Mi querida Rachel;
Lamento no haberte escrito de manera común,
pero te juro que he esperado que la luna te haga llegar cada abrazo, cada deseo
y cada suspiro que le he encargado para ti.
No he podido evitar sentirme terrible, después
de todo el tiempo que he dejado pasar. Lamento no haber sido capaz de
escribirte estas últimas semanas. Siento tanto si te he preocupado, pero es que
no había podido encontrarme un tiempo a solas para poder sentarme a escribirte,
con mi mente de lleno en ello.
¿Por dónde podría comenzar a contarte todo lo
que ha pasado? La verdad es que cosas maravillosas han sucedido desde la última
vez que te he escrito, linda. Siento orgullo al decir, que una de ellas es que
después de tanto tiempo, he sido capaz de cumplir uno de mis más grandes
sueños; como te había dicho, la gira ha debutado en Londres, y recibir tan
buena bienvenida de todas las personas, sentir el amor, me ha hecho sentir en
verdad maravillado, y me recuerda el por qué del amor que tengo por lo que
hago... Y aquella semana he tenido el honor de conocer a la familia real,
¿Puedes creerlo? ¡Al fin conocí a Lady Diana! Y es que, si tuviera la
oportunidad de pedir una cosa más, pediría que tú misma la conocieras también,
incluso le he hablado sobre ti. La verdad es que unos momentos antes me
encontraba nervioso en extremo, pero estar en la misma habitación que ella, el
sólo sentir su aura, su presencia, había sido más que suficiente para
tranquilizarme completamente, para sentirme bien. Sueño en verdad, con el día
en volverla a ver, pero esta vez, contigo tomando mi mano.
Sí, me han sucedido cosas extraordinarias a
decir verdad. Pero, sólo por una parte… Porque la verdad es, que tu ausencia me
sigue doliendo.
Quisiera decirte, Rachel, que con cada día que
ha pasado, se convierte en más llevadera la falta que me haces. Quisiera
decirte que no los he extrañado lo suficiente, y que ustedes no me han hecho
falta. Pero estaría mintiendo.
Y quisiera también, con todo mi ser, decirte
que todo ha ido de acuerdo al plan, y que nada podría ser mejor de lo que ya lo
es. Pero no ha sido así. Las cosas con Frank han cambiado demasiado. Él me ha
acorralado a dejar de mirarlo como la figura que observaba en él desde hace ya
varios años. Aquella figura paterna y protectora que conciliaba en él se ha ido
desvaneciendo drásticamente. No sé de qué me he perdido, ni sé qué es lo que
está sucediendo, pero estoy seguro de que él ha dejado de creer en mí. Ha
dejado de confiar, de cuidar lo que hago, de apoyarme. Todo ello se ha
esfumado, y ha sido cambiado por reproches, malos tratos y por las expresiones
más desagradables que le había conocido. Y me temo, que si esto sigue tomando
este curso, las cosas pueden terminar bastante, bastante mal.
Lamento con todo mi ser si ésta ha sido una
carta que sólo ha causado alarmarte, pequeña. No he tenido intenciones algunas
de angustiarte, ni quiero que te preocupes por mí. Esto ha sido sólo algo que
he tenido que hacerte saber. Porque, si no es a ti, ¿a quién?
Me haces falta, Rachel. Te extraño más de lo
que podrías saber, más de lo que te podría mostrar. Cuento los días para volver
a verte, para volver a estar rodeado de todos ustedes.
Te quiero, los quiero, desde el fondo de mi
corazón.
Pd: Me atrevo a decir que, en ocasiones pienso
si he hecho lo correcto, al evitar que aquél beso sucediera.
–Michael J.
***
—…Michael, no me digas que sigues
pensando en ella.
Escuché
murmurar a Bill, con un tono serio, mientras se encontraba perdiendo su mirada
en la ventana de mi habitación, inmerso en una hermosa vista de la ciudad de
Londres, tendida bajo nosotros.
—¿Acaso he dejado de hacerlo? —Reí.
—Es que, no logro entender—Dijo,
bajando la voz.
—¿El qué?
—Muy bien, no quiero que te enfades
conmigo, ¿De acuerdo?
Dejó de
sumergir sus ojos en aquella ventana, se incorporó y se dirigió a la pequeña
estancia donde yo me encontraba, tomando asiento frente a mí. Lo miré con una
mueca de confusión, antes de oírlo continuar.
—Muy
bien, dime—Murmuré.
—No me
mal entiendas, hijo. Pero, han pasado ya más de tres meses desde la última vez
que la has visto.
—¿Qué con eso, Bill?
—No lo sé… Creí que para este
tiempo, tú ya…
—…¿La habría olvidado? —Le
interrumpí.
La
dirección que las preguntas de Bill comenzaban a tomar comenzaba a irritarme,
al nivel de usar un tono de voz que había dejado mucho que desear. Él me miró,
con los ojos en blanco.
—No te
equivoques, Bill. Si hay algo de lo que estoy seguro, es de eso, precisamente…
No voy a olvidarme de ella.
Continuó
observándome sin alguna respuesta, y frunció el ceño como si aún no terminara
de comprender.
—…Así hayan pasado meses, o años sin
verla. No va a ser así.
—Lo lamento, Michael. No quise—aclaró su
garganta—...no he querido sonar de esa manera.
—No, no, descuida, Bill—Negué, y
fingí una sonrisa.
Me mostró
entonces una mirada cargada de compasión.
—¿Piensas que ella se siente de la
misma manera, Michael?
Bajé mi
mirada, evitándole. Helado por las palabras que acabó de decir.
—Hijo, le
has enviado un gran número de cartas, desde que nos hemos ido de California.
Pero… ella no te ha respondido ni una sola vez.
—Sí,
bueno—volví a mirarle—se lo he dicho desde la primer carta que he enviado, de
hecho.
—¿Qué cosa?
—Le pedí que no contestara a ninguna
de mis cartas.
—Pero, ¿Por qué?
—Bill,
mis cartas toman más de una semana en llegar a Nueva York. Para el tiempo en
que ella pudiera contestar, yo ya estaría en una ciudad diferente a la
anterior… En fin, jamás podría recibir sus respuestas. Por eso se lo he pedido.
—Ya veo…
Se puso
de pie y se dirigió hacia el pequeño bar que se encontraba a unos metros de
nosotros. Tomó un vaso de vidrio y se sirvió un sorbo de licor. Enarcó una ceja
hacia mí y alzó la botella en mi dirección, ofreciéndome un trago. Negué, y
luego de un segundo él volvió a donde se encontraba en un principio.
—Pero
entonces, ¿Cómo lo sabes? ¿Cómo sabes que ha estado recibiendo todas tus
cartas?
—No lo sé… Sólo… sólo espero que así
sea.
Creo que
sonreí. Totalmente nervioso e inseguro de mis palabras.
—¿Por qué no la llamas? Sé que
tienes su número.
—Pues, Frank me ha sugerido no utilizar el
teléfono. Dice que podría ser peligroso, que las personas comenzarían a
sospechar el hotel en el que nos estamos hospedando.
Bill
asintió.
—Y
también—murmuré—, su teléfono quedaría registrado en este lugar, y no sería
buena idea que eso ocurriera.
—Espera… ¿Todo eso te lo ha dicho
Frank?
—Sí, ¿Por qué?
Bill tomó
un sorbo del pequeño vaso de cristal que sostenía y comenzó a mirarme con mayor
intensidad que antes.
—¿Has notado, Michael, que… Frank…?
Sus
palabras se trabaron unas con otras, pero estaba casi seguro de lo que él
estaba a punto de decir.
—Vamos, Bill—Reí, nervioso.
—No sé,
quizá sean sólo ideas mías, pero—aclaró su garganta— ¿Has notado que Frank ha
estado un poco… no él?
—Oh, Dios mío…
—¿Qué?, ¿qué? —Me miró confundido.
—¿Tienes idea del alivio que siento al saber
que no soy el único que lo piensa?
—No, no
eres el único, hijo. Ni tú ni yo somos los únicos… He hablado con Karen
también, y…
—¿Karen…?—Pregunté alarmado.
Sacudió
su cabeza y una leve carcajada salió de sus labios.
—Pues, al
parecer, no eres el único con el que Frank ha estado actuando diferente. Justo
hace unos días vi cómo le gritó a Karen… Te lo digo, jamás lo había visto así.
—Eso no—mi voz se fue un
momento—...eso no lo sabía…
—Pero, pensándolo bien… Sí, sí lo he
visto así antes, o incluso peor.
Fruncí el
ceño en una sensación de incredulidad.
—No, no lo creo. ¿Peor que esto?
Bill
aguardó unos segundos en silencio antes de contestar. Dio un último sorbo de su
vaso y volvió a mirarme.
—…Tatiana. ¿Recuerdas todo aquél
incidente con ella?
Luego de
un segundo, lo había comprendido todo.
Había
tenido cierto conocimiento sobre lo que había ocurrido entre Tatiana y Frank,
luego del momento en el que ella me había besado sobre el escenario. Los únicos
presentes, como en la mayoría de los casos, sólo habían sido Bill y Frank. Y
luego de aquello, a ella jamás se le permitió volver a dirigirme la palabra.
Puedo
entender, a lo que se quería referir Bill ahora, ya que de todo lo que me
habían platicado sobre el tema, lo único que podía rescatar de él, eran las
palabras que Frank había usado contra ella. Bill, y otras personas me habían
comentado que jamás habían escuchado a Frank antes, insultando a una persona
con aquella magnitud. Cosa que llegó a alterarme en verdad, bastante.
El
incidente que había ocurrido con Tatiana me había perturbado completamente, sin
duda alguna. Y más aún después de cómo habían terminado las cosas con ella; sin
explicaciones, y nada más que palabras denigrantes por parte de Frank. Pero
tenía que reconocer que tenía que dar algo de crédito a todo aquello… Después
de todo, a raíz de ello fue que había conocido a Rachel.
Tragué
saliva.
—Tengo cierto conocimiento sobre
aquello, sí—Murmuré.
—La manera en la que Frank la trató luego de
aquél Show en el Madison fue…
Titubeó
unos momentos, formulando sus palabras.
—…Lo sé—Le interrumpí.
Asintió,
para luego continuar observándome pensativo por varios segundos. Llevó una mano
a su mentón y dejó escapar un breve suspiro.
—¿Creerías que…? No lo
sé...—Susurró.
—¿Qué? ¿Qué, Bill?
—¿Sabes qué? Olvídalo…
Se puso
de pie y dándome la espalda comenzó a caminar, alejándose cada vez más de mí,
hasta llegar a donde se encontraba minutos atrás, al pie de aquella gigantesca
ventana frente a nosotros. Le seguí, apenas había reaccionado.
—Vamos,
Bill, dime, anda—Dije, tomando uno de sus hombros para lograr que volviera a
mirarme.
—No es
nada, es que—aguardó un momento—...llegó… llegó a mí la idea de que quizá
Frank…
—¿Quizá
Frank…?
—Que
quizá Frank se esté comportando así, debido a Rachel.
—No…
Negué con
mi rostro y manos por varios segundos, riendo sarcásticamente, mientras me
alejé un par de pasos de él.
—Eso no…
eso no podría ser. Sólo no puede. No.
—Pero,
¿Cómo podríamos estar seguros de aquello?
—Frank ha
sido una de las personas que más me apoyó tratándose de ella, Bill... Si no
hubiera sido por él, las cosas entre Rachel y yo serían muy diferentes ahora.
Continuó
observándome.
—…Así que es imposible. Estoy
seguro—Susurré.
—No lo sé, tal vez… tal vez sólo
debas pensar en ello un poco.
Lo miré,
y dejé escapar una pequeña risa nerviosa.
—En
verdad, te juro que espero que te estés equivocando.
—Vaya que
yo también lo deseo, hijo… Pero… No podemos negar que sea una posibilidad.
—Pues, si
tuvieras razón, y Frank se ha vuelto así debido a Rachel—aguardé un momento—. Entonces,
el problema que tengo con él sería más grande de lo que imaginé.
Él no me
respondió. Y yo no le cuestionaba nada, pues estaba completamente seguro de que
él lo había comprendido todo. Me aseguré de que él supiera que yo tenía razón
en mis palabras.
—Esto no puede ser—Susurré.
Le di la
espalda, y me dirigí al pequeño escritorio junto a mi cama, tomé asiento y del
pequeño cajón de junto, tomé un par de hojas en blanco, y de mi bolsillo un
bolígrafo que la mayoría del tiempo llevaba conmigo. Me encontré a punto de
plasmar las primeras palabras en el espacio en blanco, pero él me había
interrumpido.
—¿Vas a escribirle ahora?
—Pensaba
hacerlo esta mañana, pero no había tenido el tiempo suficiente. ¿Por qué?
—Contesté, sin mirarlo.
—¿Ha
pasado ya una semana desde la última carta que le has enviado, Michael? —Su
tono de voz sonó extrañado.
—Sí, es increíble cómo vuela el tiempo,
¿no?
Hubo
silencio unos momentos en la habitación, y luego de un segundo, la luz que
iluminaba la hoja de papel se había esfumado, y fue cuando me percaté de que
Bill se encontraba justo detrás de mí.
—Oh, por
favor, Michael, es tu día libre. No deberías estar escondido todo el tiempo en
tu habitación. Deberías salir, hacer algo divertido, no lo sé...
—Bill, lo lamento, es sólo que ahora
lo que quiero es…
—¡Prometo
que para cuando volvamos aún quedará tiempo para que escribas! —me
interrumpió—. Volveremos pronto, te lo prometo.
Lo medité
unos instantes, y comencé a creer que después de todo, salir no sería tan mala
idea, de cualquier forma, no me había tomado un solo día desde que habíamos
aterrizado en Londres. Observé la mirada divertida que Bill me estaba dando, y
luego de reír un momento, asentí.
—Muy bien, de acuerdo, pero sólo por
un rato.
—Lo tienes, avisaré a los muchachos.
—Llama a Karen también—dije—, quiero
que ella nos acompañe.
—Está bien, espera...
Tomó su
el teléfono y acercó el auricular. Aguardó unos segundos y en su rostro se
dibujó una mueca de desagrado.
—Qué raro. Karen no ha…
Bill
guardó en silencio, cuando ambos escuchamos el sonido de alguien llamando a la
puerta.
—Oh, mira eso, debe ser ella.
Abrí la
puerta, y de hecho, se trataba de Karen, que se miraba agotada, y observé cómo
trataba de recuperar el aliento.
—Michael, hola... tienes que...
La miré,
confundido.
—Karen,
estábamos justo tratando de llamarte, Michael quiere salir un rato y quizá
tú...
—Bill, me temo que no podrá ser
posible—Suspiró.
—¿Qué?
—Karen, ¿Por qué? ¿Qué ocurre?
—Traté de tranquilizarla.
—Frank
viene en camino, ¿Lo recuerdas? Se suponía que visitaríamos a su familia el día
de hoy...
Llevé una
mano a mi frente y dejé brotar un enorme suspiro. Sí, Karen tenía razón, ahora
lo recordaba todo. Hoy era el día en el que iríamos a la velada que Frank había
organizado para que yo asistiera.
Maldije
para mí mismo.
—…Me he
quedado dormida, y cuando miré el reloj, me dí cuenta de que ya era muy tarde.
Por eso he venido tan rápido, quería ver si estabas listo ya y...
—¿Qué? ¿Cómo es que yo no sabía de
esto? —Bill interrumpió.
—Olvidé
decírtelo, Bill. Lo lamento tanto, he estado tan distraído estos últimos días
que...
Comencé a
caminar antes de terminar aquella frase, y me dirigí hacia el closet, tomé una
chaqueta y traté de ponérmela en menos de un segundo.
—Y bueno, ¿A qué hora se suponía que
era esa reunión?
Quise
responder la pregunta de Bill, pero en el momento en el que me giré para observarlo
mejor, mis palabras se esfumaron, cuando observé que Frank ya se encontraba
bajo el umbral de mi puerta. Serio, como de costumbre.
—¿Qué?—Frank interrumpió—. ¿Acostumbran
dejar la puerta abierta?
Me
estremecí ante el tono serio de su voz, y me ocupé en mirarlo mejor. Cargó su
enorme mirada sobre mí, y como pude, soporté sus ojos sobre los míos,
imponiéndome. Si había algo que me molestaba bastante, era mostrarme débil ante
los demás.
Aclaré mi
garganta.
—Chicos,
me alegra que ya estén listos—Dijo, aún serio—. La buena noticia es que
tendremos un poco más de tiempo. La cena se ha aplazado un poco y en lugar de
comenzar a las 5, será a las 6:30.
Frank
tomó un enorme puro de su bolsillo y del otro sacó un lujoso encendedor.
Encendió una llama y la aproximó al puro.
—…Frank—Sentencié, observando el
puro entre sus manos.
Lo miré
dedicarme un gran rostro de desagrado. Cosa que me incomodó.
—Estaremos ahí a tiempo, Frank,
descuida—Murmuró Bill.
—Oh, no eres precisamente tú el que
me preocupa.
Bill y
Karen se voltearon a ver, frunciendo el ceño. Frank enarcó sus cejas y clavó su
vista seria en mí.
—¿Michael? —Dijo Karen.
Frank
cruzó la habitación sin siquiera mirar a Karen, acercándose cada vez más a
donde yo me encontraba.
—Escúchame muy bien, Michael.
—Te escucho—Traté de mantener su
mirada.
—Sabes
que esta reunión es bastante importante para mí. Es la primera vez que te
presentaré con algunas personas, y...
—¿Y el problema es…?—Interrumpí.
—No
quiero, ni imaginar que te atrevas a hacer una de las cosas que sabes hacer
mejor, Michael... —Le cuestioné con la mirada—...No quiero que llegues tarde.
¿Me escuchaste?
No
respondí, ni tuve las mínimas intenciones de hacerlo. Frank dio media vuelta y
en menos de un segundo, había salido de la habitación, cerrando la puerta.
Karen y Bill me observaron por unos momentos, y de su mirada se derramaban
restos de lástima hacia mí.
—Entonces,
apúrate, Bill. Salgamos a hacer algo divertido—entrelacé mis manos—. ¿Vas a
acompañarnos, Karen?
Los miré
un momento, y acto seguido, me dirigí a la salida.
—¿Qué? ¿No has oído a Frank,
Michael? —Bill dijo, alarmado.
—¿Qué no sabes lo que podría pasar?
—Dijo Karen.
—Lo
sé—Dije, bajo el umbral de la puerta—. Pero también sé, que él no es nadie para
decirme qué tengo que hacer... Estoy cansado de esto.
Y sin
más, tomé mis pasos y comencé a alejarme del lugar.
—¡Michael…!—Oí a Bill a lo lejos.
Y como me
lo había esperado, yo no saldría del hotel completamente sólo. Por un instante,
creí que Karen y Bill se habían reunido conmigo justo antes de que lograra
salir por la parte trasera del edificio sólo para detenerme, pero una vez más,
estaba equivocado. Bill llamó un auto para que viniera por nosotros, y en un
momento nos encontramos en camino hacia uno de los centros comerciales más
famosos de la ciudad. Y tenía que decir que agradecí el hecho de que Bill haya
decidido no incluir a la docena de hombres con traje que solían acompañarnos a
cualquier lado que yo deseaba ir.
Por otro
lado, existía una sóla cosa que nunca iba a agradecerles, y me refiero a la
innumerable cantidad de veces que Karen y Bill se ocuparon de persuadirme para
que pudiéramos volver al hotel, mientras el tiempo pasaba desapercibido para
mí. Luego de la milésima vez que Karen me había recordado lo tarde que ya era,
observé al sol, que se ocupó de mostrarnos uno de los más bellos atardeceres
que había sido capaz de observar lejos de casa.
—Michael,
sé que estás tratando de hacer esto por despecho, pero... —Oí decir a Bill.
—¿Hacer qué, Bill?
—Esto, presentarte tarde a la cena
de Frank.
—Pues, ¿No ha dicho él que es una de
las mejores cosas que hago?
Bill
suspiró.
—Michael,
por favor—Karen comenzó a decir—. Ya se nos ha hecho tarde de cualquier forma.
Si nos vamos ahora, podremos culpar al tráfico, o…
—¿Qué es lo que les ocurre a ustedes
dos? —Cuestioné.
—¿De qué hablas?
—Si no los conociera lo suficiente,
diría que le temen a Frank.
Karen y
Bill guardaron silencio un momento, como si mis palabras hubieran logrado la intención
que yo les había dado.
—No le
tengo miedo a Frank—Bill murmuró, serio.
—Actúan
como si lo tuvieran.
—Lo único
que trato de hacer ahora es evitarte un problema, Michael.
—Bill,
yo... —Comencé.
—¡Michael,
basta! —Karen exclamó.
Estaba
por decir que no necesitaba de nadie para evitarme problemas, que yo ya estaba
lo suficientemente grande para cuidarme sólo, y que no tenía que depender de
alguien más para hacer o no hacer lo que me plazca. Pero el tono de voz que
había alcanzado la voz de Karen me habían abierto los ojos por fin. Me hizo
darme cuenta de lo hundido que estaba en mi enojo, de lo equivocado que estaba
en esos momentos.
La miré
un momento, mientras ella se ocupaba de recuperar su voz.
—Esto no
importa sobre tu enojo hacia Frank, Michael. Tampoco importa si él está mal, o
si le tenemos miedo. No... Importa el hecho de saber quién está siendo lo
suficientemente maduro sobre todo esto.
Ella se
acercó aún más a mí, y aguardó un momento, observándome.
—¿De verdad vas a dejar que él sea el
más maduro, Michael?
Suspiré,
y escuchando todas y cada una de las palabras de Karen, me había dado cuenta
una vez más de todo cuanto ocurría, cada vez que interponía mi enojo antes de
analizar bien las cosas.
—…Está bien—Musité.
Bill y
Karen me observaron en silencio unos segundos.
—Vayamos con Frank ahora.
Karen me
dirigió una sonrisa, y luego de dedicarle a Bill una mirada cómplice, nos
dirigimos al mismo auto que nos esperaba antes.
—Sólo espero que no se encuentre muy
enojado... Es bastante tarde ya.
Partiendo
de ese momento, el tiempo transcurrió a una velocidad inapreciable. La media
hora que habíamos ocupado del centro comercial hacia el lugar de aquella
reunión, apenas había transcurrido frente a mis ojos. Y curiosamente, en el
segundo en el que puse un pie en el lugar, los segundos pasarían increíblemente
lento.
Saludé a
algunas personas que me recibían con enorme emoción, la gente me rodeaba
preguntándome todo tipo de cosas, saludándome, felicitándome por el último Show
que había dado en la ciudad. Jamás había dedicado tantas sonrisas a personas
que había terminado de conocer.
Luego de
haber pronunciado la frase “Mucho gusto” por milésima vez, mi vista se vio
capturada por una figura en especial, postrada al otro extremo de la habitación.
—Ahí está Frank, Michael—Bill me
había dicho.
Me hice
espacio de entre la multitud que nos rodeaba, y sin responder a lo que había
dicho Bill, tuve intenciones de acercarme a Frank, que me observaba sosteniendo
una copa de vino tinto sobre su mano, y entrelazando entre sus dedos un enorme
puro, por supuesto.
—Frank, hola—Murmuré.
Me
encontré lo suficiente cerca a él, pero no me había respondido. Y en su lugar,
me dedicó la mirada más despreciable que jamás le había conocido.
“Perfecto”
Pensé.
Y si tan
sólo él me hubiera advertido que el resto de la velada transcurriría de esa
forma, con él ignorándome de esa manera, me hubiera ahorrado tantas cortesías
con sus invitados, me hubiera salvado de hacer algunos corajes un poco más
tarde. Pero más que nada, me molestaba el hecho de que en vez de estar en este
lugar, podría estar en mi habitación, escribiéndole a Rachel en estos momentos.
Luego de
maldecir para mis adentros durante horas miles de veces más, mi petición de
volver al hotel se había vuelto realidad al fin, y hubiera estado enteramente
feliz, de no ser porque Frank había vuelto en el mismo automóvil que nosotros.
Aquello
no terminó de olerme mal.
—...Deberás
decirme cuánto más vas a continuar con tu juego de no dirigirme la palabra. Así
me ahorraré el despojar mi dignidad a cada momento, ¿no lo crees? —dije,
mientras ambos, junto con Bill, cruzábamos el umbral de la puerta a mi
habitación.
Bill me
miró en silencio, y Frank tomó una chaqueta que había olvidado horas antes en
el lugar, y sin siquiera mirarme, se dignó en dirigirse de nuevo hacia la
salida de la habitación.
—Te estoy hablando, Frank—Sentencié.
Frank se
detuvo en seco, y dando media vuelta, comenzó a mirarme, sin descartar la misma
mirada que cargaba desde horas antes.
—Me has avergonzado en frente de
esas personas—Le oí murmurar.
—¿Qué…?
—¿Cuál es
tu problema, Michael? —Comenzó a alzar su voz—. ¿Cómo pudiste hacerme esto?
—¿Estás escuchando lo que dices? —respondí—…He
llegado tarde, gran problema.
Una risa incrédula
brotó de sus labios, y negó con la cabeza unos segundos.
—Eres un desagradecido,
Michael—Murmuró.
—Frank, tranquilo—Bill alzó una mano
en dirección a Frank.
—…Déjame hablar, Bill.
Él se
acercó un par de pasos a mí.
—…Después
de todo cuanto he hecho por ti. No puedo creer que así, es como me quieres
pagar, Michael.
—¿Y qué
has hecho por mí exactamente, Frank? —Dije— ¿Además de hacer este viaje miles
de veces más difícil para mí?
—Bien, no lo sé... ¿Te parece si
comienzo por hablar de Rachel?
Me
estremecí completamente.
—¿Qué con ella?
—De no
ser por mí, tú y ella estarían en un sitio diferente ahora, Michael. Si yo no
los hubiera…
—¿Y eso
qué demonios significa? —Le interrumpí—¿Que de no ser por ti, no hubiera
sucedido nada entre nosotros?
Me
observó en silencio.
—¿La
usarás a ella cada vez que quieras reprocharme algo? ¿Cada vez que algo de lo
que haga o no haga no te parezca, Frank?
Acentuó
el enojo en su mirada, y frunció el ceño, observándome con mayor intensidad.
Jamás, en todos los años que habían transcurrido desde que trabajaba con él, me
había mirado de aquella manera.
¿Y lo que
más me molestó? Que él no desmintiera mis preguntas.
—...Eres
patético.
—No
trates de hacerme quedar mal aquí, Michael—Me señaló firmemente con su dedo
índice.
—Frank... —Susurró Bill.
—Cierra
la boca, Bill—Dijo, sin dejar de mirarme—. Te he dado una orden,
Michael—gritó—. ¡Te he ordenado que te presentaras a cierta hora!, y tú, como
el niño que eres, no has hecho más que…
—¡Basta, Frank!
Bill alzó
su voz, más de lo que la mía o la de Frank lo habían hecho, interponiéndose
entre ambos. No podía creer simplemente lo que ocurría frente a mis ojos. Ni
aquello, ni la sangre bajo mi piel, ardiendo cada instante aún más.
—¡Él no
trabaja para ti, maldita sea! —continuó—. ¡Tú trabajas para él, deberías
entenderlo!
Frank me
miró un segundo más, y en menos de un suspiro se dirigió hacia la puerta, y se
marchó dando un portazo tras él, recordándome que yo jamás había estado tan
enojado con alguien desde hacía mucho, mucho tiempo.
—Sí, bueno—murmuré—. Ya no estoy tan seguro de ello.
Este capitulo tiene tanto de tantas cosas...
ResponderEliminarEs tan romántico que Michael le escriba a Rachel semana tras semana, enserio enserio me quede con ganas de saber que ha pasado con loa chicos en los tres meses transcurridos!
Todo esto de Frank de alguna manera hizo que me enojada yo también jaja.
Kat, eres genial! Como siempre la espera vale toda la penaaa♥
Uhhhh alto bardo (ah re yo la desubicada,trayendo mi argentinismo a la novela elegante y romantica que es Just Good Friends) muy buenoo¡
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