martes, 23 de febrero de 2016

Capítulo 39: "Mentiras"


Dejo de mirar más allá de la ventana en el instante en que Jordie pega un grito más con su vista completamente clavada a la televisión. La sorpresa me obliga a ponerle atención de nuevo, y miro la pantalla también; al parecer, por fin ha conseguido superar su máxima puntuación en el videojuego. Se me escapa una pequeña sonrisa en el acto.

Empeñado en acompañarle en su pequeña celebración, me paro de la cama y tomo asiento sobre la moqueta también, posicionándome a su lado.

—¡Vaya, vaya!—bramo y asiento con aprobación. El chiquillo incluso me ha superado a mí. ¡Imposible!—. Lo lograste, ¿Cómo es que esto ha sucedido?

Él deja salir algunas risas y encogiéndose de hombros inicia una nueva partida.

—Te he dicho que podría hacerlo—me dice sereno, ambos continuamos observando la pantalla de televisión—. ¿No creías que he estado practicando? ¡Tenía que vencerte alguna vez!
—Pues, lo has hecho en verdad—musito y meso con brusquedad su cabeza, dejando su cabello desordenado—. Te felicito, Jordie.
—Gracias, Michael...—dice con una voz baja, y más aún, cargada de decepción—. Al menos estabas tú presente para mirarlo.

Instintivamente pestañeo en torno a él. El tono de su voz me desconcierta de inmediato.

—¿Sueles estar mucho tiempo sólo, Jordie?—inquiero. Él ni de broma deja de mirar la televisión, está concentrado en el juego.
—Los fines de semana más que otros días—contesta—. Sólo cuando tengo que visitar a mi papá. Creo que no ha tenido buena racha con el consultorio dental y, pues, tiene que trabajar algunas horas extras cuando le visito.
—¿Y qué hay de Lily? ¿Ella  no se queda contigo?
—Ella prefiere quedarse con mamá la mayoría de las veces.
—...Ya veo.

En el mismo instante asiento para mí, aún repitiendo lo dicho. Me parece increíble que Jordie maneje el estar cuentas de horas y horas sólo en casa. Y más aún, tener el tipo de conocimiento que le deja saber si Evan gana o no gana bien en su trabajo. Compartiendo el dato con tal naturalidad, como si un niño pequeño tuviese que saber ese tipo de cosas para sobrellevar la realidad.

Asuntos sobre el dinero, el divorcio y problemas con sus padres, y a cierto grado, la soledad. Dolorosamente, Jordie tiene muchas cosas con las que tiene que lidiar día con día, cosas de las que él ni por asomo se tendría que enterar. Y me duele, me lastima saberle así. Entonces, me alegra que él pueda sentirme cerca.

Sus ojos se vuelven hacia los míos por un segundo.

—Por eso me encanta que nos invites a Neverland—admite. Se le ve tan vulnerable al hablar—. O bueno, como ahora que has venido tú a mi casa. Me divierto mucho contigo.
—Yo también—le digo sin dejar de sonreír. ¿Cómo podría, luego de lo que ha dicho? —. Te aseguro que yo también me divierto mucho contigo.

Jordie me devuelve el gesto con sus ojos cristalinos, y luego de un segundo vira hacia la pantalla para continuar jugando y ponerse a ello de vuelta. Me apetece decirle algo, jugarle alguna pequeña broma para distraerle y hacerle perder o incluso me pasa por la cabeza arrebatarle el comando y hacerle enojar, pero advierto el sonido de una puerta cediendo desde fuera de la habitación, y me olvido completamente de ello, o de reaccionar en realidad.

Busco de forma inmediata algún reloj por todo el lugar. ¿Qué hora es siquiera?

—Jordie—le miro, o al menos trato de hacerlo. Él no despega su atención del videojuego—. ¿Tu padre suele llegar por estas horas?
—Ah...—bisbisea un segundo, y pone mirada de extrañez—. Es raro, pero sí, podría ser él. Aunque, no te preocupes.  Seguro tiene llave con que entrar.

Oculto mi sonrisa nerviosa con mis manos. No es precisamente eso lo que me preocupa. Contrario a mis pensamientos me incorporo para ponerme de pie. Si yo soy el único adulto que está acompañándole, debería asegurarme de quién acaba de arribar. ¿No?

            —Ahora vuelvo—le digo ya al alejarme. Jordie apenas y me pone atención.

Con el pomo de la puerta en mi mano, echo un último vistazo a la habitación antes de salir. Realmente está desordenada; hay juguetes, comida y basura por todos lados. A cada rincón que aprecio hay algo que no está en su lugar, está hecha un desastre que ni cuenta me he dado de cómo ha tenido lugar. Si Evan llega a verlo, no se llevará una bonita sorpresa al respecto, por seguro.

Meneo la cabeza para despejarme un poco. En cuanto vuelva, me podría poner a ordenar un poco y matar algo más de tiempo, y de paso podría olvidarme de la tensión que siento dentro, de los terribles nervios que no me dejan ni pensar.

Cierro la puerta, y al vislumbrar más allá me quedo petrificado. Es June, tendiendo su abrigo sobre el perchero de la estancia.

            —June—su nombre se me escapa de forma involuntaria.

Se gira de golpe, y pestañea de forma turbia al llevar ambas manos a su pecho. Está claro que ella no esperaba verme.

Decido acercarme un poco más.

—Michael...—bisbisea impasible. Puedo percibir su incomodidad por la forma en que se cruza de brazos—. Hola... Durante el trabajo he tratado de llamarte a tu casa por horas enteras y nadie ha podido comunicarme contigo.
—Así es—señalo, y trato de evitar su mirada turbia por un momento—. He estado fuera de Neverland desde esta mañana.

Me sonríe débil, como si apenas lo pudiera soportar.

Entonces, las palabras de Rachel revolotean desembocadas por la totalidad de mis pensamientos, una, otra, y otra vez. El cómo me lo confesaba todo acerca de June, la forma en la que se le escapaban infinitas lágrimas al hablar, su miedo y su completa desesperación convirtiéndose en sal turbia contra mi pecho. Todo ese pesar.

Estaba dicho, yo lo había creído más rápido de lo que un reflejo imita mis movimientos y, eventualmente, lo había tenido que comprender. Estaba seguro de que como sé que Rachel no me dice más que la verdad, June está implicada, y ella no confía en mí en torno a Jordie, por más que busque pretender lo contrario.

No me digno siquiera en devolverle el gesto.

—Sólo...—susurra, y yo le miro apenas de reojo—. Me alegra haberte encontrado por aquí.

Aguardo un poco por si a caso tiene algo más para decir, al tiempo en que apoyo mi cuerpo en el descansabrazos del pequeño sofá. June por su parte, evade mis intenciones al dirigir su vista hacia la habitación de Jordie. Sus ojos tienen cierto aire de temor. Advierto desesperación creciéndome dentro.

—Jordie está en su habitación—espeto al encogerme de hombros, sulfurando cada una de sus preguntas. Me vuelve a mirar—. Está bastante concentrado jugando videojuegos, así que... aquí me tienes.
           —¿Qué?

Resoplo de forma obvia. A ver qué tipo de pretensión tomará ahora.

—Vamos—le digo—, has dicho que me has estado buscando durante la tarde. Supongo que hay algo que querías decirme.

“O algo más de lo que me tengas que reclamar.” Pienso para mí.

June se cruza de brazos y evita mi mirada por un momento antes de verle con ánimos de hablar.

           —¿Qué estás haciendo aquí, Michael?
—¿Disculpa?—le encaro frunciendo el ceño al mismo tiempo que me pongo de pie.
—Michael...—de pronto adopta una actitud tranquila y comprensiva. No le entiendo, sinceramente—. Sé que Evan está por aparecer. Seguro no tarda ya y... me pone nerviosa el hecho de que...
—...No te preocupes, June, de verdad—le interrumpo en paz para tratar de tranquilizarla—. El mismo Evan me ha invitado a pasar la noche en su casa. Está interesado en conocerme mejor, ¿No es así? Además, la primera vez que le he conocido, en Neverland, hemos congeniado bien. ¿Entonces por qué estás tan preocupada?

Evoca un par de risas vacías. Me le quedo mirando sin comprender.

—Es que no tienes por qué tomar todo lo que te dice en serio—murmura, sonriendo de forma vaga, como si estuviera recordando algún momento triste del pasado. Quizá tendría que otorgarle ésta. Después de todo, ella es la ex esposa de Evan—. Créeme, lo he sabido a lo largo de los años.

Luego de un chasquido, continúa:

           —Además, Neverland está a más de dos horas de aquí, no tenías qué...
—...No ha sido problema—le corto—. Justo vengo del centro. Hace unas horas he llevado a Rachel al aeropuerto y bueno, el lugar me quedaba de paso.

Entonces niego conforme voy explicándome, y un silencio tremendo aparece entre los dos. Si ella no planea añadir nada más, yo sí.

—Supongo que la intención de Evan es llegar a agrandar su confianza en mí respecto a mi relación con Jordie—es el momento exacto en el que ella me vuelve a mirar—. Que al menos uno de los dos confíe.

Detecto indignación en ella, su mirada se hace sombría y abre la comisura de sus labios como si estuviera a punto de decirme algo, pero parece olvidarse de ello en el instante en que unas luces salen dispersadas a través de la totalidad de la habitación. Como si fuese un reflejo, ella se dirige a la ventana detrás de ella a mirar, y sin siquiera acercarme advierto un par de maldiciones escapando de sus labios.

Escucho la puerta de un auto cerrándose fuera, y luego, alguien aproximándose. June me dedica una última mirada de compasión.

           —Sólo... espero que sepas lo que estás haciendo.

Se me seca la boca de sólo apreciar su expresión de temor. June se aparta un poco y no transcurren más de diez segundos para que Evan termine por atravesar la puerta y entrar, trayendo consigo un maletín formal y un par de bolsas de plástico blancas. Ella le sonríe, o al menos lo intenta, y yo, me quedo ahí, esperando por una reacción de su parte.

—Michael...—Evan dice hacia mí. Evidentemente ha pasado a June por alto—. Diablos, has venido. Apareciste de verdad.

Nos aproximamos el uno al otro, y me da un vigoroso apretón de manos. Me tambaleo un poco por la fuerza, pero simulo seguridad. Dios, no puede dejar de parecerme obvio el parecido que tiene con Jordie.

—Ni que lo digas—contesto, mientras él me devuelve mi mano—. No ha sido nada.
—Quizá no para ti, pero para Jordie lo sería todo, ¿No?

Me limito a sonreír. No sé cómo tomarme el comentario. Finalmente se le acerca a June también, y le obsequia otro apretón de manos igual de seco que el mío, aunque un poco más suave también. Ella gesticula una sonrisa débil.

           —June...—Evan murmura con seriedad—. Hola.
—Hola, Evan—luego de contestar, June vuelve a cruzarse de brazos. Su indiferencia es palpable, es incómodo de presenciar hasta cierto punto.

Me tomo las manos y me pierdo mirando mis dedos anudados.

—Y bien, ¿Dónde está el niño?—él le dice, y frente a June sostiene alto las bolsas de plástico que lleva para que ella pudiera tomarlas—. He traído la cena.
—Oh...—esta vez, yo decido contestar—. Jordie está en su habitación, yo...

Evidentemente deja de escucharme cuando tiene la oportunidad, y sin añadir más nada Evan comienza a andar en torno a la habitación de Jordie. Maldición, verá la habitación hecha un asco. Inmediatamente me incorporo, y quiero dirigirme tras él. Le dedico un último vistazo amable a June y comienzo a andar.

Cuando le alcanzo al pie de la puerta, lo primero que visualizo es a Evan dándole un gran abrazo a su hijo. Le toma con fuerza, e incluso me replanteo seriamente la idea de regresar a la estancia y desaparecer de la habitación, pero hay algo más que no puedo dejar de mirar; al abrazarle, Jordie se muestra totalmente rígido y serio, como si le fuera indiferente que su padre justo acaba de llegar.

—Jordie, pero mira todo esto—Evan musita luego de dejarle ir, su vista se pasea atolondrada por toda la habitación—. ¿De dónde has sacado todo esto? ¿Quién te dio todos estos juguetes?

Jordie me mira divertido. Siento un retortijón en el estómago de pronto.

—Me los ha obsequiado Michael—Jordie suena orgulloso. Se acerca a la pantalla y apunta con su índice hacia el suelo, apenas manteniendo esa inmensa sonrisa—. ¿Viste ya mi consola de videojuegos? Él me la dio también. ¡Es estupenda!

En ese momento Evan se vuelve hacia mí, y sus ojos me muestran cierto deje sombrío. Si una de las razones por las que había accedido a aparecer era mostrarle a él que yo no trataba de tomar su lugar en la vida de Jordie, me estaba saliendo un poco mal. Jordie está saboteándome el plan involuntariamente.

Le sonrío igual, poniendo indiferencia al asunto.

—Me gustaría saber lo estupenda que es a mí también—añado, apoyándome contra el umbral y cruzándome de brazos—. Con eso de que ni de broma me ha tocado jugar con ella.

Jordie deja un par de risas despistadas salir.

—Sí, quizá yo juegue una partida con Michael después—Evan murmura, y luego de bufarse, la seriedad regresa a su rostro—. Quiero que recojas todo esto, Jordie. Es un desastre. Y date prisa, que tu mamá está sirviendo la cena.

Entonces él sale de la habitación luego de hablar, dejando a Jordie con una mirada vaga persiguiéndole. ¿Así es de voluble siempre?

—Sí, así es siempre—Jordie susurra con cautela hacia mí, respondiendo a una pregunta que yo ni siquiera había formulado en voz alta.

Lo único que se me ocurre es sonreír.

—Ya lo oíste—le animo simulando un golpecillo en su cabeza—. Hay que recoger, te ayudo.

Entre Jordie y yo hacemos de la habitación un sitio verdaderamente irreconocible. Le ayudo a levantar la basura mientras él devuelve sus cosas a su respectivo lugar, apilamos alguna ropa que había lanzado por los suelos y al final le tengo que convencer de que deje la consola de videojuego para más tarde y le apresuro para salir. June y Evan ya esperan por nosotros en el comedor, y la cena ya estaba puesta en los sitios de cada cual.

La cena por suerte se me pasa relativamente rápido. Relativamente, si más que concentrarme en terminar la comida de mi plato, me concentro en ponerle más atención a las palabras y risas de Jordie, que a las miradas despectivas y con recelo que se envían de un momento a otro Evan y June. No puedo evitar preguntarme si de verdad June suele frecuentar a Evan mientras Jordie le visita, o es algo que está haciendo por el simple hecho de que yo me encuentre presente. Luego de tanto tiempo, June lamentablemente se había convertido en una persona indescifrable para mí, sin remedio. Mi visión había cambiado en torno a ella.

Permanecemos conversando por el tiempo que nos es posible, escuchando algunas de las anécdotas que Evan se empeña tanto en interpretar respecto a su trabajo. Al parecer es un dentista, y por lo que comprendo, Jordie tenía razón; no le estaba yendo tan bien últimamente y, una vez más, me sorprendió el cómo saca el tema a relucir sin ningún tipo de sutileza. Prefiero evitar mirar el rostro preocupado de Jordie cuando su conversación toca el tema.

Yo le hago preguntas a él, y él a mí. Sé que ambos tratamos de llegar a conocer más uno del otro y lucho hasta lo indecible por cooperar y no dejar que todo se vaya al demonio. Pero, es que, a veces sus preguntas podían llegar a ser tan fuera de lugar, tan personales, que me estaba quedando sin mentirillas piadosas disponibles para contestar.

“Seguridad” me recuerdo, de nuevo. “Seguridad ante todo.”

—Así que en el lugar en el que vives... Neverland—Evan masculla al llevar un bocado a su boca. Pronuncia el nombre como si fuera motivo de burla. Le miro con seriedad—. ¿Sueles estar tú sólo? ¿Siempre?
—Oh, no—se me escapan unas risas. Menuda idea ha de tener de mí—. Neverland suele estar lleno de gente. Desde los jardines hasta las oficinas, en la cocina, estudio o en alguna que otra habitación. Además de que suelo visitar mucho a mis padres en la ciudad, o mi familia también visita mi hogar. Yo no podría sostener un lugar así por mi mera cuenta.

Él, junto con June se me quedan mirando comprensivos.

—Tienes razón—añade un poco más relajado—, ahora que lo he visto, suena imposible. No imagino la cantidad de dinero que se tendría que invertir.

Opto por no contestar. ¿Qué ha querido decir?

—Pero Michael puede hacerlo sin problema—Jordie dice a nuestro lado con una voz preñada de inocencia—. Él tiene mucho dinero.
—Jordie...—June susurra seria, a tono de reprobación. Esta vez le doy la razón a ella. No me apetece tocar ese tipo de tema.
—¿Qué? ¡Es cierto!—Jordie replica indignado y azotando los cubiertos contra la superficie de la mesa—. El otro día mientras jugábamos me dijo que planeaba comprarse un avión porque odia tomar los vuelos normales. ¿Y recuerdas cuando fuimos a Disneyland? En el aeropuerto la gente no dejaba de acercarse a nosotros. Era espantoso.

Siento mi aliento entrecortarse. Quiero reprimirle el habla a Jordie pero no se me ocurre cómo podría. Evan se gira y me mira despectivo. Maldición.

           —¿Han ido a Disneyland?—inquiere—. ¿Cuándo ocurrió eso?
—S-sí, bueno...—titubeo al limpiar mis labios con una servilleta. ¡Dios! ¿Qué le digo?
—En mi cumpleaños—Jordie repone, disfrutando de la conversación. No tiene idea de nada—. Ha sido uno de los mejores días de mi vida.

Irremediablemente, Evan encara sombrío a June. Espero que nada vaya mal.

—¿Cómo es que yo no sabía de esto, June?—le pregunta, en un tono más bajo.
—Ha sido una sorpresa, Evan—ella susurra igual—. Michael lo decidió y bueno, no he podido decirle que no. Ni a él, ni a los niños. Olvidé comentártelo, eso es todo.

Un tremendo silencio nos encuentra cuando June termina de hablar. Evan no formula palabra o gesticula alguna expresión. Está ido. Me le quedo mirando pero no percibo nada más, salvo el terrible miedo de que quizá se encontraba pensando ideas completamente equivocadas.

Aclaro mi garganta en medio de ello, y decido continuar:

—...De cualquier forma, en cuanto tengo tiempo libre, vuelo a Nueva York y me quedo ahí por un tiempo.
—¿Nueva York? ¿Tienes otra casa allá?—me pregunta Evan, y retoma su comida. Creo que un pequeño suspiro brota de mis labios.
—Un pequeño departamento—contesto hacia él, encogiéndome de hombros—. Prefiero tener un lugar propio al que pueda llegar a tener que registrarme en un hotel cada vez.
           —Entonces eso quiere decir que vas seguido.
—Sí—musito, aunque cuidadoso. ¿Por qué no dejo de pensar que quiere guiar mi conversación por otro lado?

Jordie inspira y todos nos giramos hacia él.

           —Rachel vive en Nueva York, ¿No?

Oh, maldición. No, Rachel no puede salir a flote. No ahora.

June me mira con preocupación.

—¿Rachel? Es la chica que estaba contigo la primera vez que fui a Neverland, ¿No?—Evan se incorpora sobre la silla para ponerme atención—. ¿Quién es ella?
           —Oh, ella es...—June dice echándose a reír despistada.
—...Rachel es una de mis mejores amigas—le corto con amabilidad y actuando indiferente. Deseando poner ya fin al asunto—. Somos muy unidos.

Jordie me lanza una mirada diligente y recelosa. Sabe que he mentido. Entonces, clavo mi vista hacia mi plato a medio terminar. Ya no puedo comer ni un trozo más, de pronto se me borra el apetito.

—Es un poco tarde ya—la voz de June me distrae. Me incorporo para mirarle y la encuentro ya de pie para dirigirse con su plato a la cocina—. Lily y Dave me esperan, creo que debería irme.
—Bien—Evan asiente indiferente. Sus ojos encuentran los míos y me pinta una sonrisa vaga—. ¿Pasas la noche, Michael?
           —Ah, sí—asiento.
—Correcto—me responde, y se pone de pie también para llevar su plato a la loza—. Jordie, despídete de tu madre.

Eso dicho, decido seguirle también. Jordie ya se ocupa de acercarse a June para despedirse y me he quedado sólo en la mesa.

Al atravesar el comedor, miro más allá mis pertenencias puestas sobre el sofá de la estancia. Un atisbo de preocupación aparece. Ni siquiera hemos acordado dónde dormiré. Me dispongo a acercarme a Evan para consultarlo.

—Justo estaba por decirte que por mí no habría ningún problema, Evan—le digo al tiempo que dejo mi plato junto con el de él—. Podría quedarme en un sofá de la estancia o...
—¿Qué?—se sonríe hacia mí con desconcierto—. De eso nada, ¿Cómo iba a permitir que durmieras sólo en el sofá?
—De acuerdo...—le pierdo de vista por un momento, mientras trato de cavilar por alguna opción diferente. El gesto se le endurece un poco a él—. Jordie me ha dicho que tienen una habitación de huéspedes. Si quieres...
—Imposible—me interrumpe—. La tengo repleta de cosas y equipo del consultorio.
           —¿De verdad...?—June brama detrás, incrédula.

Evan y yo viramos hacia ella. Me aseguro de que Jordie ya no está ahí antes de devolverle la misma incertidumbre. No tenía ni idea de que ella nos estaba escuchando.

—Sí, June—Evan espeta con prontitud. Puedo darme cuenta de la seriedad con la que le mira.
—De acuerdo—June se encoge de hombros, toma su abrigo del mismo perchero para ya usarlo y toma el pomo de la puerta para salir—, les dejo. Adiós.

No nos da oportunidad de responderle más. Evan lanza un quejido al aire cuando ella cierra la puerta y se devuelve al lavaloza de nuevo. June se había ido, sí, pero la incomodidad sigue en cada partícula de aire en el lugar. Está claro que nunca me sentiré del todo acogido.

            —¿Entonces?—le sigo inmediatamente.

Él frunce el ceño por un instante, luego asiente y retomamos el tema.

—Jordie tiene una cama disponible en su habitación—musita, y comienza con la limpieza de la vajilla luego de dejar caer un poco de agua—. Te quedarás con él, si te parece.
—¿Cómo?—me le quedo viendo. ¿Qué ese no había sido el conflicto en un principio?

Me encara, con un mohín.

            —¿Tienes problema?—me dice.
            —No... es sólo...

Trastabillan mis palabras, pero no puedo hablar. Sus ojos son realmente sombríos, o al menos así lo aparentan cada que se encontraban sobre mí. Este hombre no tiene ni un pelo de gracia. No sé si algún día todo esto podrá funcionar entre él y yo pero, lamentablemente, estoy comenzando a desear no tener que involucrarme tanto con él en un futuro como lo tenía previsto. Es el tipo de personas que prefiero alejadas de mí.

           —Bien—musito en voz baja.
—Adelante entonces—sonríe—. Estás en tu casa. Termino con esto y yo también me voy a dormir.
           —Claro.

Él vuelve a lo suyo, y yo, luego de tomar mis pertenencias del sofá, cruzo el largo pasillo camino al cuarto de baño dispuesto a alistarme para dormir. Al andar cerca de la puerta de Jordie me doy cuenta de que sólo se ha regresado a su habitación para continuar con los videojuegos. Creo que me río en el acto; va a pasar mucho tiempo antes de que se canse de ello.

Me pongo el pijama y cepillo los dientes en menos tiempo del que deseo. Termino, y pretendo despejarme un poco echándome puñados de agua fría contra el rostro. Está claro que va a ser una noche larga, cansada e incómoda también. ¿Por qué la insistencia de Evan en que me quede a dormir en la habitación de Jordie? Es irónico, o quiero pensar que son sólo ideas mías pensar que hay una intensión detrás de sus palabras. Suponiendo que, según lo que me había dicho Rachel, él sonaba molesto como el demonio cuando June le mencionó acerca de la otra noche por teléfono. No tiene ningún sentido.

Seco mi rostro presionando la toalla contra mi piel por un momento, y un suspiro agotador se me sale ahí. No, tengo que equivocarme. Todo está bien. Evan verá que no hay nada de qué preocuparse y todo va a arreglarse.

Cuando salgo, me percato de que Evan ya no se encuentra en la cocina. Todo está a oscuras en la estancia y el comedor salvo por una luz escapándose de la habitación de Jordie y de otra puerta cerrada más encontrándose a la izquierda. Me acerco un poco, y puedo escuchar el sonido de la televisión encendida; un noticiero nocturno para ser exacto. Evan tiene que estar ahí.

Me giro, y al final del pasillo está una puerta cerrada más. Como Jordie me había dicho, la última habitación era la de huéspedes. Entonces, tomo el atrevimiento de aproximarme a observar, y al abrir la puerta y mirar al interior, no puedo evitar ocultar mi desilusión.

En la habitación no hay nada de lo que Evan mencionó durante la cena.
*****

El automóvil ya espera por mí luego de haber desayunado.

            —Pero, vas a regresar, ¿Verdad?

Me embebo de la dulce expresión esperanzada que Jordie me lanza al acompañarme a salir. Creo que sonrío en el mismo instante.

Evan sale por la puerta también, y aguarda pasible con su cuerpo apoyado contra el umbral.

—Por supuesto que lo haré, Jordie—me apresuro a decir. Su sonrisa se desborda todavía más—. De cualquier forma, sabes que tú siempre serás bienvenido en mi hogar. Siempre podrás ir a Neverland.
—Oh...—Evan chasquea su lengua y Jordie vira hacia él—. No estoy seguro de ello, Jordie.
—¿Qué? ¿Por qué?—Jordie pregunta. La forma en la que se le borra la sonrisa me hace tensar.

Miro de reojo a Evan, siendo que a mí también me gustaría oír su respuesta. Él se encuentra con los labios entreabiertos como si fuera a contestar, pero desiste al observar más allá de donde me encuentro de pronto. Le sigo, y me doy cuenta de que Bill ha bajado del coche para ayudarme con la valija que estoy sosteniendo. Se la entrego y le agradezco con la mirada. Más allá, él se vuelve hacia el coche para dejarla dentro del maletero y aguarda fuera para esperarme.

—Quiero decir, tienes muchos asuntos pendientes—Evan repone un tanto abrumado—. La escuela está por terminar, y tienes la ceremonia de graduación. ¿Lo olvidabas?
—¡La fiesta! ¡Por supuesto! ¡Lo he olvidado por completo!—Jordie brama en medio de ambos. En ese momento, su expresión vuelve a ser la de antes, salvo por su mera sonrisa que se ha multiplicado por diez. Él se gira a mirarme y pega algunos saltitos de emoción—. Oh, Michael... tienes que venir conmigo. Había estado planeando cómo decírtelo pero lo había olvidado. Vendrás, ¿verdad? ¡Oh, por favor! ¡Tienes que estar ahí!

Tengo la sensación de que se me agranda el corazón. Siempre tan sonriente, tan inocente como cualquier pequeño tiene que ser. Le devuelvo el gesto en el momento, y no puede importarme menos lo que Evan pueda llegar a decir.

—Me encantaría, Jordie... Lo prometo. ¿Por qué no iba a querer acompañarte?—musito imitando su tono bobalicón, aunque luego de un instante, tenga que devolverle la misma mirada turbia a Evan—. El problema es que, durante los próximos días estaré un poco ocupado. Ya sabes, estoy a punto de continuar con la gira y...
           —Oh, vamos, Michael—Evan me interrumpe vivaz—. Ve con el niño.
           —¿Perdón?
—Sí, la ceremonia es en un par de semanas—añade un poco más relajado y avanzando hacia mí—. No será muy tardado, estoy seguro de que te puedes tomar un par de horas para descansar de todo ese trabajo que tienes.

Jordie tuerce el gesto hacia su padre y entrecierra los ojos como si estuviera repitiéndose esas palabras. ¿Le habrá parecido lo que dijo Evan tan sorpresivo como a mí? Evan arquea ambas cejas derrochando todo el orgullo.

—Apuesto a que Jordie ya le ha dicho incluso a todos sus amigos de ello.

Cavilo en mi mente mientras estudio a Jordie con la misma expresión. Claro, sí, podría hacerlo por él. Seguro. Últimamente las distracciones son más que bienvenidas a mi rutina diaria. Podría ser divertido.

—¿Michael?—Bill me ocasiona un pequeño respingo al hablar—. ¿Nos vamos?
           —Ah, sí...

Evan levanta los ojos para mirarle atónito. Yo me giro y le encuentro para tranquilizarle con la mirada, aunque por el semblante que encuentro sé que no le ha importado. Sin decir nada más, Bill lanza una pequeña sonrisa a Jordie y camina de regreso al coche.

Cuando vuelvo a fijarme en Jordie, él ya tiene una cara impregnada en seriedad.
           
—Voy a tratar de asistir, ¿De acuerdo?—le sonrío, tan aliviado como puedo aparentar—. Te lo prometo.
           —Gracias, Michael.

Sus brazos expectantes se abren y yo me inclino inmediatamente para poder recibirle. Evan y su patética sensación de que puedo llegar a quitar su lugar dejan de importarme por un instante y quiero poder ser capaz de obsequiarle a Jordie cuanta tranquilidad pueda irradiar, que sepa una vez más que no me voy para no volver a aparecerme por un buen rato. Hacerle saber que estoy ahí para él, que yo le ayudaría en la primer circunstancia que se llegara a presentar, y que los problemas no tienen que ser algo con lo que él va a lidiar sólo. Porque tengo tanto que agradecer, por tantas sonrisas que me ha sacado cuando más lo había necesitado.

Meneo su cabello con brusquedad para hacerle quejarse, y un par de carcajadas se me escapan frente a él.

—Adiós, chiquillo—musito sólo para él, y en ello Evan termina de acercarse para tender su mano rígida en mi dirección. Batallo para poder volver a mirarle.
—Michael...—me dice al estrecharme la mano. Su tono de voz se vuelve seco y desinteresado, como si lo hubiera dicho sólo porque Jordie se encuentra presente—. Que estés bien.
           —Claro. Gracias, Evan.

Le sonrío en mi intento por despreocupar a Jordie, y me dirijo al automóvil sin perder un momento más.
           
            —¿Y bien?—Bill me mira con una sonrisa—. ¿Cómo ha ido todo?
            —Bien, supongo...—suspiro y ajusto mi cinturón de seguridad—. Sólo que...

Por alguna razón, me llevo una extraña sorpresa cuando me percato de que Bill no se encuentra sólo en el interior, John Branca viene acompañándole en el asiento de copiloto. Ajusta el espejo retrovisor para mirarme a través de él, y sé que mi sorpresa le saca una tremenda sonrisa.

Bill enciende el motor y emprendemos marcha.
           
           —John...—musito esperanzado—. ¿Qué haces...?
—¿Un abogado no puede visitar a su cliente favorito?—me corta divertido, jactándose de que me ha jugado una de sus tontas bromas.

Se me salen algunas risas. Vaya cumplido.

—Sé que se supone que te vería hasta este viernes, pero así podremos agilizar el tema de la gira—se gira sobre su asiento para mirarme—. Es sólo que estaba cerca. Me encontraba en la ciudad trabajando con otro cliente, y le he dicho a Bill que pase por mí.
—¿Me engañas con otra persona?—finjo un tono de voz indignado. Él entiende la broma y se ríe para volver a incorporarse.

Clavo mi vista hacia el exterior, celebrando la pequeña broma conmigo mismo. Al menos he aligerado el ambiente.
           
            —Adivina con quién me encontraba, Michael—John espeta desde su asiento.
            —Dios...—aparento inquietud—. Déjame adivinar... ¿Barry Gibb?
            —Ni cerca.
            —Ah...
            —Vamos, Michael—Bill dice de pronto—. Piensa mejor.

Trato de ubicar alguna idea conforme miro cómo avanzamos por la carretera. ¿Con qué otras personas había trabajado John antes?

           —¿Elton John?—inquiero.
           —No.
           —Oh, vamos—trato de buscar su mirada—. ¿Es hombre siquiera?
           —Si te lo digo, vas a saberlo de inmediato. Así no es divertido.
—Pero mira... Ya con eso me lo aseguras—ubico por fin su mirada en el espejo—. Courtney Love.
—Casi...—sisea Bill. John le reprime con una mirada asesina—. Un poco más para atrás.
           —Oh...—pero claro. De pronto llega la respuesta—. Priscilla Presley.

John, en eso, formula un gemido de satisfacción. Entonces se gira sólo por un instante para arrojarme la mirada más insinuadora de todas.

           —La misma—musita.
—Vaya...—devuelvo mi vista al exterior. Mirar el camino desvanecerse tras nuestro paso me hace despejar un poco mi mente—. ¿Qué le ocurre ahora?
—Ya sabes...—John dice despreocupado—. Problemillas aquí y allá. El tema de los derechos de una nueva producción en la que quiere colaborar, el catálogo de Elvis, asuntos con su pareja...
—Creo que no había oído hablar de ella desde que ha asistido a tu boda, John—replico, procurando que mi rostro continúe inexpresivo—. Suena a que tiene mucho en qué pensar, y mucho de qué preocuparse entonces.
           —Créeme, que quien tiene más cosas en qué pensar es su hija... Lisa Marie.

Me vuelvo instintivamente hacia él, sorprendido. Ahí me doy cuenta de la risa de John y de la forma en que Bill le da una mirada despectiva.

¿Lisa...?

—Al parecer ella está muy interesada por el negocio últimamente—John prosigue, ignorando por completo a Bill—. Según me dijo, trata de encontrar una manera de expresar lo mucho que tiene que decir acerca de su inusual vida a través de las letras y la música.
            —¿Según te dijo?—inquiero, totalmente inmóvil—. ¿La has visto?

John se ríe burlón y ninguna pizca de carcajada se me contagia. No entiendo qué puede ser tan gracioso.

—La he visto, sí—asiente, aún mirando al frente—. Está muy cambiada desde la última vez.

Asiento, pensativo. No puedo evitar que mi mente evoque la última vez que había mirado una fotografía de ella. ¿Hace cuánto había sido? Tiene que haber sido hace años ya. Demasiados, si John se atreve a sonar tan seguro para sentenciar lo cambiada que se encuentra ahora.

Cabeceo hacia él y por alguna razón, quiero continuar escuchando.

           —Claro que cuando le he dicho que quizá podrías apoyarle, ella...
—...Espera, ¿Qué?—bramo para él, intentando ignorar el retortijón que me sube desde el estómago hasta el rostro.
—Pues... está claro—se encoge de hombros, solamente—. Ella necesita el asesoramiento de alguien. Obviamente alguien con experiencia.
           —¿Y le dijiste que yo le ayudaría? ¿Le hablaste de mí?
—Ella misma me lo ha preguntado. Claro, luego de haber sacado tu nombre a relucir.
           —¿Qué fue lo que te dijo exactamente?
           —Creo que sus palabras han sido; ¿Realmente crees que él podría ayudarme?

Meneo la cabeza con inquietud. Me resulta incluso imposible imaginarla formulando aquella pregunta.

Trago saliva y sólo siento cómo se incrementa mi ansiedad.

—Cielos, tendría que pensarlo—musito, y me vuelvo a incorporar correctamente sobre mi asiento—. Estaré ocupado por los próximos meses, y luego de la gira planeaba tomarme un par de meses de vacaciones en Nueva York. Hace mucho que no he visitado a los chicos allá.
           —Comprendo, sí—John asiente, relajado.

Su voz desaparece por algunos segundos, demasiados en realidad. Veo de reojo a Bill, y su expresión continúa siendo la misma desde que la conversación ha comenzado.

¿Eso es todo? ¿El tema ahí termina?

—¿Recuerdas cómo ella solía gustarte?—John vuelve a hablar, echándose a reír en medio de todo el silencio—. No dejabas de preguntarme por ella.
—¿Qué...?—mascullo. El mismo retortijón se convierte en la sensación de que mis mejillas comienzan a arder.

Bill lanza un enorme quejido al aire.

—¡Por Dios! John, por eso no quería que se lo dijeras. ¿Le has dicho todo sólo para molestarlo con eso?
—Oh, vamos—John brama sonriente y alza su brazo para pasarlo por el hombro de Bill—. Déjame molestarlo un poco solamente.
—De cualquier forma no va a funcionar—Bill espeta acorde. No sé cuánto más en realidad podré seguirles el hilo del tema—. Le insinúes lo que le insinúes él no va a pensar más nada porque Michael no busca una mujer ahora. Parece que se te olvida que lleva cerca de cinco años al lado de Rachel. ¿Rachel? La recuerdas, ¿Verdad?

John se tuerce para poder mirarme de nuevo, y me obsequia una perfecta mirada de confusión.

           —¿Es cierto eso, Michael?—murmura—. ¿Tanto ya?

Ahora soy yo quien no puede dejar de sonreír. Creo que un suspiro se me escapa en el acto.

           —Así es, John.

John se incorpora, y mirando al frente se pone a susurrar un par de frases que me son imposibles de descifrar. Bill niega hacia él de nueva gana a modo de reprobación y al final a ambos se les escapa un par de risillas.

Luego de ello, puedo incluso pensar que la propuesta que John me ha dado antes ha sido hasta falsa. No lo dudaría ni por un minuto, conociéndolo.

—Además—Bill repone serio y con su vista centrada al frente—, si has dado problema con que Michael le saca siete años a Rachel, no quiero ni imaginarme con Lisa, que le diferencia con diez. Ella sólo tiene veinticinco años.
—Tendrá veinticinco, pero ya está casada—John le responde voraz—. Tiene dos hijos incluso.

Bill resopla, y al darme una mirada breve de disculpa le vuelve a reprimir.

            —¿Sabes qué? Cierra la boca, John.

El camino se me pasa lento y tranquilo luego de las discusiones de Bill y John. Son más de tres horas en las que me pierdo profundo vislumbrando el camino y vegetación que llevan a Santa Barbara, y que me sirven de sobra para meditar la última petición de Jordie, respecto a su ceremonia de graduación. Siendo que no es él en el único que tendría que pensar, sino acerca de Evan, y sus ojos que juré me pedían que me negara en el momento. Tengo que pensármelo bien.

Cuando arribamos, me digno únicamente en dispararme escaleras arriba y dirigirme a mi habitación. Luce de cierto modo más grande, dolorosamente vacía, pues las pertenencias de Rachel ya no estaban ahí. Me tiro exhausto sobre la cama, y sobre el almohadón que ella suele utilizar me encuentro con un escueto trozo de papel plegado.

Identifico inmediatamente el manuscrito.

"Aún y con la distancia, a veces siento que los latidos de mi corazón están en unísono con los tuyos. Por favor, no te olvides de lo perfecto que eres. Te amo."

Por fin se me escapa una sonrisa sincera, siento el corazón palpitándome de nuevo.
*****

En cuanto una nueva mañana comienza nos ponemos a ello.

Al cabo de los próximos días me paso de la oficina al estudio, al comedor a engullir lo que me quite menos tiempo, de vuelta a la oficina y luego de que la noche se pone, voy a dormir. O al menos a intentarlo. Son días bastantes asfixiantes. Mi firma se pasea de una línea punteada a otra con la misma prontitud con la que me pongo a perfeccionar uno que otro paso de baile en el salón. Junto con John estrechamos la mano de otros ejecutivos para cerrar tratos, llegar a acuerdos y administrar las fechas del calendario. Según lo acordado, comenzaría en Bangkok, Tailandia, el veinticuatro de Agosto, y terminando a principios de Noviembre en Sudamérica. Siento la sangre abandonando mi rostro con cada cláusula que leo más de una vez, pero al mismo tiempo ese atisbo de deseo por volver al escenario se hace más que presente. Y sé también que esta segunda etapa será mejor. Tiene que serlo, porque ahora Rachel viene conmigo.

Cada día un nuevo tema qué tratar.

Los días se hacen semanas sin darme cuenta. John pone su mente de lleno a ello y Bill supervisa que todo el protocolo llegue a satisfacerse como se está planeado, pues mientras más cuentas saldemos, menos asuntos pendientes habrán, y lo próximo que estaré haciendo será asistir a la ceremonia de Jordie, y estar para él sin pensarme más acerca de lo que Evan pueda o no pensar al respecto. Se ha construido una realidad torcida en su cabeza en la que yo trato de acatar su lugar, su sitio en la vida de su hijo, y si de alguna u otra forma él no aceptaba lo contrario, no había nada más que yo pudiera hacer por él, lamentablemente. Como sea, la idea de que luego de que todo termine tomaré un avión, de la mano de Rachel, con destino a Asia, me planta una inmensa sonrisa en el rostro. Me hace creer que aún así todo puede caer en su lugar.

            —Creí que estarías muy ocupado. No quería molestarte.

Jordie habla en un tono un poco abatido. Por un momento no me parece que sea en realidad él. La voz de Bill recordándome todas esas veces que el pequeño me había intentado contactar se me viene a la cabeza. Y yo siempre me había encontrado ocupado con una cosa u otra.

Niego serio, reprendiéndome a mí mismo.

—Bueno... sí—intento que mi voz le brinde tranquilidad, y tomo asiento al pie de mi cama—. He estado algo ocupado, Jordie. Pero vamos, sabes que siempre me puedes llamar. Me haría un tiempo libre para hablar contigo.
           —¿En serio?
—Claro, bobo—siento que mi táctica de distracción ha funcionado bien—. ¿Sabes? He estado checando mis citas pendientes y, tal parece que sí podré asistir a tu ceremonia de graduación. ¿No es eso grandioso?

Percibo un leve suspiro desde el auricular, y nada más. Jordie no responde. Una punzada de temor aparece y decido continuar.

—Podré conocer a tus amigos—musito, pretendiendo que me echo a reír—, y hasta podríamos jugarles algunas bromas a uno que otro chico que no te agrade tanto.
Sí, eso... Eso suena bien, Mike—él murmura esta vez con una tonalidad más relajada, aunque a creces presiento que algo no anda normal del todo—. Suena divertido.

No me contengo más.

—Jordie, te noto raro—conforme hablo, no puedo evitar seguir sintiéndome alerta por dentro, sabiendo que si no soy lo suficientemente directo, no conseguiría nada de él—. ¿Está sucediendo algo contigo? ¿Tu papá volvió a dejarte sólo?
No, es sólo que...—admite con debilidad—. Pienso que ya no iré a la ceremonia, Michael. Ya no quiero ir.
—¿Qué? ¿Por qué? He creído que...
—...Es sólo que hay chicos que me molestan. Y en realidad no los quiero ver—me interrumpe, y yo niego a la par. Nada de ello tiene algún sentido—. El único amigo que tengo ahora eres tú... Por eso te invité. Lo he pensado, ¡De verdad! Pero, lo decidí. No quiero asistir.
—¿Estás seguro, Jordie?
Sí.

Miles de ideas hirientes se pasan por mis pensamientos sin dejar de luchar, arrasan con todo a su paso. Trato de aceptar y adaptarme a lo que Jordie me ha dicho pero no dejo de sentir que hay algo más detrás de ello. Algo mucho más importante qué considerar.

            —¿Qué ha dicho tu padre sobre esto?
 —Nada—susurra bajo—. Aún no he sabido cómo decírselo.

Me quedo mirando la moqueta de la habitación para cavilar en su respuesta. Entonces, si Evan se llegara a enterar de que me lo ha dicho a mí primero que a él, seguro ambos estaríamos en problemas.

Una idea brota fresca en mi cabeza.

—Te diré algo—espeto, con una alegría falsa que ni a mí me llega a convencer—. No soportaría saber que estás triste o sólo en tu casa, mientras los demás están divirtiéndose en la ceremonia, pero tampoco te convencería de asistir. Así que te llevaré a donde tú me pidas durante todo el día para que te diviertas. Puede ser a donde quieras. ¿Qué te parece?
¿Harías eso?—balbucea—. ¿De verdad?
—Por supuesto que sí—un par de risitas sinceras se me escapan.
Sólo que... no quiero que venga mi papá con nosotros, o que se entere.
—Pero, ¿Por qué?

Frunzo el ceño, incrédulo y burlándome de mí. Justo cuando ya me estaba planteando unas cientos de formas en las que se lo podría decir a Evan.

En cuanto te fuiste, el otro día, comenzó a cambiar—Jordie me dice con su voz tambaleante. Un escalofrío de angustia vuelve a manifestarse. ¿Hasta cuándo él iba a dejar de darme motivos para preocuparme?—. Me ha dicho que no quería que me acompañaras a la ceremonia, que no quería que yo estuviera tanto tiempo cerca de ti... Luego, el otro día me ha preguntado todas estas cosas raras que... Creo que ha estado fingiendo contigo.

Jordie enmudece, una vez más. Meneo la cabeza con fiereza, y en el mismo segundo percibo la sangre abandonando mi rostro.

            —...Se ha puesto... agresivo.

No, mierda.

—Jordie...—le suelto lento, quiero que por sus oídos cada una de mis palabras puedan significar algo—. ¿Te ha golpeado?
N-no, es... Aguarda.

Advierto un nuevo alboroto a través del auricular. Una puerta abriéndose, algo más cayendo hacia el suelo y una nueva voz, una más grave apareciendo en medio de todo ello. No lo puedo luchar y presiento todo ello con la respiración entrecortada.

            —...Ya viene.
            —¿Qué...? Pero...

Un tono largo me quita el habla. Espero, y nuevos tonos cortos y rápidos aparecen. La llamada se ha cortado, y mi ansiedad comienza a inundar cada atisbo de mi piel.

No lo medito ni un segundo. A trastabillas me escabullo fuera de casa y tomo cualquier vehículo disponible, lo que sea que me quite menos tiempo del que tengo. No puedo despejarme, y tengo la sensación de que en breve comenzaré a escupir bilis ácida por los labios. Intento asimilar a fondo lo que acaba de pasar y mi mente se impregna de escenarios abominables que me aseguran de cosas que yo no había querido creer: Evan no confía en mí, y nunca lo hizo. Y si es él la razón por la que Jordie terminó esa llamada, él estaba en problemas, y yo no lo iba a permitir.

Aferro el volante con ambas manos al sentir el mismo miedo atenazándome dentro, mientras el camino al frente se hace infinito, el aturdimiento volviéndose severo y las horas más lentas, y a cada momento aún más. Me juro en ese mismo momento que aclararía cuentas con Evan frente, lo haría entrar en razón sin importarme un demonio lo que sea que su mente le haya hecho suponer sobre mí y acabaría con todo. Será la última vez que cruce diálogos con él.

La puerta se abre frente a mí, y le cruzo como si nada más importara un demonio.

           —¿Dónde está Jordie, Evan?

El miedo, la ansiedad, el cólera desesperante me obligan a dirigirme dentro, con el único propósito de precipitarme hacia la habitación de Jordie y ubicarle ahí. Miro detrás de la puerta, debajo de la cama, y dentro del closet. Cada lugar que esculco y nadie aparece. No hay nada más.

—No está—Evan dice detrás de mí, y con una endemoniada tranquilidad se vuelve hacia la estancia, lento, cruzado de brazos, y convencido de que yo estoy caminando justo detrás de él—. Lo he llevado a casa de June en cuanto llegué. No podrás verle. Ya no.

Le encaro con la mirada escociendo, sintiendo que en cualquier segundo podría romper a gritar.

—¿Qué le has hecho, Evan?—bramo, tomando mano de toda mi contención—. ¿Cuál es tu problema conmigo?
—Oh, no es que tenga un problema contigo, Michael—suelta el aire mofándose de sí. Si es que tenía algo importante para decirme, más le valía decirlo ya—. Ahora mismo, es que tú eres mi problema, y el hecho de que no sé qué pretendes sacar de mi familia también.
—Por Dios...—llevo ambas manos a la cabeza como rogar sentir que no le he escuchado, me siento agotado, amordazado por la situación.

Su mirada se ensombrece en silencio frente a mí. Evan me mira con odio esculpido en cada facción sin siquiera despistarlo.

           —¿Estás teniendo algo con mi hijo?
—¿¡Qué!? ¡¿Pero qué diablos insinúas?!—voceo en el acto, adolorido, con el alma y mi voz consumiéndose ahí, sintiendo cómo el hielo congela mi sangre al escucharle—. ¡Por supuesto que no, Evan! Maldita sea, no puedo creer que me lo hayas preguntado.

No veo en su mirada ni el mínimo resquicio de arrepentimiento, algo que pueda hacerme calmar. Tan sólo niega, y su mirada turbia me aprisiona severa.

—La cuestión es que Jordie está por cumplir trece, y tú tienes treinta y cuatro—sentencia con su índice dirigido hacia mí, sin siquiera parecer que le ha dado importancia a la maldita pregunta que me hizo antes—. Si me parece ya imposible que sean tan unidos, entonces...
—...Evan, por favor, no...—le zanjo negando, lo tengo que intentar una última vez—. No digas tonterías.

Entrecierra sus ojos con indignación.

—¿Qué ocurrirá si en el futuro ya no eres amigo de Jordie?—inquiere—. Él saldría muy lastimado.
—Puedo asegurarte que eso no va a pasar—mi voz aparece pese al nuevo nudo de mi garganta—. Te lo digo, Evan; no pienso apartarme de Jordie.
—Ahí es donde te equivocas.

Evan me da la espalda para dirigirse a la barra del comedor, dejándome con la sensación de que estoy a punto de colapsar por todo el desprecio. Mi corazón martillea como loco. Lo miro, simplemente le sigo con la mirada y no lo puedo creer.

Vuelve, y con la misma mirada inexpresiva tiende un documento hacia mí. Estudio la cuartilla con movimientos paralizados.

“Departamento de Servicios Infantiles del Condado de Los Angeles”

Mi vista se clava en el encabezado, y con toda esa impotencia comienzo a leer;

Solicita modificar el acuerdo de la custodia de Jordie. En el documento, Evan clama que June debe poseer sólo el mismo derecho que él sobre el pequeño. Que se prohibiera a Jordie acercarse a mí o visitarme en cualquiera de mis viviendas, o cualquier otro lugar, y que se exija que él reciba atención psiquiátrica para determinar el alcance de la influencia que tengo sobre él, la cual, Evan considera “malsana”. Y acusa a June, de alimentar la amistad, y de terminar obteniendo ‘obsequios lujosos’ de mi parte. Viajes, y dinero en efectivo también.

“El menor no podrá salir del área de Los Angeles sin supervisión de su padre, sin ninguna excepción”

Tenía que ser una maldita broma.

            —Quizá deberías prepararte para terminar la amistad, Michael.

Levanto mi vista para mirarle, con todo mi empeño en permanecer conteniendo el cólera enardecedor. Él espera en silencio, sonriendo enigmáticamente hacia mí como si estuviera disfrutando hasta lo indecible de cada endemoniado momento en que se me escapaba el aliento. Pero yo no planeo obsequiársela tan fácil.

Al diablo con él, con June, y con todo lo demás.

¿Iba yo a salir de la vida de Jordie sólo porque sus padres no confiaban en mí? ¿Porque no pueden tolerar que si, ellos no están, yo sí estoy para él?

Se me escapa una sonrisa en medio de todo lo demás.


            —Por supuesto que no.

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