que brotó del
rostro de mi mejor amiga y de las miles y miles de personas detrás era
íntegramente genuino, supuse que no quedaba otra cosa para mí que disfrutar. Miré
al frente, y me perdí ante ello... tan simple como era.
Michael Jackson.
Ese
hombre era in-cre-í-ble. Absolutamente increíble. Y a cada minuto le quitaba un
poco de culpa a Monica por haberme provocado posibles daños auditivos al haber
gritado a todo pulmón tantas veces ese nombre. Y, bueno… puede que en realidad
sí fuese perfecto.
Las
canciones pasaban, y aquella sensación de perfección no se borraba. La emoción
crecía y crecía, y, al final, terminé gritando tan fuerte como la misma Mónica
–aunque probablemente el súper-poder de ocasionar daños auditivos con su voz
fuera exclusivo de ella–.
Un
haz de luz iluminó el escenario... y después otro. Una chica caminaba con soltura
por el escenario, y The Way You Make Me
Feel dio inicio. La chica se acercó más… y más… Un beso.
Cuando
aquellos haces de luz se volvieron uno sólo… me giré, esperando ver una
expresión de sorpresa en el rostro de Monica Geller, pero aquello era mucho
peor.
Monica
se había desmayado.
—Monica... ¡Monica!—realicé el vago intento
por reaccionar ante el bullicio. Mecí su cuerpo sobre el asiento y di palmadas
en sus mejillas. Todo lo demás se convirtió en temor dentro de mí—. Dios mío...
¡Ross! ¡Monica no reacciona!
Ross nos
encontró a ambas con la mirada, y su expresión se destruyó frente a mí.
—¿Monica?—él vociferó—. ¡Monica, despierta!
—¿Qué ocurre?—Phoebe inquirió
ubicándonos.
—Monica se acaba de desmayar—bramé—.
¡Necesitamos ayuda!
—¡Ayuda...!
Un
hombre de aspecto poco amable se acercó a nosotros, y prácticamente arrancó a
Monica de los brazos de Ross. Le miramos sorprendidos un segundo que pareció
eterno y echamos a correr tras él. En aquel momento, no di absoluta importancia
al beso que se desarrollaba en mitad del escenario.
Incluso
con las zapatillas que había escogido, correr no había sido tarea fácil. Pero
por Monica hubiera corrido un maratón. Corrí –o, al menos lo intenté– hasta que
un guante me detuvo. Sí, un guante blanco, que tendía frente a mí en el
pavimento. Lancé una carcajada entonces, mientras lo recogía. Había sido
demasiado como para ser verdad. Cuando mi ataque de risa se detuvo, miré al
frente… y no había nada más que cientos de zapatos feos, pero ninguno familiar.
No estaban. ¡No estaban!
Corrí
aún más rápido con aquel patético guante en la mano, y busqué desesperadamente
un rostro familiar. Nada. Maldita sea. ¡Nada!... Cientos de enloquecidas
mujeres me golpeaban con sus codos, y yo las golpeaba aún más fuerte con un
único objetivo: Salir de ahí y encontrar a Monica y los demás.
Y
salí. Después de una eternidad, salí. En aquel mar de confusión, visualicé un
pasillo, y mi única opción era cruzarlo...
Cuando
crucé aquella puerta y me vi perdida en aquella habitación de paredes blancas,
entre vendas, bolsas de suero y un penetrante olor a alcohol, sólo tenía una
cosa en mente, y respondía al nombre de Phoebe Buffay.
—Oh, no se preocupen, el concierto
acaba de concluir—vislumbré a un hombre trajeado robusto y de estatura baja
charlando con ella. Le ignoré mientras trataba de aproximarme lo suficiente a
Monica—. The Way You Make Me Feel era
el cierre del espectáculo, así que... Aguarda, a ella no la he conocido.
Un
silencio se disipó en la habitación, y sentí todas las miradas posadas sobre
mí.
—Oh, lo lamento—Phoebe se giró para
encontrarme. Tomando mi mano, haló de mí hasta aproximarme a aquella persona.
Pretendí fulminarle con la mirada—. Ella es Rachel, Frank.
—Mucho
gusto, Rachel—el sonrió y tendió su mano frente a mí. Tuve que pensar antes de
tomarla—. Mi nombre es Frank DiLeo.
—Encantada—apenas
pude responder.
Su
mirada se dulcificó ante mi respuesta. Observé como entrecerraba sus ojos, aún
inmersos en mí, como si tratara de recordarme de alguna ocasión, o de ubicar mi
rostro de algún otro sitio. Deseché el pensamiento de inmediato. Era
simplemente imposible.
Chandler
señaló eufórico a Monica detrás de nosotros y dejé de estrechar la mano de
Frank.
—¡Miren!—vociferó—. ¡Monica está
despertando!
—¿Q-qué...? ¿Qué ocurrió?
Ella
llevó ambas manos a presionar con desdén sus ojos cansados, aún permanecía en
la camilla blanca. Hice ademán de acercarme a ella.
—Te desmayaste, Monica—Ross tomó
lentamente su mano.
—¿Qué pasó con el concierto?
—Acaba de terminar—él prosiguió—,
pero tranquila, que aquí lo que interesa es que ya te encuentras mejor.
—Qué alivio...—me di cuenta de que
era la voz de Frank apareciendo de nuevo. Todos nos giramos para encontrarnos
con él—. Porque Michael está por venir. Ha creído que ocurrió algo grave.
Tragué
saliva.
—¿¡Quién va a venir por qué!?—Monica
vociferó abriendo los ojos amplios. No era la única que se habría alterado.
—Michael...—Frank dejó una risa
salir—. Ha visto que se salieron del área de espectadores y viene para acá
ahora.
Monica
se incorporó en menos de un segundo, y sin mirar a nadie más se abrió paso al
frente. Frank tornó a sus espaldas, y lo último que he podido advertir antes de
que el resto de los chicos hicieran casilla aproximándose también, fue una
mirada que dirigía a alguien nuevo a su costado, desbordando orgullo.
La
atmósfera se convirtió en otra instantáneamente.
—¡Michael!
Escuché
a Phoebe vocear a lo lejos, y me limité a tomar asiento sobre la camilla en la
que Monica descansaba. Alcé mi vista apenas un poco, y entre el muro que formaban los cuerpos de mis amigos
ansiosos dando pequeños saltos y regalándome su espalda, creí mirarla
abalanzándose sobre alguien frente a ella. ¡No podía ser cierto!
—¿M-michael...?—Monica chilló.
Escuché
una serie de sollozos destrozando su voz y antes de lanzarse también,
instintivamente mi mirada se adhirió de nueva gana a mis pies, a mis dedos
haciéndose nudo bajo mi regazo.
—Oh, y ellos son Chandler, Joey,
Ross y...
La
voz alegre de Phoebe se detuvo antes de mencionar mi nombre, y sentí todas las
miradas volviendo hacia mí.
Sentirle
aparecer, aunque no fue posible mirarlo con mis propios ojos, me juré a mí
misma que sería una serie de segundos que jamás olvidaría. Me pareció raro,
irreal, y comprendí que yo no estaba presa de las mismas emociones que miré
plasmadas en el rostro de Monica. Pero sí de una especie de curiosidad que no
me permitía hacerme indiferente ante SU presencia. Quería contemplarle de
cerca, necesitaba hacerlo.
—Michael, Rachel Green... Rachel
Green, Michael Jackson.
Me
acerqué, y una voz –en mi aturdimiento, apenas reconocí la voz de Phoebe–,
murmuró una presentación, o al menos eso parecía. Él extendió una mano,
sonriente, y, por primera vez en su vida, Rachel Green sintió nervios de
estrechar una mano. Y quizá no sólo eran nervios, aquello iba más allá. Al
final, estreché ligeramente su mano, y sentí su piel cálida chocando con la
mía. Inmensa, pues en el momento de haber estrechado su mano, la mía había desaparecido
de vista dentro de sí.
—Hola...
Le
escuché aún cabizbaja, y supe que jamás volvería a confundir esa voz con
ninguna otra. Cavilé en mi mente por unos segundos, pensando en que luego de
esto, alguna persona me preguntaría como había sido él, cómo me había parecido
después de mirarle tan cerca. Alcé mi mirada, y supe que faltarían palabras
para describirlo.
Sus
ojos se encogían y se endulzaron cuando me sonrió. Su sonrisa tímida, con un
par de labios enmarcándola como dos pequeños trozos de infinito, y sus mejillas
se colorearon de un exquisito tono cálido que me hizo perderme en la forma en
que sus pómulos sobresalían de su rostro tranquilo. Pero sus ojos... Entendí
que no había sido el café intenso de sus ojos, sino el brillo que observé en
ellos, ese brillo esplendoroso que hizo que mi corazón saliera de su cavidad.
Esos
ojos... ¿Cómo podría describirlos? Los miré, lo hice y comprendí que lo bello
realmente existía, que me dieron ganas de quedarme a vivir en ellos. Comprendí
que fueron sus ojos los que me dispararon y su sonrisa la que me mató. Y cuando
me quise obligar a mí misma a reaccionar... me había dado cuenta de que aquél
había sido el apretón más largo de toda mi vida.
Entendí que
nunca debieron encontrarse nuestras miradas; pues sería la perdición.
FREAKING AWSOMEEEEEEEEEEE *____________________* SIGUELAA , esta buenisima espectacular =333333
ResponderEliminarWaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa! *---*!! JAJAJAJAJA me dejaste en intriga D: wooooow
ResponderEliminaraw ya quiero el otro capitulo TwT waaaa D:
aay me encanto!! :DDD
Está buenísimo este capítulo, me fascinó.
ResponderEliminarSigan así.
Ivonne Jackson
D: Ya estaba tardando en aparecer Michael!!! pero valió la pena la espera n___n
ResponderEliminarMe encanto el capitulo!! y ya me imagino los celos de Ross ._.
D: Tienes que subir el que sigue! pero ya!! DDDDD:
Cuidate mucho, Adios! n.n
BU-E-NI-SI-MO!!
ResponderEliminarQue lindo cap!!!!!!
Van muy bien! Espero con ansias el proximo!!!
Gaby.Colombia!!
Ñaaaa♥, que mono ·w·
ResponderEliminarAhahahahahha yo hubiera dejado a Monica en el piso con su desamyo mientras yo distruto del Michael... digo del concierto! :$ LOL!!!
ResponderEliminarEstuvo buenisimo el capi!!!! hahahahahahaha & yo tmbn gritando como loca con Rach & Mon jaja... lo ameeeee!!!! CONTI!!! :D
aaaaaaaaaaaaaaaaaahhhhhhhhhhhhhhhhh me encanto el capitulo!!
ResponderEliminarJAJAJAJA que bueno XD como es posible que guarde las entradas en el refrigerador? O_O yo guarda mi entrada del musical forever king of pop entro del armario pero bueno XD pobre Monica... a mí me pasaría lo mismo y mas si beso que alguien besa a Michael XD subid pronto ^^ por cierto ya me hice seguidora, espero que vosotras también lo hagan ;-)
ResponderEliminarESTO NO SE VALE D:!el blog asta borra mis comentrios ta ya me deprimi D:!.Ahora si a lo mio.
ResponderEliminarYa dije que Phoebe me hace acordar a mi e.e!xD(?
EN REFRIGERADOR D:! EN EL REFRIGERADOR , yo lo guardo adentro de un calsetin pero EL REFRIGERADOR .____________.! tan no dire mas nada D:! trauma infantil D:!(?xD!. ._. la chica(tatiaanau.u) que beso a michael grite D:!XDme cago y grite la odie D:! y la Monica D:! se desmalla y la bien conchuda puede ver a michael D:!! y le dice te amo XDD!! y me cague de la risa XDJJAJAJAAJJAJAJAJAAJAJAJAJJAA
Monica: ¿¡Oyeron eso!? ¡¡¡MICHAEL ME AMA!!! :D … Necesito recostarme ._.
*-*!!! AMOOO ESTA NOVELA SIGO DICIENDOQ UIEN FUE DE HACER ESTA IDEA =D!*_*! MESCLAR FRIEND CON MICHAEL *_* ES UN GENIA O GENIO.-.!
SAAYOOONARAA=DD
Genial! Aww esta nove esta super divertida y genial!
ResponderEliminar:O Dios! Hahahahah Esa Monica! Michael la ama!! ♥ :3 Esta loca esa muchacha. Michael siempre tan adorable *-* Me rei demasiado Haha! Me encanta tu novela! Siguelaa
ResponderEliminarwow está padrísimo, síguela!
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