Tener el
turno de ser quien reparta las bebidas entre mis amigos, no era precisamente
algo que me fascinara. Pero aquella vez tenía que admitir que no podía quejarme
en absoluto; sí, tenía la presión sobre mis hombros de Joey, Chandler y Phoebe
esperando por su café, pero al menos, sentada al borde de la barra de servicio
de Central Perk, podía fisgonear a Rachel más de cerca.
Mientras
una de sus compañeras se ocupaba de preparar las bebidas que yo había
encargado, me quedé inmersa en la imagen de Rachel, cerca de donde yo me
encontraba. Y dejé salir un resople de mis labios, cuando observé que aquél
chico de buen porte no se le despegaba de encima, o al menos no parecía tener
intenciones de hacerlo.
Rachel me
escuchó resoplar, y me asesinó con la mirada.
—...El
punto es que—él titubeó—, desde algún tiempo para acá, he estado... bastante
atraído por ti.
Por un
momento creí que me atragantaría con el sorbo de café que llevé a mi boca,
luego miré que Rachel llevaba una mano a sus labios, y me aseguré de que ella
tenía justo la misma reacción que yo.
“Oh, por
favor...” Pensé, de mala gana.
—...Pero,
como en aquél entonces, salías con Ross—él continuó—, no intenté hacer nada al
respecto... y ahora, que he visto que ya no ocurre nada entre ustedes, me
gustaría invitarte a salir alguna vez... Así que, eso es lo que estoy haciendo
ahora.
Lo miré
sonreír, o al menos tratando de hacerlo. Mientras Rachel parecía perdida en sus
propios pensamientos, miraba de un lugar a otro, como tratando de formular una
respuesta.
—Eres...
muy, muy lindo. Y debo decir que estoy halagada en estos momentos—Rachel llevó
ambas manos a su pecho—. Pero... lo
lamento, en verdad.
—Oh...
—Lo que
ocurre es que, ya me encuentro saliendo... con alguien.
—Oh, no,
no... No te preocupes, Rachel—Titubeó un momento—. No era gran cosa de
cualquier forma... am... Tal vez, tal vez debería irme.
Y tan
sólo un momento después, ambas lo observamos marcharse del lugar. Rachel me
miró un segundo, y suspiró fuertemente.
—Recuérdame
el asesinarte más tarde por no haberme contado aún que estás saliendo con
alguien ahora—Dije con un tono sarcástico en mi voz, acercándome más a ella.
—Oh,
Monica, lo sé, lo sé—cubrió sus ojos con sus manos—. Soy patética. ¡Ya lo
sé!—Ella me miró, y hundió sus ojos ahora cristalinos en un profundo y
horroroso trance—. El problema es...
—...El
problema es, Rachel—le interrumpí con una cruda expresión en mi tono de voz—,
que Michael y tú no son nada, y aún así, lo sigues esperando.
Ella se
giró, y tomó las otras bebidas que había pedido para todos minutos atrás.
Volvió a mirarme y luego de entregármelas, comprobé que mis palabras no habían
sido las mejores que pude haberle dicho en aquél momento.
—Lo
lamento—susurré, completamente arrepentida de lo que le había restregado en el
rostro.
—Está
bien, tienes razón. Es sólo que—negó con la cabeza—...no termino de creer
cuánto lo extraño.
—Lo sé, cariño—Murmuré.
—...Es
increíble—Dijo, apoyándose sobre la barra.
—Todos
creíamos, en verdad, que con el paso del tiempo, se haría un poco más fácil su
ausencia pero...
—...Jamás
se hace más fácil, Monica—Me interrumpió.
La miré,
sin cuestionarle nada, estando segura de que tenía toda la razón.
—...Lo lamento, es que... me ha
hecho tanta falta.
Me
acerqué a ella aún más, y decidí tomar su mano, que se hallaba sóla, sobre el
mostrador, acunándola entre las mías un momento.
—Sabes que nos tienes a nosotros,
Rach, a todos—Sonreí.
—Pues, no a todos—Dijo, enarcando
sus cejas.
Le
cuestioné con la mirada.
—Ross... —Murmuró.
Me había
olvidado por completo de aquello. Del hecho de que desde el día en que habíamos
vuelto a Nueva York, Ross no hacía más que evitar a Rachel a toda costa. No
sólo incomodándola a ella, sino a todos nosotros también.
Y no era
como que sus actos tuvieran algo que ver con Emily. Desde que habíamos vuelto,
ella ya no se encontraba aquí. Había tenido que volver momentáneamente a Londres
por algunos asuntos familiares. Cosa que agradecí en realidad, ya que Rachel
aún creía que Emily en realidad era parte de nuestra familia.
Pero
aquello no justificaba el trato de Ross hacia Rachel.
—Ya lo
sé, Rach—traté de tranquilizarla—. Pero, ¿Sabes? Él suele ser así... Sabes cómo
tiende a ser bastante raro de vez en vez. Lo has conocido lo suficiente, ¿no es
así?
—Sí, bueno—Asintió, desganada—. Lo lamento,
Monica. Lo que ocurre es que...
—¿Qué? ¿Qué, Rachel?
—...Me
tiene bastante preocupada la carta que Michael me envió hace un par de semanas.
—Pero, ¿por qué? ¿Qué decía la
carta? —Pregunté, alarmada.
Rachel
miró al vacío un momento, y mordió sus labios. La sentí estremeciéndose y
volvió a mirarme.
—Es sólo esta cosa que—aclaró su garganta—...
Es que, todo se trata de Frank.
—¿Frank...? —La miré confundida.
—...Lo que ocurre es
que—titubeó—...al parecer, él y Michael ahora han...
Las
palabras dejaron de brotar de sus labios.
Rachel
dejó de mirarme, y fijó su vista en otro punto lejos de mí, me giré para saber
qué era lo que ella ahora miraba, y comprendí de inmediato qué había sucedido
para que sus palabras se detuvieran de tal manera.
Observé a
mi hermano entrar por la puerta de Central Perk, y lo que más me estremeció no
era aquello, sino el hecho de mirar a Emily entrando con él, tomando su brazo.
—Ross...
A duras
penas alcancé a escuchar que Rachel había murmurado, cuando yo ya me encontraba
camino a Ross y Emily, con intenciones de saludarles. Observé a los demás
girando sobre sus asientos para saludarles también, y en el instante en el que
miré a Rachel acercándose a todos nosotros también, con aquella bonita mirada
de extrañez que tenía, supliqué para mis adentros el que ninguno de nosotros
metiera la pata en esto.
Ross se
había percatado de que Rachel se encontraba ahí, y no pude evitar ver el gran
cambio de expresión que había ocurrido en su rostro y la manera inmediata en
que dejó ir a Emily de sus brazos, en el momento en que ambos cruzaron miradas.
Phoebe me
lanzó una mirada cómplice, y me tranquilicé inmediatamente.
—Hola,
Ross—Musité, con un hilo de voz.
—Hola...
—Dijo, mientras depositaba un beso en mi mejilla.
—Emily,
hola... —Traté de sonreír.
—Mon,
hola.
Traté de
tender una mano hacia ella, pero en su lugar, ella me había tomado entre sus
brazos.
Miré a
Rachel casi instantáneamente, y me aseguré de que ella continuaba mirándonos a
todos nosotros. Me acerqué a ella, y la tomé de la mano, impulsándola a que se
acercara aún más a donde se encontraban Ross y Emily.
—Linda, ella es Emily—Le dije, con
un tacto increíble en mi voz.
—Oh... —susurró.
Miré la
manera en la que Rachel trataba de sonreír, y yo traté de ser congruente en
todo cuanto hiciera a partir de aquél momento. Si todo cambiaba de curso sin
que yo estuviera al tanto, podía ser más de uno el que saliera lastimado en
aquél momento.
—Monica
me ha hablado ya bastante de ti, Emily—Rachel estrechó dulcemente la mano de
Emily.
Emily nos
miró a ambas, terriblemente confundida.
—...Es
increíble en realidad—Rachel continuó—, que hayas venido hasta Nueva York, sólo
para visitar a Ross y a Monica... Usualmente, yo no soy tan cercana a mis
familiares, pero si tuviera una prima como la que tú eres, Emily, estaría...
“Oh, no,
no, no, no...” Pensé, estremeciéndome en el acto.
Emily
trató de fingir una sonrisa, y apenas pude soportar la mirada asesina que ahora
me estaba dedicando. Fingí aclarar mi garganta, sólo para ocultar un instante
el silencio que nos envolvió a todos de inmediato, y ahora tenía que pensar lo
más rápido posible en algo para decir, algo para aclarar las palabras de
Rachel, y la terrible expresión que Emily dibujó en su rostro.
—¿Ah, Rach? ¿Podrías prepararme un
té helado, por favor?
Phoebe
dijo de entre todos nosotros, y sentí como un enorme peso desaparecía de encima
de mis hombros. Rachel asintió con una linda sonrisa y de un momento a otro,
ella ya se ocupaba de alejarse de todos nosotros.
Agradecí
infinitamente a Phoebe por aquello, usando tan sólo mi mirada, dejando escapar
un gran suspiro de mis labios.
—Estuvo bastante cerca—Chandler
murmuró.
—Ya sé,
ya sé, ya sé... —Exhalé, cubriendo mis ojos y tomando asiento en el gran sofá
en el que todos se hallaban sentados.
Sentí el
sofá hundiéndose a un costado mío, y al mirar de nuevo, noté que Emily y Ross
tomaban asiento a mi lado, y los miré a ambos, con la misma mirada confundida
sobre sus rostros.
—Ah,
Monica... ¿Qué ha sido todo eso? —Ross comenzó con el bombardeo de preguntas.
—¿Ella piensa que...? —Emily
preguntó.
—Nosotros se lo hemos dicho.
Phoebe se
ocupó de quitar las palabras de mi boca, y ahora las miradas de Ross y Emily se
encontraban de lleno en ella.
—¿Qué?
—¡Pero ha sido culpa tuya, Ross!
—Phoebe exclamó.
—Chicos,
cuiden el tono de voz... —Joey murmuró, observando a Rachel al otro extremo del
lugar.
—¿¡Mi culpa, Phoebe!? ¿Qué quieres
decir?
—Bien,
escucha, Ross—Chandler comenzó—. ¿Recuerdas la llamada telefónica que hiciste
mientras nos encontrábamos en Neverland?
Emily
observó a Ross extrañada.
—Sí... —Ross asintió.
—¿Les
llamaste cuando estaban en California? ¿Por qué no me lo has dicho?—Emily le
miró seria un momento.
—Emily, yo...
—¡No, no, Ross! —Interrumpí.
—Monica... —Joey dijo, asesinándome
con la mirada.
Llevé una
mano a mis labios, y me di cuenta de que una vez más, alguien de nosotros había
alzado la voz. Me disculpé sólo con mi mirada y aprecié de nuevo a Ross y a
Emily, que me miraban completamente confundidos. Aquella plática no estaba
yendo a ningún lado.
—Ross,
esa llamada, ha sido la causante de todo esto—Dije al fin.
—No
comprendo.
—Ross,
cuando llamaste, mencionaste a Emily.
—¿Y...?
No comprendo lo que quieres...
—Por
Dios, Monica, siento que le estás hablando a Lassie—Joey refunfuñó mirándonos.
Ross le
asesinó con la mirada, y así mismo volvió a cederme la palabra.
—Has
mencionado a Emily, y Rachel se encontraba ahí. Ella escuchó y bueno... luego
de eso, nos preguntó quién era Emily.
—Monica
estuvo por decirle la verdad, pero la he detenido, y yo le dije que Emily es
prima de ambos—Phoebe terminó de decir.
—Pero,
¿Por qué han tenido que hacer eso? ¿No pudieron haber...?—Emily nos decía a
todos, mirándonos simultáneamente.
—No
quisimos armar un escándalo ahí precisamente—Phoebe le interrumpió—. Por eso lo
hemos hecho.
Emily y
Ross se miraron uno al otro, y luego de un suspiro, supe que habían comprendido
que teníamos razón.
—De acuerdo, entonces, ¿Ahora qué?
—Ross me miró.
— “¿Ahora
qué?”—Le imité—. Ahora, Ross, te pediré que disminuyan las muestras de cariño a
un máximo de cero, cada que ella Rachel se encuentre cerca de nosotros.
Dije,
mirándolos a ambos, acentuando todas y cada una de mis palabras.
—Sí, suena bastante como a una de
mis relaciones—Chandler se burló.
—...Sólo
será por un tiempo, Ross—murmuré—. Hasta que encontremos el momento de decirle
la verdad.
Ross me
miró compasivo, y suplicando por una misma expresión por parte de Emily,
suspiré de gran alivio, cuando ella dejó brotar de sus labios una dulce
sonrisa, no sólo hacia Ross, pero para todos nosotros.
—Está
bien—Emily susurró.
—Muy
bien, Monica—Ross dijo.
—...Gracias.
Tomé sus
manos entre las mías.
—Oh,
Ross, deberíamos irnos—Emily musitó.
—Sí,
tienes razón—Ross sonrió levemente.
—¿Tan
rápido? —Phoebe dijo, mientras Ross y Emily ya se habían puesto de pie.
—Tenemos
reservaciones para Alessandro’s en media hora, y sólo pasábamos a saludarlos,
chicos, así que—Ross dijo.
Miré el
reloj y me aterré de la hora que era en ese momento, me estremecí y me ocupé de
ponerme de pie igual que ellos.
—Ay no,
debo irme... Debo arreglarme ya—Dije.
—¿Arreglarte?
—Ross me miró extrañado.
—...No
eres el único que tiene una cita, Ross—Phoebe dibujó una expresión pícara sobre
su rostro.
—¿Una
cita? —Ross me preguntó—¿Con quién...?
—Con...
nadie... —Titubeé.
—Oh,
vamos, Mon... ¿Cómo se llama?
—Ni
hablar, Ross, no—Sentencié, totalmente nerviosa.
—Vamos,
dime... —Ross continuó insistiendo.
—De
acuerdo—dije—...Pero esto me ha hecho mucha ilusión, ¿De acuerdo? Así que,
prométeme que no te volverás en plan de hermano mayor...
—Bien, lo
prometo.
—Es
Richard Burke.
—¿Quién
es Richard Burke? —Ross preguntó, extrañado—...¿¡El doc... el doctor Burke,
Monica!? ¿Por qué, por qué?... ¿Por qué estaría molesto...? ¡Me encanta ese
hombre! Él es como un hermano para... papá.
—Pues,
para que lo sepas, Ross, resulta que él ha sido el hombre más brillante,
inteligente y guapo con el que he salido—Sentencié.
—¿¡El Dr.
Burke es guapo!?
—Oh,
Dios... Por supuesto que sí—Phoebe afirmó.
Una risa
brotó de mis labios tras la respuesta de Phoebe, miré a Ross y soporté su
mirada unos momentos más.
—Ross, debo ir al baño antes de
irnos... ya vuelvo—Emily murmuró.
Emily se
marchó, y comencé a dirigirme a la salida del lugar. Pero un segundo
pensamiento me hizo girar y volver de nuevo hacia donde Ross se encontraba.
—Oh, pero
Ross, debo pedirte una última cosa—Dije, apartándolo de los demás.
—Dime.
—Tienes
que hablar con Rachel.
Sentí la
manera en que él se estremecía.
—¿Qué?
—Me miró, extrañado.
—Ella
cree que algo te molesta de ella... ¿No has notado lo triste que está
últimamente? —Ross me miró en silencio—. No es enteramente por Michael, Ross.
—Monica,
yo...
—...No
siente que estés ahí para ella—Interrumpí.
Ross me
miró, y luego de dejar de verme, observé cómo sepultaba su mirada en Rachel,
que se encontraba detrás de la barra de servicio, preparando nuevas bebidas
para los clientes que se acercaban a ella. La expresión en su rostro cambió
completamente por una nueva.
Un
suspiro salió de sus labios, y bajó la mirada un momento.
—Lo
último que quiero es que ella piense eso—susurró.
—¿Entonces?
—Hablaré
con ella, te lo prometo—Afirmó, aún sin mirarme.
Sonreí, y
luego de un beso fugaz en la mejilla de mi hermano, salí de Central Perk y me
dirigí con una velocidad record a mi departamento, con el único objetivo de
alistarme para mi cita con Richard, en menos de media hora.
El tiempo
corrió en mi contra mientras eliminaba opciones de atuendos y escogía tonos de
sombras para usar en mis ojos. Me tomó varios minutos el alistarme por fin, y
los momentos atravesaron desapercibidos frente a mi vista en el momento en que
abrí la puerta y bajo el umbral se encontraba Richard con una lujosa botella de
vino tinto entre sus manos. Sonreí, al observar esa imagen.
Rompíamos
el hielo a medida que las horas comenzaban a desfilar, y nos ocupamos de hablar
de todo y de nada, de nunca y de siempre, de lo que ocurre en la vida de ambos
en esos momentos, y mientras juntos veíamos las fotografías que él atesoraba en
su billetera, llegué a darme cuenta de que, durante toda la tarde, ambos
tratamos de evitar hablar del tema de sobre si “esto” era una buena idea.
—Vaya,
¿Ella es tu hija Michelle? —Dije, señalando una de las fotografías.
—...Sí—Él
sonrió—. ¿Sabías que va a tener otro niño?
—Oh...
Creía que ella había tenido uno recién...
—¡Oh, no!
Henry tiene ya casi dos años—Buscó otra fotografía en su billetera—. Mira, él
ya habla y todo... El otro día me dijo que yo le caía mejor que su otro
abuelo—Sonrió dulcemente.
—Vaya...
eres—aclaré mi garganta—...eres abuelo.
—Sí...
soy abuelo.
Su
sonrisa se desvaneció por completo luego de su respuesta. Me estremecí y tomé
otro sorbo de la copa de vino que tenía entre mis manos.
—¿Estamos
locos, Monica? —me preguntó.
—No lo
sé, es que—murmuré—, estoy saliendo con un hombre que tiene una piscina en la
que me hacía pipí—Reí.
—No
necesitaba saber eso...
Reímos
juntos, y abandonó la copa de vino que sostenía para tomar mis manos entre las
suyas. Había sido un dulce gesto que le agradecería siempre.
—...Supongo que 24 años de
diferencia son demasiados—Murmuró.
—Sí.
Su
sonrisa se había ido, y dejó brotar el más largo de los suspiros.
—Así
que...
—Así que,
tal vez debamos—musité.
—...Sí.
Sí, tal vez.
—Esto es
horrible—Afirmé.
—Y que lo
digas.
Él miró
al vacío por unos instantes, completamente adentrado en sus propios
pensamientos, y maldije el hecho de que él se olvidara de dibujar la más sutil
de las sonrisas sobre su rostro. Pues era lo que yo más necesitaba en esos
momentos.
—Pero—susurré—,
¿Tenemos que tomar una decisión justo ahora?
—...Supongo
que no tenemos ninguna prisa. ¿No?
Ahí
estaba. Esa sonrisa que tanto esperaba había hecho su aparición una vez más. Y
esta vez sería para no irse en mucho, mucho tiempo. Me ocupé de acunar su
rostro entre mis manos y al final había sido capaz de lograr lo que había
querido desde que lo había visto bajo el umbral de la puerta: rozar mis labios
contra los suyos.
—No, no
hagas caso, no lo escuches.
—Pero,
puede ser importante.
Murmuró,
mientras el retumbante sonido de mi teléfono
sonando ocupó cada centímetro de mi departamento. Maldije para mí misma
y me dirigí de una vez por todas a contestar aquella llamada.
—...Monica.
Me
percaté de la forma en que escuchar esa voz del otro lado de la línea me había
hecho estremecer de pies a cabeza. Oír el retumbe de esas cuerdas vocales, esa
gravedad en el tono de voz, sólo podían venir de una, y sólo una persona. Lo
único que no dejó de parecerme raro, era el sonido tan apagado que utilizó al
haber mencionado mi nombre.
—¿Frank...?
—Sí...
hola.
Richard
me observó con los ojos amplios, cuando yo revelé el nombre de la persona que
llamaba, y con una mirada de extrañez, se acercó hasta donde yo me encontraba,
con afán de poder escuchar lo más mínimo de la conversación.
—Frank,
¿Cómo estás? ¿Cómo está Michael? Es un milagro que hayas... —comencé a decir.
—...No tardaré mucho, lo prometo—Me
interrumpió.
—¿Ocurre
algo? Frank, te estoy notando muy... diferente.
—Sólo he llamado para despedirme de ti... y
más que nada, para agradecer por todo cuánto han hecho por Michael... Supongo
que sería una grosería el no hacerlo, y...
—...No
entiendo nada de lo que estás diciendo—Interrumpí—. ¿Despedirte? ¿Despedirte
por qué, de qué hablas?
Richard
clavó sus grandes ojos sobre los míos, y yo me concentré únicamente en escuchar
el prolongado suspiro que se deslizaba desde el auricular de mi teléfono.
Me
estremecí un momento.
—Michael
me despidió, Monica.
*****
Maldije,
una, otra, y otra vez el hecho de haber pedido que mi día de descanso fuera
cambiado para lunes en vez de domingo. ¿Qué demonios estaba pensando? Hace unos
meses me llegó a parecer una buena idea el hacerlo; la simple idea de estar
trabajando el día de la semana que Central Perk llegaba a tener más gente sólo
para no concentrarme tanto en la soledad del departamento sonaba bastante
apetecedor un tiempo atrás.
Y ahora
que lo recordaba, sí que tenía otra razón para realizar el cambio, y era el
hecho de que desde antes me había asegurado de que el cumpleaños de Michael
sería un lunes, y tendría planeado pasar el día con él, o al menos tener una
larga llamada telefónica desde aquí, hasta donde fuera que él se encontrara en
esos momentos. Pero la idea me llegaba a parecer cada vez más absurda,
resaltando el hecho de que ese lunes, tan sólo se encontraba a un día de
llegar.
...Y aún
no había rastro alguno de Michael.
Salgo de
mi mente al instante en que mi vista se ve clavada en el rostro que ahora me
contemplaba. Aquella persona colocaba su abrigo sobre el pequeño perchero al
pie de la puerta y entonces cada uno de mis sentidos estremeció, cuando él ya
se había ocupado de acercarse cada vez más a mí.
Una
eternidad, desde que tenía a Ross así de cerca.
—Hola,
Rach.
—Hola—Quise
murmurar, mientras fingía acomodar unas pequeñas tazas sobre el mostrador,
antes de percatarme de que ya le tenía completamente frente a mí.
Me digné
en mirarlo luego de un segundo, y noté la manera tan seria en la que él me
observaba.
—Así que... —le cuestioné con la
mirada.
Un
resople carente de palabras brotó de sus labios, y me aventuré a aterrarme al
pensar en lo que se habían convertido nuestras charlas de hoy en día.
Rogué con
mi silencio que un sonido saliera de su boca, el que fuera.
—¿Todos
se han ido ya? —murmuró al fin.
—Sí... Ha
pasado ya tiempo desde que todos han decidido abandonarme. Eres el único al que
se le ha ocurrido pasar a saludar—Fingí una pequeña risa.
—¿De
verdad? ¿A dónde han ido todos?
Acomodé
mi delantal, y pasé un paño limpio sobre el mostrador. Comenzaba a parecerme
ridículo y molesto los nervios que sentía al estar hablando con él.
—Pues—resoplé—,
Chandler ha tenido que ir a su oficina, y parece que Joey y Phoebe han ido a
hacer algo juntos... Oh, y Monica aún debe estar en su cita con Ri...
Callé en
seco, y mi boca comenzó a secarse rotundamente. Maldición, había terminado de
apuñalar a mi mejor amiga por la espalda.
—¿Con
Richard? —él sonrió—. Lo sé, le he sacado la sopa antes de que se marchara de
aquí.
—Oh—un
suspiro largo escapó de mis labios—. Entonces, si ya lo sabes... No, espera...
No has reaccionado como el hermano mayor que eres, ¿Verdad?
—Am—su
mirada vagó por un momento—. Debo admitir que he reaccionado mal al principio,
pero bueno… ella me ha explicado lo ilusionada que se siente por ello y... Lo
he dejado pasar.
—Me
alegra, Ross—Afirmé.
—Sí
bueno... luego creí que quizá ha sido por eso que Chandler dejó de hablar con
ella por un tiempo, pero…
—Espera,
¿Qué? —Interrumpí.
—¿Qué...?
—¿Es por
eso que dejaron de hablarse? ¿A Chandler le gusta…?
—¡Creí
que lo sabías! Eres la mejor amiga de mi hermana, Rachel. No puedo creer que no
lo supieras.
—No puedo
creerlo...
Llevé una
mano hacia mis labios, y antes que seguir observando a Ross, mi mente se miró
inundada con el recuerdo de Monica y Chandler siendo excesivamente distantes,
desde el día en que habíamos vuelto de Neverland. La manera en que ambos se
evitaron, y los silencios que llegaban cuando ambos estaban en la misma
habitación se proyectaron frente a mí como si hubiera sido apenas hace algunos
momentos.
—...Y es
tan obvio además—Ross continuó—. Es como decirle a Monica; “Te gusta que todo
esté limpio”
La risa
más gigante que hace mucho tiempo había salido de mis labios, había hecho acto
de presencia en ambos en aquél momento. Ross y yo reímos al unísono, y me sentí
en paz conmigo misma al notar la manera en que ambos lo disfrutábamos.
Él me
miró, y como si se hubiera dado cuenta de lo que había terminado de ocurrir,
tomó una gran cantidad de aire, para despedirlo en un enorme suspiro.
—...Extraño esto—Recobró su aliento.
Sus
palabras hicieron relucir mi silencio, y me incorporé sobre mi lugar, tratando
de evitar su mirada.
—Escucha,
Rachel—murmuró, y volví a mirarle—. Desde que has vuelto de California, me he
dado cuenta de lo diferente que te he sentido.
Me alegré
de que él estuviera al tanto de nuestra situación, al menos. Un suspiro brotó
de mis labios y continué observándolo en silencio.
—...Siento
que—continuó—, que ha desaparecido la Rachel que reía y bromeaba todo el día, y
que nos deleitaba con esa hermosa sonrisa que llegué a conocer...
Fruncí el
ceño, y comenzó a pesarme cada vez más el mirarle directamente a los ojos.
Pensé en todos los problemas que se habían originado entre ambos, tan sólo de
la noche a la mañana, y comencé a creer que, al igual que él, yo también le
extrañaba.
—¿Algo malo ha sucedido? —Murmuró.
“Sí”, pensé. “Me destroza el hecho de que ahora, apenas y me dirijas la palabra”.
—...No.
Me miró
sin decir nada, y supe que mi respuesta no lo había convencido.
—Ross, no
pasa nada.
—¿Crees
que he nacido ayer? Por favor...
—Está
bien, de acuerdo.
Mi voz se
esfumó por un momento, tomé aire y me sentí de lleno en el dilema de saber qué
parte exactamente de mi miseria debería revelarle. Él me observó, y dejé
escapar el aire que había guardado cuando había sentido que estaba lista para
continuar.
—...Debes
saber que, no dejará de parecerme sumamente raro hablarte de esto, Ross—me
detuve a aclarar mi garganta—, pero...
—…Michael—Me
interrumpió.
Me había
despojado de mis palabras, y me estremecí ante el tono de voz con el que le oí
haber pronunciado su nombre.
—Tampoco
es que seas tan difícil de descifrar, ¿Sabes? —Una sonrisa escapó de sus
labios.
—Es sólo
que...
Traté de
corresponder su sonrisa, y en mi esfuerzo fallido sentí las palabras correctas
deslizándose de mi mente a la punta de mi lengua.
—...Quizá lo he extrañado más de lo
que debería.
Había
esperado encontrar en su mirada un par de ojos incómodos y confundidos, luego
de haber pronunciado mis palabras, y sin embargo, me encontré inmersa en la
infinita compasión que él me obsequiaba mientras continuó observándome.
—Tal vez,
tú y yo debamos hablar un poco más sobre él, ¿Sabes? —sus palabras
titubearon—...Sobre ustedes.
—¿”Ustedes”? —Fruncí mi ceño.
—Pues, sí, yo...
—...Ross, no hay un ‘Ustedes’—le interrumpí—.
No ha ocurrido nada entre Michael y yo.
Sentencié,
estando completamente segura en cada una de mis palabras. O al menos, fingí
haberlo estado.
Ross me
había obligado a pronunciar algo que ni en mis más oscuras pesadillas me
hubiera atrevido a murmurar, algo que me iba a asegurar un rotundo fin a la
lejanía con la que le contemplaba a Ross estos últimos días, y aún así, algo
que me iba a costar una vida y más aceptar. Y comprendí, que todo aquello se
trataba tan sólo de tomar la decisión correcta, de pensar en los demás y
formular lo que encaja en la más perfecta posición.
Había
elegido ver por los demás y ceder en el asunto para no dañar a nadie. Había
elegido, y siempre iba a elegir, el no involucrarme con Michael, para no dañar
a Ross.
Tal y
como Ross lo había hecho conmigo.
—Oh, lo lamento, Rach, es sólo
que...
—No, no... Descuida—Traté de
sonreír.
Aparté mi
mirada, y me perdí en el vacío por un momento.
—Am, creo
que, que debería irme—susurró, y volví a mirarle—, tengo que recoger a Emily y
se está haciendo un poco tarde así que...
—He visto que has pasado mucho
tiempo con Emily.
Ross me
miró, y tanto la intensidad con la que miraba como la manera en que se
estremecía comenzaron a aumentar.
—¿Eran
muy cercanos cuando pequeños?
—No,
no—aclaró su garganta—. No en realidad. Ella y yo... nos hemos unido más
últimamente.
—Oh—asentí—,
me gustaría poder conocerla un poco más, ¿Sabes?
—Pues
entonces, no se diga más—Una sonrisa se dibujó en su rostro.
—¿Qué?
—¿Trabajarás
hasta tarde? Quizá en la noche, los tres podríamos salir... Por supuesto, sólo
si tú lo quieres.
—Ah...
Susurré,
y mientras Ross me miraba impaciente con una enorme sonrisa en su rostro,
comencé a tratar de recordar cualquier otro plan que tuviera para esta noche,
además de llegar a mi departamento, comer mi peso en helado y tumbarme en mi
cama a lamentar mi suerte.
¿Por qué no podía pensar en algo que tenía que
hacer?
—Supongo que... que está bien.
Su
sonrisa aumentó cien veces más.
—Mira—continué—, tan sólo falta poco
más de una hora para...
—Rachel, Gunther quiere que limpies la máquina
de capuccinos antes de cerrar.
Dibujé mi
línea entre mis deseos y el mundo real, mientras mi compañera se había atrevido
a acorralarme a abandonar mis pensamientos, y maldije en voz baja casi al
instante. ¿Quería recordar algo que tenía que hacer? Perfecto, ella me había
recordado que precisamente hoy, tenía el turno de cerrar Central Perk.
—...Bien—Contesté, en una evidente
mala gana.
Miré a
Ross, y enfrenté mis miedos al mirar su rostro alojar los ojos de decepción más
penetrantes que jamás le había conocido.
—Tal vez
otro día—Dijo, y comenzó a ponerse de pie.
—Lo había
olvidado—susurré—. Lo lamento.
—Descuida...
Ya, ya tengo que irme... ¿Está bien?
—Claro,
está bien.
Él giró
sobre sus talones, y sin murmurar un sonido más, Ross se había marchado.
—...Adiós—Susurré al vacío.
Había
tenido la sensación de haberme quedado pasmada en mi posición por el siguiente
puñado d segundos, luego de percibir a lo lejos la figura de Ross partiendo del
lugar, y tan sólo me heló el hecho de pensar que tal vez había perdido la única
oportunidad que tenía de solucionar mis problemas con él, y recordé la última
mirada que me había dedicado. Pero es que no sé qué más pude haber hecho.
Apenas
percatándome, observé cómo gente salía de Central Perk, y antes de haber
terminado de limpiar pequeñas mesitas dispersas por el lugar, nuevas personas
ya se encontraban cruzando el umbral de la puerta. Y yo me limité a perder la
cuenta del número de lattés y espressos que había tenido que preparar, el monto
de personas que no se habían molestado en dejar propina, y las veces que me
habían recordado el procedimiento de cierre del lugar.
La
frecuencia con la que las personas ingresaban comenzaba a descender antes de
darme cuenta, y para cuando serví la última rebanada del pastel que descansaba
sobre el mostrador, el último cliente del lugar había tomado su chaqueta, y un
par de pasos después, salía por la puerta.
—Parece
que es todo, Rachel—mi compañera susurró, mientras desataba su delantal—. Espero
que termines pronto, nos veremos luego.
—Claro,
gracias.
Ella
había salido de aquí, y casi detrás de ella, me aproximé a girar el pequeño
anuncio de la entrada de “Abierto” a “Cerrado”, y bajé los interruptores de la
mayoría de las luces para comenzar al fin con el aseo y el cuidado de las
máquinas cafeteras, antes de atemorizarme aún más ante el hecho de encontrarme
completamente sola.
Comenzó a
molestarme la velocidad que ganaba el tiempo, y para cuando había frotado mis
ojos por milésima vez, quise calcular el total de minutos que aún tenía que
quedarme en ese lugar. Pero el desgarrador sonido de la pequeña campana
meciéndose sobre la entrada, me había hecho perder todo atisbo de cordura y
tranquilidad.
No, no,
no, no. Más personas no, por favor.
—...Hola—Balbuceó,
aproximándose a donde yo me encontraba.
—Hola,
lo... lo lamento tanto—aclaré mi garganta—, ya hemos cerrado, ya no tenemos
servicio.
Busqué su
mirada, pero quien había cruzado la puerta parecía evitar mirarme a toda costa,
me forcé a mi misma a sonreír, o a intentar al menos, pero al observar con
mayor precisión la manera en que aquella persona llevaba la mayoría del rostro
cubierto, me lo había puesto imposible.
—Oh,
señorita, por favor—murmuró aún sin mirarme, con un tono sumamente extraño en
su voz.
—Lo
lamento, es que ya no...
—...Lo
que ocurre es que—interrumpió, y me alarmé ante la distancia que había
fulminado entre nosotros—, no imaginarías lo lejos que he viajado para llegar a
este lugar, y tan sólo deseo un café pequeño. Es todo…
Suspiré,
y jugué con mi cabello al sentirme incluso más nerviosa por cómo me evitaba.
Pero si un café era lo que se necesitaba para que esa persona se marchara lo
más pronto posible, un café le iba a dar.
—…Está
bien.
—Gracias.
Creí
oírle, con una voz que cruzaba todas las líneas de lo falso, pero me había
alejado lo suficiente para comenzar a preparar las cosas, o mejor aún, para
imponer mi espacio entre aquella persona y yo.
—Es un bonito camafeo, ese que
llevas puesto.
Su voz,
aún sutil, taladró con fuerza en mis oídos, y sentí punzante y doloroso el
nuevo nudo que comenzó a nacer en mi garganta, cuando la voz extraña se había
evaporado y comencé a percatarme de que aquella nueva voz, yo ya la conocía.
Giré
sobre mis talones, y lo observé, detenido tan sólo a unos centímetros de donde
yo me encontraba. Llevé una mano a mis labios para contener mi terrible
emoción, y como si se tratara de un reflejo, de un perfecto instinto que se
había apoderado de todas y cada una de mis acciones, me aproximé a donde él
varaba, y con mis dedos halé de la mascada que cubría sus labios.
Mis ojos
se humedecieron, y frente a ellos se encontró nada más que la más exquisita de
las sonrisas.
—¿Michael?
oh yeah¡Michael is come back¡ me encantará que Rachel sea feliz otra vez,junto a Michael.<3
ResponderEliminarDios miooooooooooo, Kat.
ResponderEliminarEstoy sin palabras... lo unico que puedo decir es, Michael, Michael, Michael, Michael esta ahi!!!! No puedo creerlo' siento que estoy in el cuerpo de Rach D: me fallan las piernaaaaas' no puedo creerlo. Podemos simplemente avanzar has ta el capitulo 30? Jajaja. Muchisimas gracias poor este hermoso capitulo <3 now vemos pronto Linda.