Quise
dirigir una mano hacia mi rostro, con intención de frotar un poco mi ojo
izquierdo, en señal del terrible cansancio que a infinitas penas permitía que
me mantuviera de pie, apiadándose de prolongar mis propios pasos, mientras me
encontraba subiendo esas benditas escaleras de mi tan amado edificio con un
solo propósito; llegar por fin a mi departamento. Al mismo tiempo que los
chicos andaban detrás de mí, sin pronunciar palabra alguna. Realmente podía
percibir que ellos se encontraban drásticamente agotados, al igual que yo.
Cuando
logramos asomarnos al tercer piso, dentro del
pasillo que separaba mi departamento del de Joey y Chandler, me giré un
momento hacia mi derecha, para apreciar cómo Chandler sacaba de su bolsillo el
gran manojo de llaves que se complacía en llevar a todas partes, y de entre ese
conjunto, él tomó la llave de su departamento.
—Adiós, chicas…
Creo
que había hecho el inmenso esfuerzo de haberles oído murmurar, mientras ellos
ya se habían encargado de mantener la puerta abierta de par en par, pues lo
habían pronunciado de una manera tan sutil, que cuando me había girado para
contestarles, sólo miré que Joey ya había desaparecido, y al mismo tiempo Chandler
se había dignado en cerrar esa puerta.
Phoebe
me dedicó su mirada, mientras se preocupaba por sonreír de una manera
perfectamente burlesca, sólo antes de poder dejar brotar de sus labios la frase
“2:45 de la mañana” acompañada de una perfecta, pero susurrada carcajada.
–Maldita sea- Sólo me limité a pensar. Y tomé las llaves de mi bolso para poder
entrar. Phoebe se quedaría esta noche en nuestro departamento.
Recuerdo
que el segundo en el que deposité la llave en la perilla, manipulándola para
hacerla girar silenciosamente, me había parecido drásticamente eterno. ¿Qué
demonios le iba a decir a Rachel de todo esto? ¿Qué tal si ella seguía
despierta, preocupada por creer que algo había ocurrido con nosotros?
Abrí
esa puerta por fin, y me vi aventurada en poner ambos pies dentro. Fruncí
levemente mi ceño y dirigí mi mirada para todos los ángulos existentes del
departamento al instante en el que comencé a percibir un dulce aroma a café
recién preparado.
Tal
fue mi sorpresa, que sobrevoló cualquier límite abstenido al observar la
peculiar figura de Rachel, retenida ahí, frente a mí, a escasos dos metros de
mi posición. Mientras decidí avanzar tres pasos más allá del umbral de mi
puerta, dejando espacio para que Phoebe también pudiera entrar, traté de no
interrumpir por razón alguna mi contacto visual con Rachel, a quien le pude
notar de inmediato que sostenía entre sus manos una humeante taza llena de café.
No
entendía nada, en absoluto.
Ella
nos observó a Phoebe y a mí, y se esmeraba en dedicarnos una sonrisa
extremadamente nerviosa, mientras se quedaba pasmada ahí, frente a nosotras.
Ella no hacía nada. No coordinó movimiento alguno. No decía nada. Sólo se
dedicó a mirarnos, alternadamente.
—Rachel… Por qué…—Phoebe le decía.
Al mismo tiempo que yo no podía dejar de observar boquiabierta a Rachel
retenida ahí, a un pequeño tramo de nosotras—. ¿Por qué sigues despierta?
Ella
no contestó, y continuó mirándonos.
—¿Tienes
idea de qué hora es, Rachel?, y ése café… ¿Justo ahora? ¿Es que no piensas
dormir en absoluto?
Silencio.
Pocos segundos eternos de silencio confuso y desesperante.
—…Esto
no es… es que el café…—perdió su voz un momento—. Esto no es para mí, Monica.
—…Rachel, ¿Qué quieres…?
—…Sucedió algo—musitó.
Rachel
giró sobre sus talones y dirigió su mirada hacia sus espaldas. Y, tan simple
como aquello, tan espontáneo, Michael ya se encontraba saliendo de mi cuarto de
baño.
Por
un momento, creí que me había vuelto loca.
Creí
que se trataba de una maldita broma o, quizá, un sueño. Y, como en los sueños,
me pareció que Michael caminaba en cámara lenta, esbozando aquella sonrisa que
me hacía entender por qué Rachel había perdido la cabeza.
—Monica…—brotó de sus labios.
Y
antes incluso de entender que él había pronunciado mi nombre, ya me había
lanzado en dirección a sus brazos abiertos, dispuesta a perderme entre ellos.
Nadie –ni yo misma– podría entender jamás lo feliz que me sentí al verlo. La
emoción que afloró por cada poro de mi piel.
Después tocó su turno a Phoebe, quien lo abrazó con igual emoción a la mía.
Y
así pasaron las horas, casi sin notarlo. El correr del reloj ya no pesaba sobre
nosotros mientras gastábamos horas en mi sala, hablando de todo y de nada. Pareció
un sueño que no tenía tiempo, o donde el aire es increíblemente ligero. Pero,
como todos los sueños, aquél –por desgracia- había llegado a su fin.
Michael
se puso de pie, y con una inmensa sonrisa nos aclaró que ya había encontrado
dónde pasar la noche… o lo que quedaba de ella, justo un segundo antes de que
me pasara por la mente el ofrecerle pasar la noche en el departamento.
Llegado
este momento, yo sólo esperaba el momento de tener un par de horas de sueño. Como
era de esperarse, aquello no duraría mucho.
*****
Al
llegar apenas a mi habitación, alcé mi muñeca para saber qué hora era; eran
casi las cuatro de la mañana. Llevé una mano a mi frente, y sacudí la cabeza
para soportar unos minutos más el cansancio que cargaba conmigo, al menos hasta
que fuera a dormir.
Caminé
apenas un par de pasos hacia el interior de la habitación, y comencé a escuchar
cómo alguien tocaba a mi puerta, así que giré y decidí observar por la mirilla.
Me tomó menos de un segundo para decidir abrir la puerta.
Era
Frank.
—Frank, hola, justo estaba por irme
a…
—¿Cómo ha ido todo…?
Fruncí
mi ceño por un segundo, sabía perfectamente que iba a comenzar por esto.
—…Vamos, pasa—dije.
—Gracias.
Le
cedí el paso, y caminó hacia la pequeña sala de estar frente a la cama, tomó
asiento en uno de los sillones y comenzó a mirarme.
—¿Entonces?
—Todo ha ido… diferente.
—¿Diferente?
—Diferente a lo que tenía planeado,
sí.
—Michael, eso no me dice nada. ¿Ha
ido todo bien? ¿Mal…?
Sonreí
levemente, y caminé hacia donde él se encontraba para tomar asiento frente a
él, y así observarle mejor.
—Una
cosa que puedo asegurarte, Frank, es que la idea del camafeo fue todo un éxito.
Le encantó en verdad. Debo agradecerte por ayudarme con la idea.
—Ni lo menciones… Pero, ¿Y lo demás?
—¿Qué demás?
—…La canción, por ejemplo… Dime, ¿le
gustó?
La
pregunta de Frank me puso incómodo en el momento en que la escuché salir de sus
labios. Opté por ponerme nuevamente de pie, y comencé a caminar en círculos,
formulando una respuesta que intentara ser lo suficientemente coherente.
—…Frank, creo que ha quedado muy
claro lo que ella y yo buscamos ahora.
—¿Qué quieres decir?
Entonces
me detuve, e intenté mantener su mirada por un momento.
—…Intenté besarla.
Él
se puso de pie entonces, y caminó hacia mí. Sin dejar de observarme por un
segundo.
—¿Y… ella…?
Negué.
—Lo
que ella necesita ahora es un amigo. Alguien que la proteja como ella se
merece. Sus emociones aún son muy delicadas… al igual que las mías.
Él
cruzó sus brazos, y la luz reflejada en sus ojos de mi lámpara de noche hacía
su mirada más penetrante. Bajé la mirada.
—Y dime qué es lo que piensas hacer
ahora, Michael.
—¿Y qué más puedo hacer, Frank?
Me
miró confundido.
—…Volveré a Neverland—murmuré.
—Michael,
¿Qué? Justo llegamos esta tarde de allá. ¿Piensas que estamos jugando? No
puedes huir de los problemas como así, sólo porque ella…
—No, no estoy jugando… Esta vez será
diferente.
—¿Cómo, Michael? ¿Cómo esta vez es
diferente?
Me
dijo, alzando su voz un par de tonos más alto. Lo miré fijamente, y sentí como
una sonrisa amenazaba con aparecer en mis labios.
—…Porque ella viene conmigo.
****
El
sol iluminaba el cielo y la mañana del día siguiente comenzaba a hacer
presencia cuando ya estaba terminando de poner en orden nuestro equipaje. Lancé
un suspiro: creí que jamás terminaría.
Phoebe y Rachel se encontraban en el departamento de Joey comprobando que no se
olvidara nada, cuando Chandler entró por mi puerta. No me molesté en girar la
vista, así que la mantuve clavada ahí, sobre la mesa del comedor. Chandler se
acercó, y, murmurando palabras que no alcanzaba a escuchar, él logró sacarme de
mis pensamientos.
—¿Ocurre algo, Monica?
—…No.
Traté
de responderle, mientras parpadeé para lograr librarme de lo que pensaba, y tener
la capacidad suficiente para fulminar el inmenso nudo en la garganta que cargaba.
Pero comprendí, por su silencio, que él no iba a detenerse hasta obtener una
respuesta mejor que esa. Me giré, sólo para comprobar que él se encontraba
apenas a unos centímetros de mí.
Alcé
mi rostro, y decidí mirarle.
—¿Es que no has visto a esos dos,
Chandler?
—…¿A quiénes te refieres?
—Me refiero a…
Entonces
me giré de nuevo, para darle la espalda, y así evitar sus bromas sarcásticas,
chistes, o comentarios pesados de los que no tenía bastantes ganas enfrentar.
—…Me refiero a Michael y Rachel.
—¿Michael y Rachel? ¿Qué hay con
ellos? ¿Te molesta algo?
—Por
supuesto que no… No. Es sólo que, lucen tan perfectos, tan complementarios,
tan… destinados a ser. ¿Sabes? Lo que quiero decir es que, yo no volveré a
tener a alguien así nunca, un novio así. En momentos como este, mi cabeza se
fulmina de ideas sobre cómo moriré siendo una solterona, Chandler…
Comprendí
totalmente el tiempo que estaba tomándose para emitir algún sonido, después del
disparate de ideas que había terminado de lanzarle hace un segundo.
—No
te entiendo. Es decir, ¿Michael y Rachel? En primer lugar, Monica, ellos ni
siquiera son pareja, y no quiero ni pensar que sería infinitamente incómodo
para ellos dos si oyeran brotar de alguno de nosotros ese tipo de ideas…
—Es sólo que ellos dos… Por favor,
sabes a lo que me…
—…Y
en segundo lugar, Monica… No morirás siendo una solterona… Tal vez, morirás
siendo una cocinera solterona.
Ahí
estaba. Ya me había extrañado el no haberle oído decir algún comentario
sarcástico a Chandler desde que comenzamos esta conversación.
Casi
automáticamente, mis movimientos me dirigieron a volver a mirarle, enfurecida,
con un deseo inalcanzable de encender también mi lado sarcástico casi al
instante.
—Pues, muchas gracias, Chandler.
—Además…
si es que la cosa llega a ponerse realmente muy mal… Entonces, yo seré tu
novio.
Carcajeé
audiblemente varios minutos, pero me obligué a cerrar la boca en el instante en
el que despojé mis ojos de las lágrimas que mis carcajadas habían hecho
aparecer, para observar que Chandler no poseía ni la más mínima pizca de risa
en su rostro. ¿Qué diablos acababa de suceder?
—…Sí, claro. Tú serás mi novio—dije.
—¿Por qué te hace tanta gracia?
—Has hecho un chiste, ¿No es así? Y yo,
me he reído.
—Ah, puede que demasiado… ¿Qué es lo
que pasa conmigo? ¿Es que no tengo materia de novio?
—…Pues, no… Tú eres Chandler. Ya
sabes. ¡Chandler!
Me
aseguré de que estábamos completamente fuera de malos entendidos dándole un
pequeño golpe en su hombro derecho. Como sea, pude notar que había fracasado en
mi objetivo, al observar de nueva cuenta la expresión en el rostro que él
llevaba ahora.
—…Está
bien, hemos confirmado mi nombre. Y me has golpeado. Pero, supongamos que no fuéramos
amigos, digamos que tú y yo hemos tenido una cita a ciegas, me presento aquí en
el departamento y comienzo a decir “Hola, encantado de conocerte, linda… hey, oh-hey…”
—…Entonces,
lo más probable sería que me asustaría con esa voz tan rara que acabas de
pronunciar.
Me
observó en silencio sólo por un par de segundos. Y pude percibir en su mirada
el cómo planeaba seguir plantando suavemente esa idea que le había conocido
algún tiempo atrás; él y yo juntos.
Decidí
dejarle hablar y escucharle, pero como todo lo más esperado y ansiado, tenía
que esperar todavía un poco más. […] Joey, en una milésima de segundo, irrumpió
en el departamento, y como en un acto reflejo, Chandler se separó miles de
pasos desde donde yo me encontraba ahora.
—Chicos, Michael acaba de llegar,
tenemos que irnos.
Y
después de aquella frase, todo transcurrió inconscientemente ante mis ojos.
En
un abrir y cerrar de ojos advertí que ya nos encontrábamos en el aeropuerto.
Aquellos minutos quedarían grabados en mi memoria: las pequeñas dimensiones del
lugar, el sonido de un avión tomando vuelo en la distancia y la diminuta puerta
que se extendía ante nosotros. A mi lado, Phoebe, Chandler y Joey se perdían
entre un mar de trajes negros que nos rodeaban en un intento de protegernos.
Ninguno
de nosotros creía con virtud, lo que ocurría en ese momento.
Avanzábamos
con lentitud y sin rumbo aparente entre aquel caos. Y frente a mí, se
desarrollaba la escena que había ocasionado todo aquello:
La pequeña mano
de Rachel entrelazada delicadamente entre los esbeltos dedos de Michael.
Pasados unos minutos, reconocí la entrada a la Sala de Acceso 3-D y mi mirada
volvió a posarse sobre el rostro de Rachel. Michael y ella parecían totalmente
ajenos a la realidad que resbalaba a su alrededor, y, por supuesto, no se
percataban de que cada par de ojos en la sala los veían sólo a ellos.
Súbitamente, una mujercita de brillantes ojos verdes que reconocí como la
encargada del acceso, apareció a mi lado. La sonrisa en su rostro mostraba una
admiración rayando en lo enfermizo. Su enternecida mirada iba dirigida,
naturalmente, a Rachel y Michael. Dejó escapar un suspiro bastante largo antes
de dejar escapar un murmullo casi inaudible:
—Entonces… era cierto—dijo, mientras
su mandíbula caía mil metros.
Y
me pareció que Michael se detenía un momento, giró sobre sus talones con la más
prodigiosa sonrisa grabada en el rostro y respondió simplemente:
—Por supuesto que lo era.
No
pude sino sonreír, lanzando un guiño cómplice a la muchacha.
Transcurridos
los primeros tres minutos desde que me instalé en aquel asiento asignado para
mí de ese lustroso avión, quise darme un descanso para digerir lo que me estaba
ocurriendo a mí, a mis amigos, a mi hermano, a Rachel… y a Michael. Cerré los
ojos por el tiempo que suele tomarse un suspiro de alivio, y dirigí mi mirada
hacia un punto en el techo del avión.
Pensé
en las cosas que viviríamos en adelante, las cosas con las que regresaríamos
para platicar. Pensé en los sentimientos encontrados que deben estar
destruyendo cruelmente la cabeza de mi mejor amiga.
Pensé
en Ross.
En
cómo me haría falta durante este viaje, y en el viaje que justo él tiene
pensado comenzar junto con Emily, y me pregunté entonces cuándo tenía pensado
hablarle sobre esto a Rachel.
Y
pensé en lo que Michael estaba haciendo precisamente por nosotros. En que nos
faltaría más de una vida a los seis juntos, para poder agradecerle por lo que
ha hecho incluso durante estas pocas horas desde que volvimos a verle.
Abrí
los ojos al fin, y suspiré.
Dirigí
mi mirada hacia mi derecha y miré a Phoebe, que se encontraba a mi lado. La
miré ocupada en su bolso buscando un libro que había traído para leer durante
el viaje. Le miré su bonito rostro cansado, un rostro que podía tener
cualquiera que sólo había dormido tres horas para después dignarse en abordar
un avión.
Después,
miré hacia adelante, y me encontré de espaldas con las dos cabezas de Joey y
Chandler asomándose más allá del respaldo de los asientos que se encontraban
delante de Phoebe y de mí. Los miré bromeando, planteando situaciones,
organizando lo que cada uno hará, y a Chandler rogándole a Joey por que le
cambie el sitio que él tenía, justo a la vista de la ventanilla del avión.
Y
por último, miré a mi izquierda, y me encontré con aquellas dos personas que no
podían dejar de mirarse una a la otra, que no terminaban de sonreírse
mutuamente, que se sonrojaban constantemente, simplemente hablando. Sin
silencios, sin incomodidades. Simplemente siendo ellos mismos.
No
imagino algo que Rachel no le haya platicado a Michael. No recuerdo un solo
momento en el que no vi a Michael colorear sus propias mejillas cuando él se
encontraba frente a Rachel. Y no creo que pueda ver jamás a dos personas que
estén más destinadas una a la otra. Aunque sólo fuera por una bella amistad… Sólo
eso.
Refunfuñé
para mis adentros.
—…Monica, mira eso.
Phoebe
interrumpió mi contacto visual con Michael y Rachel. Y decidí prestar atención
a lo que ella me decía. Asomé mi vista hacia fuera de la ventana, miraba el
oscuro asfalto de la pista y comencé a observar a lo lejos a una bella azafata
bien uniformada realizando aquellos famosos movimientos que indicaban que
estábamos listos para despegar.
Y
llegó a mi cabeza, lo recordé por suerte; Rachel adoraba ver a las aeromozas
realizando esos movimientos.
Me
giré de nuevo en un abrir y cerrar de ojos y observé a Rachel por un segundo.
Comencé a lamentar el cómo me odiaría a mí misma por interrumpir la
conversación que ella mantenía con Michael en ese instante. Lo dudé por un
segundo. Pero me decidí de cualquier forma. Me puse de pie sólo por unos
segundos para poder aproximarme al lugar en el que se encontraba Rachel tomando
asiento.
—¡Rachel, está ocurriendo!, ¡Mira!
¡Mira por la ventana!
***
La
observé a ella, segura de sus movimientos, se giró y había renunciado a mirarme
con tal de dirigir su completa atención a la pequeña ventana que se encontraba
a un lado de nosotros. Quise imitarle, quería ver ese espectáculo también. Pero
no sin antes perderme en sus ojos grises, contemplándola a ella por un segundo,
feliz, observando el exterior.
Entrelazó
su delicada mano con la mía.
Y
tras aquél contacto, me odié a mí mismo. Cuando volví a recordar que yo mismo
me condené a no ser nada más que eso, su amigo.
Espero que esta vez si se publique el comentario!
ResponderEliminarBueno nada, decir que me encanta.
Nunca he podido decir a ciencia cierta cual de los 6 es mi favorito, aunque mi mayor debate está entre Joey, Chandler y Monica... no puedo realmente decidir entre ellos tres, y tu los plasmas tan bien a los tres... bueno, a todos, pero me refiero en especifico a ellos porque son por los que siento debilidad!
Tu Chandler es tan Chandler♥ Creo que me entiendes... siempre río con sus comentarios cuando te leo, tal cual me río cuando veo la serie! (:
Y Rachel, aaah me da tanta envidia como toma la mano de Michael, solo sé que quisiera ser ella, me siento un poco como Monica en este momento jajaja :D
Kate! Este capítulo ha sido muy emocionante y algo desgarrador, debido a que Michael y Rachel no quieren ser sólo amigos y esa sensación se transmite al lector... Nosotros.
ResponderEliminarJamás en la vida, me cansaré de decir que, tu novela es genial y que seré paciente respecto a la relación de Michael y Rachel. Lo merece.
Espero el otro Capítulo.
Besos.
-Lucero-
¡Me encanta, me encanta, me encanta!
ResponderEliminarEspero con muchísimas ganas el siguiente capítulo.
Seré muy paciente, lo juro.
Te quiero.
-Abigail.
Kate, no me canso de leer lo que nos escribes, tus suaves palabras son transmitidas a todas las lectoras con la misma emoción que, imaginamos, siente Rachel.
ResponderEliminarEspero el siguiente capítulo con ansias pero con mucha paciencia, entendiendo tus problemas personales que te impiden deleitarnos con tu historia en un tiempo breve.
Aún así estoy dispuesta a esperar el próximo, con las mismas ansias o hasta más como si fuera la primera vez...
Con amor,
Ana.
Dios! Pues hasta ahora todas mis expectativas están perfectamente complacidas, en serio no tengo palabras, está más que genial, expresas tan bien cada sentimiento que en realidad te hace entrar en los personajes, está super padre! Espero el próximo capítulo.
ResponderEliminarSaludos!