—Rachel—
Me apresa con un susurro.
Estudio sus
labios. Alucino con la firmeza de su bendita piel y me embriago con la
fragancia que desprende siempre de él. Pero lo más impresionante son sus ojos.
Podría olvidarme de mi color favorito sin problema, pero de aquellos ojos
jamás.
Mis ojos, los
suyos. Mis ojos en los de él. Sus ojos dibujan mi cara en ellos y la sonrisa
que brota de mis labios tiene tallado su nombre.
Poso ambas manos
sobre sus mejillas, palpándolo con mi piel, asegurándome de que, en efecto,
esta vez no se trataría de un sueño. Y luego de impulsar su cuerpo hacia el
mío, lo tomo entre mis brazos.
Uno de sus
abrazos eternos, era todo lo que pedía.
—No puedo creer que estés aquí—Logro
sollozar.
—Y yo no puedo creer que esté
abrazándote de nuevo.
Michael me sostiene
con más fuerza, exprimiendo mi tristeza, y mis lágrimas emprenden su viaje desde
mis ojos y lo terminan en la superficie de su camisa.
—Lamento haber
aparecido sin avisarte antes—Murmura—, pero me ha apetecido más darte una
sorpresa.
— ¿Y matarme del
susto por creer que eras un asesino que me apuñalaría de repente?
La más increíble
de las risas se desliza por sus labios.
—Por suerte no vivo para asesinar
bellas señoritas a mitad de la noche.
Ambos reímos, lo
hacemos como solíamos hacerlo. Como siempre había tenido que ser. Compartimos
un par de silenciosos segundos aún de lleno en aquél abrazo y llega entonces a mi cabeza; la manera tan
enferma en la que Michael me había hecho falta todo este tiempo.
—...No puedo creer cuánto te he extrañado—Mi
voz se hunde contra su camisa.
—También yo, pequeña—Michael posa su
mano en mi nuca y siento sus labios apoyándose contra mi cabello, y tras aquél
contacto, puedo atreverme a acunar mi rostro sobre su pecho.
—Pero, espera—Retrocedo, para mirarlo mejor—,
¿Cómo me encontraste? ¿Cómo sabías dónde estaría?
Una sonrisa
burlesca se forma en los labios de Michael.
—Monica—Dice, de forma burlesca.
—¿Eso quiere decir que…?
—Así es—Acentúa su sonrisa, y me mira orgulloso—.
Los he visto a todos, Rachel. Y no podría siquiera describirte la increíble
emoción que me ha dado al verlos a todos de nuevo. Me he sentido tan bien
recibido que... —su voz se apaga unos segundos—. Los he extrañado bastante, te
lo digo en verdad.
Mi sonrisa se
agrandaba conforme las palabras brotaban de sus labios, me pierdo en mis pensamientos
y Michael se limita a mirarme en silencio. Llevo una mano a su rostro y
acaricio su mejilla al darme cuenta de su mirada.
—Has vuelto en el mejor momento, Michael—Llevo
mis manos al rostro de Michael, estrujándolo—. Te he extrañado cada día, desde
el momento en que he puesto un pie fuera de Neverland lo hice, y lo hice aún
más, luego de tu última carta. Sé que no querías que me preocupara, pero no he
podido evitar...
—No sabes cuánto lo lamento—me interrumpe
dulcemente—. No he querido que sea así, ni por error, linda. Y no tienes idea
de cuánto he llegado a lamentar, el haberme ausentado tanto tiempo con mis
cartas... —guarda silencio un momento—. Pero, he tenido que hacerlo. He tenido
algunos problemas.
—¿Problemas?
Observo en su
mirada la intención que tiene de hablar, pero el penetrante sonido de lo que
parece el claxon de un coche sonando
fuera del lugar lo interrumpe. Michael mira hacia fuera casi al instante, y
antes de que se volviera hacia mí de nuevo, le cuestiono con la mirada.
—¿Qué es eso?
—Les he pedido que me avisaran—Susurra
para él mismo.
—¿Qué? ¿Quiénes?
—Linda, escucha, se supone que no estoy
realmente aquí. Pero no he soportado las ganas de volver a verte. Lo lamento
tanto, en verdad tengo que...
—...Descuida—Le interrumpo, colocando la yema
de mi dedo al nivel de sus labios.
Trata de sonreír,
con una completa compasión plasmada en su rostro.
—Te hablaré de ello—continúa—, te hablaré de
todo luego, te lo prometo. Pero en este momento...
Michael calla,
al escuchar que aquél sonido vuelve a aparecer.
—Te llevaré a tu departamento, ni loco
pienso dejarte aquí sola.
—No he terminado de trabajar, aún tengo algunas
cosas que terminar aquí. Pero está realmente bien, Michael. Tú tienes que irte—
Trato de sonar lo más segura posible en cada una de mis palabras.
“Y además, yo
tengo un día entero que planear para mañana” —Pienso para mí.
Michael abandona
mis manos, y camina hacia atrás, sin dejar de mirarme un instante, acercándose
cada vez más a la salida.
—Te veré luego, pequeña. Tengo tantas cosas que
contarte en verdad—Musita con más distancia entre ambos que entre él y el umbral
de la puerta.
Sonrío, y estoy
a punto de decirle que todo estaría bien, que comprendía que tenía que
marcharse y que mañana sería un nuevo día para ambos. Pero la incógnita de no
saber siquiera el lugar en el que él se estaría hospedando esta vez aterrizó a
mi cabeza de repente. Y si quería hacer, siquiera algo de lo que tendría
planeado para mañana, tenía que saber al menos del lugar al que Michael iría a
pasar la noche.
—¡Michael...!
Mi voz lo atrapa
justo bajo el umbral de la puerta, y vuelve a mirarme en aquél mismo instante.
—¿Qué pasa?
Y me lo pienso
dos veces; pienso en la manera en la que estoy por arruinar el elemento
sorpresa de mis planes para el día de mañana. Me doy cuenta de lo equivocadas
que estaban mis ideas en aquél momento. Todas, pero de algo sí que estaría
segura.
—...Te quiero—Digo al fin, y sepulto
mis ojos en su mirada.
Michael sonríe
como antes, de la manera que a mí me asesinaba al mirarle. Se aproxima a mí en
un instante, y deposita un beso fugaz en mi mejilla, haciendo sentir punzante
la sangre corriendo por mis mejillas.
—Y
yo a ti, pequeña.
Cruza la salida
sin pronunciar cualquier otra palabra. Trato de reaccionar luego de lo cegada
que me había dejado su última sonrisa y termino mi trabajo en silencio. Silencio
ensordecedor, y desesperación insoportable que se extienden a lo largo de mi
trayecto a casa.
Observo la mirilla
de mi puerta frente a mí. Y en mis miedos comienzo a pensar que las horas
correrían en mi contra a partir de aquél momento, el cumpleaños de Michael se
acercaba cada vez más y mis ideas aún no estaban, ni por cerca, ordenadas.
Tenía que
conocer el lugar en el que Michael se estaría hospedando. Apostaría todo lo que
tengo a que Michael se lo habría comentado ya a Monica. Tenía que hablar con Karen,
o Frank, si era posible. Sé que ambos me ayudarían sin pensárselo dos veces y
su parte me era crucial en mis planes. Pero más difícil, más complicado que
cualquier otra cosa, tenía que pedirle a Monica, suplicarle, que me permitiera
efectuar mis planes a mí, y a mí solamente... Aquí iba, y no estaba segura de
nada.
Pongo un pie más
allá de la puerta, y al primer instante los encantadores ojos de Phoebe, que se
encuentra sentada en la mesa del comedor, abrazan los míos. Su sonrisa se
extiende mil veces en cuanto fija su vista en la mía.
—¡Rachel! ¡Oh, por Dios! —Grita, mirándome por
un momento, pero luego se gira y comienza a mirar hacia atrás. —¡Monica!
¡Rachel está aquí! ¡Acaba de llegar!
—Oh, ¡Hola,
Pheebs! —No puedo evitar sonreír, al igual que ella.
Se acerca lo
suficiente y me toma entre sus brazos dulcemente, me quedo atónita, y puedo
adivinar de inmediato la razón de su genuina felicidad. Monica luego aparece
desde su habitación, y me embiste en un enorme abrazo apenas encuentra la
oportunidad de hacerlo.
—¿Lo has visto? ¿¡Lo has visto!? —Me toma de
las manos, y su sonrisa continúa firme y radiante.
Quiero hablar,
gritar, contarles lo que ha sucedido, lo feliz y completa que me he sentido,
que de nuevo he llorado frente a él, que una vez más lo he tenido entre mis
brazos y que había aspirado el aroma de Michael hasta mi cansancio. Pero en
aquél instante, más que contarles a pie de detalle, tenía mayor prioridad en la
lista de planes en mi cabeza.
—Lo he visto... —Murmuro, y siento mis ojos
cristalinos, conteniendo mi emoción—. Lo he visto, Monica. Y no puedo creer que
él esté aquí— Las tomo a cada una entre mis brazos, y me aseguro de escrutarlas
al mismo tiempo.
—¿Y? ¿Cómo ha
ido? ¿Qué pasó? —Phoebe me mira impaciente, y Monica asiente con ella.
—¿Te ha dicho
algo? ¿Tú a él? —Los ojos azules de Monica me miran ansiosos.
Guardo silencio,
trato de pensar por un instante por dónde debía comenzar. Tomo la mano de ambas
y nos dirijo alrededor de la mesa, tomamos
asiento y observo los ojos de ambas mirándome todo el tiempo.
—La verdad es que no hemos tenido mucho tiempo
para hablar—Mi sonrisa se desvanece un poco.
—¿Por qué? —Phoebe
me mira fijamente.
—No lo sé, en
realidad. Supongo que se han presentado problemas—murmuro, y tras un suspiro mi
mirada se pierde—, pero Michael parecía realmente preocupado por ello.
Phoebe y Monica
se miran entre ellas pasiblemente. Siento de pronto el dulce tacto de Monica
acunando mi mano sobre la superficie de la mesa.
—Creo que sé de qué me estás hablando—Monica
me susurra.
¿Lo sabe, en
verdad? ¿Y cómo es que yo no lo sé? Siento un punzado de desesperación
surgiendo dentro de mí.
—Bueno, dímelo. ¿Qué es lo que pasa?
—Lo que pasa es que—ella aclara su garganta—,
bueno, ésta tarde he recibido... una llamada telefónica... —Titubea.
—¿Una llamada?
¿Y qué pasó?
—...Se trata de
Frank, Rachel.
—¿Frank? ¿Qué
con él? ¿Qué pasa?
Deja de mirarme,
me desespero y opto por mirar a Phoebe, que ya había perdido su mirada también.
Mi desesperación comienza a aumentar. Eso quería decir que tanto Monica como
Phoebe lo sabía. ¿Quién más? ¿Los chicos? ¿Ross? ¿Richard?
—¡Cielos, Monica! ¡Dime!
Alzo mi voz más
de lo necesario, pero Monica vuelve a darme su mirada.
—Michael
despidió a Frank, Rachel.
Mi mandíbula cae
al suelo. Maldición, ¿Michael había despedido a Frank? Frank, el hombre por el
que yo había logrado acercarme a tal nivel a Michael. Frank, la razón por la
que todos habíamos asistido al concierto. Frank, la siempre mano derecha de
Michael. Frank, quien me había obsequiado más de una vez miradas llenas de
compasión. No, aquello tuvo que ser una broma. Monica estaba bromeando,
definitivamente.
—No puedo creerte.
—Pues tendrás que hacerlo, créeme—Su voz se
esfuma un momento—. Él ha llamado esta tarde, él me lo ha dicho, Rachel.
Mi voz no
formula oración alguna. Entonces era cierto. Michael había despedido a Frank. Estoy
segura ahora de que ésa ha sido la razón por la que Michael no había podido
contármelo antes.
—¿Verás a Michael mañana, Rachel?—Monica llama
mi atención y comienzo a mirarla, al igual que Phoebe.
Magnífico, ella
había tocado el tema del día de mañana, por si fuera poco. Sería ahora o nunca.
Sería aquí cuando tenía que poner mis efectos de persuasión en práctica, y
tenía que hacerlo a la perfección. ¿Cómo demonios? Con la noticia de Frank aún rondando
mi mente.
—Monica, tengo que hablarte de algo.
Es algo que he estado planeando.
—Dime—me contesta de inmediato.
—Está bien—aparento mostrarme lo más segura
posible—, pero antes debo preguntarles algo a ambas—las miro simultáneamente.
—¿Qué es?
—¿Tienen algún
plan para el día de mañana? —Digo, con un tremendo miedo apoderándose de mí.
Phoebe resopla
molesta, y le cuestiono con la mirada.
—Adelante, Monica, dile—Phoebe dice.
—Mañana mi papá celebrará su cumpleaños. No
pudo hacerlo el día que era, porque estaba trabajando, así que ha organizado
todo para el día de mañana—Monica comenzó a asesinar a Phoebe con la mirada—.
Nos han invitado a todos, y al parecer, Phoebe y los chicos están muy emocionados
de asistir. ¿Cierto?
—¡Pero claro! —Phoebe
suelta con un tono sarcástico y una sonrisa burlona, y no puedo evitar esbozar
una sonrisa.
—Espera,
¿Richard asistirá también? —Frunzo el ceño.
—Es el mejor
amigo de mis padres, él tiene que estar ahí.
—¿Piensas
decirles sobre él a tus padres? —Phoebe la mira divertida.
—¡Por supuesto!—Monica
ríe— La verdad es que para el cumpleaños de mi padre he decidido regalarle un
paro cardiaco.
Me es imposible
aguantar la risa, y la hago aparecer casi al instante.
—Pero espera, ¿A qué ha venido todo
esto? ¿Por qué me lo preguntas?
Mi risa se
esfuma de inmediato. Bien, aquí voy.
—Necesito que me digas el lugar en el que
Michael está hospedándose esta vez. Sé que lo sabes, sé que te lo ha dicho.
—¿Por qué el cambio
tan repentino de tema? —Me observa detenidamente, parece que no ha creído lo
que le he dicho.
—Sólo necesito
que me lo digas, lo necesito en verdad.
—No, hasta qué
me digas de qué se trata todo esto.
—Monica, sólo díselo. Si no lo haces tú, yo se
lo diré. —Phoebe mira seria a Monica.
—Pienso
decírselo, Phoebe, sólo quiero saber de qué se trata todo esto.
—Está bien, de
acuerdo—murmuro—. Mañana es... es que, el día de mañana es...
—¿Mañana es...? —Monica
alza sus cejas de manera desafiante.
—Mañana es el cumpleaños de Michael.
Los ojos de
Monica se abren como platos. ¿Lo había olvidado? ¿Ella? No podía creerlo.
—¡Oh, Dios mío! ¿¡Cómo he podido olvidarlo!?
¡No puedo creerlo! —Alza la voz, tal vez demasiado, y cubre su boca con ambas
manos—¡Llamaré a mis padres! ¡Los llamaré ahora mismo! ¡Tenemos tanto que
planear, tanto que...!
Maldición, el
terror me invade de pies a cabeza. Justo lo que no quería que pasara, estaba
ocurriendo en este momento.
—Monica, quiero que te tranquilices—me
incorporo y camino hacia ella, sujeto sus dos manos y trato de hablar con ella
tranquilamente—. Tienes que calmarte, tengo que decirte algo.
—¿Qué?
¿¡Qué!?
—Quiero hacer
algo con él—Suspiro, y trato de que mis siguientes palabras no la lastimen
demasiado—. Únicamente yo, solos él y yo.
—¿Por qué sólo
tú? ¿Cómo se te ha podido ocurrir que...?
—Monica, linda,
sólo quiero salir a cenar con él. Es todo—Trato de alzar la voz, y de
tranquilizarla de nuevo—. Para cuando todo termine, volveremos. Y podremos
tener una linda velada aquí en el departamento. ¿Está bien? —Suplico, no podía
creer que había llegado a estos extremos.
—¿En verdad
piensas que accederé a esto?
—En realidad, yo
pienso que sí—La voz de Phoebe aparece entre nosotras—. Vas a acceder, porque
Rachel es tu amiga, y porque eres buena persona, una muy buena persona.
Realmente,
agradezco que Phoebe estuviera de mi lado en estos momentos. Una gran alegría
comienza a invadirme poco a poco. Monica resopla, y nos mira a ambas.
—Está bien.
—¿Está bien? ¿De verdad? —Trato de
pronunciar.
—Sí, está bien—Murmura—. Pero, sólo si prometes
volver a tiempo. La verdad es que no quiero perderme el cumpleaños de mi
artista favorito, ¿Sabes?
—Lo prometo, ¡Lo
prometo! —Sin pensarlo, corro y la abrazo con una gran fuerza. Phoebe me obsequia
una mirada cómplice y me aseguro de envolverla en mis brazos también.
—...Michael se
está quedando en el Four Seasons. Él me lo dijo, estoy segura. Y ya sabes, en
el último piso.
—Four Seasons,
lindo. Cómo no lo he adivinado.
—¿Y cuál es tu
plan? —Phoebe me mira, confundida.
—No lo sé, tengo
que meditarlo aún. Sólo estoy segura de que lo siguiente que haré es hablar con
Karen. Necesito que...
—Yo puedo hacer
eso, si quieres—Monica me interrumpe, y no podría agradecérselo más.
—¿Harías eso?
—¡Claro que sí!
Michael me ha dado el número telefónico de ambos, no hay problema—Me abraza,
con la más bella de las sonrisas.
Monica me
contempla pensativa, y yo sigo sin formular algún sonido que concretar. Ella y
Phoebe me sonríen una vez más y las observo más seguras que nunca.
—Sé qué le diremos—Phoebe musita.
—¿En verdad?
—Quédate tranquila, Rachel—Monica me observa—. Tan
sólo fíate de nosotras.
—Sólo necesito ver
a Michael realmente temprano, chicas—Asiento—. Alrededor de las 7 de la mañana.
Los ojos de
ambas se amplían, pero no les tomo importancia. Estoy tan segura de mis planes
como lo estoy de mis sentimientos hacia Michael. Las observo, y persuado sus
miradas, pero un bostezo amenaza con brotar de mis labios.
—¿Les molesta si me retiro a mi habitación
ahora? Me encuentro bastante agobiada, en realidad. Saben cuánto aborrezco el
turno nocturno en Central Perk—Digo, sin mentir en ninguna de mis palabras.
—Por supuesto
que no. Adelante, linda—La sonrisa de Monica se agranda—. Y no te preocupes por
nada, lo haremos posible.
—Gracias... —Me
aproximo a Monica, y le doy un pequeño beso en la mejilla, y luego a Phoebe,
trato de abrazarlas de nuevo a ambas y les dedico una de mis más sinceras
sonrisas—. Gracias de nuevo...
Las escruto a lo
lejos, antes de desaparecer detrás de la puerta de mi habitación segura de mí
misma, confiada en que ellas sabrán hacer lo correcto, y pensando en cómo rayos
iba a pagarles por todo lo que harían por mí.
Decido usar mi
ropa de dormir antes que nada, y me recuesto sobre mi cama. Pensativa; esto no
iba a ser nada fácil en realidad, pero tenía que confiar. Ahora todo quedaría
en mis manos. La distancia entre mis párpados se consume mucho antes de que
pudiera darme cuenta de que estaba sucediendo, pero la imagen de Michael en mi
cabeza continuaría siempre presente. Me sucumbiría al sueño, pensando en
Michael sin tratar de darle vueltas al asunto. Para cuando quiero volver a
vislumbrar el reloj en mi tocador, la noche se habría marchado por completo. Me
incorporo con el menor resquicio de fuerza, y me aproximo a la ventana de mi
habitación, admiro el cielo gris que caía sobre Nueva York. Era la mañana
siguiente, era 29 de Agosto de 1988, y absolutamente nada ha cambiado.
Nuevo día, mismos sentimientos.
Confirmo la
hora; 6:25am. Demonios, apenas y tengo el tiempo justo. Maldigo una, y otra
vez, tomo un conjunto de ropa más o menos decente de mi cajón, mientras
emprendo vuelo al cuarto de baño. Arrojo mi ropa de dormir a un costado de la
tina y por primera vez, en los últimos meses, luego de las miles de largas
duchas liberadoras del dolor que he tenido, por fin ésta sería una realmente
corta. Tiempo era lo menos que poseía en este momento.
Salgo del baño y
vuelvo a mi habitación, busco algo de dinero en mi bolso habitual y regreso a
la estancia en dos segundos. Me dirijo sin pensarlo a la salida, me dedico a mí
misma una sonrisa determinante y cargada de seguridad antes de salir por la
puerta, abandonar el edificio y posicionarme en la acera, deseando que algún
taxi no tarde en aparecer. Miro mi reloj una vez más; 6:50am. Oh, no, no, no.
Esto simplemente no podía estar ocurriéndome a mí esta vez. No hoy, no ahora,
por favor. La desesperación me devora lentamente. Me paro sobre las puntas de
los pies, y abarco un mayor rango de vista ante mí. Nada, maldición.
Creí haber
tocado fondo en realidad, y como todo lo que lo toca no le queda más que
comenzar a subir, el sonido del claxon de un coche llama mi atención. Un sonido
idéntico al que Michael y yo habíamos escuchado justo la noche anterior. Alzo
la vista sigilosamente, y en efecto, un lindo coche blanco no muy grande, se
acerca lo suficientemente rápido hasta donde yo me encuentro.
—¿Necesitas que te lleven?
Sus palabras
acompañadas con la más radiante de las sonrisas, sus rizos dorados rodeando su
delicado rostro, y aquél potente labial sólo podrían pertenecer a una sola
persona, una persona a la que le debería todo en tan sólo un segundo.
—¿Karen...? —Musito, con mi voz sujeta
a un nudo en la garganta.
—¡Vamos, entra! —Alza la voz, orgullosamente
dulce, y sin moverse de su asiento, estira su brazo para abrir la puerta del
copiloto frente a mí.
—Karen, Dios
mío... —Suspiro mientras ingreso en un instante.
Cierro la puerta
apenas entro, y como puedo, la tomo entre mis brazos sin preguntar.
Agradeciéndole sin palabras todo lo que esto llegaría a significar.
—Seguro me has extrañado bastante, ¿no? —Dice
abrazándome también.
—¿Se nota mucho?
—Monica y Phoebe me han llamado, linda—Karen
realiza algunas maniobras con el volante, y en un par de movimientos emprende
en la dirección por la que había aparecido—. Ahora puedes estar tranquila.
—Muchas gracias,
Karen. No sé, no sé cómo...
—Rachel—me
interrumpe—, es un placer.
El recorrido
toma su curso conforme las palabras y bellas anécdotas se deslizaban por sus
labios, y le agradezco entonces en mi fuero interno el que sólo ella ocupara la
palabra en todo momento. Me encuentro demasiado nerviosa para formular
oraciones congruentes, para decir algo que no fueran tonterías y cursilerías.
A un tramo
frente a nosotras, vislumbro la ostentosa entrada al hotel Four Seasons, la
sangre comienza a hervir ferozmente bajo mis venas y estalla en el momento en
que me doy cuenta de que Karen se ha pasado la salida para accesar.
—¿Karen, no has...? —murmuro.
—No podremos entrar por ahí, créeme—musita, sin
dejar de mirar al frente—. En un par de minutos este lugar estará inundado de
gente y periodistas, especialmente este día.
—Ya veo, sí—asiento—.
¿Por dónde entonces?
—Entrarás por
atrás.
—¿”Entrarás”?
Karen rodea
sigilosamente la manzana del Hotel, y se detiene en seco frente a una puerta
que deja mucho qué desear. ¿Por aquí es que Michael tenía que ingresar al hotel
también? No podía ser. Miro a Karen, y
me dirige una mirada que sólo dice “Lo sé”. Frunzo el ceño y ella me contempla
en silencio.
—Los chicos te conducirán a partir de aquí,
Rachel—murmura, y apenas la escucho.
—¿Tú no vendrás? —Mi voz se eleva un
par de octavas más altas.
El sonido de
alguien abriendo mi puerta interrumpe nuestro contacto visual, y miro a un
hombre impecablemente trajeado que me tiende la mano amablemente.
—Muy buenos días, señorita.
A duras penas
salgo del coche, y cuestiono súbitamente a Karen con la mirada.
—Lo lamento tanto, linda—Ella me observa aún desde
el interior del vehículo—. Tengo algunos pendientes que atender. ¡Seguro estará
todo bien! Confía en ti, que yo lo hago. ¿Está bien? Si tomas velocidad, seguro
aún lo encuentras dormido. No creo que tarde en despertar, deberás darte prisa,
¿sí?
Paso una mano
entre mi cabello. Mis nervios se evidenciaban cada vez más y más.
—¿Me sigue, señorita? —Me giro y miro a aquél
hombre elegante cediéndome lugar hacia la pequeña puerta. Asesino a Karen con
la mirada.
—¡Es la habitación 3364! ¡3364! —Ella lanza al
viento, mientras enciende el motor y hace afán de emprender marcha nuevamente.
Entro sin
pensármelo más por aquella puerta y el hombre que me permite la entrada me
dedica una dulce sonrisa. Sigo a un puñado de hombres más que encuentro dentro,
y me dirigen por elevadores, más escaleras, y pasillos eternos. Con el alma
sujeta de un hilo y las piernas tambaleando.
—...Ésta es la habitación—La voz de uno de
ellos me saca de mis pensamientos.
—De acuerdo... —aclaro
mi garganta— Gracias.
Deposita una tarjeta
blanca sobre mis manos y sin decir nada más, desaparece al girar en dirección
hacia otro pasillo. Sacudo mi cabeza, liberándome de toda angustia, y deslizo
la pequeña tarjeta al ras de la cerradura, antes de ser aún más devorada por el
penetrante ‘3364’ tallado en metal descansando frente a mí.
Cierro la puerta
detrás de mí con sumo silencio, y procedo a vislumbrar el interior.
La habitación
amueblada cautelosamente con un toque que me recordaba al de la decoración de
Neverland me hizo sonreír, los esquicitos cuadros que tienden de las paredes, todos
ellos un toque seguro de Michael. El inmenso ventanal que permitía tener una gran
vista de Nueva York debajo de todo, y un silencio abrumador que envolvía cada
resquicio del lugar, tan enorme, que me hace dudar si en efecto, Michael se
encontraría ahí dentro.
Abandono valor
con cada paso que dejo detrás de mí, y el terror aumenta cuando mi vista no
alcanza a vislumbrar algo que no sea soledad, vacío, o silencio. Tortura que
dura largos segundos y un daño que cesa de golpe, al vislumbrar a Michael
tendido de lleno en un sueño profundo sobre la enorme cama al final de la
habitación.
—Dios mío... —Susurro sin darme cuenta de ello,
y llevo de inmediato ambas manos a mis labios, evitando que un sonido más brote
de ellos.
Michael mueve su
cuerpo apenas unos centímetros, y temo en mi interior la idea de que quizás me
había llegado a oír. Cierro mis ojos y aguardo a que sus movimientos junto con
mi terror se desvanezcan tan sólo un poco. La serenidad en la que Michael
reposa es adictiva para cada uno de mis sentidos, y sin verlo venir, mis pasos
me conducen en dirección a la enorme cama, y me dedico a estudiarlo más de
cerca.
Su piel
relajada, sus párpados sellados y su respiración embriagante toman el mando total
de mis acciones, y me atrevo sin siquiera meditarlo, a trepar a la cama y a
recostarme tan sólo a unos centímetros de donde su cuerpo se encontraba. Todo
deja de importarme en aquél punto, todo deja de tener sentido, estudiando su
rostro, y comprendiendo una vez más la razón por la que me había enamorado de
él una y miles de veces más.
El nudo en mi
garganta aumenta, y mientras una lágrima viaja desde mis ojos hasta la almohada
bajo mi cabeza, le pido perdón en mis pensamientos. Le ruego e imploro en silencio
su perdón al no permitirme aceptar lo que ambos anhelábamos desde el segundo en
que intercambiamos miradas aquella primera vez. Cierro mis ojos, y más lágrimas
se ocupan de brotar de ellos. Pero inmediatamente las limpio, recordándome que
al menos en este instante, Michael no debía verme llorar.
—...Debo seguir soñando.
Abro mis ojos de
golpe y observo los suyos luchando por abrirse y las comisuras de sus labios
debatiéndose por extenderse en una tierna sonrisa. Bien hecho, Rachel, lo has
despertado.
—Um, no. La verdad que no lo creo—Sonrío al
igual que él, y trato a lo imposible por mantenerme tranquila.
Sus ojos
continúan entrecerrados pero su sonrisa se vuelve cada vez más radiante. Me
aseguro entonces de que él se encuentra tratando de digerir aún la situación en
la que yo nos había puesto a ambos. Y jamás me atrevería a juzgarlo, hasta a mí
misma me sorprendía lo lejos que había podido llegar.
Una pequeña
risita brota de sus labios sin dar aviso.
—¿Qué es lo que pasa, Michael?
—Tan sólo trato de recordar—Susurra, y
sus ojos despiertan levemente.
—¿Recordar?
—Sí—Musita—, recordar la última vez que había
despertado con la más magnífica vista frente a mis ojos.
Ahogo una risa
ruborizada y siento la corriente sanguínea fluyendo recia bajo mis mejillas.
¿Cómo es que él podía ser tan encantador apenas al despertar?
—Pretendo creer que con ‘magnífica’ te has
referido a mi completa carencia de maquillaje—digo con sarcasmo en mi voz,
apenándome ante el hecho de que lo que yo estaba diciendo era cierto—, ¿O a mi
perfecto cabello desaliñado?
—Pues, en
efecto, a eso me estaba refiriendo—El orgullo se asoma por su sonrisa—. Eres
una maravilla natural.
—No seré la
única en esta habitación, ¿O sí?
Sus mejillas
resplandecen en un hermoso tono cálido tras mis palabras, y comienzo a divagar
que habrá sido también ante la posición en la que aún nos encontrábamos. Entre
suspiros y leves carcajadas, él se incorpora sobre su sitio en la inmensa cama,
y yo me ocupo de imitarle casi al instante.
—No te molestes, pequeña, pero tengo
que preguntar.
—Adelante.
—Si mal no he recordado, la última vez que
chequé, se encontrarían al menos diez hombres de traje tan sólo afuera,
resguardando esta habitación, y en efecto, el edificio entero... ¿Cómo es
que...?
—Sé lo que estás
pensando—Le interrumpo.
—Créeme que ni
siquiera sé en qué estoy pensando ahora, linda.
Me olvido de
contestarle por un momento y bajo de la cama, la rodeo lentamente seguida aún
por su insistente mirada hasta encontrarme en el sitio correcto para tomar
asiento frente a él. Acentúa aún más su contacto visual, y comienza a
cuestionarme con la mirada.
—¿De verdad crees que alguien como yo revelaría
sus secretos? —Le digo, divertida de mis palabras.
—Rachel... —Me
fulmina con la mirada.
—Tengo contactos,
Michael.
—Adivinaré,
¿Karen? ¿Monica? ¿O Phoebe?
Resoplo de mala
gana, totalmente vencida por su intuición, aunque de verdad es que también
sería bastante obvio. Lo miro entonces entonar una fuerte carcajada.
—Y bueno, ¿Puedo saber a qué se ha debido la
hermosa sorpresa? —Michael estira sus brazos, y termina una serie de leves
movimientos paseando una mano por en medio de sus rizos alborotados sin dejar
de observarme ni un instante, agotándome cada vez más con su manía de
perfección. Le cuestiono con mi silencio, como si en efecto él no tuviera idea
de por qué me encontraba varada en su habitación.
—Pues, además de
que me fascina madrugar para comenzar el día acosando celebridades... —me
detengo, y trato de pensar en las palabas más acertadas para decir lo
siguiente, aún con los ojos de Michael de lleno en los míos, mis mejillas
comienzan a punzar— ...quería asegurarme de ser la primer persona en
felicitarte por tu cumpleaños.
La sonrisa de
Michael se desvanece, destrozando mis ilusiones en cientos de pedazos. Me
olvido de las sonrisas, abrazos, y bellas miradas que tenía planeando recibir
de él. Quita las últimas cobijas que aún tendían sobre su regazo, pone ambos
pies sobre la moqueta y en menos de cinco pasos, se detiene frente a un pequeño
calendario que tiende de la pared. Me estremezco y sin seguir siendo capaz de
mirarle así, pienso en seguirle.
—Tienes razón—susurra, aún con la
mirada perdida frente a él.
—¿Ocurre algo? ¿He dicho algo malo?
—¿Qué? —Me mira de nuevo, pero sin duda sigue
aún inmerso en sus pensamientos— ¡No, claro que no! Por supuesto que no.
—¿Entonces?
Michael ahoga un
suspiro inmenso y desesperanzado.
—No me encanta el hecho de cumplir años, es
todo—Pierde su mirada de nuevo, y me aventuro a halar suevamente de su mentón
para lograr que vuelva a mirarme.
—Michael,
vamos... Hablas como si hoy cumplieras setenta años. ¿Piensas que los treinta
años que estás cumpliendo es de verdad demasiado?
Su sonrisa
comienza a reaparecer, y siento alivio al haber logrado mi cometido.
—Es fácil para ti decirlo, Rach. Tan sólo eres
una mujercita de veintitrés años.
—¿Así que
‘mujercita’? —Finjo retarlo con la mirada.
—Ajá... Una
hermosa mujercita— Michael sonríe tiernamente, y luego de un segundo más de
perdernos en la mirada del otro, lleva ambas manos hacia su rostro, cubriéndolo
por completo, y le oigo refunfuñar—. Es que no puedo creer que esté cumpliendo
treinta años.
—Te aseguro que
esto no es tan malo como te has ocupado de pintarlo.
—Ah, ¿no? Suenas
bastante segura, ¿Podría saber por qué?
Sonrío. Había
esperado este momento en particular desde que había abierto mis ojos esta
mañana. Tomo de su mano y nos llevo a tomar asiento al pie de la cama.
—Porque he preparado una sorpresa para
ti.
—¿Podría conservar la sorpresa y aún seguir
teniendo veintinueve años? —Murmura con un tono chillón en su voz.
Una carcajada
brota de mis labios.
—No, Michael, escúchame.
—Está bien, dime.
—Lo que ocurre es que—Tomo aire, antes de
continuar—, nos he preparado una cita.
—¿Una...? —Su voz
se esfuma un instante—¿Una cita?
—Una cita.
—¿Te refieres a
todos? ¿Los chicos y nosotros?
—No. Me refiero
a sólo tú y yo—Afirmo—. Como ha sido en el principio, como la primera cita que
tú y yo hemos tenido.
—Solos tú y yo
entonces...—Titubea, y sus ojos se abren ampliamente, puedo notar la manera en
la que se estremece sin siquiera tocarlo.
—Sí, ¿Qué dices?
—¿Que qué digo?
Michael guarda
silencio, y me contempla detenidamente, estudia mi rostro y me ahoga en la más
insoportable de las desesperaciones, aguardando por su respuesta. Su mirada me
abraza dulcemente y me da una idea de lo que podría decir.
—Digo que tendría que encontrar todos los
lenguajes y dialectos posibles para decirte que sí millones de veces, pequeña.
Mis labios se
extienden infinitamente por sí solos, y compruebo una vez más que todas mis
sonrisas llevarían grabadas su nombre, sin haber importado el por qué o el cómo
y el qué, él estaba ahí, y estaría siempre. Él existe en cada una de mis
sonrisas.
No le contesto,
y aún con su dulce mirada reconfortando todos mis sentidos, abro mis brazos y
me hundo contra su pecho. Él me toma sin titubear, y agradezco el gesto que
ocurre nuevamente entre nosotros, con una de sus manos rodeando mi nuca y la
otra paseándose por la superficie de mi espalda. Las mías envolviendo su torso
entero, mi nariz descansando contra su camisa, impregnándome de su bendita
esencia, y mis lágrimas nuevamente amenazando por supurar.
—Feliz
cumpleaños, Michael—Musito contra su cuerpo.
Le siento
sonreír, una pequeña risita se desliza por sus labios mientras me estruja con
más fuerza hacia su cuerpo, y entiendo de inmediato que éste roce era lo que
ambos necesitábamos.
—Te quiero tanto, Rachel...
Mis brazos se
hunden con más intensidad contra su piel, casi lastimándole. Y por más que lo
he pedido, las palabras no logran salir de mis labios. Pero estoy segura de que
este abrazo era más que suficiente para hacérselo saber, para que no existiera
duda alguna de que yo también le quería, de que ‘querer’ de pronto comenzaba a
quedarnos corto, y de que cada día que pasaba a su lado sin ser nada más que
amigos me asesinaba lentamente.
Michael y yo no
éramos nada, pero cuando nos abrazábamos, cuando estábamos juntos, lo éramos
todo.
—...Michael—Una voz profunda resuena justo
luego del estruendoso sonido de la puerta abriéndose de par en par sin ningún
aviso aniquilando mis pensamientos, siento tenso el cuerpo de Michael, y me doy
cuenta de que ha sido lo mismo para él—. Oh, demonios, lo lamento tanto...
—Bill... —Michael
lucha por recuperar el aliento, le siento estremecer, y ambos abandonamos la
posición en la que estábamos inmersos—. ¿Qué es lo que pasa?
Noto la mala
gana en la voz de Michael.
—Lo siento tanto, Michael—Bill titubea unos
segundos—. Tengo a tu madre en el teléfono, es la segunda vez que ha llamado—La
mirada de Bill se clava preocupada sobre mí—. ¿Quieres que…?
—No, no, por
supuesto que no—Interrumpo a ambos, me incorporo y camino algunos pasos a donde
Bill se encontraba—. No tienen que hacer esto, de cualquier forma yo...
—Linda, está
bien... —Michael camina hacia mí—. Puedo hablar con mi madre en cualquier
momento.
—Pero seguro
habla para felicitarte. Puedes hablar con ella ahora, Michael. Ya ha llamado
dos veces, no quiero ser la razón por la que ella... —mis palabras tropiezan
una tras otra, y Michael se limita a cuestionarme con la mirada—. De todas
formas tengo que irme ahora, no te preocupes—tomo mi bolso y muy a mi pesar mis
pasos comienzan a alejarme de Michael.
—Pero, Rach...
—Está bien,
Michael, aún tengo muchas cosas por hacer así que... —vuelvo hacia él, no mido
mis movimientos y deposito un beso rápido sobre su mejilla. Noto de inmediato
el enrojecimiento que su rostro comienza a adoptar y en menos de un momento,
Bill me cede lugar para caminar hacia el umbral de la puerta.
—Pero espera,
linda—la voz de Michael me detiene en seco—, ¡aún no sé el lugar, no sé dónde
te veré, la hora...!
—Seguro Karen te
lo dirá todo luego, créeme—Alzo mi voz desde el umbral de la puerta, observo
nerviosa a Bill que me contempla con una inmensa compasión y devuelvo mi mirada
a Michael—. Adiós... —apenas susurro, creyendo en la posibilidad de que sólo
Michael me hubiera escuchado.
Cierro la puerta
detrás de mí, con la sonrisa confundida de Michael perdida aún en mi vista, y
emprendo el camino por el infinito corredor frente a mí. El silencio rodea
todos mis sentidos de nuevo, y mi mente divaga en la manera extraña en la que
le agradecía a Bill por haber detenido mis pensamientos tan abruptamente entre
los brazos de Michael, y por la forma de asesinar los deseos que comenzaron a
aflorar por cada poro de mi piel.
Vería a Michael
tan sólo unas horas luego de esto. Y esperaba dentro de mi fuero interno, que
mi día continuara de aquella forma, con deseos que yo misma me había prohibido
sepultados en lo más profundo de mi ser.
***
Por
favor, no estés tan cerca de mí, que tengo problema al respirar
Te
doy todo lo que soy, mis latidos rotos, hasta saber que entenderás.
Me
aseguraré de mantener mi distancia, decir “Te amo” cuando no estés escuchando.
Pero, ¿Cuánto tiempo podremos lo soportar?
—Christina Perri (Distance)
Awww <3 que lindo,asi que solo yo comenté eh? pos me gusta esta novela y al fin suben cap.
ResponderEliminarDioooos mioooooooooooooooo!!!
ResponderEliminarCreo que hoy no voy a dormir. Lo juro.
Este capitulo es muchisimo mas de lo que yo esperaba, y esperaba muchas cosas.
Simplemente no tengo palabras, me ha gustado tanto que lo leere tres veces mas. Creo que voy a llorar. No sabes cuanto talento tienes Kat, eres increible. Quisiera adelantar el tiempo pero estoy segura que la espera valdra muchisimo mas que la Pena.
Gracias, Linda.