“No puedo esperar a
verte de nuevo, Michael”
La frase
está reluciendo en el centro de un hermoso dibujo en el que se le puede ver a
Michael en un ambiente verde y frondoso, portando camisa roja y pantalones
negros, luciendo una de sus mejores sonrisas mientras toma de la mano a un
pequeño Jordie esperanzado a su lado. Es un dibujo bastante bello.
Vuelvo a
contemplarlo y luego a Michael a mi lado alternadamente, una y otra vez. Hasta
que la respuesta cae a mi cabeza al mirar más allá de la ventanilla del coche y
darme cuenta de que atravesamos la última interestatal hacia el este de
California; es por esto que ésta única vez Michael no ha querido conducir.
Quería mostrarme todo esto, y quería mirar mi expresión cuando lo hiciera.
Quería que comprendiera por qué visitaremos al chico otra vez.
“Gracias. ¡Gracias por
todo! Visitar Neverland había sido uno de mis más grandes sueños y ahora lo he
cumplido gracias a ti. Me gustaría volver un millón de veces más a jugar
contigo.”
“Mi madre dice que
fue una bendición el haberte topado con nosotros en la carretera. Yo digo que
alguien envió un ángel para mí.”
“El viaje a Mónaco ha
sido perfecto. ¡Perfecto de verdad! Las mejores vacaciones que tendré jamás.
Mamá y Lily lo agradecen. ¡Gracias, gracias, gracias!”
“Te quiero, Michael”
Vaya, ese
me deja con los labios abiertos. ¿Todo eso es verdad? ¿En realidad ese pequeño
sentía tanto afecto por Michael?
—No puedo creerlo...—susurro casi sólo para mí,
aún pasando mi vista de un trozo de papel hacia otro sobre mi regazo y
revolviendo unos más que había dejado sobre el asiento.
—Y tengo
decenas más apiladas en el correo de Neverland—Michael añade, despreocupado—.
Todas de Jordie.
—¿Más
incluso?
—Muchísimas
más.
Involuntariamente
paso una mano a través de mi cabello.
—Es
increíble—musito y al mismo tiempo comienzo a negar—. Quiero decir, este
pequeño realmente te tiene en un pedestal. ¡Sonríe por ti! Es como sí... Como
si fueses en verdad su salvación.
Mi
comentario hace que Michael asienta con una mirada despampanante.
—Le he tomado cariño a Jordie, linda—me ayuda a
devolver a su sitio un mechón de cabello que no para de moverse por estar aún
inclinada mirando cada mensaje. El tacto que tiene sus nudillos con el lóbulo
de mi oído me hace estremecer—. Y hemos conectado tanto también. Es
increíble. Es el tipo de personas que
sabes que tendrán un lugar permanente en tu día a día.
—Es por
eso que los invitas de nuevo a Neverland.
Su
sonrisa vuelve a brillar. Es sin duda una de las más hermosas que había visto.
—Exacto.
—Aunque, debo decir—me incorporo sobre nuestro
asiento para contemplarle mejor—. Perderme también del viaje de Mónaco ha sido
terrible. Pero me alegra que hayas acomodado todo al final y te ha sido posible
invitarlos a ellos.
—Ese
viaje ha sido uno de los mejores en mucho tiempo, sin duda, Rachel. Tan sólo
has faltado tú para que fuese perfecto—sus palabras sin duda me agrandan al
doble el corazón, es tal la intensidad que caigo en la cuenta de que si no
estuviéramos acompañados por nuestro conductor, ya me encontraría encima de él
besándole como una desquiciada—. En el primer instante en el que pisamos el
auditorio en el que sería la ceremonia de premiación, ellos no pararon de estar
boquiabiertos. ¡Estaban totalmente impresionados! Realmente he podido mostrarle
a Jordie y a June el otro lado de mi vida.
—¿Y a
Lily?—inquiero, aunque suena más a afirmación que a pregunta. Señalo con mi
dedo índice el mensaje de Jordie en el que es mencionado ese nombre. El único
que no me suena.
Es
perceptible el cómo el vehículo ha comenzado a girar con mayor frecuencia desde
los últimos minutos. Es muy probable que estemos a punto de llegar.
Michael
frunce el ceño un segundo antes de aliviarme con una sonrisa.
—La hermana pequeña de Jordie—musita—. No
podrías creer la cantidad de tiempo que quería estar en mis brazos.
—Todo
mundo quiere estar entre tus brazos, Michael—le bromeo, consciente de que sigo
alimentando su pequeño ego—. Causas ese tipo de efecto en las personas.
Pero de
su parte no recibo el gesto que esperaba. De pronto le pierdo el hilo y le miro
únicamente fijando la mirada hacia el vacío. Mi corazón comienza a martillear.
—Aunque hay algo que no me deja de alarmar—susurra
tan sólo para mí. Respondiendo a una pregunta que yo ni siquiera había
formulado.
Michael
me tiende un trozo de papel más.
“Siempre lo has sido
todo para mí y siempre lo vas a ser. Tu música me ayuda a atravesar tiempos
difíciles. Por ejemplo ahora, que mi mamá ha tenido problemas con papá porque
pasamos mucho tiempo contigo o hablando de ti. Los escucho discutir y pienso en
oírte con los auriculares a todo volumen.”
No me es
posible comprender.
—...Y esto—añade, serio. Se gira sobre el
asiento dejándome todavía con la duda ardiendo dentro de mí y saca de uno de
los compartimientos de la puerta trasera del coche un gran trozo de papel
periódico perfectamente doblado.
Lo tomo
sin dudarlo siquiera.
Se trata
de un artículo de la imprenta “National
Enquirer”. En él, encuentro fotografía tras fotografía de Michael andando
por la alfombra roja de la premiación en Mónaco; en efecto, una pequeña está en
sus brazos, June a un lado de él fantaseando con el rededor y a Jordie andando
con una sonrisa increíble justo delante de ellos. El título de la nota detalla
a “Michael andando junto a su nueva familia adoptiva”. Que aunque, tomando en
cuenta el historial que éste periódico específicamente ha tenido respecto a
Michael, es fácil saber que todo lo que relata no será más que mentiras que no
vale la pena conocer.
Ahora el
último mensaje de Jordie tenía sentido.
—Vamos...—Michael
se ciñe más hacia mi cuerpo. Lucho más incluso por concentrarme al sentir su
mano paseándose por mi espalda entera—. Dime algo, pequeña. Lo que sea.
La
petición me deja un tanto desconcertada. ¿Cómo iba a comenzar?
—Entonces...—siento
que mi voz se tensa. Trato de perderme en su mirada atolondrada para relajarme
un poco más—. ¿June ha estado teniendo problemas con Dave por esto?
—Pues, no
con Dave—se encoge de hombros—. Él es sólo esposo de June. Ni siquiera he
vuelto a cruzar palabra con el hombre desde que lo hemos conocido en el taller
remolcador. Jordie se refiere a su padre biológico, linda. Un tal Evan
Chandler.
—¿Evan
Chandler?—repito el nombre cabizbaja, en mi intento por recordar—. ¿Ya le has
conocido?
—No...
Él se
vuelve distraído a la ventanilla por un pedazo de instante. Instintivamente le
sigo la idea, y juntos vislumbramos más allá las compuertas de Neverland ya
cediendo para permitirnos la entrada. Me doy cuenta de que justo en el sitio en
donde aparcan los visitantes se encuentra un coche que en mi vida había
conocido. Al parecer, Michael sonríe de oreja a oreja al notarlo.
—...Ya están aquí—susurra.
En ese
mismo momento se apura a esconder de vuelta todos los mensajes que están
tendidos en la totalidad del asiento, junto con el recorte de noticia que me
había mostrado al final. Es lo último que le puedo apreciar haciendo. Antes de
que se detenga el vehículo por completo Michael ya se ha quitado el cinturón de
seguridad, me obsequia una perfecta mirada insinuadora y echa un pequeño salto
hacia el exterior.
Me río
inevitablemente. Luego de que yo le sigo e intento salir, la primera imagen que
inunda mi vista es la del pequeño Jordie, embistiéndole y perdiéndose
completamente entre sus brazos. Un segundo después, le sigue una pequeña de
aire parecido. Debe ser Lily. Al seguir el rastro me doy cuenta de que ambos
han salido de la mansión principal.
Perfectamente
puedo sentir el corazón latiendo con más intensidad.
—¡Jordie!—su
voz resuena a nuestro alrededor, se pierde en mis sentidos—. ¿Cómo estás?
—¡Genial!—Jordie
replica con la sonrisa cada vez mayor. Luce sin duda más grande, pero igual de
avispado al mirar a Michael que la última vez—. Ya no aguantaba las ganas de
volver.
Michael
gesticula un par de risas perfectas. Se gira y me comparte la más radiantes de
las sonrisas al girarse y tomar mi mano para acercarme hacia él. Me quedo tiesa
al andar, es un total deleite saberle contento.
—¿Recuerdas
a Rachel?—musita él señalándome frente a los pequeños. No puedo evitar sonreír.
—Seguro—Jordie
asiente, y entonces vuelve su tierna mirada hacia mí—, es la chica que estaba
contigo cuando has ido al taller. ¡Hola!
—Hola,
Jordie—le guiño un ojo al contestar—. Es bueno verte de nuevo.
Y
finalmente June, tal y como la había recordado, aparece desde el mismo sitio
deslumbrándonos a todos con una sonrisa despampanante. Termina de acercarse y
toma de manera delicada la pequeña mano de Lily, mientras se ocupa de formular
algunas señas a manera de saludos a todos nosotros. Es como si nada más hiciese
falta a partir de aquél instante. Puedo mirar, con detenimiento, el por qué de
la nota periodística que he visto antes, aunque eso no le quite lo mal
formulada que está.
Pero todo
llega a su final, y su sonrisa también. O al menos ello parece en el momento en
el que ella cruza miradas conmigo. Me extraña, según yo hemos tenido un buen
encuentro al conocernos la última vez.
—¿Ya se han instalado?—Michael inquiere hacia
ella, indiferente hacia lo demás.
—Sí—June responde inmediatamente—.
Gracias, Michael.
Jordie y
Lily están dando pequeños saltitos alrededor de nosotros. Me pierdo en ellos
mirándoles enteramente fascinada.
—¡Ja!—el pequeño vocifera—. Incluso ya estaba
tratando de alcanzar la puntuación de Michael en los videojuegos.
—¿Ah, sí?—a
Michael se le escapan algunas risas—. Buena suerte con ello, amigo... Aunque
quizá, si te portas bien, te deje ganar alguna vez.
—Oh, sí... Eso sería bueno—June echa la cabeza
para atrás con orgullo al hacerle segunda a las carcajadas de Michael. Jordie
le reprime girándose hacia ella completamente colorado—. Se siente bien
volver...
A Michael
le brilla la mirada, y me acerco un poco más a él para tomar de su mano de
forma sutil en mi intento por sentirme un poco menos excluida de la situación.
Él me toma firme, como si se tratara de un reflejo.
—Lo siento diferente, de hecho—June continúa—.
Incluso me parece que las habitaciones están más elegantes que antes.
—Sólo lo mejor de lo mejor para mis invitados—Michael
contesta, orgulloso—. Me agrada que las habitaciones de huéspedes sean
utilizadas de vez en cuando... Lo que me recuera... ¿Wayne...?
Michael
se gira a sus espaldas y le sigo a la par. Nuestro conductor ya se encuentra
concentrado en su llamado.
—Sí—él replica, por un segundo su seriedad se
convierte en un rostro lleno de amabilidad. Yo le devuelvo una sonrisa.
—¿Me ayudarías a sacar las
pertenencias de Rachel del maletero?
—Por supuesto que sí...—asiente de forma vivaz,
y al final señala hacia la entrada de la mansión frente a nosotros—. ¿Irán
a...?
—Por
supuesto. Todas sus cosas irán a mi habitación.
Siento
mis mejillas entumiéndose a sabiendas de que no soy la única escuchando.
Termino por sonreír.
—En un
segundo están allá—Wayne añade, ya ocupándose de abrir el maletero.
—Muchas
gracias.
Viro entonces
hacia June de nuevo y me doy cuenta de que no me ha quitado la misma mirada
turbia de encima. ¿Ocurre algo con ella? ¿Conmigo? No logro entender.
Vuelvo en
sí cuando Michael me da un beso fugaz en la mejilla.
—Te veré adentro en unos minutos, pequeña—musita,
seguro de que el comentario fuera sólo para mí. Sin contestar, él se aleja y gesticula
un aplauso terriblemente audible que hace que los ojos de los dos pequeños a
nuestro lado brillen y comiencen a seguirle casi al instante—. ¡Bien! ¿Listo
para perder, Jordie? Espero que este tiempo esperándome te haya servido de
práctica porque estás a punto de tener tu racha de perdedor de nuevo.
Los tres
se pierden debajo de la mirada de June y mía, con nada más que Michael lanzando
unas carcajadas que se disipan por todo el edén. Y aunque a la pequeña Lily
parece costarle trabajo seguirles el paso, a su propio ritmo termina
perdiéndose luego de ellos por el mismo sitio del que han aparecido antes.
Intento
torcer el gesto a modo de broma hacia June, pero ella se limita a seguir
mirándome de brazos cruzados. Un suspiro exasperante se me escapa y sus bonitos
ojos rasgados se entrecierran aún más.
Perfecto,
nos hemos quedado solas.
—¿Por qué me es tan difícil creer que no eres
sólo su amiga?—me dice voraz.
Me hielo
en ese mismo instante. No sé qué decir.
Sé que se
me podría ocurrir hurgar el interior del automóvil detrás de mí como si buscara
algo que se me ha olvidado de forma desinteresada para actuar un poco de
tranquilidad. Pero tampoco es como que lucir ridícula ante las personas sea una
de las cosas que mejor me salen en realidad.
Decido
soportar su mirada.
—¿O lo eres?—añade. Puedo percibir que su tono
se aligera—. ¿Sólo son amigos?
Me lo
pienso por un par de segundos. Pero al final, me apetece salir ya del problema.
—...No—mi voz tambalea—. Soy su
novia.
A June no
le cambia el rostro ni por error.
—Sabía que mi intuición no me había fallado—su
mirada se ilumina un poco y parece que va a añadir algo más.
En ese
momento sólo trato de sonreírle. Me sorprende que no lo haya preguntado antes.
Según recuerdo, yo no he cambiado mi actitud con Michael cuando ella está cerca.
—¿Hace cuánto tiempo?—inquiere. Vaya,
es mi pregunta favorita.
—Serán cinco años este veintinueve
de Agosto.
—¡Cinco años!—brama de pronto, haciendo que yo
reaccione con brusquedad—. ¡Toda una vida! ¿No?
—Lo mejor de toda una vida, de hecho—le
aseguro, al instante en que he logrado ya formular una de mis mejores sonrisas.
—Pues los felicito a ambos—murmura y se acerca
un poco más hacia mí—. Y la verdad es que lo han sabido disimular muy bien. No
creo haber escuchado de ti antes.
Claro, y aún
así, el mundo ya ha oído de ti.
Me acerco
al igual, y así no tener que contestarle con un volumen tan alto.
—Michael y
yo lo preferimos así—le digo, encogiéndome de hombros—. Creemos que no es
necesario que nuestra relación sea un espectáculo para los medios.
—Entiendo.
—Sí...
Un par de
sonrisas y el silencio es cada vez mayor. El perfecto momento para que los
altavoces del jardín no estén funcionando como deberían. ¡Es bastante incómodo!
—Y... escucha—habla con su vista clavada a sus
pies—, lamento si te he lanzado un par de miradas serias hace rato.
Lucho por
disimular la seriedad. ¿Ha dicho ‘Sólo un par’?
—Oh, no…—mi voz hace que me vuelva a mirar,
aunque la cautela de sus ojos me hace no estar segura de nada—. Yo ni lo he...
—Es sólo que... —me interrumpe de forma amable—.
Jordie prácticamente ha creído que tendría a Michael para él sólo durante todo
el fin de semana. Me ha preocupado que eso le pusiera triste, es todo.
Asiento
con ella al final. Tiene un buen punto.
—Por
suerte no hay nada de qué preocuparse, en verdad—le digo displicente—. Esta vez
he venido a Neverland con enormes pilas de trabajo por hacer. Estaré al margen.
—No es
necesario, ¿Sabes? Es sólo que no tenía ni idea de que eran pareja... —No—niego
y para variar, la sonrisa que ambas compartimos a la otra se siente sincera—. En
realidad no me...
—¿Señorita...?
Wayne,
encontrándose detrás de June me hace desconcentrar. Ni siquiera me había dado
cuenta del momento en el que había terminado.
—¿Sí?—miro
más allá de June para atenderle.
—Sus
cosas ya están en la habitación.
—Oh, te
lo agradezco muchísimo.
Me
agradece en silencio, mostrándome una enorme sonrisa. Sólo unos segundos
después se disculpa con ambas usando sólo la mirada y desaparece de nuestro
alcance.
Saber que
mis cosas ya están dentro me tranquiliza casi de forma inmediata.
—June, lo lamento—murmuro torciendo el gesto—.
¿Te molesta si continuamos dentro? Ha sido un viaje largo, desde Nueva York en
realidad. Me apetece entrar a refrescarme un poco.
—¡Oh, no,
descuida!—me contesta de forma automática—. Ve a descansar, yo cuidaré que el
par de torbellinos no rompan nada.
June me
dirige un último gesto de aprobación y terminamos andando casi juntas hacia el
interior de la casa. No puedo evitar que me parezca algo tedioso el recorrido,
aunque luego de sólo un momento terminamos separándonos de forma que ella
continúa derecho hacia el cuarto de juegos, y yo le pierdo de vista al
dirigirme escaleras arriba, con el único propósito de llegar a la habitación, y
tirarme en la cama por un largo, silencioso y calmado rato. Estoy tremendamente
agotada.
Al perder
la noción del tiempo que me tomo para mí, mi intriga crece, y el ruido
proveniente del primer piso me hace bajar.
El resto
de la tarde Michael y los niños se la pasan jugando, nadando incluso, y
paseando en el carrito de golf favorito, que es donde yo me decido por tomar la
iniciativa de seguirles el ritmo por fin. June no está. Por alguna razón, luego
de que todos han abandonado el cuarto de juegos ella había preferido permanecer
en la estancia por un tiempo. Pero Michael por supuesto no dejó que ella fuera
un problema y, mucho menos, Jordie y Lily se dejan de divertir. Todo va como
está planeado, todo a la perfección.
Visitamos
juntos a los caimanes, jirafas, leones, a la pitón de Michael y al hermoso
elefante Gipsy, el inmenso animal que en un principio ni loca me le había
acercado, pero frente a los chicos esta vez tengo que envalentarme y simular
que todo estaría bien. Michael no deja de partirse de risa por eso. Además está
Grillo, el semental de treinta y cuatro pies de altura, Petunia, mi favorita,
la cerda barriguda, y Linus, la oveja de dos pies de altura que al parecer toma
buena confianza desde el primer momento con la pequeña Lily. Es todo muy
conmovedor.
Y
entonces mi deseo se hace realidad, y la llegada del crepúsculo la recibimos
trepándonos todos juntos a la Noria para ver la noche nacer. Michael planta sus
ojos abrillantados sobre los míos por un segundo, e inevitablemente sólo me
queda olvidarme de todo lo demás. Es hermoso. Él lo es, completamente. Y es en
instantes como ese en que no puedo concebir posible que sea para mí. Su
inocencia me enamora. Su gratitud, su hospitalidad, su cariño, su rostro y
cuerpo es pura perfección. Magnífica.
Me
pregunto, con él aquí, si existen más luces en la tierra que las que hay en el
cielo.
*****
—Pero qué día...—Michael susurra con sus
palabras torciendo en medio de un enorme bostezo al mismo tiempo que se da un
enorme estirón justo saliendo del cuarto de baño—. Estoy exhausto.
Yo le
observo ya tirada sobre la cama y me río de repente. Me ha pegado el bostezo.
—Ven aquí...—musito en paz, tendiendo una mano
hacia el frente. Arqueo una ceja y sé que ni una palabra más voy a necesitar.
Le quiero conmigo.
Él
reacciona y anda a pasos ligeros hacia mí. Cuando se tira por fin en la cama me
aseguro de que quede bien cubierto por las sábanas, y le ciño con fuerza.
Aferro su cuerpo con más intensidad hacia mí y lo siguiente que siento es su
cabeza acunándose a la altura de mi pecho y sus brazos envolviéndose alrededor
de mis caderas. Yo, fascinada, comienzo a juguetear con uno que otro de sus
rizos rebeldes.
Mi
pequeña parte de cielo en la tierra.
—Debió ser un día bastante pesado, cariño—murmuro—.
Estuviste jugando con Jordie y Lily la tarde entera.
—Lo sé...—me
contesta sin más. Puedo darme cuenta de la hermosa sonrisa que se le escapa.
—Te
fascina que Neverland tenga invitados, ¿No?
—Me
encanta—se apura a decir, y en el mismo instante su mano busca la mía—. Me
llena de alegría el sólo pensar que he tenido que ver con el hecho de que
alguien se divierte así de bien.
—¡Y he
visto tu sonrisa interminable también!—mi audible tono le hace incorporarse un
poco para toparse con mi mirada. Ambos nos lanzamos la misma sonrisa y mis
mejillas se entumecen ahí.
Al ver
toda esa dulzura reflejada en su rostro cansado, se me prende el foco. Me
refresca la memoria inmediatamente.
—Aunque...—susurro, sin aguardar a que le
cambie la cara—. Es curioso que tu reacción no haya sido la misma cuando te han
venido a visitar Oprah y su séquito de hombres y camarógrafos.
—Ah...—replica con un perfecto mohín al tiempo
en que se incorpora aún más. Luce indignado—. Y no me digas, ¿Tú sí has tenido
una sonrisa congelada en el rostro durante esa visita?
Me
desafía con esa insoportable mirada. Tengo que pensar bien la respuesta.
—Pues, no
al principio...—gesticulo intentando sonar despreocupada. Michael se arrastra
sobre el colchón hasta que nuestros rostros quedan uno justo a un lado del
otro. Se acerca a mí tanto que puedo sentir su respiración. Involuntariamente
me quedo mirando sus labios—. Pero, debo admitir que sí me he llevado una
carcajada cuando ella te ha preguntado si eras virgen o no.
A ambos
se nos escapan algunas carcajadas luego de eso. Michael aún intenta reprimir
las últimas al morder sus labios con fuerza y comienza a negar.
—Esa
mujer...—susurra—. Por Dios. ¡Y lo peor de todo es que no supe qué diablos
contestarle!
—Quizá tú
no sabías cómo accionar, pero yo bien que tenía bastante seguridad en lo que
quería hacer.
Tuerce la
cabeza y me contempla como si estuviera confundido. No lo resisto más. Me
encomiendo al deseo y en lugar de explicarle, le muestro a viva imagen de qué
estaba hablando. Me aproximo a besarle con dulzura, a que mis labios sientan la
piel de los suyos con simpleza, con la que me es posible soportar.
Nuestras bocas ni siquiera se mueven, el beso es lento, sencillo, pero
celestial. Lo que necesitaba justamente.
Se le
escapa una risita más y, de una, Michael se las arregla para hacer nuestros
cuerpos girar logrando que quede encima de mí. Creo que pestañeo aturdida, pero
completamente embelesada por el atrevimiento, entonces, sin más, zafo mis
muñecas de debajo de sus manos sólo para tomar de su cuello y poderle volver a
besar. A sentir el oxígeno volviendo a mi aliento.
—Quería
escaparme de mi escondite...—jadeo cerca de su piel. Mis manos aún continúan
aferrando su rostro porque no quiero que se aleje, ni lo más mínimo—. No me
hubiera importado un demonio que me viera quien lo hiciera, pero quería salir y
besarte como una loca. Probarle que no tenía ni una maldita idea de nada—y le
vuelvo a besar—. De nada sobre nada.
—Entonces,
si lo hubieras hecho así...—murmura con una voz grave, al tiempo en que hace
que la punta de nuestras narices se puedan tocar. Por Dios, le deseo—. Quizá no
hubiese tenido que darle la excusa de que he estado saliendo con Brooke
últimamente. Me hubiera ahorrado de otras tantas explicaciones.
Me le
quedo mirando y una sonrisa se extiende en mis labios antes de besar su
mejilla. Eso me viene a recordar algo más.
—Y aún
así—replico perspicaz—, cuando Oprah te ha preguntado si estabas enamorado de
ella, al final, has añadido que te enamoraste de otra chica también.
—Lo que pasa es que...—susurra—. Soy
pésimo diciendo mentiras...
Y le
contemplo sin añadir una palabra más. Sus pestañas rizas, el café profundo de
sus ojos que sé que miran mis labios, sus ojeras, sus rizos cayendo cerca de
mí, su piel clara, la fragilidad de todo él. Me encanta. Es perfecto, es...
todo él es más.
—Eres... tan lindo, y guapo—no puedo evitar
negar al mismo tiempo que hablo. Lo miro, lo analizo hasta lo indecible y no lo
puedo creer; la cercanía con la que soy capaz de admirarle. Sus mejillas se
colorean en el mismo instante, y comienza a reír—. Maldita sea, ¿Cómo es que
eres tan perfecto? ¿Cómo es que te tengo?
Termina
de acercar su rostro al mío, y hace que las puntas de nuestras narices
comiencen a rozarse. Será perfecto pero es maligno también. Se aprovecha del
deseo que emano en mis palabras.
—Hermosa—musita.
Su sonrisa ya se ha esfumado—, de verdad que no puedo esperar a irme de gira
contigo esta vez. Quiero llevarte conmigo a todos lados. En Rusia, Sudamérica,
España, Viena, Moscú...
Creo que
mi sonrisa es la que se agranda más.
—¿Nos
imaginas?—le suelto así, abrazándolo sobre mí—. Los dos solos, en una
habitación de hotel... con la ciudad de Moscú luego de un ventanal, tendiéndose
por lo bajo sólo para nosotros.
—S-sí... Sí que lo imagino.
Y sus
labios vuelven a ser para mí, nuestras bocas ahora hacen el amor. Me besa con
fuerza, su labio inferior se aferra con necesidad a los míos y yo decaigo al
hacerlos ceder, les halo hacia mí, les muerdo, los hago sólo míos. Nuestras
lenguas se encuentran en medio de todo ello, como quien busca en los labios del
otro una razón para amar. Y es una de mis maneras favoritas para demostrárselo.
Que le amo, que le necesito y no le dejo de desear. Ya no me imagino no
haciéndolo.
Mientras
aún le aferro del cuello y mis piernas se enredan a su cintura, sus manos se
escabullen y mientras una se entierra detrás de mi espalda, siento la otra
jugueteando con la tela de mi remera para dormir. Se esconde, mi ropa no es
obstáculo para él y puedo sentir vívidamente a pesar del desenfreno sus dedos
fundiéndose en la piel cercana a mis pechos, haciéndome gemir inevitablemente
al sentir el efecto en mi entrepierna. Le quiero, le deseo terriblemente, ya.
Nada más
existe. No estamos en un colchón, sino en una nube. No estamos en Neverland,
sino en el paraíso. Y, quiero creer que el sonido idéntico a alguien tocando la
puerta, se trata de sólo mi corazón a punto de colapsar por dentro. Pero no
tenemos tanta suerte.
Insisten,
y juro que a Michael se le escapa una maldición.
—Agh, ¿Quién nos interrumpe?—zanja
molesto, en un increíble gesto de desesperación—. ¡Estamos en Moscú!
Le lanzo
una mirada solidaria, que bien, aquello me ha cortado deliberadamente la
inspiración
por igual. No aguardo más y con cuidado pero rápida salto de la cama para
dirigirme a la puerta y terminar con esto de una sola vez. Puedo escuchar cómo
Michael resopla conforme me alejo.
Tomo de
la perilla, pero antes de abrir me aseguro de calmarme un poco. Literalmente
siento cómo el desenfreno no me ha dejado de arder en la piel.
Al salir
no sé cómo reaccionar.
—¿Jordie?—salgo
de la habitación en aire disimulado y entrecierro un poco la puerta detrás de
mí—. ¿Qué ocurre, cielo?
—No puedo
dormir...—susurra con su mirada clavada en sus dedos anudados. Trae realmente
un semblante que encandece la timidez—. Lo intento, de verdad. Pero no puedo
hacerlo. Me preguntaba... Si acaso podría... Mirar una película con ustedes.
Eso seguro me ayudará.
Maldición.
—Ah...
Bien, aguarda aquí. ¿De acuerdo? Veré si Michael aún no se ha dormido—titubeo
al mentir, mostrándole un intento de sonrisa. Tan sólo una mentirilla piadosa
que no delate la íntima realidad.
—Sí—su expresión se vuelve a
relajar.
No
regreso al interior de la habitación sin antes asegurarme de entrecerrar la
puerta tras mi paso de nuevo. Sobre la cama, Michael se encuentra aún con la
misma sonrisa, atando sus rizos ya alborotados por mi obra a la altura de su
cuello de una forma que no me insinúa
otra cosa diferente a la que creo, haciéndolo lucir bastante seductor. Menuda
idea. Contando con que ni siquiera sé si podremos continuar con lo
nuestro.
No puedo
evitar morderme los labios. Sé que me voy a arrepentir de lo que voy a hacer.
—¿Vuelves ya?—musita. Se ve
perfecto. ¡Dios!
—...No.
—¿Cómo?—inquiere frunciendo el ceño.
—Ese era
Jordie, Michael—me acerco a tomar asiento al pie de la cama para contemplarle
mejor. En ese momento él se incorpora conmigo—. Dice que le es imposible
dormir, y pregunta si podría mirar una película con nosotros.
—Oh, no...—se lleva una mano a la
cabeza, mirando al vacío.
—Sí...—resoplo—. Oh, no.
Una risa
débil se le sale. Ha caído en la cuenta también.
—Bueno y, ¿Qué dices?—me consulta
con la misma cautela.
—Estaré de acuerdo en lo que tú
decidas.
Sin decir
más, Michael se queja mientras se baja de la cama y va hacia la puerta a recibir
al pequeño.
—Hola,
Jordie—le dice en un gesto cálido. Desde donde me encuentro, puedo ver incluso
cómo a Jordie se le ilumina la mirada—. Anda, ven.
El
pequeño asiente enteramente colorado. Michael cierra la puerta luego de que
entra.
—Michael—Jordie gesticula un mohín
de pena—, lo siento, es sólo que...
—...Oh
no—le corta—, no te preocupes, tontito. No pasa nada. De hecho, Rachel y yo
justo estábamos por mirar una película también.
Me burlo
por lo bajo. Sí, por supuesto que eso hacíamos.
Michael
me lanza una mirada cómplice.
—¿En
serio?—nos mira a ambos alternadamente. El comentario de Michael parece haber
incrementado su confianza—. ¿Cuál?
—Mmh...—Michael frunce los labios y pasea su
vista por el lugar entero por un momento—. El
Exorcista. ¿La has visto?
—¡Sí!—Jordie
deja relucir una sonrisa gigante. El lindo sobresalto que tiene me invita a
ponerme de pie y a acercarme más a ambos—. ¡Oh, por favor! ¡Es de mis
favoritas!
—¿Estás
seguro?—Michael gesticula un rostro pensativo—. Es una película terrorífica.
Podrías... tener pesadillas por la noche.
Llevo
instintivamente una mano a mis labios. ¿Está tratando de deshacerse de él? Vaya
intento.
—¿Bromeas? ¡Es una de mis favoritas!—el pequeño
vocifera ya precipitándose hacia la pequeña estancia de la habitación. De un
pequeño salto se tira en el sofá que da cara a la televisión y se gira un poco
sólo para hacernos alguna seña y seguirle—. ¡Hay que verla! ¡Ya!
Cabeceo
en dirección a Michael, y él, imita el gesto con una mirada de lamento. No hay
nada más que hacer.
Antes de
avanzar, se detiene a mi lado.
—Lo siento, pequeña...—me susurra al oído, no
evito estremecerme un poco—. Nuestra actividad queda pendiente para después.
Me quedo
completamente paralizada.
—Anda...—le digo, poniéndome sobre las puntas
de mis pies para besar su mejilla—. Veamos la película... Y a dormir.
De la
mano, nos acercamos y nos juntamos con el pequeño.
Jordie al
costado derecho del sofá, ya acunado sobre los cojines y cubriendo su cuerpo
con la manta que traía. Michael en medio y yo junto a él, su brazo acunando mi
cuerpo y mi cabeza descansando sobre su pecho. Nos cubro a ambos con una manta
también, y la película ya comienza a reproducirse en la videocasetera.
Aunque la
pesadez del cansancio sobre mis párpados es real, me empeño en tratar de mirar
la cinta también. Es verdad que también es una de mis favoritas, y vaya que no
lo deja de ser por el simple hecho de que el sólo mirarla me trae de vuelta
recuerdos de cuando las chicas y yo solíamos mirarla en casa, completamente
muertas de miedo, y tapadas con nuestras mantas favoritas a la altura de los
ojos. La simple memoria me hace sonreír, y me hace plantearme a la idea de qué
tanto las cosas han podido llegar a cambiar desde tiempos como ese. Es magnífico.
Pensar
que ahora estoy mirándola de nuevo, luego de tanto tiempo, con el hombre más
maravilloso y humano que he conocido sosteniéndome, y no dejándome ir.
Pestañeo,
entonces siento sus labios presionando mi frente, y cuando finalmente me dejo
ir al vacío, el último pensamiento que inunda mi mente es, como siempre, él.
***
El dolor
punzante de mi espalda me hace despertar.
Mis ojos
se abren conforme la luz proveniente del ventanal se impregna con más fuerza en
mi cabeza. Entonces, aún atontada, me percato de que ni siquiera he dormido en
la cama. De alguna forma he terminado por acaparar la totalidad del sofá, y lo
único que cubre mi cuerpo es la manta que he tomado para mirar la película.
Michael duerme aún sobre el suelo, justo a un lado de mí. Al parecer, se ha
tendido un colchón inflable y optó por quedarse a dormir ahí. Espero tan sólo
que su espalda no se la cobre con creces apenas abra los ojos.
Echo un
vistazo en torno a nuestra cama; el pequeño Jordie es quien duerme ahí.
Me
incorporo y pongo de pie con delicadeza, con sumo cuidado de que ni Michael ni
Jordie se despierten por mi culpa para fijarme en la ventana por un momento
más; el sol está alto y demasiado brillante, debe ser tarde ya. Camino hacia el
cuarto de baño.
Me miro
en el espejo luego de cerrar la puerta tras mi paso y me inclino sobre el
lavabo para lanzarme chorros de agua contra mi piel. No puede ser posible que
haya despertado incluso más exhausta. Estaba decidido. Dormir en un sitio
diferente a un colchón está ahora prohibido para Michael y para mí, no quiero
ni pensar en lo adolorido que seguro se sentirá en un rato. Estrujo mi rostro
contra la toalla y, al contemplarme un segundo en el espejo decido calmar mi
desastrosa imagen haciéndome un recogido improvisado a la altura de mi nuca.
Miro
atontada nuestra cama luego de salir; Jordie ya no está.
Michael
permanece hundido en sueños en el mismo sitio, nadie más. El armario, vacío.
Detrás de la puerta del tocador, nada. Nadie más. Entonces, salvo por un puñado
de segundos que pierdo al asegurarme de cubrir mejor el cuerpo de Michael bajo
la manta, me escabullo fuera de ahí, y me aseguro de que nada malo haya
sucedido.
Algo no
deja de sentirse mal.
—¿Cómo...?—escucho
el murmullo al final del pasillo. Me aseguro de que se trata de June—. ¿De qué estás hablando? No vuelvas a hacerlo, Jordie...
¿Pero qué
ocurre? ¿Jordie está ahí también? Me acerco cautelosa un tanto más cuidando de
no hacer ni el más pequeño ruido, hasta ubicarlos con mi propia vista. Están al
pie de las escaleras.
—¿Por qué?—Jordie replica, se encoge de hombros
pero no luce desinteresado.
—Porque
no está bien...—June le dice, molesta—. Prométeme que no lo volverás a hacer.
Nunca jamás, Jordie.
—Pero,
mamá...
—...Pero
nada—le atajó—. ¡Prométemelo!
—Yo...
No puedo
contenerlo más, y salgo de mi escondite. En el momento en que June me vislumbra
su piel palidece de una. Jordie me mira también, completamente derrotado, y sin
añadir nada más. Siento un retortijón tremendo creciendo dentro de mi estómago.
—¿Qué es lo que ocurre?—musito, pasando mi
mirada por ambos alternadamente.
Puedo ver
cómo Jordie traga saliva y June sólo me mira desconcertada.
—Ve con tu hermanita, Jordie—June murmura con
un deje de molestia—. Ha estado preguntando por ti toda la mañana.
—S-sí. Ya
voy—el pequeño asiente, y desaparece luego de la otra habitación.
June
impasible, se cruza de brazos y me mira con detenimiento.
—...Jordie durmió con Michael anoche—musita
cortante.
—Sí—asiento exasperante. Maldición, ¿Y cuál es
el problema?—. ¿Qué con eso?
—Jordie no me pidió permiso. Estuvo
mal, Rachel.
—¿Por qué?—entrecierro mis ojos al inferir—.
Michael comparte una amistad especial con él. ¿No? Anoche Jordie se paró en
nuestra puerta diciendo que no podía dormir—aguardo para darle la oportunidad
de que reitere lo que he dicho. Por supuesto, no dice nada más. Ella no tenía
ni idea de ello—. Vio una película en nuestra habitación y luego de un rato se
quedó dormido. Michael lo puso en la cama luego de eso. ¿Por qué le has dicho que
no vuelva a hacerlo de nuevo?
Sus
labios esbozan frustración. Es como si no encontrara las palabras.
—Porque es... totalmente inapropiado—espeta
firme—. No quiero que Jordie resulte lastimado.
Suspiro
ofuscada, aún más contenida que antes. Cierro ambos puños con fuerza y puedo
sentir mis uñas incrustándose en mi piel. ¿Pero qué diablos insinúa?
—Yo también estaba ahí—mi voz tiembla pese a mi
enfado—. Y, por Dios, ¿Cómo eso puede lastimar a Jordie? Él ha dormido en nuestra cama, yo en el sofá y Michael
tumbado en el suelo.
—Me
molestó que no me hubiera consultado. Se escabulló de la habitación y yo ni
siquiera lo había notado.
Me bufo
frente a ella. No concibo lo molesta que estoy.
—Quizá eso se arregla no quitándole los ojos de
encima—musito en tono enigmático, con mis labios completamente apretados. Ella
en el mismo momento comienza a evitar mi mirada.
—No se los quitaré entonces. Hablaré
con él.
—Bien—asiento de forma vaga—. Iré a cambiarme.
Seguro están por llamarnos para desayunar. Deberías ir por los niños también.
—Claro.
De forma
despistada me giro y comienzo a andar en dirección contraria, pero termino por
volverme de golpe sólo por un último segundo.
—Oh... y—musito. Ella detiene sus pasos y se
gira igual—. Te pido que no le comentes nada a Michael de esto. Él tiene un día
pesado hoy, no quiero que se líe más con nada.
Me dedica
una leve sonrisa.
—Por supuesto que no. No iba a
hacerlo de todos modos.
—Gracias—musito con mi mirada paralizada en la
de ella—. Ahora les vemos, entonces.
Me
repongo, y sin aguardar por una respuesta continúo en dirección a nuestra
habitación. En efecto, el aroma a panqueques inundando toda la casa ya está más
que presente, y no me apetecería asistir a un desayuno en el que Michael no
está.
Por suerte,
desayunamos de forma tranquila. Durante todo el rato las risas de Michael y
Jordie no hacen falta, no dejan de comentar acerca de todo lo que juntos habían
hecho el día anterior. La pequeña Lily también ríe y juguetea haciendo enfadar
a Jordie de un momento a otro, Michael se lo celebra y se les planta una
sonrisa inmensa en el rostro a los tres. Es todo muy bonito, es mejor de lo que
esperaba incluso. June se nota relajada también y parece disfrutar de los
panqueques que nos han servido y el jugo de frutas favorito que el mismo
Michael ha preparado para todos nosotros. Entre todo el revoltijo, las risas y
las bromas, le envío una que otra mirada cómplice a modo de agradecimiento.
Realmente aprecio que ha dejado el tema y no haber armado una tormenta en un
vaso de agua. Porque de verdad, hubiese sido ridículo.
Michael
se retira antes de terminar, lamentablemente. Jordie pone una mirada de
desconcierto y sin aguardar a que realice la pregunta, Michael le explica a
June y a los chicos que tiene que atender algunos asuntos en la oficina con
unos ejecutivos de Pepsi referente a
las nuevas fechas de la gira. Al final, me da un pequeño beso en la mejilla y
no desaparece de nuestra vista sin antes asegurarle al resto que Neverland está
a su completa disposición. Bill, junto con John Branca aparecen y se lo llevan
en el mismo momento.
Será un
día largo, Michael estará ocupado, los chicos y June seguro seguirán
divirtiéndose por ahí y yo tengo que trabajar. Que el día de ayer ni de broma
he comenzado. Así que llevo mi plato al lavaloza y me dirijo de vuelta a la
habitación, a ponerme a ello.
Órdenes
inconclusas que tengo que aprobar, letras de envío que requieren certificarse,
correos, encargos, y la voz del señor Zelner reproduciéndose en mi cabeza,
diciéndome no querer verme regresando a Nueva York la próxima semana, y
enterarse de que aún no he terminado con lo que prometí. Suspiro completamente
desolada al mirar el sol marcando la tarde por el ventanal de nuestro cuarto.
¿Cuándo iba yo a pensar que estaría en Neverland ahogada de trabajo?
Me dirijo
a la mesita de noche y tomo el teléfono; llamar a los chicos en casa por un
rato no hará mal. Seguro Monica ya habrá vuelto del trabajo a esta hora al
menos.
—...Pero Michael es una importante influencia para tu hijo.
Los
murmullos disipándose en el auricular me dejan helada. Parece la voz de June.
—Él está
ocupando el lugar que tú has abandonado—continúa y ahora lo sé. Es june, se
trata de ella. No sé cómo reaccionar. ¿Debería colgar? ¿Marcharme? ¿Escuchar?
Alguien
gruñe con una tremenda repulsión del otro lado. Reprimo inmediatamente la idea
de colgar y obstruyo el micrófono para que mi respiración agitada no pueda
delatarme.
—Es
ridículo—un hombre espeta. ¿Quién es?—. Michael
Jackson durmiendo con él... es inapropiado.
Se me
entrecorta la respiración. ¿Pero qué diablos ocurre? ¿June lo ha comentado con
alguien más? No, no puede ser.
—Bueno,
eso es lo que yo he pensado al principio, Evan—ella dice impasible.
Evan.
Evan Chandler. Maldita sea, es el padre de Jordie.
—...Pero
debes verlo—continúa—. Debes ver lo
generoso y amable que es Michael con Jordie.
—¿Verlo? ¡Una mierda!—él zanja voraz. Su mera voz me obliga a tomar asiento
sobre la cama; la cabeza me pesa, el aliento se me corta y siento mi corazón
desorbitándose por dentro. Es más de lo puedo soportar—. No es apropiado, y quiero que se acabe.
—Bueno, eso no ocurrirá—June le dice—. Ya he comentado de esto con... alguien. Y sé
que todo está bien así. Soy la madre de Jordie y sé lo que es mejor para él.
No hay
respuesta de Evan por un momento. Estoy ofuscada, aterrada como nunca antes
pero me quedo igual, aguardando a escuchar sin poder evitarlo y sabiendo que ya
tendría que estar planteándome de qué maldita manera se lo podré contar a
Michael. Cómo diablos le convenceré de no volver a confiar en esa mujer.
—Has
descuidado tu lugar como padre, Evan.
—¿Y qué
diablos sugieres entonces?—su tono es más sombrío—. ¿Quieres que yo también duerma con él para que entiendas que le quiero?
¿Que vea que me importa?
—No—June
le dice en tono reprobador—. Lo que
quiero que entiendas es que...
—¿Sabes qué?—Evan le interrumpe brusco.
Se me corta el aliento—. No, no lo pienso
entender. No pienso razonar contigo hasta que esto haya terminado. Y, me
encargaré. Quiero que empaques todas las pertenencias en este momento, ¿Me
entiendes?
—¿Qué? ¿Qué quieres decir?
Me cubro
la boca luego de un quejido. Sé que estoy a punto de gritar.
—Que
le quiero conocer, June. Estoy saliendo para allá.
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