—…Mañana.
—No lo creo, no—murmuré.
—Entonces el día siguiente.
—No, imposible… lo siento.
—No
lo entiendo, Ross. Dijiste que podría hablar con ella. Creí que estabas de
acuerdo en que lo hiciera.
Ella
me observó con la mirada más fría que me había dedicado jamás. Entreabrió la
comisura de sus labios con intenciones de hablar, pero no dijo nada. Sólo
continuó mirándome.
Emily
tramaba reprocharme algo, lo sabía. Y la entendía completamente. Yo mismo le
había prometido a ella que pronto hablaría con Rachel de lo nuestro. Y yo no
había hecho más que aplazar y aplazar las cosas. La forma más fácil.
—…Lo
sé, lo sé, Emily. Sé lo que dije. Y lo lamento en verdad. Es sólo que no he
sido capaz de encontrar el momento más adecuado para que tú converses con ella.
—No lo has encontrado.
Ella
se separó considerablemente de mí y dejó de mirarme por completo. Había bajado
la mirada para no observarme, y luego cruzó sus brazos de manera sutil pero
desafiante.
—…¿Entonces cuándo será, Ross? Dime.
—Será pronto. Lo prometo.
—¿Igual que lo prometiste las
primeras veces?
—…No. No será como las otras veces
porque esta vez tengo justificación.
—No logro entenderte…
Emily
volvió a mirarme y se acercó aún más a mí de lo que antes se encontraba. Me
estremecí un poco. Y su mano que ahora se encontraba rozando mi mejilla no
ayudaba en absoluto. Tuve que entrecerrar mis ojos por un momento para
tranquilizarme.
—…¿Quieres que esta relación esté
siempre escondida? ¿Es eso?—entonces musitó. No supe cómo responder—. ¿Quieres
seguir con esto a espaldas de Rachel, Ross?
—…Claro
que no. Emily, yo quiero que ella sepa sobre todo esto. Nada me mantendría más
tranquilo que eso. Saber que ella está al tanto, y de acuerdo con esto. Yo
nunca desearía tener una relación que…
—…¿Entonces
qué es? ¿Por qué no he podido ir a hablar con ella? ¿Por qué siempre hay algo
que evita que lo haga?
—…Muy bien, debo confesarte algo.
El
que yo dijera eso hizo que ella me mirara aún con mayor intensidad. Y dejándome
sin fuerzas para soportar sus enormes ojos marrones sobre mí. Así que me vi
obligado en romper todo contacto visual que había entre ambos y tomé la mano
que posaba sobre mi rostro, para acunarla entre mis manos. Quería darle un
gesto de comodidad.
—…Adelante.
—De
acuerdo, las primeras veces que te dije que no podrías hablar con ella… las
razones por las que te dije que era imposible. Eran completamente falsas.
—…Muy bien.
—…Pero
no por evitar que hablaras con ella, Emily. Debes comprenderme. Había terminado
apenas mi relación con ella y yo ya me encontraba tan entusiasmado contigo, con
lo que ocurría entre nosotros que no quise estropearlo. Me encontraba
increíblemente nervioso, me aterraba sólo imaginar la manera en la que ella
podría reaccionar ante todo esto.
—Sí,
sí soy capaz de comprenderte. Y no te juzgo por eso. Pero sí que te juzgo por
seguir escondiéndome de ella. ¿Qué pasa si se entera por alguien más que no sea
tú o yo? ¿Qué va a pasar si se entera por otra persona? Como en la primera vez…
Ross, tu espera no hace más que perjudicarla tanto a ella como a mí.
—Linda…
—…Y sea cual sea la razón por la que
esta vez no pueda hablar con ella, entonces…
—…No,
Emily. Lo sé, todo lo que acabas de decir. Estoy al tanto de ello. Sólo estoy
tomando más tiempo que no tengo para tratar de detener lo inevitable, pero ya
no más… Es esto de lo que quería hablarte, la razón por la que esta vez no
puedes hablar con Rachel es porque ella no se encuentra en Nueva York ahora. De
hecho, ni ella, ni Monica, ni los chicos.
—¿Qué? A dónde… ¿A dónde fueron?
—Ellos
están en Los Angeles. Es una larga historia. Fue parte de un regalo de
cumpleaños para ella.
—…No me lo digas. Tiene algo que ver
con Michael.
Medité
mis pensamientos por un segundo. Sentí que mi orgullo me había abandonado
completamente, incluso frente a Emily. Escuchar el nombre de Michael no iba a
terminar de hacerme sentir nervioso nunca. Abandoné la mano de Emily para
llevar ambas manos a mi frente, y tener la fuerza para enfrentarla.
—…Sí.
Ella
soltó una leve carcajada, y acompañada de una sonrisa empapada de incredulidad,
movía su rostro de un lado a otro, negando. Ella negaba como si no creyera lo
que acababa de decirle. Como si le hubiere terminado de contar un chiste.
—¿Qué, Emily?
—…Es que no puedo creerlo.
—¿El qué?
—Que
justo unas semanas después de que te distanciaste terriblemente de ellos, por
todo lo que sucedió entre ustedes, ellos te abandonen de esa manera. Irse al
otro lado del país para visitar a Michael, y dejarte aquí sólo es…
—…Fui yo quien decidió no ir, no fue
decisión de ellos.
—…¿Qué? ¿Por qué?
—Emily, se trataba del cumpleaños de
Rachel. No quería incomodarla.
—…Pero tú si te incomodas quedándote
sólo.
—Pero no lo estoy, ¿no estoy
contigo?
Volvió
a mirarme con el único rostro que yo conocía en ella. El rostro que yo
atesoraba en mi mente, por ese brillo y ternura que brotaba de él. El rostro
que siempre manifestaba después de que yo dijera algo que sé que le había
gustado. Ella volvió a acercarse más y más a mí, disminuyendo la distancia que
se encontraba entre los dos, y presionó sus labios sobre los míos.
—…Te propongo algo, Ross.
—…Muy bien, dime.
—Pero antes… ¿Cuándo es que regresan
los chicos?
—Si no han cambiado sus planes, el
domingo.
—Perfecto. Vayámonos entonces.
—¿Qué?... ¿A dónde?
—No
lo sé, a donde sea. Salgamos de Nueva York por unos días. No vine desde Londres
sólo para visitar esta ciudad.
—Emily, no lo sé, yo…
—…Decidiste
quedarte por una razón, ¿no? Haz que valga la pena, al menos. Hagamos que lo
valga.
Nada
más que la tentadora propuesta de Emily retumbaba en mi mente. Ni siquiera mi
trabajo, mi familia, mi hermana, los chicos… ni siquiera Rachel. No podía creer
que realmente estaba considerando lo que Emily me proponía. Y cómo no hacerlo,
con la mirada más dulce que encontré frente a mí.
Sonreí,
y ella supo al instante lo que estaba por decir.
—…Está bien.
—¿Sí?
—Sí.
Describir
el momento en el que ella se lanzó a mis brazos por mi respuesta, sería inútil.
No podría encontrar las palabras para hacerlo. Pero cuando ella volvió a
besarme, y a sonreír como ella sabía hacerlo, me dio la seguridad que yo
necesitaba en ese momento.
—Haré que no te arrepientas de esto.
—Yo sé que sí, Emily.
—Y tú también, harás que yo no lo
haga.
—¿Qué? ¿Cómo?
—…Supongo que después del viaje,
Rachel estará feliz. Ella y los chicos lo estarán, pero sobretodo ella,
¿cierto?
—…Supongo que sí.
—Entonces
debes prometerme, asegurarme, que la próxima semana podré hablar con ella. Y
nada de excusas esta vez, Ross. […] Además, sé que si ella tuviera algo con
Michael, desearías que ella te lo dijera. No que te enteraras por otra persona.
¿No es así?
Imposible
pero cierto, la imagen de Rachel y Michael juntos había arruinado el momento
que estaba viviendo, infestando mi mente de celos, inconfundibles. No había
pensado ni por error en lo que Emily me decía. ¿Qué iba a pasar si Rachel
llegaba de Los Angeles con la noticia de que Michael y ella ahora estaban
juntos?
La simple idea
me destrozaba por dentro.
Asentí,
con la sonrisa más falsa que podría darle a Emily y traté de amortiguar la
situación besándola en la frente. Aunque yo me encontrara más perturbado que
nunca.
—…Te lo prometo, Emily.
***
El
aire comenzó a sentirse diferente dentro de mis pulmones.
Luego
de haber manejado por varios minutos a través de las puertas de roble que daban
la bienvenida al Valle de Neverland, la atmósfera comenzaba a ser otra.
Observé
la cara de los chicos, que igual compartían una gran expresión de asombro en
sus rostros.
—¿Pueden creer todo esto? —musité.
Michael
entonces esbozó una pequeña risa.
No
pude sino sonreír al principio, y luego, al abrir mis ojos, comenzó a
derramarse una lágrima de felicidad. Y no me importó dejarla correr.
—…No puedo creerlo—oí decir a
Rachel, mientras llevaba ambas manos a la altura de sus labios, nivelando tal
sorpresa.
Es
como si, como si la sangre de tu cuerpo corriera por todas tus venas hasta tu cabeza.
Como si el amor corriera a mi corazón, desde los primeros segundos que cruzamos
la entrada principal.
Así
de gloriosa era la entrada de Neverland.
El
auto continuaba su recorrido, y lo primero que capturó mi vista fueron dos
hermosos arcángeles iluminados, colgando frente a lo que parecía una casa,
mostrando sus trompetas con gran eminencia, dando la bienvenida al hogar de
Michael.
Detuvimos
nuestra marcha al fin, y una sensación de estar violando la intimidad de
Michael brotó de mi mente, dejándome sin la fuerza suficiente para bajar del
vehículo, Michael caminó hasta acercarse a donde yo me encontraba.
—¿Ocurre algo?
Lo
miré por algunos segundos. Y traté de secar las lágrimas que ya habían caído
por mis mejillas.
—¿Tienes idea del pedazo de sueño
que me acabas de cumplir?
Michael
rió dulcemente y tomó mi mano, rozando mi mejilla con sus dedos, para que sea
él quien secara mi última lágrima.
—…Bienvenida, linda—susurró.
Rachel
se aproximó a mí, y con una hermosa sonrisa plasmada en su rostro tomó mi mano
para ayudarme a bajar del gran vehículo. Y entonces pude sentir que no habíamos
entrado al hogar de Michael.
No,
habíamos entrado al mismo Michael.
Ni
el sonido del agua fluyendo libremente, ni las aves cantando en el aire. Ni siquiera
la música clásica apoderándose de cada espacio mientras caminábamos por el
camino a la casa principal, me había quitado la idea de encima. Todos estos
instrumentos de la naturaleza, todos eran reflejos del hombre que vive aquí.
Todo era Michael.
—Sean bienvenidos, chicos.
Había
dicho Michael a todos nosotros, mientras era ya escasa la distancia que restaba
a la entrada de la gran mansión. Y la sonrisa que emergía de su rostro era la
perfecta comparación que había con toda la belleza de nuestro alrededor.
Observé
una vez más el paisaje que nos rodeaba, y no dejaba de impresionarme el nivel
de pureza que había en cada cosa. Todo lucía tan brillante, tan perfecto, tan
nuevo. Y cómo no iba a ser así, si Michael sólo se había mudado apenas unos
meses antes.
—…Gracias—dijimos casi en coro.
—Gracias, Michael.
Rachel
musitó, en el momento en que avanzaba un par de pasos para poder tomar una vez
más la mano de Michael. Y se perdieron en la mirada del otro por unos momentos.
Pero
tal vez duró demasiado.
—Oh…
Oímos
decir a Phoebe, mientras varias gotas de lluvia comenzaban a caer sobre
nosotros.
—Espero que no vaya a empeorar—Chandler
dijo.
—No
se preocupen, es raro cuando llueve de este lado de California. Pasará pronto.
Además, tenemos muchas cosas por hacer hoy.
Sonreímos
con la respuesta de Michael, y seguimos nuestra marcha hacia la mansión. Pero
en un lapso de cinco segundos, el agua que caía sobre nosotros comenzaba a
ganar intensidad. Adelantamos nuestro paso hasta al fin llegar. No sin terminar
completamente empapados por los metros que recorrimos bajo la lluvia. Como
pudimos, tratábamos de sacudir la mayor cantidad posible de agua antes de
entrar. Y al fijar mi vista en el rostro de Michael una vez más, pude notar que
estaba disgustado, cuando nos observó agitados después de haber corrido.
—…Es que planeaba mostrarles el
lugar con más calma.
—No tienes de qué preocuparte, hasta
ahora ha ido perfecto.
Phoebe
le contestó de inmediato, dedicándole una sonrisa.
—…Más que perfecto, Michael—dije.
Y
vaya que lo era.
Pero
aquello no iba a terminar, o al menos no terminaría por el resto del día.
****
—…Es Mayo, y sigue lloviendo.
Phoebe
murmuró de repente, antes de resoplar de una manera bastante obvia, haciendo
volar un mechón de cabello que caía sobre su frente. Sin despegar la vista de
aquél gran ventanal que acaparaba la vista de todos nosotros.
—…No puedo creer que no haya parado
de llover.
Joey
decía a unos metros de mí, inexpresivo, mientras se encontraba sentado en el
suelo, acompañando a Chandler armando una pequeña torre hecha con cartas de una
baraja que habían encontrado husmeando por ahí.
Eché
un último vistazo a mi alrededor para asegurar mi idea de que todos en la
habitación teníamos la misma expresión en nuestro rostro. Todos, menos Rachel
que se encontraba tan entretenida pintando las uñas de mis pies. Sonreí por un
segundo, antes de notar que una mirada más se encontraba fija en Rachel además
de la mía.
Michael…
Él se encontraba mirándola a ella, y entonces mi sonrisa se había vuelto diez
veces más grande. De tan sólo imaginar lo que sucedía en la cabeza de Michael
cada vez que miraba a Rachel de esa manera que sólo él sabía hacer, mis
emociones y mi mente me llevaban a plantear situaciones que me encantaría ver
realizadas; tal vez no en el momento, pero lo cierto es que nadie puede
asegurar lo que ocurra en un futuro. Ni siquiera ellos mismos.
Me
encargué de que todo se tornara incómodo cuando noté que Michael se había dado
cuenta de que yo lo miraba observar a Rachel de esa manera. Sus mejillas se
enrojecieron y volteó su mirada.
—¿Qué ocurre, Michael?—le cuestioné
mientras trataba de mostrarle una de mis mejores sonrisas, tratando de
tranquilizarle.
Pero
para mi mala suerte, mi pregunta hizo que todos en el lugar, incluida Rachel,
le estuvieran mirando ahora.
—…Sólo… me entristece todo esto.
—¿El qué?
—…Esto.
Quiero decir, hay millones de cosas allí afuera que quería mostrarles. Y hasta
ahora lo que hemos logrado no es más que un día perdido.
Las
palabras de Michael nos decían que él se estaba culpando a sí mismo, y en menos
de un segundo, Rachel abandonó toda atención que tenía puesta en mí, y se giró
para poder observar a Michael, y entonces ella comenzó a hablar:
—Esto
no ha sido sólo un día perdido, Michael… Estuvimos prácticamente toda la tarde
conociendo tu hogar, cada rincón de él, los pequeños detalles, las
habitaciones, la decoración… y la verdad es que nos ha encantado… me ha
encantado.
Ambos
sonrieron, y me derretí al percatarme del color rojo que habían tomado las mejillas
de Michael, después de escuchar lo que Rachel le había dicho. Pero ambos
terminaron ése contacto visual al darse cuenta de que todas nuestras miradas se
encontraban puestas sobre ellos.
Michael
desvió la mirada hacia otro punto, pero no sin avivar varios tonos el color que
tomaban sus mejillas. Y entonces observé como Rachel, con el mismo color rojo
en sus mejillas, regresaba a su posición, observándome, mientras ya faltaba
poco para que terminara de pintar mis uñas. Phoebe entonces nos hizo un favor a
todos, comenzando a hablar.
—…Además,
Michael—Phoebe añadió—, aún podemos hacer muchas de las cosas que tenías
planeadas para nosotros. ¿Sabes? Tenemos bastante tiempo, nos quedaremos en Los
Angeles prácticamente por una semana, así que…
—¿En serio?
Michael
cuestionó a Phoebe. Y noté como Rachel se estremecía frente a mí. Cuando
escuchamos que Phoebe tomaba aire para poder contestar a la pregunta de
Michael, Rachel la interrumpió hablando en primer lugar.
—Muy bien, Monica, he terminado con tus
uñas.
Le
agradecí, y me aislé en mis propios pensamientos, mientras resoplaba una y otra
vez las uñas de mis pies, haciéndome ajena a la situación. Y parecía que Rachel
trataba de hacer lo mismo, cuando ella comenzó a mirar a su alrededor, a cada
uno de nosotros, sujetando el esmalte de uñas con una de sus manos, y el
pequeño pincel con la otra, como si estuviera buscando a la siguiente persona
para pintar sus uñas.
—De acuerdo, ¿Quién sigue?
Ella
observó a Phoebe en primer lugar, luego en un instante miró fugazmente a
Chandler y Joey, para después detener su mirada en Michael, y entonces Rachel
lo observó desafiante y decidida. Él comprendió lo que estaba a punto de
suceder ahí, y abrió los ojos de golpe, suplicándole que ni se le ocurriera.
Carcajeé
para mis adentros el sólo imaginármelo.
—Oh, no, Rachel…
—…¿Por favor?
—…Ni hablar.
—¡Vamos, Michael!
—…Vaya, que si ese va a ser el plan
de esta semana, pues…
Michael
le bromeó, convencido de que Rachel no se atrevería. Pero los chicos y yo
sabíamos que si Rachel le había lanzado esas miradas antes, es porque lo iba a
hacer. Rachel le sonrió y comenzó a ponerse de pié para acercársele, provocando
que Michael se exaltara y también comenzara a ponerse de pie.
—…¡No!
—¡Sí!
—Rachel, por favor, ¡Quédate ahí!
—¡Sólo una vez, Michael!
—¡No te acerques!
—¡Oh, sé un hombre, Michael!
—…¡No, Rachel!
Ambos
comenzaron a correr por todo el lugar. Y nadie parecía estar dando crédito a lo
que Michael y Rachel estaban haciendo frente a nosotros. Por un segundo,
pareció que Phoebe, Chandler, Joey y yo, no existíamos ahí, y pude asegurarme
de ello cuando Michael corrió justo por encima de la pequeña torre que Chandler
y Joey habían construido, y lo hizo sin siquiera percatarse de eso.
—¡Abusones!
Chandler
les gritó a ambos. Pero ninguno le había hecho caso, pues estaban más
concentrados el uno al otro. Las fuertes carcajadas de Michael fueron un sonido
que planeé no olvidar en mucho tiempo. Era tal la emoción que comencé a sentir
por ambos, pero sólo quise permitirme limitarme a sonreír.
Pero
aquello no duraría mucho. Todo parecía estar por terminar cuando Michael
tropezó y cayó justo sobre el sillón en el que se encontraba sentado en primer
lugar, y Rachel, intentando aún alcanzarlo, había caído justo encima de él.
—¡Oh, no! ¡Rachel, no, no!
No
encontraría las palabras para describir, cómo fue ver que comenzaran a pelear
en plan juguetón, ni a imaginar lo que pasaba por la cabeza de ambos.
Michael
aparentó tomar el control arrebatando de la mano de Rachel el pequeño pincel
lleno de pintura, y comenzó a pintar el rostro de Rachel con él. Y ambos no
hicieron más que carcajear aún más fuerte, pude notar incluso cómo pequeñas
lágrimas se asomaban por los ojos de Rachel. Y en menos de un segundo, todo
comenzaba a cambiar de curso.
Michael
había dejó de pintar el rostro de Rachel, y ambos guardaron silencio. Y
entonces lo supe; ellos se encontraban muy cerca. Demasiado.
Pude
notar el respirar de Michael alcanzando los pequeños cabellos en la frente de
Rachel, haciéndolos mover.
Y
el que ambos estuvieran tumbados en aquél pequeño sillón no debió hacer las
cosas más fáciles para ellos. Me sentí tan hipnotizada por la manera
infinitamente penetrante en la que ambos se ocupaban de mirarse el uno al otro,
y comencé a sonreír al ser testigo de todo aquello.
—…Michael.
La
voz estruendosa de Frank había irrumpido en la habitación, exaltándonos a todos
ahí. Y lo único de lo que pude darme cuenta fue que Michael y Rachel ya se
encontraban incorporándose, y poniéndose de pie. Todo en menos de un segundo.
—¿Qué ocurre, Frank?
Frank
calló un momento, mirando a Michael confundido, aclaró su garganta y continuó
hablando.
—…Acaban
de avisarme que la cena está lista. Será mejor que se acerquen pronto. Comienza
a hacerse tarde.
—Muy bien, gracias.
Frank
salió de la habitación, y todos nos pusimos de pie para poder ir tras él.
Especialmente Chandler y Joey, quienes parecían impacientes por salir de ahí.
—Dios, no puedo esperar a probar esa
comida.
Había
dicho Joey, con una tremenda sonrisa en su rostro, seguido por Chandler y
Phoebe, y traté de imitarles, pero cuando ya nos encontrábamos a pocos pasos de
la puerta, Rachel nos llamó.
—…Esperen.
Todos
le observamos.
—…¿Comienza a ser tarde?—infirió.
Algunos de sus cabellos estaban fuera del lugar luego de todo el alboroto—.
¿Qué… qué hora es?
Comenzamos
a buscar un reloj en el lugar.
—Falta poco para que sean las siete
de la noche, ¿Por qué?—Chandler dijo.
—…Monica, es muy tarde ya.
—¿Tarde?—le miré confundida—. No es
así, Rach. Aún es una buena hora para cenar. Tranquila…
Traté
de aliviar cual sea la razón que provocaba que Rachel me mirara de aquella
manera. Con su rostro hundido en preocupación, sin conseguirlo.
—Me
refiero a que… aún no hemos siquiera encontrado un hotel en el que podamos
pasar la noche. No tenemos nada preparado.
—Sí, Monica, creo que… que tiene
razón, no hemos resuelto nada sobre eso—Phoebe dijo, dando razón a Rachel.
Y
ahora ambas se encontraban haciéndome dudar sobre lo buena idea que sería
quedarnos a cenar, y perder aún más del tiempo que ya no teníamos.
—Bueno, tal vez…
—¿Qué?—Michael intervino de pronto—.
¿Están hablando en serio?
Todos
comenzamos a mirarlo.
—…Lo
siento, pero no puedo creer que estén preocupándose por conseguir un hotel a
estas horas, justo en frente de mí. Chicos, ustedes no tienen que conseguir
ningún hotel, ¿Está bien?
—¿Entonces, qué haremos, Michael?
¿Nos quedaremos aquí, en tu casa?—Phoebe le cuestionó.
—Claro que sí.
Rachel
no se ocupó de decir nada. Y mirándome, ella me preguntaba qué era lo que yo
opinaba de todo esto.
—…Bueno, quizá si nosotros…—musité.
—¿Qué? No, Monica—Rachel me cortó—.
Por supuesto que no podemos quedarnos aquí.
—¿Por qué no, Rachel?—le preguntó
Michael. Ella en el momento palideció.
—Michael…
nosotros no podemos sólo llegar y acaparar el lugar como si fuese nuestro… Aquí
no somos más que unos extraños, y no me parece correcto irrumpir con tu
privacidad aquí…
—De eso nada, Rach.
—Pero…
—¿Qué
es lo que ocurre, chicos? Creí que sus planes desde un principio habían sido quedarse
aquí a pasar la noche. De hecho, hace unas horas, yo había mandado a alistar
algunas habitaciones… habitaciones en las que ustedes se quedarían... ¿De
verdad quieren irse a otro lugar? Porque si es así, entonces…
—…No—Phoebe le interrumpió.
—Entonces, ¿Se quedarán aquí?
Pude
haber gritado que sí en ese instante, y sé que todos me apoyarían en ello, pero
no podíamos ignorar que aún faltaba una última opinión de Rachel. Todos
comenzamos a lanzarnos un puñado de miradas cómplice, y después de mirarnos por
un instante, Rachel volvió hacia Michael.
—¿Estás… seguro, Michael?
—…Claro que sí.
Ambos
comenzaban a ser inmersos de la mirada del otro, de nuevo, sin darse cuenta de
ello, sin darse cuenta de que todos nosotros nos encontrábamos de pie justo
alrededor de ellos. Y no dejaba de sorprenderme la manera en la que lo hacían.
—Muy bien, entonces… ¡Vayamos a
cenar!
Joey
rompió aquel silencio, y se dirigía a la salida de la habitación. Phoebe y
Chandler le siguieron, y cuando observé que Rachel planeaba hacer lo mismo, le
detuve.
—Rachel,
espera. Aún tienes pintura por todo el rostro. Ven, que te ayudo a quitarla...
—Oh, Dios… Rach, lo siento mucho, yo...—dijo
Michael como reaccionando.
—Descuida.
Rachel
inspiró tranquilidad a Michael guiñándole un ojo, y dedicándole una de las
sonrisas más lindas que jamás había visto, dejando fuera de lugar cualquier
palabra, poniendo en claro que esa sonrisa era más que suficiente. Y lo había
logrado, pues por milésima vez más, pude ver cómo Michael comenzaba a
sonrojarse y salía de la habitación para seguir los demás, y agradecí en mis
adentros que nos dejara a solas a mí y a Rachel.
—…Esperaba
que Michael nos dejara solas—dije, intentando retirar algunas manchas de
pintura de su rostro.
—¿En serio? ¿Por qué?
Sonreí.
—…Olvidaste a mi hermano bastante
rápido, ¿no crees?
Katy! Estoy tan emocionada! Me encanta ver todo desde la perspectiva de Monica! Es genial! Ya quiero saber que trae entre manos Emily, eso no me suena muy bien... Dios mio quiero seguir leyendo! Jaja. Pero se que es imposible, y mientras tanto esperaré aquí, por el próximo capitulo! Muchisímas Gracias por tu hermosa manera de escribir Katy! Esperó encontrarnos acá, pronto, muy pronto otra vez. Dios te Bendiga :3
ResponderEliminar¡Kate! No te decepciones, como tú me dijiste "hay que tener paciencia". Tus publicaciones son fantásticas, no dudes de eso, jamás me cansaré de decirte lo buenas que son. Ésta, como todas, me ha llenado bastante. Me hace sentir dentro de la historia.
ResponderEliminarBesos.
-Lucero-
¡Hey! Tranquila, eres una excelente escritora *-* me encanta esta historia *-* ¡Es fantástica! Tú sabes cómo captar la atención con unas simples palabras y oraciones *-* me encanta. Esperaré con ansias el siguiente capítulo /u\
ResponderEliminarSaludos y Bendiciones ^-^/
Hola, me llamo Deline, comencé a leer tu fanfic desde hace poco y realmente me ha cautivado, soy el tipo de lectora que disfruta la lectura en las noches de insomnio y la tuya es particularmente fascinante a mi criterio, espero el próximo capítulo.
ResponderEliminarSaludos,
Deline.
Hi, Katia! Siento no haber comentado antes, pero hey: ¡Aquí estoy! Lo adoré, estás mejorando mucho, puedo ver la diferencia y la calidad con la que estás escribiendo. Puedo meterme tanto en la novela que me asusta, esta vez pude ver el amor que nace entre Rachel y Michael desde la grande perspectiva de nuestra querida Monica. No se hizo monótono en ningún sentido, fue entretenido, gracioso, muy bien pensado... Creo que no hay palabras.
ResponderEliminarSigue así, querida.
-Anna.