Narrado por Michael y Ross;
La luz
del día impregnando cada espacio del lugar me obliga a despertar, y no soporto
el júbilo de volver a encontrarme con ella.
Sonrío
inmediatamente.
Entonces
recuerdo aún sin creerme cómo es que le he pedido que se quedara a pasar la
noche conmigo, justo antes de que tuviera que dejarme sólo de nuevo. Cómo es
que sin decir nada más ella volvió hacia mí y tomó mi rostro entre sus manos
para volver a perdernos en un beso infinito. Y muy a mi pesar, en cómo ambos no
terminábamos de creer la cantidad de besos que nos habíamos perdido hasta este
instante porque ninguno ha sabido decir “Te
necesito”.
Miro esta
mañana su rostro aún perdido en sueños y atesoro el hecho de clavar mi mirada
en ella. Observo sus labios y siento mi sangre arder cuando pienso en la forma
en la que ambos nos hemos quedado dormidos entre abrazos y besos, durmiendo
bajo el arrullo de sus latidos relajantes, sintiendo su respiración cálida
sobre mi cuello, sin miedos ni preocupaciones. Sólo ella y yo, entre estas
cuatro paredes queriéndonos como ella y yo supimos hacerlo desde el principio.
Sus
párpados luchan por abrirse, y mi corazón se agranda al doble de su tamaño.
—Dios mío, Michael...—susurra completamente
enrojecida. Su mano busca la mía inmediatamente.
—No cabe duda que despertar se vuelve mucho
mejor que el día anterior—murmuro y aferro su mano a la mía con fuerza—. Ésta
es la segunda vez que despierto contigo a mi lado.
Me mira
en silencio, pero no dejo de deleitarme con el color que toman sus mejillas.
—Entonces—continúo mientras ella me mira—, ésta
es la segunda vez que robas la mitad de mi cama y ayer por la noche me has
robado un beso. ¿Es que te interesa eso de robar las cosas, pequeña?
Me
fulmina divertida con la mirada.
—Lo mío ha sido un acto de justicia, cariño—musita
acercándose considerablemente hacia mí—. Te he robado un beso porque ya
llevabas bastante tiempo robándome a mí el sueño.
Rachel
elimina la distancia entre nosotros y hunde sus labios en los míos
deliciosamente. Mis manos buscan su rostro y lo aferran de inmediato.
—Buenos días—dice, y toma mis labios
una última vez.
—No he podido creer... —titubeo recuperando el
aliento que ella me ha quitado—. No puedo creer cómo han logrado cambiar las
cosas.
El roce
de las suaves yemas de sus dedos contra mi mejilla me hace estremecer de
placer.
—Es que nada ha cambiado, Michael—me mira
obsequiándome una sonrisa—. Mis sentimientos por ti han sido siempre los
mismos. Desde el día en que te he conocido, y hasta este mismo segundo.
—Pero, Rach…
—Tan sólo—me interrumpe—, me he dado cuenta de
que era mi turno de ser feliz. Sin importar nada más. Sin importar nadie más—su
mirada me contagia del orgullo que irradia—. Sólo tú y yo.
—Sólo tú y yo...—repito con ella.
Siento
una sonrisa aparecer en mis labios. El deslice de sus dedos contra mi piel
continúa deleitándome, y me obligan a cerrar los ojos ante la sensación.
—No termino de entender cómo he soportado tanto
tiempo sin haberte besado—murmura muy cerca de mis labios.
—Seguro
no ha sido más difícil para ti que para mí, pequeña.
Y sin
dignarse en responder, ella se acerca y me da el más tierno beso, haciéndome
derretir al contacto de su piel.
—Oh, Michael... —ahoga un suspiro aún con sus
ojos cerrados—. ¿En qué nos he metido?
—¿En qué nos has metido?—abro mis ojos
amplios.
—Eres tú—confiesa,
ruborizada—. Quien eres. Tu trabajo lo es todo, ¡lo que haces! Digo, esto
podría... —su vista se pasea por los aires, como buscando las palabras por
decir.
—...Rachel—le
interrumpo—. Esto podría ser una equivocación. Podría estar firmando mi propia
sentencia, o podría incluso desatarse lo peor para mí—me detengo un instante
mientras ella continúa mirándome con esa bella expresión de incertidumbre. Dios
mío, ¿Cómo puedo hacerle saber lo mucho que le quiero? ¿Lo mucho que me importa?
Ella tiene que entender, que ahora forma parte de mi todo. Y que a partir de
este instante siempre lo hará. Ruego a los cielos que mis palabras tengan el
efecto que deseo en ella—. Y te juro, te aseguro Rachel, que quiero todo eso,
si es contigo.
La más
hermosa sonrisa se vuelve a dibujar en su rostro.
—Podrías tener problemas con la gente con la
que trabajas—susurra dulcemente.
Problemas con la gente con la que trabajo. Sus palabras retumban dolorosas en mi cabeza. —Como Frank,
por ejemplo—. Una voz dice en mi interior. Y me estremezco temeroso por que
ella no se dé cuenta de lo que estoy pensando. No, ahora no era el momento para
estar pensando en aquél asunto, ni mucho menos para sacarlo a flote frente a
ella. Me odiaría demasiado por angustiarla por un problema que es sólo mío y
que así tenía que permanecer. No arruinaré este momento de intimidad junto a
ella. No ahogaré esta nueva felicidad ardiendo dentro por mencionarlo siquiera.
Simplemente no lo vale.
Además de
que lo que sucede con Frank no ha tenido nada que ver con ella. O eso quiero
creer.
—Eso no me importa—sentencio,
completamente seguro de mis palabras.
—Pero a mí sí—musita, su mano toma la mía y la
conduce a la altura de su rostro. Sus labios depositan pequeños besos en mis
nudillos. Por Dios—. Me importa, Michael.
—No te preocupes, linda—titubeo sintiendo su
respiración sobre mi mano—. ¿Pero y qué me dices de ti?—murmuro con toda la
intención de llevar nuestro tema por otra dirección.
—¿Qué hay
de mí?—sus ojos se tornan divertidos de repente.
—Sí—digo—,
¿Quieres entonces ir a averiguar qué problemas tendremos con tu gente?
Sonrío
con ella. Sé que sabe de qué estoy hablando.
—Me encantaría.
Ambos
salimos de la cama rápidamente. Ya de pie sobre el suelo, paso una mano por mi
cabello y de inmediato me doy cuenta de que se encuentra por todos lados, menos
en el sitio en el que debe estar. Maldición, debo lucir ridículo. ¿Es que me he
movido tanto durante la noche? Espero no haberla incomodado. Siento mis
mejillas entumirse mientras miro nervioso a Rachel que busca algo entre su
bolso y tomo la oportunidad para aproximarme al cuarto de baño lo más rápido
que puedo.
—Ahora regreso, Rach.
—Claro—murmura con una bella sonrisa, que
apenas soy capaz de corresponder.
Apenas
entro cierro la puerta detrás de mí. Camino al lavabo y me preparo para mirarme
al espejo.
—Pero qué desastre—susurro y me doy cuenta de
que en efecto, mi cabello es un desastre andando, y que tengo las mejillas
teñidas al rojo vivo.
Lanzo
puñados de agua contra mi rostro y mi cabello, cierro mis ojos y con mis manos
trato de arreglar algunos mechones fuera de lugar. Aún escurriendo tomo una
pequeña toalla y la sostengo presionándola contra mi rostro por varios
segundos. Ahogo un suspiro contra la tela.
Tranquilízate,
Michael, por favor. Tienes que hacerlo.
Dejo la
toalla en su sitio y no puedo evitar mirar mi reflejo un momento más, y notar
lo diferente que luce ahora frente a mí. El rostro que ahora estoy mirando ya
no supura la angustia que solía ver todos los días. Ya no existía aquella
impotencia, todo el dolor que miraba impregnado en la totalidad de mis ojos
cada día a día había desaparecido definitivamente. El rostro triste que conocía
dejó de mirarme amenazante frente al espejo.
Sonrío.
Por supuesto, ha sido por ella.
Y
entonces me percato de que jamás había sido necesario pensármelo dos veces.
Nunca tuvo que existir ese miedo de tenerle, de besarle. No había hecho nunca
falta discernir cómo es que había sucedido. Cómo es que ella había pasado de
ser una desconocida a convertirse en la persona más importante del mundo.
Me dirijo
a abrir la puerta y miro a Rachel tomando su abrigo entre sus manos.
—¿Listo, Michael? —musita.
A grandes
zancadas me acerco a ella sonriendo como un idiota, sintiendo mis labios arder
de nuevo por besarle. Tomo su rostro entre mis manos, me inclino y beso
lentamente sus labios. Dios mío, cómo me encanta besarla.
—Listo—susurro, sus ojos brillan con
los míos—. Vayamos.
En el
pasillo fuera de mi habitación ya aguardan por nosotros para escoltarnos hacia
la parte trasera del hotel. Llegamos al estacionamiento de servicio y de la
mano de Rachel nos dirigen al coche que habíamos tomado la noche anterior. Abro
una de las puertas traseras y cedo lugar para que ella entre primero que yo. Al
entrar, me asesina la mirada de Bill resplandeciendo en el retrovisor.
—Buenos días—murmura girándose para mirarnos a
ambos. Dirige una mirada pícara a Rachel y la miro sonrojándose inmediatamente.
—Cierra
la boca, Bill—digo tratando de ocultar mi risa nerviosa.
Una
carcajada brota de sus labios y un segundo luego, emprende marcha hacia el
departamento de Rachel.
—Estoy algo nerviosa—ella susurra con media
sonrisa, toma mi mano entre la suya y le siento entumecida.
—Si yo no
lo estoy, tú no deberías estarlo, linda—le abrazo con la mirada.
Rachel me
sonríe. Espero haberla tranquilizado un poco. Miro por mi ventanilla un momento
y siento de pronto un terrible punzado de terror en mi estómago.
¿Y qué si Ross se encuentra ahí? Pienso para mí mismo. ¿Qué voy a hacer entonces? ¿Cómo se
supone que debo reaccionar frente a él? ¿Cómo reaccionará él cuando me vea? ¿O
cuando nos vea? ¿Sabrá él que Rachel y yo...? Pero claro, por supuesto que sí.
Rachel jamás haría esto a sus espaldas. Él lo sabe, estoy seguro de que lo sabe
todo. Ross sabe que ahora Rachel y yo estamos juntos.
Dios mío,
sí. Ahora sí estoy nervioso.
—Llegamos—la voz de Bill me saca de mis
pensamientos—. No veo a una sola alma caminando por la acera. ¿Quieres que los
acompañe de todas formas, Michael?
—No—digo—,
estaremos bien. Gracias, Bill.
Con que
cinco personas que ya quiero bastante presencien mi nerviosismo al ver a Ross
es más que suficiente.
Tomo la
mano de Rachel con fuerza y me parecen eternos los pasillos que nos conducen hasta
su departamento. Siento su pulso a través de su muñeca y me doy cuenta de que
continúa terriblemente nerviosa. Aquí vamos, ambos terriblemente nerviosos, y
sin estar seguros de nada. Espero más que nada que al entrar, las cosas pinten
mucho mejor.
—¿Estás lista? —susurro buscando sus ojos
grises. Justo frente a la puerta de su departamento.
Ahora un
suspiro largo, y me devuelve la más tierna de las miradas. Dios mío, cuando se
sonroja todavía le deseo más.
—Por supuesto que no—ríe.
Mi mano
sigue aferrada a la de ella, aparento la mayor seguridad posible. Rachel abre
la puerta frente a ambos, busco inmediatamente a Ross con la mirada y de entre
los rostros de Monica, Phoebe, Chandler y Joey no he logrado encontrarlo. Pero
sin importar aquello, todos mis nervios se esfuman de inmediato, todo el temor
desaparece así nada más cuando sus miradas nos reciben con las más radiantes de
las sonrisas. Todo es tan espontáneo, tan natural, que no logro evitar sentir
que a ninguno de ellos les parece nada raro que, de pronto, mi mano estuviera
en la de ella, y que nos miráramos a los ojos como tontos.
—Dios mío... —Monica inspira de asombro y cubre
sus labios con ambas manos. Sus ojos amplios están clavados en la mano de Rachel
tomando la mía—. ¿Lo son?
No puedo
evitar sonreír.
—¡¿Lo son?! —Phoebe vocifera hacia todos con
una sonrisa deslumbrante.
Rachel
voltea a mirarme con aquella sonrisa que tanto me ha fascinado. Me hace
alucinar algunos segundos con sus adictivos ojos rozando los míos y sus
mejillas estallan en un perfecto sonrojo.
—Chicos—musita girándose a los demás—,
tengo algo que decirles...
Y justo
antes de que ella pudiera continuar, los chicos se aproximan a inmensas
zancadas hacia nosotros y sólo soy capaz de disfrutar del regocijo de los inmensos
abrazos que nos envuelven a todos juntos en ese momento. Apenas noto que Rachel
ha dejado ir mi mano para tomar con ambos brazos a Monica y Phoebe, mientras yo
me ocupo de estrujar a Joey y a Chandler en el mismo instante. Sin titubeos,
sin incomodidades.
No deseo
pedir nada más.
—Michael... —Monica se abre paso entre los
demás hacia mí. Siento de pronto una alegría inmensa al sentirle cerca—.
¿Tienes idea de cuánto he esperado por que esto sucediera?
La
sonrisa que escapa de mis labios me impide contestar. La tomo entre mis brazos
simplemente, y le doy las gracias eternas con el más sincero de los gestos,
pues sé que ella ha sido gran parte de todo esto.
—Aún no he terminado de creérmelo—susurro
tomándola con más fuerza.
—Pues mejor que vayas creyéndolo, Michael—se
aparta un poco y mira a sus espaldas, observa a Rachel detenidamente—. No tenía
que ser de otra manera.
Imito a
Monica y miro a Rachel también. La manera en que ríe y comparte las más
hermosas sonrisas con Phoebe, Joey y Chandler con una increíble alegría, y no
evito sentir escalofríos tan sólo de pensar que yo he sido parte de esa felicidad.
¿Se podía
estar más enamorado que esto? No, imposible.
—Feliz cumpleaños, Michael.
Monica
susurra de repente. Pasa una mano fugaz por mi mentón y sin decir nada más
vuelve a caminar hacia Rachel.
—¡Pero mira esa sonrisa! —Chandler dice,
aproximándose a mí. Joey le sigue y me mira con una perfecta picardía en el
rostro—. ¿Cuántos dientes tienes, Michael? ¿Ochenta?
—No puedo
dejar de sonreír, ¿cierto? —mascullo aún sintiendo una terrible sonrisa
plasmada en mis labios.
—Pedazo
de regalo de cumpleaños que te has llevado, ¿no? —Joey murmura aún con esa
expresión divertida en su rostro.
—No
tienes una idea... —miro de reojo a Rachel, y mis mejillas arden incluso más
que antes—. Creo que ha sido el mejor cumpleaños que nunca he tenido.
—Y se
pondrá mejor... —Joey continúa—. Monica ha preparado un desayuno delicioso para
festejar.
—Entonces—murmuro
mirándole terriblemente confundido—, ¿Ya sabían que vendríamos?
—¡Claro
que sí! —la sonrisa de Joey se agranda diez veces más—. De hecho, el desayuno
sorpresa ha sido idea de Ross.
Madre
mía, ¿Qué?
—¿Idea de Ross? —aclaro mi garganta—. Ross
viene... Entonces, ¿él viene para acá?
La
sonrisa en el rostro de Joey se esfuma de repente. ¿Por mi sorpresivo tono de
voz, tal vez? Busco respuestas en la mirada de Chandler pero él sólo se dedica
a fulminar despiadadamente a Joey con la mirada.
—Sí,
bueno... creí que lo... —Joey comienza a decir.
—Todo va a estar bien, Michael—Chandler le
interrumpe, se acerca y da pequeñas palmadas a mi espalda—. No tienes que estar
nervioso, confía en mí. Todo ha ido a la perfección con nosotros, ¿no es así?
—Por
supuesto que sí—suspiro—. Es sólo que...
—¿Todo
bien aquí, chicos?
Una mano
toma la mía sin dar aviso. Inmediatamente volteo y miro a Rachel
cuestionándonos a los tres con una tierna mirada. Chandler y Joey sonríen
tímidamente, con la mirada se disculpan y se alejan sutilmente de nosotros.
—Sí, está todo bien—alzo su mano hasta mis
labios y deposito un beso fugaz en su dorso. Sus mejillas enrojecen.
—Me
alegra entonces—musita—. Monica nos ha preparado el desayuno. ¿Vamos?
—Claro.
Después de ti, linda.
Rachel
sonríe y aún tomando mi mano, nos conduce a la mesa del comedor. Camino a pasos
distraídos aún pensando en lo mucho que me quedaba por calmarme. Tal vez
Chandler tenga razón. Si todo ha ido de maravilla con ellos, no tenía por qué
ir mal con Ross.
¿O sí?
Tropiezo
de pronto con los talones de Rachel, que se detiene en seco delante de mí. Miro
más allá de ella y juntos observamos la puerta principal abriéndose de par en
par. Siento mi sangre tensarse y el estómago saliéndome por la boca cuando
observo a Ross, expectante y con una sonrisa deslumbrante bajo el umbral de la
puerta. Rachel toma mi mano con más intensidad que antes.
—Sabía que ambos estarían aquí.
Ross
sonríe. Camina un par de pasos al interior y deja mirar que de su brazo va
tomada una mujer con una bonita mirada perdida. Se le nota nerviosa, tímida, cohibida
además. Pero en el instante en que cruza miradas conmigo sus ojos se abren
amplios, arquea sus cejas perfiladas y con sus labios dibuja una “o” perfecta.
Emily.
Pero claro, tenía que ser ella.
—Dios mío... —ella susurra sin dejar
de mirarme—. No puedo creerlo.
—Michael—Ross murmura—, quiero que conozcas a
Emily Waltham. Emily, Michael Jackson.
Ross la
invita a aproximarse y ella tímidamente tiende su mano hacia mí. Miro
fugazmente a Rachel, con todo el dolor dentro de mí dejo ir su mano de la mía y
no logro pensar en otra cosa más que corresponder a Emily con un apretón de
manos.
—Emily, mucho gusto en conocerte—mi voz resuena
completamente, ante el silencio desgarrador de todos los demás presentes.
—Pero,
Dios mío—suspira nerviosa, asombrada—. El gusto ha... el gusto es todo mío. No
puedo creer esto. Quiero decir, no puedo creer que esté conociendo a...
Una risa
brota de los labios de Ross. Y yo me limito a tratar de sonreír.
—Michael—Ross dice—, Emily es...
—...Tu novia—Rachel le interrumpe en tono seco.
Inmediatamente busca mi mano y da final a mi apretón de manos con Emily. Acuno
su mano a la mía sin pensármelo y me aterro al sentir su tacto entumecido.
Busco una sonrisa de su parte, en vano—. Hola, Emily.
Oh, no.
Su tono de voz. Rachel está enojada. No puedo creerlo. ¿Pero qué rayos pasa
ahora?
—Hola... —Emily titubea con un hilo
de voz—. Hola, Rachel.
Ross se
da cuenta de la actitud de Rachel, su sonrisa se desvanece lentamente. Nos mira
alternadamente a ambos y yo no puedo evitar sentirme más expuesto.
—¿Me prestarías a Michael sólo unos minutos? —murmura
hacia Rachel sin dejar de mirarla—. Necesito hablar de algo con él a solas.
Maldición,
no. Aquí vienen, los tormentosos nervios torturándome de nuevo. Busco refugio
en los ojos alerta de Rachel.
—¿De verdad es muy necesario? —Rachel
espeta.
—Sólo será un momento. Prometo no
robarlo mucho tiempo.
—Está bien—ella suspira—. No tarden mucho,
Monica está por servir el desayuno.
Rachel me
mira un último instante con sus ojos llenos de resignación. Lucha por
reconfortarme con una tierna sonrisa y se aparta antes de que alguno dijera
algo. El ruido de todos charlando y riendo vuelve a hacer presencia en el
instante en que ella ya se ha alejado de nosotros.
—¿Me disculpas un momento, Emily? —Ross murmura
con una tierna sonrisa en el rostro.
—Claro—contesta,
y al igual que Rachel, se marcha dejándonos solos a ambos.
Ross
tiende una mano en dirección contraria a los demás, invitándome a caminar cerca
de la habitación de Rachel. Él me persigue tranquilamente hasta habernos
alejado lo suficiente. Le miro de repente y él me mira en silencio. ¿Qué se
supone que haga ahora? ¿Espero a que él hable o hablo yo? No será bastante
impredecible la verdad, es bastante obvio saber de qué estaremos hablando.
Trago
saliva y me decido a ser el primero en hablar.
—Hacen una bonita pareja—murmuro. Ross me mira
y lucho por mantener sus ojos en los míos—, Emily y tú.
—Oh—sonríe—,
muchas gracias, Michael.
Ross mira
de reojo a Emily, que en lugar de estar charlando con los demás, se dirige
hacia el balcón del departamento. ¿Qué hace yendo para allá? Se me ocurre
buscar a Rachel con la mirada y mi pregunta encuentra su respuesta. Rachel se
encuentra ahí. Está sola, apoyada sobre la barda del balcón y Emily se dirige
hacia ella. Comienzo a sentirme desesperado.
Dios mío,
quiero ir con Rachel. Quiero estar con ella ahora. ¡Maldita sea!
—¿He sido sólo yo, Michael? —Ross me obliga a
verle de nuevo—. ¿Sólo yo me he sentido terriblemente nervioso esta mañana por
tener que verte?
Ahogo un
suspiro largo. Me siento aliviado al instante.
—No—digo—, no has sido sólo tú.
Créeme.
—¿Hasta cuando piensas que tú y yo tendremos
una buena charla sin pensar en lo mal que podrían salir las cosas?
—No estoy
seguro—trato se sonreír—. Pero espero que sea muy pronto.
—Yo
también—sonríe conmigo.
Él parece
más tranquilo, al igual que yo. Camina un paso hacia adelante y estudia mi
rostro con la mirada.
—Michael, no puedo evitar sentirme como un
completo imbécil cada vez que se ha tratado de ti.
—Ross, no—titubeo—,
no digas eso.
—Deja de
defenderme—su mirada se fija aún más en la mía. Parece indefenso, me parece
enfermizo mirarle de esta forma—. Desde el día en que te he conocido, no he
hecho más que despreciarte, te he malinterpretado y subestimado hasta el punto
en el que yo mismo privé a Rachel de sus deseos.
Continúo
mirándolo en silencio. Sinceramente no sé qué podría responder.
—Michael, Rachel dejó de amarme mucho antes de
que tú aparecieras. Y yo he sido tan egoísta contigo, tan cobarde, que no me he
atrevido a aceptar lo que tarde o temprano tenía que llegar a pasar. Me he dado
cuenta por fin de lo que uno siente por el otro y... —su ceño se frunce y
siento palpable el dolor y sinceridad que desprende de cada palabra—. Lo que
quiero decir es que... quiero disculparme contigo por eso. Por todo lo que he
causado. Por todo el tiempo que les he hecho perder a ambos.
Una
sonrisa de incredulidad brota de mis labios. No creí haber sido capaz de llegar
a sentirme tan tranquilo estando frente a él. Por fin lo he comprendido todo.
Por fin abro mis ojos y miro el panorama desde su propia perspectiva.
Ahora sé
bien qué decir.
—Ross, gracias. Pero no pienso aceptar tus
disculpas—digo, y los ojos de Ross se tornan decepcionados—. Porque no tienes
una sola razón para disculparte conmigo.
—Pero,
Michael...
—No—le
interrumpo—, en realidad no la hay.
Suspiro,
aquí voy.
—Tienes razón en algo—continúo—. A mí también
me ha sorprendido la forma en que me he enamorado de ella. Tan rápido... —me
detengo para buscar las palabras más acertadas—. Casi irreal. Pero, Ross, así
de rápido he comprendido también que ella estaría prohibida para mí, porque me
he dado cuenta de cuánto la amabas...
Su mirada
se entristece luego de mis palabras. Entiendo que esto es tan doloroso para mí
decirlo como lo es para él escucharlo. No dice nada, así que continúo.
—Entonces he caído en la cuenta—murmuro sin ser
capaz de sostener su mirada—, o me he obligado a mí mismo a caer en ella, de
que Rachel también te amaba... Así que decidí odiarla, decidí odiarla para
intentar no desearla. Para no quererla. Decidí eliminar mis sentimientos para
intentar ocultar las ganas que sentía de arrojar la toalla y entonces tratar de
conquistarla...
Ross me
obsequia una sonrisa sincera de repente. Le miro con incredulidad.
—Y es un gran alivio que tu táctica
fracasara, Michael—susurra.
—De... ¿De verdad piensas eso? —le
miro esperanzado.
—Tienes ahora a alguien que vale más que oro.
Hermosa en todos los sentidos, amable, sencilla. No se interesa en nada más que
en cuidar a las personas que ama. Capaz de sacrificar sus deseos por alguien
más.
Se me
encoge el corazón escuchando a Ross hablar de aquella forma sobre Rachel. La
idea atroz de que él aún pueda estar sintiendo algo por ella me asesina sin
piedad. Dios mío, no, por favor. No.
—Te prometeré algo—su mirada se dulcifica—.
Prometeré acostumbrarme. Tengo que acostumbrarme a esto. Tan sólo necesito un
poco de tiempo, pero lo haré. Y a cambio tú tendrás que prometerme algo
también.
Lo miro,
expectante.
—Lo que sea.
—Cuídala, Michael. De la manera en que ella se
lo merece—su voz irradia dolorosa sinceridad, su mirada desciende y le siento
rendido ante sus propias palabras—. Cuídala... de la forma que ella esperaba de
mí, de la forma en que yo no he sabido hacerlo.
—Lo
prometo—suspiro. Jamás me había sentido tan seguro de mis palabras como en este
preciso momento—. Te lo prometo, Ross. Te lo aseguro.
Con una
naturalidad asombrosa, en su rostro aparece una sonrisa deslumbrante. Me siento
inmensamente contagiado por ello y entonces, soy capaz de comprender, y de por
fin aceptar que las cosas entre ambos continuarán cuesta arriba luego de este
momento. Y no podría sentirme más impaciente al respecto.
—¿Amigos? —susurra tímido, tendiendo
una mano en mi dirección.
—Por supuesto que sí, Ross.
Y tomo su
mano estrechándola sin pensármelo un instante más. No puedo creerme que esto
haya sucedido. No puedo sentirme más pleno conmigo mismo. Y la sincera mirada
que Ross me dedica ahora me alivia sin decir nada más.
—¡Chicos! —la voz de Monica resuena más allá de
nosotros—. ¡Vamos que estamos por servir el desayuno!
Ambos
caminamos hacia el comedor para unirnos con los demás. Emily ha regresado.
Intercambia un par de miradas dulces con Ross mientras busca su mano para poder
tomar asientos juntos y yo me limito a ubicar a Rachel, sin lograrlo.
—Ella sigue en el balcón—Emily me dice de
repente, contestando como si hubiera leído mis pensamientos.
—Gracias.
Me dirijo
casi corriendo hacia el balcón. Salgo por la pequeña ventana hacia el exterior
con la sutileza necesaria para que ella no se dé cuenta de que yo he aparecido
en el lugar. Ella continúa recargada sobre la barda que da vista a la ciudad,
inmersa en sus pensamientos, impasible. Y lo único que me corroe por dentro son
las ganas de tenerle entre mis brazos a como dé lugar. Me pregunto de qué habrá
hablado con Emily.
—Tu semblante cambió cuando Ross me presentó a
ella—logro articular. Rachel se gira para mirarme.
—Michael...
—suspira.
Cumplo mi
deseo y le tomo desesperadamente entre mis brazos. La aferro a mi cuerpo por
varios segundos y nos doy a ambos la fuerza suficiente cuando beso su frente.
—¿Ella te incomoda? —me aparto un poco para poder
mirarla mejor—. Emily.
—Claro
que no—juguetea con algunos mechones de su cabello—. Supongo que simplemente
tendré que acostumbrarme a mirarla siempre cerca de nosotros, cerca de Ross.
Así como él tendrá que acostumbrarse a mirarme contigo.
Un
escalofrío recorre mi cuerpo. Entonces no logro evitar recordar las palabras
que Ross me dijo hace unos momentos.
—Sé que será un poco complicado—suspiro.
—Lo sé. Tan sólo no he podido evitar sentirme
rara cuando estrechó tu mano, cuando ella te miró y le has sonreído. No lo sé,
he sentido como que...
—Linda—le
interrumpo—. ¿Sentiste celos?
Sus
mejillas enrojecen. Baja la mirada y hace pequeños nudos con sus dedos.
—Ella ya me quitó a alguien,
Michael...
Pero
claro, de eso se trata.
—...Y yo
jamás me perdonaría si eso vuelve a...
—Rachel—espeto—. No quiero que pienses en eso.
Me aterra la simple idea de que el pensamiento se te pase por la mente. De
siquiera pensarlo... ¿Entiendes?—tomo su rostro entre mis manos y le obligo a
mirarme fijamente a los ojos—. Jamás lo pienses... He despertado esta mañana
sin poder creer que he contenido tanta felicidad desde que me has besado que el
sólo pensar en ello me pone...
Y sus
labios sellan mis palabras buscando los míos en un fugaz, pero intenso y
necesario beso. Dios mío, como le necesitaba, como me había hecho falta. Todo
el tiempo.
—Michael... —juguetea con algunos mechones de
mi cabello, y pasa su dedo índice por la línea de mi mandíbula. Siento mi piel
erizándose—. Pudiste haber pedido cualquier otra cosa en la vida... y me has
pedido a mí.
Sonrío.
Así con esa sonrisa tímida y esos ojos grises penetrándome, ella era lo más
hermoso que había contemplado nunca.
—Pero yo no quiero ninguna otra cosa
en el mundo.
Vuelvo a
tomarla entre mis brazos y la acuno contra mi pecho. Siento deliciosa su respiración
chocando contra mi piel y siento la piel de mi espalda estremecerse tras el
contacto con sus manos. Ella me toma con más fuerza, y le agradezco en mis
pensamientos.
—Sé lo que ha ocurrido con Frank—susurra
contra mí.
¿Qué?
¿Cómo...?
—¿Qué, Rachel? —me lastima alejarla de mi
cuerpo, pero necesito mirarla mejor. Su expresión está perdida, llena de
compasión—. ¿Cómo lo sabes? ¿Cuándo...?
—Él ha
llamado por teléfono para despedirse de todos nosotros—exhala con tristeza.
Frunce el ceño y analiza mi vista detenidamente—. Lo siento tanto...
—No... —susurro
y me invade de nuevo la necesidad de tenerle en mis brazos. Siento cómo aparece
un nudo en mi garganta, que me obliga a comprender lo mucho que he llegado a
importarle a ella, lo mucho que mis propios problemas podían llegar a
afectarla. No, no podía permitirme que esto siguiera sucediendo, con este o con
algún otro problema. Se me encoge terriblemente el corazón—. No quiero que te
preocupes, por favor, no lo hagas...
—Nos ha
pedido que cuidemos de ti...
¡Maldita
sea, Frank!
Entonces,
¿Qué demonios ocurrió contigo? ¿En qué instante nuestra relación se había
esfumado al abismo? O jamás me he dado cuenta o es que no lo he querido ver.
Las palabras de Rachel me apuñalan una por una en una horrible idea de que
quizá he cometido un terrible error al tomar medidas drásticas con Frank, pero
por otro lado, me alivian. Me curan la inquietud de que el problema con él no
ha tenido nada que ver con Rachel. En absoluto.
Suspiro y
me limito a seguir tomando a Rachel entre mis brazos.
—¿Vienen? —la voz divertida de Ross nos obliga
a mirar el interior del departamento—. El desayuno se enfría, chicos.
Nos
dirige una sonrisa antes de desaparecer. Miro a Rachel y me aguanto la risa
ante sus ojos llenos de confusión.
—¿Desde cuándo se ha vuelto tan
amistoso contigo?
—¿Olvidé decirte? —trato de contener mi
sonrisa. Sé que esto le va a fascinar—. Ross y yo ahora somos amigos.
De su
mirada aparece una alegría gigante.
—Es... —titubea—. ¿Es en serio?
Una
carcajada libra escapar de mi boca. Lo sabía.
—Anda, que Monica nos matará a ambos
si no entramos ahora.
El
desayuno, muy a mi placer, transcurre con una divina naturalidad. Monica ha
preparado un estofado vegetariano delicioso para comer, y no evito recordar los
días que ellos pasaron en Neverland conmigo, cuando Monica suplicaba al menos
miles de veces para que ella pudiera preparar la cena alguna vez. Su comida es
en realidad deliciosa. De las mejores que he probado.
Pero el
recuerdo y excelente sazón no es lo único que me hace sonreír.
El tiempo
vuela, y Ross y yo hemos roto nuestro récord personal de no mostrar algún
indicio de cualquier incomodidad, tomando en cuenta la cantidad de palabras que
llevamos cruzando, el monto de veces que Rachel ha tomado mi mano frente a él,
los besos que Emily ha dejado en su mejilla y el total de sonrisas que todos y
cada uno hemos intercambiado. Y todos los rostros que nos rodean lo saben,
especialmente Rachel. A cada momento que ambos pasamos cerca de Ross me llega a
parecer más sincera la charla que él y yo hemos tenido antes.
—Así que
al final—Monica ríe con una taza de té en su mano—, me he decidido. Y lo he
hecho. Le he contado ayer a mis padres sobre mi relación con Richard.
—Oh,
Monica—Rachel le da un abrazo fugaz—. ¿Y no ha sufrido un paro cardiaco como
dijiste que sería?
—No, la
verdad es que pareció que mi madre se lo llevaría—Monica toma un sorbo de té—.
Pero al final ha ido todo bien. ¡Estoy
tan emocionada!
—¿Quién
iba a decirlo? Mi oftalmólogo Richard y Monica. Aún no puedo creerlo—digo
mientras termino el último bocado de mi plato.
Monica
nos obsequia una bella sonrisa, y sus mejillas delatan su sonrojo.
—¿Podríamos cambiar de tema, por
favor?—Chandler masculla.
—Chandler, por favor—Phoebe se burla—. Creí que
tu etapa de celos enfermizos había quedado en el pasado.
—¡Phoebe...!—Monica
y Chandler vociferan al mismo tiempo, Chandler me observa con los ojos amplios
y luego a Phoebe como sin creer que ella haya dicho eso en voz alta frente a
mí.
—¿Celos? —miro
a todos en la mesa, confundido.
—¿Seguiremos
hablando de esto? ¿En verdad? —El rostro de Chandler toma el color de un rojo
impresionante.
Así que a
Chandler le gusta Monica. ¡Jamás lo hubiera imaginado!
—Está bien—trato de tranquilizarle—,
hablemos de otra cosa.
Chandler
nos dedica una sonrisa un poco más relajada y yo me tranquilizo un poco
también. Después de todo, he tenido algo de culpa por su incomodidad. Phoebe
tiene una linda sonrisa burlesca que se desvanece cuando el teléfono a sus
espaldas comienza a sonar.
—Salvado por la campana, Chandler—dice Phoebe
mientras se pone de pie para atender la llamada. Una pequeña risa brota de mi
boca—. Yo contesto, chicos.
Apenas
aguarda en silencio unos segundos pegada al auricular, ella me mira con unos
ojos cargados de confusión. Miro instintivamente a Rachel y está cuestionándola
con la mirada al igual que yo.
—¿Quién? ¿De seguridad...? Muy bien, un
segundo, por favor—Phoebe tapa la bocina del teléfono con la palma de su mano y
dirige su vista hacia mí—. Ah, Michael, una pregunta rápida...
—Sí, dime, Phoebe.
—¿Cuál es el nombre de tu jefe de
seguridad?
—Bill Bray—frunzo el ceño—. ¿Por qué?
—Oh, perfecto. Entonces la persona al teléfono
no estaba mintiendo—Phoebe tiende el teléfono en mi dirección—. Es para ti,
Michael. Es Bill.
Luego de
disculparme con la mirada, me acerco a tomar el teléfono, trato de alejarme un
poco de los demás.
—Bill, soy Michael, dime.
—No ha sido fácil sacarle el número de teléfono
a Karen, Michael—suena divertido—. Y la señorita que tomó mi llamada sonó
algo confundida.
—Sí—sonrío pensando en la mirada de Phoebe—. Lo
que pasa es que ellos sólo conocían a Frank. Me parece que jamás han hablado
contigo, sólo Rachel.
—Oh, ya veo...—le oigo suspirar—.
Hablando de Frank...
—¿Qué pasa?
—John Branca acaba de llegar. Tiene noticias
sobre la última liquidación de Frank. Y bueno... sobre el otro asunto también.
Cierro
mis ojos buscando calma conmigo mismo. Sé de qué me habla.
—...Mi madre.
—Así es—suspira—. No ha dejado de llamarnos.
Sigue insistiendo en que reconsideres el proyecto en Asia con tus hermanos.
—Pero, Bill, ya he dado mi respuesta al
respecto. Mis padres saben que no me interesa formar parte de ello...—mi mirada
viaja sola a los ojos de Rachel, que se encuentra mirándome desde su asiento
con una expresión encantadora de curiosidad sobre su rostro—. Y mucho
menos ahora, Bill, no...
—Ella quiere hablar contigo,
Michael. En persona.
Suspiro
exasperante. Esto no está yendo a ningún lado.
—Hablaremos luego de esto—susurro—.
Iré de inmediato al hotel.
—No te muevas de ahí. Ahora envío a
alguien para allá, Michael.
—Bien... Adiós.
Termino
la llamada sin escuchar su contestación. Esto es perfecto, ahora tengo que
marcharme. ¿Cómo se lo puedo decir a los demás? ¿A Rachel...? No deseo irme
ahora, pero si continúo aquí, la preocupación principal de Rachel podría
hacerse presente. —Tener problemas con la gente con la que trabajo—. Paso una
mano por mi cabello tratando de averiguar cómo podría disculparme, o
despedirme.
—¿Hay problemas?
Me giro
para encontrarme con los ojos de preocupación más bellos que había visto. Así
con esa mirada, y presionando sus labios en una línea fina, Rachel continúa
esperando por mi respuesta. Pero, ¿Cómo iba a atreverme a decirle a esos ojos
que tengo que irme? No sabría siquiera cómo comenzar.
—...Tienes que irte—susurra—. ¿No es
así?
¿Cómo es
que siempre sabe lo que estoy pensando?
—No hay ningún problema, pequeña—suspiro—. Es
sólo un asunto que tengo que atender, pero no quiero irme... No quiero dejarte.
—No te preocupes, Michael—pasea su mano
lentamente por mi mejilla—. De cualquier manera debo ir a trabajar en una hora,
está todo bien.
Tomo su
mano aún rozando mi mejilla. Todavía no quiero que me suelte.
—¿Estás segura?—susurro.
—Por supuesto que sí... Además, nos
veremos más tarde, ¿no es así?
—Claro. Tan pronto como termine
volveré para acá.
—Entonces, perfecto—toma mi mano y hala
tiernamente de mí—. Ven, que te despido de todos para que no pierdas más
tiempo.
—Está bien.
Apenas
nos acercamos lo suficiente al comedor, los chicos ya tienen la mirada puesta
sobre nosotros.
—Chicos, Michael tiene que irse.
—Oh, no—Monica dice.
—Sólo me iré por algunas horas—le aclaro de
inmediato—. Han surgido algunos asuntos que atender pero habré vuelto cuando
menos lo esperen.
Simulo
una sonrisa. Es verdad que no quiero irme.
—Entonces, si te veremos en unas horas, no creo
que valga la pena despedirnos ahora—el rostro de Monica se vuelve más relajado.
—Claro...—sonrío—. Monica, la comida ha estado
deliciosa. Joey, Phoebe, Chandler, los veré luego. ¿Está bien?
—Claro, adiós—dicen casi al mismo
tiempo.
—Y Emily, de nuevo, mucho gusto en
haberte conocido.
Emily me
sonríe pero continúo notándola extremadamente tímida. No evito pensar que ha
sido por la actitud que ha tomado Rachel horas antes. Pero igual, no me apetece
dar más vueltas al asunto.
—Ross—estrecho su mano instintivamente, quiero
que las cosas continúen en paz con ambos—. Te veré luego... Adiós.
—Claro, Michael—Sonríe—. Adiós.
—Ahora regreso, chicos—Rachel sonríe para
todos. Toma mi mano de nuevo y ambos caminamos hacia la entrada del
departamento.
Naturalmente
Rachel me acompaña a través de los diferentes pasillos y niveles que tiene el
edificio. Había planeado despedirme de ella sólo afuera de su departamento,
pero pienso en que podría toparme con uno de sus vecinos y cuán rara podría ser
una escena como esa, así que desecho la idea de inmediato.
—Gracias por acompañarme hasta aquí—musito—. No
planeaba alejarte tanto de tu departamento, pero...
—...Michael—me interrumpe—, no es
nada. Quería hacerlo.
Miro a
través de la ventana del vestíbulo e identifico inmediatamente al vehículo
aparcado junto a la acera. Era el auto que Bill había mandado.
—Llegaron por ti—Rachel susurra.
—Sí, parece que sí...—Suspiro—.
Entonces...
Maldición,
esto es más difícil de lo que he pensado. No pienso decirle adiós. No quiero
irme, ¡no quiero dejarla!
—Rachel...—tomo su rostro entre mis manos y
busco perderme fijamente en su mirada. Pero qué bella es, Dios mío—. Sabes que
te quiero, ¿verdad?
Sus
mejillas enrojecen mientras enreda sus brazos al rededor de mi cuello.
—Repítelo—me ordena con un hilo de
voz.
—Te quiero—aumento la intensidad de mi mirada
inclinándome más hacia ella.
—Me gusta cómo suena en tu boca.
Termino
de acercarme a ella y presiono mis labios en los suyos lentamente. Quiero
besarla despacio, recordar sus labios, repasarlos, tenerlos siempre en mi mente
sin poder mirarlos por las próximas horas.
—Espero no tardes demasiado—susurra cerca de
mis labios—. Aún nos quedan muchos besos pendientes.
—Esperaré ansioso por ellos.
Estaría
esperando sus besos toda una vida de ser necesario.
—¿Sr. Jackson?—antes de lograr darme cuenta, un
hombre bien vestido se acerca lo suficiente a nosotros. De inmediato ubico que
es parte del personal de Bill—. Lo esperan, lo acompaño al automóvil.
—Claro, gracias—musito. De donde he podido
consigo la fuerza para alejarme de Rachel. Lucho por obsequiarle la mejor
sonrisa que puedo en este instante y ella me corresponde instantáneamente—.
Esperaré por esos besos, pequeña.
—Van a estar aquí, aguardando.
Me noto
capaz de dedicarle un último guiño, antes de que la idea de tener que irme
continúe desgarrándome.
—Vamos—suspiro.
—Por aquí, señor.
Como era
de esperarse, aquella persona no se despega de mí hasta haber ingresado juntos
al vehículo. No dejo de observar a Rachel, y la forma en que comienza
a disiparse conforme la velocidad del auto tiende a aumentar. Entonces,
con un duro suspiro que golpea el cristal de mi ventanilla, me aseguro de que
ella no saldría de mi cabeza aunque lo intentara. O aunque fueran más
importantes los asuntos que trataré con Bill ahora, no desearía ni por poco
hacerlo.
Aparcamos
en el interior del estacionamiento trasero del Four Seasons. Un puñado de
hombres más han aparecido entre los pasillos y me conducen con extrema cautela
y velocidad hasta mi habitación. Mi mente entonces divaga por lugares que no
pretendo tocar y me pregunto si valdría le pena que Rachel necesite estar
rodeada de todo esto por el simple hecho de estar conmigo.
Cruzo el
umbral de mi puerta cinco segundos después y diez veces más molesto. Bill está
charlando silenciosamente con John en mi habitación. Han comenzado sin mí,
perfecto.
—Tenían mucha urgencia por comenzar, al
parecer—camino determinante hacia ellos.
—John ha cruzado la puerta tan sólo minutos
antes de que tú lo hicieras—Bill murmura, John se dirige junto con él hacia mí.
Tiende una mano en mi dirección y la tomo sin vacilar.
—Hola, Michael.
—Hola, John. Hacía tiempo que no te
veía.
—Lo sé, había extrañado cruzar palabras
contigo—resplandece una sonrisa en su rostro—. Bien, hay asuntos que concluir.
—Muy bien, veamos.
Extendiendo
una mano John nos guía hacia la estancia de la habitación. Tomo asiento y
frente a mí, John y Bill tienden sobre la mesa de centro un puñado de
documentos.
—¿En dónde necesitas mi firma
ahora?—bromeo.
Ambos
ríen. Bien, al menos he aligerado un poco el ambiente.
—Son sólo documentos rutinarios—aparta algunos
papeles del montón—. Hasta aquí abarca lo relacionado con el despido de Frank,
junto con su liquidación.
—Bien, entiendo.
—Luego—toma otros dos documentos en sus manos—,
esto es implicado con algunas recomendaciones para él de parte de tu nombre.
Escucha... Conozco la situación, Michael, y me temo que recursos humanos ha
insistido en esto, pero si no quieres firmarlas, no tienes que...
—No, no, no...—le interrumpo, inmediatamente
ambos dirigen su vista expectante hacia mí—. Quiero firmarlos, voy a hacerlo.
—¿Estás seguro?—Bill me estudia con
su mirada.
—Sí, estoy seguro.
Plasmo mi
firma en cada una de las páginas que John apartó frente a mí. Cuando termino,
tomo los documentos que firmé y los acomodo golpeándolos levemente contra la
mesa. Sonrío satisfecho y se los entrego a John sin decir una palabra.
—¿Y qué es esto?—murmuro.
Tomo con
mis manos los documentos que restan por revisar. Y tan sólo me hace falta echar
un vistazo al lugar de procedencia de cada uno para saber de qué van a tratarse
los siguientes asuntos. No me doy cuenta de la expresión de gran desagrado en
mi rostro hasta que veo la forma en que Bill y John me miran.
—Me doy cuenta por tu expresión que sabes de
qué tratan esos documentos—John dice, tratando de contener la risa.
Me pongo
de pie y suspirando deambulo con mi actitud agotada por la habitación entera.
Amo a mi madre, sí, pero me molesta que es una persona fácil de persuadir. Y
más me molesta, que aquello es uno de los aspectos que yo he heredado de ella.
Estoy en un grave problema.
—¿Hace cuánto que ha estado llamando mi
madre?—suelto deteniendo mis pasos para mirarlos a ambos.
—Esta mañana ha llamado dos veces, no he
querido molestarte porque aún estabas en la habitación y creí que estarías...
ocupado—Bill me dedica una mirada nerviosa, pero insinuante. Siento mis
mejillas entumirse imaginando lo que él está pensando.
—Michael—John recalca poniéndose de pie—, las
personas en Corea están metiendo presión a tus padres, además de que se
disponen a ofrecer millones de dólares para verte actuar junto a tus
hermanos...—sus manos se mecen frente a mí como suplicándome que comprenda cada
palabra que sale de su boca—. Esto no es algo que puede seguir manejándose de
esta manera. Tienes que ver a tus padres. Si no estás dispuesto a viajar a Asia
y arreglarlo tú sólo, al menos tienes que ir a California y hablar en persona
con tu familia.
No
contesto, y prefiero pensar en cómo haré para negar las opciones de John. Salir
de Nueva York va a ser lo último que haga ahora. No pienso abandonar a Rachel
si apenas he llegado aquí. No, no podría.
—Michael, John tiene razón, debes
hacerlo.
—¿Te das cuenta de que, de ser por Frank, no
tendríamos este problema ahora?—John busca de nuevo mi mirada.
Sí, sí lo
sabía. Si Frank estuviera aquí, este asunto ni siquiera habría llegado ni por
poco a mis oídos. Con un "No" de su parte esto hubiera tenido final
desde hace tiempo. Si había algo que más valoraba de él, era el poder con el
que podían efectuar determinación sus palabras. Y era una lástima que la última
vez que le vi haciéndolo, había sido contra mí mismo.
—Lo sé... Lo sé, John—confieso—. Pero no puedo
lamentarme, ¿o sí? Frank ya no está aquí, y no hay nada qué hacer al respecto.
Escucha, llegará el momento en el que ellos nos darán un ultimátum, entonces
continuaré diciendo que no. Pero no me pidas que me vaya de aquí, no quiero
salir de Nueva York ahora.
—No puedes arreglar las cosas a distancia
siempre, Michael—John avanza un par de pasos hacia mí. En su mirada resplandece
un atisbo de desesperación—. No habrá ultimátums, tú tienes que establecerlo,
tú tienes que ir a California y hablar con tu familia. No hay otra forma.
Pues
tendrá que haberla. Porque no pienso marcharme.
—John, tengo apenas dos días y medio en Nueva York—espeto.
Paso una mano por mi cabello como buscando que mi paciencia no me abandone
ahora—, no puedo viajar a California ahora, no quiero. No puedo dejarla a ella
ahora...—busco exasperante la mirada de Bill. Maldición, ya está, he perdido la
paciencia—. ¡Bill, tú sabes mejor que nadie por qué no puedo marcharme ahora!
—Michael, yo...
—Un momento—John se interpone frente a mí—, me
he estado perdiendo de algo aquí, ¿Dejar a quién? ¿Qué es lo que sucede?
Sorpresivamente
me quedo helado y sin palabras por murmurar. ¿Qué se supone que tengo que
decirle ahora al señor escepticismo? Desearía que la mente de John se abriera
apenas dos centímetros.
—¿Bill...?—John continúa
insistiendo.
—John, Michael conoció a alguien...—la voz de
Bill avanza lenta y temerosa mientras me mira compasivo—. Ambos han sido amigos
por varios meses ya, y bueno, desde ayer... ella y Michael están juntos. Ella
vive en la ciudad. Entonces eso es lo que sucede.
—¿Es verdad, Michael?
—Lo es, John—asiento con las
mejillas a punto de estallar.
—...Estoy seguro de que estamos hablando de
algo sin importancia, o de algo que sólo has tenido por diversión... Me parece
difícil creer que...
—No te equivoques, John—le interrumpo—. Esto es
tan serio como es posible, ¿Está bien? Ella me interesa, la quiero...—exhalo.
Bien, aquí voy—. Estoy enamorado de ella.
John
frota su frente con ambas manos. Se nota agotado. No termino de comprender su
actitud.
—Enamorado...—repite.
—Así es.
—Has estado con mujeres antes, Michael. Y tus
relaciones terminan al poco tiempo de haber comenzado, ¿Estás seguro de...?
—No es lo mismo, ella es la
definitiva—Sentencio.
—¿Y eso lo sabes después de unos
meses?
—John, lo he sabido en cuanto la vi.
—Date cuenta de que podrías terminar lastimado.
Tan sólo te ruego que lo consideres por un instante, es un gran riesgo
quererla, ¿Qué si no funciona?
—¿Y qué tal que sí?...—mi voz se esfuma por un
instante—. John, lamento si te he dado la impresión de que yo siempre estaría
sólo. Yo mismo me la he dado también pero ahora es diferente, he encontrado a
alguien y no quiero arruinarlo. Así que no, no saldré de Nueva York ahora, es
mi última palabra.
Lo es en
verdad, y ahora aguardo en silencio por que ambos lo comprendan.
—Lo es, John, es bastante serio...—Bill
comienza a murmurar—. Ella... Ella incluso pasó la noche aquí y...
¡¿Pero
qué...?! ¿Cómo se le ocurre mencionarlo ahora?
—¡¿Qué?!—John me fulmina con la mirada—. ¿Ella
pasó la noche aquí? No, espera... ¿Qué edad tiene ella, Michael?
Maldición,
Bill. ¿Qué estabas pensando?
—Ella tiene... veintitrés
años—susurro.
—Así que siete años de diferencia...
—Sí.
—Dime, mientras ella ha estado aquí anoche...
¿Ha sucedido algo?—me desgarra la curiosidad de la mirada de ambos.
Dios mío,
quiero desaparecer de aquí. No puedo ni mirarlos ahora. No sé si me siento
invadido, apenado, o absolutamente enfadado. Ya es suficiente.
—No es de su incumbencia, pero... No, nada ha
sucedido. ¿Bien? Tan sólo hemos dormido.
—Únicamente trato de protegerte, Michael. Ése
es mi trabajo—la voz de John parece haber cambiado. Siento la suavidad de su
mirada.
—Entonces hazlo—murmuro—, pero no
dejes de apoyarme, por favor...
Las
comisuras de sus labios se extienden en una sonrisa esperanzada, y su mirada
desciende momentáneamente hacia sus brazos cruzados. Quiero creer que por
primera vez, mis sentimientos han comenzado a preocuparle también. Y que el
John Branca que había conocido estaba de vuelta.
—Así que dime—John me mira con una sonrisa—,
¿Qué has decidido? ¿Dejarás que el mundo entero la vea?
—Por supuesto que no. No quiero que ella pase
por lo que yo vivo en mi día a día. No quiero que necesite de diez hombres
espiándola cuando sólo se trate de un paseo por el parque. No... Hablaré con
ella sobre esto, sé que estará de acuerdo conmigo.
—También pienso que es lo mejor—Bill
asiente.
—Yo también—John se torna serio—. Aunque, sabes
que algún día tendrás que ir a California, tal vez no en este preciso momento,
pero...
—Lo sé...—suspiro. Sabía que ahora tocaba poner
algo de mi parte si él ha aceptado mi relación con Rachel—. Tan sólo dame un
mes, John. Permíteme pasar un mes entero con ella. Sé que aún no te he
convencido lo suficiente, pero ahora podrás conocerla de cerca.
La simple
idea hace mi sangre hervir deliciosamente bajo mi piel. Creo que sonrío, y mis
ojos brillan recordándola a ella.
—...Y entonces—continúo—, sabrás que los
próximos días que pase con ella, serán los únicos momentos en mi vida en que
sentiré por una vez que soy yo mismo. Podrás entender por qué jamás podría
querer a otra mujer como le quiero a ella, aunque pasara el resto de mis días
intentándolo.
El par de
rostros frente a mí, me estrujan con sonrisas radiantes. Y sé que al igual que
yo, ellos se encuentran pensando en las posibilidades. El sólo pensar en las
veces que continuaré despertando con ella a mi lado, las interminables formas
de tomar su rostro entre mis manos y besar cada parte de su boca, el cómo ella
busca mi mirada, cómo sé que puedo sentirme deseado cuando ella está cerca.
Pero claro... Ella tenía toda la razón. ¿Cómo es que pudimos soportar tanto
tiempo sin tocar los labios del otro? Cuando he querido besarla desde el primer
instante en que la vi, o la forma en que deseé ser parte de su vida en el
segundo que cruzamos la primer palabra.
Olvido la
presencia de John y Bill por un momento. Camino por la habitación hasta el
pequeño espejo tendiendo de la pared y miro mi rostro sonreírme como nunca
antes lo había hecho. Esto no termina de parecerme increíble.
—¿Qué ocurre, Michael?—la voz de John
parece por fin divertida.
Cierro
mis ojos apenas me doy cuenta de lo sonrojado que estoy.
—No es nada, es sólo que... —susurro—. Es que
no puedo entender qué estábamos haciendo no estando juntos.
********
—Buenos días, Ross...
Emily me mira con una tranquilidad palpable en su rostro. Me estiro entre las
sábanas de mi cama y me extraña ya no sentir el calor de su cuerpo a un lado
del mío. Miro el despertador; son a duras penas las 9 de la mañana y a ella le
ha dado tiempo de sobra para alistarse.
—Hola—susurro.
—No he querido molestarte—sonríe—, así que mientras dormías decidí terminar mi
maleta.
Oh, no.
Me incorporo y salgo de la cama en menos de un segundo. Tomo el despertador
entre mis manos y me aseguro de haber leído la fecha correctamente, entonces
maldigo el no haberme dado cuenta antes. Es el último día de Septiembre, y hoy
era uno de esos terribles días en que ella tenía que marcharse de nuevo. Y otro
día más en el que seguía odiando esta situación.
Ella parece leer mis pensamientos, y su sonrisa se desvanece por completo.
—...Ojalá no tuviera que
irme—musita.
—Entonces, no te vayas—tomo sus manos entre las
mías mientras pienso en cómo suplicarle con mi mirada—. Quédate... No te vayas
a Londres tan pronto. Tan sólo un día más, ¡Un día!
—Ross, por favor... no me hagas esto de
nuevo—su voz suena débil y triste—. Sabes que si pudiera, me quedaría sin
pensarlo, pero he descuidado tanto mi trabajo... ¡Van a despedirme!
Sus manos
consiguen zafarse de las mías en un intento por salir de la habitación. La sigo
sin siquiera pensármelo y tomo de sus hombros en afán de que vuelva a mirarme.
—Emily, escucha...—ahogo un doloroso suspiro—.
No quiero que te vayas, por favor, te necesito aquí... Ahora más que nunca.
Trato de
enfatizar mis últimas palabras. Pero lamentablemente, era tan cierto. Si he
estado en paz conmigo mismo estos últimos días ha sido sólo por ella. ¿Cómo
podría arreglármelas sólo si ella se marcha? No, no quiero ni imaginarlo.
—Yo tampoco quiero irme...
Presiono
mis labios contra los suyos apenas logro escuchar su voz.
—Entonces quédate...—infiero.
Trato de
conservar su mirada en el centro de mis ojos. Siento de pronto un atisbo de
adrenalina supurando en mis más profundos deseos, y llega tan natural a mi
cabeza. Sé lo que hay que hacer si quiero que ella se quede, entonces me siento
tan seguro de ello cuando una risa ansiosa logra escapar de mis labios.
—Quédate a vivir conmigo.
—¡¿Qué?!
—No... No te asustes, ¿está bien?—no puedo
evitar titubear—. Ya sé que parece una locura y que la gente dirá que es
demasiado pronto. Pero por favor piénsalo. ¿No crees que sería maravilloso?
Continúa
inmersa en sus pensamientos. Mirándome con esa bonita mueca de perplejidad en
su rostro.
—No sé... no sé qué decir...—aclara su garganta—.
¡Tendría que dejar Londres!
—Lo sé...
—¡Y mi trabajo está ahí!
—Bueno, podrías buscar trabajo aquí, ¿no lo
crees? Siempre oigo hablar de esos extranjeros que le roban el trabajo a los
americanos... ¡tú podrías ser uno de ellos!
Me sonríe, pero no de la forma que deseo. Sino de la forma que alguien te sonríe antes de decir 'Lo lamento'.
—Pero es que he comenzado mi vida ahí,
yo...—calla un momento, como pensando en qué decir después—. Vente tú a
Londres.
—No, no
puedo—vuelvo a tomar su rostro con mis manos—. Lo haría, de verdad lo haría.
Pero mi familia está aquí, y con mi trabajo en el museo... ¿En verdad no crees
que habría alguna manera?
—Oh, no... No lo creo...
Llego al
punto en el que sus palabras me han hecho perder la última esperanza. Dejo ir
su rostro y entierro mis labios detrás de mis manos, completamente derrotado.
—Quiero decir—continúa—, sería diferente si lo
nuestro fuera a más y estuviésemos hablando de... de matrimonio, o...
—¿Qué?
¿Ella
dijo...?
—¡No!—alza sus manos en mi dirección en un par de movimientos nerviosos—. Está bien, no debería haberlo dicho. Por favor, no te pongas nervioso. No lo he dicho, ¡en serio! Ni siquiera lo he dicho. ¡Lo retiro...!
—No, no lo hagas...
Ver a
Emily sosteniendo mi mirada de aquella manera está comenzando a obligarme a
considerar las cosas. Ella ha dicho la palabra matrimonio, y no me creo ni por
un instante su deseo de nunca haberlo sacado a flote. Su silencio me consume
poco a poco mientras me aseguro una y otra vez de cuánto la quiero. Sí, la
quiero en verdad. Y no quiero que se marche, no quiero tener que volver a
despedirme de ella en un aeropuerto. Quiero que esté aquí, conmigo. Preciso de
ella, la necesito incluso más de lo que me imagino. Y no estoy más seguro de
ello.
Pero no
puedo evitar sentir que hay algo más.
Mi pulso
se acelera de repente cuando comienzo a comprender la razón de mi inquietud.
Esa misma inquietud que ha aparecido el último mes, todas y cada una de las
veces que miré a Michael salir de la habitación de Rachel cada mañana, o cómo
Rachel regresaba al departamento todos los días tomando su mano. La primera vez
que observé la forma en que él la besaba, y sentí mi sangre helarse debajo de
mi piel. ¿Por qué es que me lastimo pensando en ello? Rachel y Michael están juntos,
y jamás la había notado a ella tan feliz. Más de lo que alguna vez había sido
conmigo.
Ha pasado
el tiempo suficiente, y seguía ardiéndome lo que aún no podía aceptar.
—¿Por qué no lo hacemos?—trato de que mi enorme
sonrisa no arruine la seriedad del momento.
—¿Por qué no hacemos qué?
Una risa
nerviosa consigue escapar de mi boca.
—Casarnos...
Me basta
mirar la sonrisa que dibuja en sus labios para saber que no todo estaba
perdido.
—¡Estás demente!
—No, no, no, no... ¡no lo estoy! ¡Es perfecto!
Emily, es aún mejor que instalarte aquí, porque estaríamos los dos juntos para
siempre... y eso es lo que yo quiero.
—Ross, nos hemos reencontrado apenas
hace algunos meses, yo...
—Sí, lo sé, linda. Pero, ¿Y qué?—balbuceo
conteniendo mi emoción—. En fin, ¿a quién le importaría eso? ¿Significa que no
podamos hacerlo? Escucha, he estado con Rachel un año entero, y has visto cómo
han resultado las cosas. Me refiero a que esto... esto tiene sentido para
nosotros... El primer fin de semana que hemos tenido juntos, terminamos
viajando a Vermont. Imagina las posibilidades. ¿Sería perfecto, no crees?
Ella me
obsequia la sonrisa más grande que conocí en su rostro y antes de que yo tenga
intenciones de reaccionar ella se inclina divertida hacia mí y besa mis labios.
—Mis
padres se van a enfadar muchísimo...
—¿Me estás diciendo que sí...?—lucho por no
romper a gritar—. ¿Eso es un sí?
—¡Sí...!—vocifera antes de volver a
besarme—. ¡Sí!
—¿Vamos a casarnos?
—¡Nos vamos a casar!
Emily
lleva ambas manos a sus labios pero sus ojos aún amplios no terminan de
resplandecer. Y yo no termino de dar crédito a lo que acaba de ocurrir. Pero,
Dios, ha funcionado. ¡No puedo creerlo!
—No, aguarda... Ven aquí—trato de decir.
Tomo su mano y trato de acercar su cuerpo hacia mí. Miro su sonrisa que no deja de recordarme lo bella que me ha parecido desde el principio y entonces me siento más fortalecido que nunca. Lo suficiente, como para determinarme a descender en una de mis rodillas frente a ella, y hacerle saber cuánto la había deseado.
—¿Quieres casarte conmigo?
Sus ojos
me responden por sí solos.
—Sí.
Ella
desciende a mi nivel y con la urgencia que desmoronaba su mirada, captura mis
labios una vez más. Sin vacilar, sin detenerse, sólo nuestros labios
sintiéndose y nada más.
—Ven, tenemos que irnos—digo tratando de recuperar el aliento. Tomo su mano y ambos nos dirigimos a la puerta de mi departamento.
—¿A dónde vamos?
—Primero, a comprar un anillo para tu mano. Y
luego, al departamento de mi hermana, a darle a los chicos la nueva
noticia.
Y por una
extraña razón que prefiero seguir desconociendo, deseo más que nada que Rachel sea la primera en escucharla.
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SOY LA PRIMERAAAA!!! guau.Que capítulo revelación.La espera,como siempre,ha valido la pena y me veo en esta noticia del matrimonio.Solo me gustaría decir que exraño los chistes de Chandler,Joey y Phoebe.En cuanto a lo demas,muy buen cap
ResponderEliminarQue? Espera... que!? Matrimonio? Bueno, la verdad y eso que?
ResponderEliminarMichael y Racha están juntos!!!! Creo que ni yo misma termino de entenderlo, es simplemente hermoso absolutamente todo, incluso la forma en la que Micha el es con ella,la forma en que esta enamorado,ver la historia desde su perspectiva es simplemente lo mmejor, hasta, hasta siento que yo me enamoro de el cada vez que habla, piensa y respira,es genial! He leido muchas historias y enserio son muy pocas las que muestras a Micha el con un aura enserio suya, como enserio era el, es increíble!
Esta es magia, muchísimas gracias Kat.
¨Matrimonio? Bueno, la verdad y eso qué?¨
EliminarPinche mamona.
Linda, hace mucho no sentia tanta adrenalina y emoción correr por mis venas como lo he sentido con tu novela. Sencillamente maravillosa, cautivadora, emocionante, espectacular.
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