lunes, 22 de diciembre de 2014

Capítulo 19: "Mi Abismo"

            —…No empieces con esto, Monica, por favor.

Dejé de limpiar su rostro, y me limité a observarla en silencio. Sin poder comprender aún el por qué de que no haya entendido a qué me estaba refiriendo, o al menos ocultar que ella ya lo sabía.

            —¿Qué es, Monica? ¿Qué es lo que ocurre?
            —No lo sé. Dímelo tú. ¿Qué es lo que está ocurriendo aquí?

Ella no contestó. Frunció su ceño de manera notable y continuó mirándome. De inmediato comprendí que, en efecto, ella no comprendía de qué le estaba hablando.

            —¿Querías pintar sus uñas, Rachel?
            —Oh, Monica, vamos…
            —¿Le persigues por toda la habitación?
            —Monica, por favor…
 —Puedo jurarte que me es fácil decir que él también estaba coqueteando contigo.
           
Cuando ella escuchó mis palabras había ocasionado que sus mejillas tomaran un color rojizo, antes de dejar de mirarme completamente, y de tomar mi mano para que yo continuara limpiando su rostro.

Pero yo no había terminado de hablar.

—Rachel, quiero decir, ¿qué es lo que ocurre? Yo creí que tus intenciones nunca habían sido las de…
—…Mis intenciones siguen siendo las mismas, Monica. Nada ha cambiado—dijo, interrumpiéndome de inmediato—. Todo sigue igual, y ahora estoy en paz con cómo se están dando las cosas, ¿Sabes? Por primera vez en mucho tiempo las cosas comienzan a agradarme de nuevo.
—…Pero, ¿Qué es lo que hay con el comportamiento de ambos? Digo, no podemos sólo fingir que nadie presenció nada de eso.

Lanzó un gran suspiro, y perdió su vista en algún punto del suelo.

—La verdad es que no lo sé… En fin, quiero creer que sólo fue por el motivo de encontrarnos aquí, en este increíble lugar… tan cerca de él… junto a él. Pero, la verdad es que siento como si algo…
            —Ah, chicas…

La figura de Chandler frente a nosotras nos sacó de nuestros pensamientos cuando llegó sin más a la habitación. Y ahora teníamos que olvidar la cosa de la que estábamos hablando, o al menos pretender que lo habíamos olvidado.

            —Lo lamento pero, ya nos sirvieron la cena a todos.

Rachel me miró, y pude descifrar que rogaba por mi permiso para que pudiera salir de la habitación. No es que hiciera falta en realidad. Le devolví una dulce sonrisa, le limpié los últimos restos de esmalte de su rostro, y salimos detrás de Chandler.

Segundos y minutos pasaban desapercibidos. La linda velada que Michael había preparado para nosotros difícilmente transcurrió frente a mis ojos. Yo mientras tanto, me perdía en aquellas personas que me acompañaban, y que no hacían más que contagiarme con la alegría que irradiaban por todos y cada uno de sus propios sentidos.

Joey y Chandler charlaban con Michael de tal manera, que ni por un momento una persona hubiera creído que tienen pocas semanas de haberse conocido. Hablaban más bien como si fuesen amigos de toda la vida, compartiendo experiencias, descubriendo intereses en común, y dejando brotar las más altas carcajadas que hace mucho tiempo no les había oído soltar de sus labios.

Phoebe, se unía a la plática que los muchachos se ocupaban de compartir revelando sólo algunas de las miles experiencias que ella ya ha compartido con todos nosotros, y la manera en que Michael depositaba total atención a sus historias, me alucinaba completamente, haciéndome sonreír en severas ocasiones.

La verdad en aquél momento, era que no había cabida para cualquier mal rato, no hubo silencios, no hubo incomodidades. Ni siquiera las hubo en el momento en que volví a recordar a mi hermano, durmiendo sólo en su departamento, a miles de kilómetros de donde nos encontrábamos nosotros. No, aquél día resultó haber sido perfecto, si es que acaso había un adjetivo que se le llegara a comparar.

Y todo había sido así, gracias a Michael.

Me hundí en mis pensamientos un segundo más, para luego haber trasladado mi vista al par de personas que se encontraban sentadas en la esquina de la gran mesa en la que estábamos cenando. Hablaban entre ellas, pero no de la forma en que hablarían con todos nosotros.

Michael y Rachel.

Él la observó a ella por un largo periodo de tiempo. Había tanto sentimiento en la manera en la que él la miraba a ella. En la súbita manera en que él pronunciaba su nombre; “Rach” le oí decir, y todos moríamos de ternura.

Cuando ellos dos se encontraban juntos, se percibía una ferviente corriente que corría entre ambos, de ida y de vuelta. Como un vínculo que no podía romperse, como si sus miradas estuvieran sujetadas una a la otra, o como una pequeña descarga eléctrica, que amenazaba con convertirse en la más perfecta de las tormentas. Era realmente mágico.

En un determinado momento, Frank optó por ponerse de pié frente a nosotros. Agradeció a Michael por la cena, se despidió de todos nosotros y caminó hacia el umbral de la puerta principal.

            —¿Es muy tarde ya?—susurró Phoebe.
            —Diría que sí, casi son las once de la noche—Chandler respondió.
            —…Será mejor que comience a mostrarles las habitaciones, chicos.

Michael se puso de pie y a la par todos comenzamos a seguirle, hasta comenzar a subir las escaleras que nos llevarían al segundo piso de la mansión, y nos condujo hasta lo que parecía ser un enorme pasillo, que contenía un sinfín de puertas cerradas frente a nosotros.

Alguien lanzó al aire la idea de que teníamos que bajar por nuestro equipaje, ya que lo habíamos olvidado en la entrada principal, pero al parecer Michael había tomado ya cartas en el asunto, pues mientras abría una puerta de aquél pasillo, pudimos notar que el respectivo equipaje ya se encontraba ahí, en cada una de las habitaciones.

Cuando tocó mi turno de que Michael me dirigiera  a la que sería mi habitación por la siguiente semana, antes de ingresar al fin en ella, el final del gran pasillo había llamado mi habitación. De entre la oscuridad emergía lo que parecía una bella escultura de dos niños tomando sus manos por arriba, lo que enmarcaba de una manera espectacular el umbral de aquella gran puerta hasta el fondo.

Aquella tenía que ser la habitación de Michael, no había duda.

Sonreí en el acto.

***

Esperé a que todo estuviera en orden, y que cada quién se encontrara ya bien instalado en su respectiva habitación, antes de que aterrizara en mí la idea de ingresar a la mía.

Me encontraba caminando por aquél largo pasillo que me conducía a mi habitación, justo frente a las habitaciones donde todos estaban quedándose. Hasta que me aproximé lo suficientemente cerca a una puerta en particular. Y entonces comencé a preguntarme por qué había sido que mis pasos no me habían permitido avanzar más allá de la que era la habitación de Rachel.

Comencé entonces a observar esa puerta cerrada frente a mí, mientras miles de ideas comenzaban a aflorar en mi cabeza. Ideas que me carcomían por dentro.

            —“Sigue caminando, Michael…”—pensé para mis adentros.

Tenía que llegar a mi habitación y olvidar que estuve ahí, observando esa puerta.

De cualquier forma lo más probable era que ella ya se encontrara tratando de descansar, después del día que todos habíamos tenido. Creí que lo mejor sería que yo también me fuera a descansar de una vez. Pero, ¿y para qué? si sabía que aunque me tirara en la cama más cómoda del mundo, no iba a dormir en absoluto, pensando en si de verdad hubiera sido buena idea llamar a su puerta.

Bajé la mirada, y cerré mis ojos por un momento, para tratar de meditar unos últimos segundos mi posición, antes de que por fin me decidiera irme de ahí. Pero en el momento en que abrí mis ojos de nuevo, mirando bajo, todo comenzó a tener claridad. Perfectamente alcanzaba a verse por debajo de esa puerta, unos destellos de luz que se asomaban de ella. Y me aventuré a pensar que ella no estaba durmiendo aún, pues todavía tenía algunas luces prendidas.

No lo pensé más.

            —¿Michael?

Ella abrió la puerta en el instante en el que yo la había llamado, y sin siquiera pensarlo, ella me cedió espacio para que yo pudiera entrar a la habitación. Lo hice, sin querer mirarla, porque sabía que si la miraba justo a los ojos, perdería toda noción de mis sentidos, y saldría de la habitación sin pensármelo dos veces.

           —¿Ocurre algo?—preguntó, mientras cerraba la puerta tras de mí.
—Oh, no. Sólo quise asegurarme de que todo se encontrara en orden… ¿Está todo bien por aquí?—le dije, mientras observaba el interior de la habitación, aún con mis patéticas intenciones de no mirarle a los ojos.

—Oh, claro que sí. De hecho, hace unos segundos estaba terminando de desempacar algunas cosas—dijo mientras apuntaba con su dedo índice la maleta casi vacía que se encontraba sobre la cama.
            —…No quería interrumpirte.

Musité, aventurado a mirarla de frente esta vez. Porque ahora comenzaba a darme cuenta de que no se trataba de mí, y de lo que sucedería conmigo si me sentía débil en su presencia, sino de que ella supiera que yo estaba obsequiándole mi total atención cada que ella me hablara.

—¿Interrumpirme? Oh, no, claro que no—me sonrió—. Justo terminé cuando has llamado a la puerta. Y la verdad es que me alegra que hayas decidido pasarte por aquí, ¿Sabes?

La observé, confuso, sin pronunciar una sola palabra. Fruncí el ceño en busca de que ella continuara hablando. Pero no logré encontrarme con su mirada por mucho tiempo, pues ella ya había desviado su vista hacia otro punto, como si estuviera buscando las palabras correctas.

Acomodó algunos cabellos que estaban fuera de lugar, volvió a mirarme, y continuó.

—Nunca tuve la oportunidad de agradecerte…—musitó con una voz débil—, por permitirnos pasar la noche en tu hogar, Michael.
—No tenías que hacerlo. Para mí fue más que suficiente el simple hecho de que aceptaran quedarse aquí.

Ella frunció sus labios y aumentó la intensidad de su mirada, avanzando un par de pasos al frente, posicionándose a varios centímetros más cerca de mí.

Me estremecí al sentirla.

            —…Aún así, siento que tengo que agradecerte por todo esto.
            —Tranquila—le interrumpí.

Ella me sonrió, con esa sonrisa a la que me había costado tanto trabajo acostumbrarme, y posó ambas manos sobre sus caderas, mientras dejaba escapar una pequeña risa llena de incredulidad. Negó con la cabeza sin dejar de sonreír aún, y comprendí que no daba crédito a lo que yo acababa de decirle.

            —Tú nunca vas a dejar de impresionarme.
            —…No pienso dejar de hacerlo.

Sonreí en el acto, y ella avanzó un paso más hacia mí, —si es que aún había distancia existiendo entre nosotros—. Luego extendió sus brazos.

            —…Michael… ¿Puedo…? ¿Puedo abrazarte?

No le respondí. No hacía falta que lo hiciera. En menos de un segundo yo ya me había dado por vencido y acuné su cuerpo entre mis brazos. La escuché suspirar, y cerré mis ojos al momento en el que sentí sus manos haciendo contacto con mi espalda.

No hacía falta nada más.

Me sorprendí al no haberme puesto nervioso o inseguro, sin ningún titubeo en mis movimientos, ante el hecho que ahora estaba sucediendo entre nosotros. Y me percaté de que todo esto había sido posible, porque realmente necesitaba de ella.

Se aferró a mi cuerpo, ciñéndose con mayor fuerza, y su cuerpo se amoldaba de la manera más perfecta al mío. Fue entonces cuando me di cuenta de que si sólo hubiese dependido de mí, podría haber continuado sosteniéndola de esa manera por horas enteras. Pero la tentación ya había cruzado cualquier límite existente conmigo, y no podía dejar que aquello siguiera sucediendo.

El adictivo olor que desprendía de su cabeza, la manera en la que sentía su respirar colapsando con calor sobre mi pecho, y sus manos viajando por la superficie mi espalda casi hacen que olvide la razón primordial por la que había decidido llamar a su puerta en primer lugar.

De donde pude tomar las fuerzas, busqué las agallas para dejarla ir.

—…Rachel, yo… no he venido a tu habitación a que me agradezcas… He venido por otra razón.

Ella sólo me observó.

            —…Necesitaba hablarte sobre algo.
            —¿Sobre qué?

Tomé su mano, y nos dirigí a ambos hacia la cama, sentándonos al pie de ésta. Bajé la mirada por un segundo y traté de encontrar las palabras más acertadas.

—Rachel… De alguna u otra manera… ha llegado a mis oídos lo que ha ocurrido… entre Ross y tú.

Su sonrisa se desvaneció, y sus ojos estaban en blanco.

           —¿De dónde lo escuchaste?
—Escucha... Lo último que deseo es que te molestes con ella por mi culpa… Monica se lo dijo a Frank, y él me lo ha dicho a mí.
           —No sé por qué no me sorprende—se quejó.
—Rachel, por favor… Te lo pido, no te molestes con ella… Tú sabes que no lo ha comentado con afán de perjudicarte.
—No me molesto con ella, Michael. Sé que no lo ha hecho con ese propósito, y estoy acostumbrada a esperar este tipo de cosas de su parte… Es sólo que, de todas las personas, tú eras el que menos deseaba que se enterara de todo esto.

Sonrió, nerviosa.

            —¿Por qué…?
            —…Porque me iba a dar vergüenza.

Bajó la mirada, y comenzó a juguetear con sus manos. Evitando tener cualquier contacto conmigo.

            —¿Vergüenza? ¿Por qué te daría vergüenza?

No contestó. Siguió con la mirada baja. Y esperé un par de segundos por una respuesta, cuando me decidí finalmente a tirar suavemente de su mentón, haciendo que ella volviera a mirarme.

           —Rachel…
—…Porque la última idea que habías tenido de mí, era que yo deseaba solucionar mi relación con él. Y el hecho de que tú supieras que mientras te explicaba aquello, él estaba teniendo relaciones con otra mujer, me parecía demasiado humillante. Dime, ¿Con qué cara iba yo a volver a mirarte si te enterabas de esto?

No supe cómo responderle, y opté por seguir observándola.

            —¿Cuándo fue que Frank te lo dijo?
            —Supe de ello… el día que me fui de Nueva York.
            —Te enteraste el mismo día en el que había sucedido.
            —…Sí…

Descendió su mirada de nuevo, y pude notar el enrojecimiento que brotaba de sus mejillas. Pero no se sentía como antes, no se sentía como si la hubiera hecho sonrojar. Aquello era distinto.

 —…Quizá te enteraste incluso antes de que yo lo hiciera—susurró con desdén, como si hubiese comprendido que alguien le había jugado una terrible broma.
            —…Lo lamento.
            —No lo hagas.

Me dedicó una sonrisa completamente carente de emoción alguna. Y volvió a mirar el vacío, a cualquier otro punto que no fuera a mí. Observé su rostro inexpresivo, y cada segundo que ella pasaba de esa manera, comenzó a pesarme cada vez más.

—Rach, por favor. No soporto mirarte así. Sabes, en el momento en el que me enteré, no deseé otra cosa que no fuera estar cerca de ti… a tu lado. Me inundaron las ganas de tenerte entre mis brazos… y de hacerte sentir bien. Hacerte saber que todo estaría bien…
            —…Y he estado bien.

Logré mi objetivo cuando provoqué que ella comenzara a mirarme de nuevo. Y esta vez con una mirada reconfortante. Me sonrió de una manera bastante leve, pero no me importó, mientras su sonrisa fuera sincera. La miré detenidamente, estudiando las facciones de su rostro.

Comencé a perderme a mí mismo mientras la observaba, tanto que no advertí el momento en que ella se acercó a una distancia considerable hacia mí, y posaba una de sus manos sobre mi mejilla.

Sentí pequeñas corrientes recorriendo mi cuerpo entero.

—...He estado bien, Michael, desde el momento en que llamaste a la puerta de  mi departamento, aún después de todo lo que ocurrió entre nosotros.
            —Deseaba tanto verte…

Me sentí hipnotizado al contemplar sus ojos grises así de cerca, y observé la manera en que la luz de la pequeña lámpara de noche se incrustaba dentro de ellos. Brillaban de una manera indescriptible. Y me sentí al borde de arrojar la toalla cuando sentí la manera en que acariciaba mi rostro con su dedo pulgar.

Ella rió dulcemente, sin cesar de frotar su mano contra mi mejilla. Y yo simplemente me vi capaz de sonreír, mientras sentía cómo una sensación de calor comenzaba a aflorar en mi rostro. El sólo imaginar el color que tendría sobre mis mejillas me hizo morir de miedo.

            —Tu barba ha crecido, Michael. Puedo sentirla…

Reí de una manera notoria.

            —…No la he rasurado desde hace unos días.

Ella sonrió levemente.

Y justo ahí, en medio de mi sufrimiento, y de la extraña sensación que tuve al creer sentir su mano deslizándose sobre mi muslo derecho, pude haberme dado por vencido. Ella me había derrotado en el instante en que la mirada que me dedicaba ya no era la misma, había cambiado. Y fue cuando supe que, en efecto, todo cambiaría de curso.

Ella entrecerró sus cansados ojos y comenzó a mirarme con mayor intensidad, provocándome estremecer. Y una vez más, decidí abandonar de vista sus ojos grises para perderme en sus labios. Esos benditos labios que yo mismo había declarado prohibidos para mí.

Dios mío, cómo deseaba besarla, desgastar mis labios en los suyos. Lo deseaba en verdad.

¿De verdad era tan malo el besarla sólo una vez? ¿Sólo esta vez? Debatí mi fuero interno en aquella duda cuando la observé inclinándose cada vez más hacia mí, como si estuviera leyendo mis pensamientos. Como si ambos quisiéramos olvidarnos de todo. Como si ambos quisiéramos perdernos en los labios del otro.

Rachel cerró sus ojos completamente y fulminó la distancia que había entre nosotros. Y yo me encontraba en el paraíso. Sólo un segundo hizo falta, uno solo, al mirar sus labios un poco más, para imaginar que ponía todo de lado, y pensaba en tomar su rostro entre mis manos, hundiéndonos en un beso.

Pero entonces, ¿iba a romper mi promesa tan rápido? Si lo hacía, estaba por abandonarla completamente, dentro del abismo que yo era. Y no me iba a permitir a mí mismo el dejarla hacer algo de lo que luego se arrepentiría.

No, por supuesto que no.

            —…Por favor, Rachel, no…

Incliné mi cabeza al igual que ella… Lo suficiente como para que mi frente se apoyara contra la de ella. Impidiendo el roce de nuestros labios.

            —¿Por qué no?—me reprimió, mientras seguimos en la misma posición.
            —No es esto lo que tú quieres, yo lo sé.
            —¿Tú no lo quieres, Michael?—sentenció.

Ella se alejó e incorporó para mirarme mejor, ocupándose de que su mirada me penetrara incluso con mayor intensidad que antes.

—…Nadie puede quererlo más de lo que yo lo quiero… Sólo no quiero que te arrepientas de nada.

Y era verdad.

No me respondió, y siguió observándome, completamente confundida. Estaba seguro de que la había desconcertado, o decepcionado hasta cierto punto, y yo iba a cargar cualquier incertidumbre que ella sintiera por esto, pero sea como sea, estaba seguro de que me lo iba a agradecer después.

            —…Tal vez debería irme.

Me puse de pie y procedí a caminar hacia el umbral de la puerta.

            —Lo lamento tanto, Michael… Yo no quería…
            —…Déjalo así—traté de sonreír.

Me giré sobre mis talones, determinado a salir de una vez por todas de su habitación, y en el momento en que puse un pie en el pasillo de nuevo, una alarma amenazaba dentro de mi cabeza. Algo me avisaba que no podía irme así, sin más. No podía abandonar sin darle más explicaciones, o no al menos, sin romper el hielo una última vez.

Me giré de nuevo y la observé a lo lejos, aún sentada sobre la cama.

           —…Se me había olvidado, Rach, esta semana quiero que conozcas a alguien.
           —¿A alguien…?
—Sí, se trata de una amiga muy especial. Estoy seguro de que te agradará en el instante en que la conozcas…

Me observó mientras su ceño y sus labios de curveaban en una mueca divertida, pero extrañada.

            —Así que… amiga.

Reí al unísono, a lo que yo había entendido como una respuesta que llevaba en sí una importante cantidad de celos, o al menos eso me había hecho creer ella.

            —Dulces sueños, linda.

Musité, mientras me aventuraba a dedicarle un guiño, antes de haber salido de su habitación y cerrar la puerta tras de mí.

1 comentario:

  1. DIOS MIO! Estoy en shock, enserio, enserio me encanta que al fin esten aceptando lo que quieren! Hay este capitulo fue tan hermoso en tantas formas Katy! Me ha fascinado! QUier más y más! Jaja, pero cmo siempre la espera siempre vale la pena :3
    Se me pusieron los pelos de punta imaginando a Rach tan cerca de Michael. Fue Hermoso. Espero con ansias el proximo, Linda.
    Bendicionnes enormes para ti!

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