sábado, 25 de abril de 2015

Capítulo 23: "Londres, 1988"

Mi querida Rachel;

Lamento no haberte escrito de manera común, pero te juro que he esperado que la luna te haga llegar cada abrazo, cada deseo y cada suspiro que le he encargado para ti.

No he podido evitar sentirme terrible, después de todo el tiempo que he dejado pasar. Lamento no haber sido capaz de escribirte estas últimas semanas. Siento tanto si te he preocupado, pero es que no había podido encontrarme un tiempo a solas para poder sentarme a escribirte, con mi mente de lleno en ello.

¿Por dónde podría comenzar a contarte todo lo que ha pasado? La verdad es que cosas maravillosas han sucedido desde la última vez que te he escrito, linda. Siento orgullo al decir, que una de ellas es que después de tanto tiempo, he sido capaz de cumplir uno de mis más grandes sueños; como te había dicho, la gira ha debutado en Londres, y recibir tan buena bienvenida de todas las personas, sentir el amor, me ha hecho sentir en verdad maravillado, y me recuerda el por qué del amor que tengo por lo que hago... Y aquella semana he tenido el honor de conocer a la familia real, ¿Puedes creerlo? ¡Al fin conocí a Lady Diana! Y es que, si tuviera la oportunidad de pedir una cosa más, pediría que tú misma la conocieras también, incluso le he hablado sobre ti. La verdad es que unos momentos antes me encontraba nervioso en extremo, pero estar en la misma habitación que ella, el sólo sentir su aura, su presencia, había sido más que suficiente para tranquilizarme completamente, para sentirme bien. Sueño en verdad, con el día en volverla a ver, pero esta vez, contigo tomando mi mano.

Sí, me han sucedido cosas extraordinarias a decir verdad. Pero, sólo por una parte… Porque la verdad es, que tu ausencia me sigue doliendo.

Quisiera decirte, Rachel, que con cada día que ha pasado, se convierte en más llevadera la falta que me haces. Quisiera decirte que no los he extrañado lo suficiente, y que ustedes no me han hecho falta. Pero estaría mintiendo.

Y quisiera también, con todo mi ser, decirte que todo ha ido de acuerdo al plan, y que nada podría ser mejor de lo que ya lo es. Pero no ha sido así. Las cosas con Frank han cambiado demasiado. Él me ha acorralado a dejar de mirarlo como la figura que observaba en él desde hace ya varios años. Aquella figura paterna y protectora que conciliaba en él se ha ido desvaneciendo drásticamente. No sé de qué me he perdido, ni sé qué es lo que está sucediendo, pero estoy seguro de que él ha dejado de creer en mí. Ha dejado de confiar, de cuidar lo que hago, de apoyarme. Todo ello se ha esfumado, y ha sido cambiado por reproches, malos tratos y por las expresiones más desagradables que le había conocido. Y me temo, que si esto sigue tomando este curso, las cosas pueden terminar bastante, bastante mal.

Lamento con todo mi ser si ésta ha sido una carta que sólo ha causado alarmarte, pequeña. No he tenido intenciones algunas de angustiarte, ni quiero que te preocupes por mí. Esto ha sido sólo algo que he tenido que hacerte saber. Porque, si no es a ti, ¿a quién?

Me haces falta, Rachel. Te extraño más de lo que podrías saber, más de lo que te podría mostrar. Cuento los días para volver a verte, para volver a estar rodeado de todos ustedes.

Te quiero, los quiero, desde el fondo de mi corazón.

Pd: Me atrevo a decir que, en ocasiones pienso si he hecho lo correcto, al evitar que aquél beso sucediera.

–Michael J.
***


            —…Michael, no me digas que sigues pensando en ella.

Escuché murmurar a Bill, con un tono serio, mientras se encontraba perdiendo su mirada en la ventana de mi habitación, inmerso en una hermosa vista de la ciudad de Londres, tendida bajo nosotros.

            —¿Acaso he dejado de hacerlo? —Reí.
            —Es que, no logro entender—Dijo, bajando la voz.
            —¿El qué?
            —Muy bien, no quiero que te enfades conmigo, ¿De acuerdo?

Dejó de sumergir sus ojos en aquella ventana, se incorporó y se dirigió a la pequeña estancia donde yo me encontraba, tomando asiento frente a mí. Lo miré con una mueca de confusión, antes de oírlo continuar.

            —Muy  bien, dime—Murmuré.
—No me mal entiendas, hijo. Pero, han pasado ya más de tres meses desde la última vez que la has visto.
            —¿Qué con eso, Bill?
            —No lo sé… Creí que para este tiempo, tú ya…
            —…¿La habría olvidado? —Le interrumpí.

La dirección que las preguntas de Bill comenzaban a tomar comenzaba a irritarme, al nivel de usar un tono de voz que había dejado mucho que desear. Él me miró, con los ojos en blanco.

—No te equivoques, Bill. Si hay algo de lo que estoy seguro, es de eso, precisamente… No voy a olvidarme de ella.

Continuó observándome sin alguna respuesta, y frunció el ceño como si aún no terminara de comprender.

            —…Así hayan pasado meses, o años sin verla. No va a ser así.
—Lo lamento, Michael. No quise—aclaró su garganta—...no he querido sonar de esa manera.
            —No, no, descuida, Bill—Negué, y fingí una sonrisa.

Me mostró entonces una mirada cargada de compasión.

            —¿Piensas que ella se siente de la misma manera, Michael?

Bajé mi mirada, evitándole. Helado por las palabras que acabó de decir.

—Hijo, le has enviado un gran número de cartas, desde que nos hemos ido de California. Pero… ella no te ha respondido ni una sola vez.
—Sí, bueno—volví a mirarle—se lo he dicho desde la primer carta que he enviado, de hecho.
           —¿Qué cosa?
           —Le pedí que no contestara a ninguna de mis cartas.
           —Pero, ¿Por qué?
—Bill, mis cartas toman más de una semana en llegar a Nueva York. Para el tiempo en que ella pudiera contestar, yo ya estaría en una ciudad diferente a la anterior… En fin, jamás podría recibir sus respuestas. Por eso se lo he pedido.
            —Ya veo…

Se puso de pie y se dirigió hacia el pequeño bar que se encontraba a unos metros de nosotros. Tomó un vaso de vidrio y se sirvió un sorbo de licor. Enarcó una ceja hacia mí y alzó la botella en mi dirección, ofreciéndome un trago. Negué, y luego de un segundo él volvió a donde se encontraba en un principio.

—Pero entonces, ¿Cómo lo sabes? ¿Cómo sabes que ha estado recibiendo todas tus cartas?
            —No lo sé… Sólo… sólo espero que así sea.

Creo que sonreí. Totalmente nervioso e inseguro de mis palabras.

           —¿Por qué no la llamas? Sé que tienes su número.
—Pues, Frank me ha sugerido no utilizar el teléfono. Dice que podría ser peligroso, que las personas comenzarían a sospechar el hotel en el que nos estamos hospedando.

Bill asintió.

—Y también—murmuré—, su teléfono quedaría registrado en este lugar, y no sería buena idea que eso ocurriera.
            —Espera… ¿Todo eso te lo ha dicho Frank?
            —Sí, ¿Por qué?

Bill tomó un sorbo del pequeño vaso de cristal que sostenía y comenzó a mirarme con mayor intensidad que antes.

            —¿Has notado, Michael, que… Frank…?

Sus palabras se trabaron unas con otras, pero estaba casi seguro de lo que él estaba a punto de decir.

           —Vamos, Bill—Reí, nervioso.
—No sé, quizá sean sólo ideas mías, pero—aclaró su garganta— ¿Has notado que Frank ha estado un poco… no él?
           —Oh, Dios mío…
           —¿Qué?, ¿qué? —Me miró confundido.
—¿Tienes idea del alivio que siento al saber que no soy el único que lo piensa?
—No, no eres el único, hijo. Ni tú ni yo somos los únicos… He hablado con Karen también, y…
           —¿Karen…?—Pregunté alarmado.

Sacudió su cabeza y una leve carcajada salió de sus labios.

—Pues, al parecer, no eres el único con el que Frank ha estado actuando diferente. Justo hace unos días vi cómo le gritó a Karen… Te lo digo, jamás lo había visto así.
            —Eso no—mi voz se fue un momento—...eso no lo sabía…
            —Pero, pensándolo bien… Sí, sí lo he visto así antes, o incluso peor.

Fruncí el ceño en una sensación de incredulidad.

            —No, no lo creo. ¿Peor que esto?

Bill aguardó unos segundos en silencio antes de contestar. Dio un último sorbo de su vaso y volvió a mirarme.

            —…Tatiana. ¿Recuerdas todo aquél incidente con ella?

Luego de un segundo, lo había comprendido todo.

Había tenido cierto conocimiento sobre lo que había ocurrido entre Tatiana y Frank, luego del momento en el que ella me había besado sobre el escenario. Los únicos presentes, como en la mayoría de los casos, sólo habían sido Bill y Frank. Y luego de aquello, a ella jamás se le permitió volver a dirigirme la palabra.

Puedo entender, a lo que se quería referir Bill ahora, ya que de todo lo que me habían platicado sobre el tema, lo único que podía rescatar de él, eran las palabras que Frank había usado contra ella. Bill, y otras personas me habían comentado que jamás habían escuchado a Frank antes, insultando a una persona con aquella magnitud. Cosa que llegó a alterarme en verdad, bastante.

El incidente que había ocurrido con Tatiana me había perturbado completamente, sin duda alguna. Y más aún después de cómo habían terminado las cosas con ella; sin explicaciones, y nada más que palabras denigrantes por parte de Frank. Pero tenía que reconocer que tenía que dar algo de crédito a todo aquello… Después de todo, a raíz de ello fue que había conocido a Rachel.

Tragué saliva.

           —Tengo cierto conocimiento sobre aquello, sí—Murmuré.
—La manera en la que Frank la trató luego de aquél Show en el Madison fue…

Titubeó unos momentos, formulando sus palabras.

            —…Lo sé—Le interrumpí.

Asintió, para luego continuar observándome pensativo por varios segundos. Llevó una mano a su mentón y dejó escapar un breve suspiro.

            —¿Creerías que…? No lo sé...—Susurró.
            —¿Qué? ¿Qué, Bill?
            —¿Sabes qué? Olvídalo…

Se puso de pie y dándome la espalda comenzó a caminar, alejándose cada vez más de mí, hasta llegar a donde se encontraba minutos atrás, al pie de aquella gigantesca ventana frente a nosotros. Le seguí, apenas había reaccionado.

—Vamos, Bill, dime, anda—Dije, tomando uno de sus hombros para lograr que volviera a mirarme.
—No es nada, es que—aguardó un momento—...llegó… llegó a mí la idea de que quizá Frank…
—¿Quizá Frank…?
—Que quizá Frank se esté comportando así, debido a Rachel.
—No…

Negué con mi rostro y manos por varios segundos, riendo sarcásticamente, mientras me alejé un par de pasos de él.

—Eso no… eso no podría ser. Sólo no puede. No.
—Pero, ¿Cómo podríamos estar seguros de aquello?
—Frank ha sido una de las personas que más me apoyó tratándose de ella, Bill... Si no hubiera sido por él, las cosas entre Rachel y yo serían muy diferentes ahora.

Continuó observándome.

            —…Así que es imposible. Estoy seguro—Susurré.
            —No lo sé, tal vez… tal vez sólo debas pensar en ello un poco.

Lo miré, y dejé escapar una pequeña risa nerviosa.

—En verdad, te juro que espero que te estés equivocando.
—Vaya que yo también lo deseo, hijo… Pero… No podemos negar que sea una posibilidad.
—Pues, si tuvieras razón, y Frank se ha vuelto así debido a Rachel—aguardé un momento—. Entonces, el problema que tengo con él sería más grande de lo que imaginé.

Él no me respondió. Y yo no le cuestionaba nada, pues estaba completamente seguro de que él lo había comprendido todo. Me aseguré de que él supiera que yo tenía razón en mis palabras.

            —Esto no puede ser—Susurré.

Le di la espalda, y me dirigí al pequeño escritorio junto a mi cama, tomé asiento y del pequeño cajón de junto, tomé un par de hojas en blanco, y de mi bolsillo un bolígrafo que la mayoría del tiempo llevaba conmigo. Me encontré a punto de plasmar las primeras palabras en el espacio en blanco, pero él me había interrumpido.

           —¿Vas a escribirle ahora?
—Pensaba hacerlo esta mañana, pero no había tenido el tiempo suficiente. ¿Por qué? —Contesté, sin mirarlo.
—¿Ha pasado ya una semana desde la última carta que le has enviado, Michael? —Su tono de voz sonó extrañado.
           —Sí, es increíble cómo vuela el tiempo, ¿no?

Hubo silencio unos momentos en la habitación, y luego de un segundo, la luz que iluminaba la hoja de papel se había esfumado, y fue cuando me percaté de que Bill se encontraba justo detrás de mí.

—Oh, por favor, Michael, es tu día libre. No deberías estar escondido todo el tiempo en tu habitación. Deberías salir, hacer algo divertido, no lo sé...
           —Bill, lo lamento, es sólo que ahora lo que quiero es…
—¡Prometo que para cuando volvamos aún quedará tiempo para que escribas! —me interrumpió—. Volveremos pronto, te lo prometo.

Lo medité unos instantes, y comencé a creer que después de todo, salir no sería tan mala idea, de cualquier forma, no me había tomado un solo día desde que habíamos aterrizado en Londres. Observé la mirada divertida que Bill me estaba dando, y luego de reír un momento, asentí.

            —Muy bien, de acuerdo, pero sólo por un rato.
            —Lo tienes, avisaré a los muchachos.
            —Llama a Karen también—dije—, quiero que ella nos acompañe.
            —Está bien, espera...

Tomó su el teléfono y acercó el auricular. Aguardó unos segundos y en su rostro se dibujó una mueca de desagrado.

            —Qué raro. Karen no ha…

Bill guardó en silencio, cuando ambos escuchamos el sonido de alguien llamando a la puerta.

            —Oh, mira eso, debe ser ella.

Abrí la puerta, y de hecho, se trataba de Karen, que se miraba agotada, y observé cómo trataba de recuperar el aliento.

            —Michael, hola... tienes que...

La miré, confundido.

—Karen, estábamos justo tratando de llamarte, Michael quiere salir un rato y quizá tú...
           —Bill, me temo que no podrá ser posible—Suspiró.
           —¿Qué?
           —Karen, ¿Por qué? ¿Qué ocurre? —Traté de tranquilizarla.
—Frank viene en camino, ¿Lo recuerdas? Se suponía que visitaríamos a su familia el día de hoy...

Llevé una mano a mi frente y dejé brotar un enorme suspiro. Sí, Karen tenía razón, ahora lo recordaba todo. Hoy era el día en el que iríamos a la velada que Frank había organizado para que yo asistiera.

Maldije para mí mismo.

—…Me he quedado dormida, y cuando miré el reloj, me dí cuenta de que ya era muy tarde. Por eso he venido tan rápido, quería ver si estabas listo ya y...
           —¿Qué? ¿Cómo es que yo no sabía de esto? —Bill interrumpió.
—Olvidé decírtelo, Bill. Lo lamento tanto, he estado tan distraído estos últimos días que...

Comencé a caminar antes de terminar aquella frase, y me dirigí hacia el closet, tomé una chaqueta y traté de ponérmela en menos de un segundo.

            —Y bueno, ¿A qué hora se suponía que era esa reunión?

Quise responder la pregunta de Bill, pero en el momento en el que me giré para observarlo mejor, mis palabras se esfumaron, cuando observé que Frank ya se encontraba bajo el umbral de mi puerta. Serio, como de costumbre.

            —¿Qué?—Frank interrumpió—. ¿Acostumbran dejar la puerta abierta?

Me estremecí ante el tono serio de su voz, y me ocupé en mirarlo mejor. Cargó su enorme mirada sobre mí, y como pude, soporté sus ojos sobre los míos, imponiéndome. Si había algo que me molestaba bastante, era mostrarme débil ante los demás.

Aclaré mi garganta.

—Chicos, me alegra que ya estén listos—Dijo, aún serio—. La buena noticia es que tendremos un poco más de tiempo. La cena se ha aplazado un poco y en lugar de comenzar a las 5, será a las 6:30.

Frank tomó un enorme puro de su bolsillo y del otro sacó un lujoso encendedor. Encendió una llama y la aproximó al puro.

            —…Frank—Sentencié, observando el puro entre sus manos.

Lo miré dedicarme un gran rostro de desagrado. Cosa que me incomodó.

            —Estaremos ahí a tiempo, Frank, descuida—Murmuró Bill.
            —Oh, no eres precisamente tú el que me preocupa.

Bill y Karen se voltearon a ver, frunciendo el ceño. Frank enarcó sus cejas y clavó su vista seria en mí.

            —¿Michael? —Dijo Karen.

Frank cruzó la habitación sin siquiera mirar a Karen, acercándose cada vez más a donde yo me encontraba.

           —Escúchame muy bien, Michael.
           —Te escucho—Traté de mantener su mirada.
—Sabes que esta reunión es bastante importante para mí. Es la primera vez que te presentaré con algunas personas, y...
           —¿Y el problema es…?—Interrumpí.
—No quiero, ni imaginar que te atrevas a hacer una de las cosas que sabes hacer mejor, Michael... —Le cuestioné con la mirada—...No quiero que llegues tarde. ¿Me escuchaste?

No respondí, ni tuve las mínimas intenciones de hacerlo. Frank dio media vuelta y en menos de un segundo, había salido de la habitación, cerrando la puerta. Karen y Bill me observaron por unos momentos, y de su mirada se derramaban restos de lástima hacia mí.

—Entonces, apúrate, Bill. Salgamos a hacer algo divertido—entrelacé mis manos—. ¿Vas a acompañarnos, Karen?

Los miré un momento, y acto seguido, me dirigí a la salida.

           —¿Qué? ¿No has oído a Frank, Michael? —Bill dijo, alarmado.
           —¿Qué no sabes lo que podría pasar? —Dijo Karen.
—Lo sé—Dije, bajo el umbral de la puerta—. Pero también sé, que él no es nadie para decirme qué tengo que hacer... Estoy cansado de esto.

Y sin más, tomé mis pasos y comencé a alejarme del lugar.

            —¡Michael…!—Oí a Bill a lo lejos.

Y como me lo había esperado, yo no saldría del hotel completamente sólo. Por un instante, creí que Karen y Bill se habían reunido conmigo justo antes de que lograra salir por la parte trasera del edificio sólo para detenerme, pero una vez más, estaba equivocado. Bill llamó un auto para que viniera por nosotros, y en un momento nos encontramos en camino hacia uno de los centros comerciales más famosos de la ciudad. Y tenía que decir que agradecí el hecho de que Bill haya decidido no incluir a la docena de hombres con traje que solían acompañarnos a cualquier lado que yo deseaba ir.

Por otro lado, existía una sóla cosa que nunca iba a agradecerles, y me refiero a la innumerable cantidad de veces que Karen y Bill se ocuparon de persuadirme para que pudiéramos volver al hotel, mientras el tiempo pasaba desapercibido para mí. Luego de la milésima vez que Karen me había recordado lo tarde que ya era, observé al sol, que se ocupó de mostrarnos uno de los más bellos atardeceres que había sido capaz de observar lejos de casa.

—Michael, sé que estás tratando de hacer esto por despecho, pero... —Oí decir a Bill.
            —¿Hacer qué, Bill?
            —Esto, presentarte tarde a la cena de Frank.
            —Pues, ¿No ha dicho él que es una de las mejores cosas que hago?

Bill suspiró.

—Michael, por favor—Karen comenzó a decir—. Ya se nos ha hecho tarde de cualquier forma. Si nos vamos ahora, podremos culpar al tráfico, o…
            —¿Qué es lo que les ocurre a ustedes dos? —Cuestioné.
            —¿De qué hablas?
            —Si no los conociera lo suficiente, diría que le temen a Frank.

Karen y Bill guardaron silencio un momento, como si mis palabras hubieran logrado la intención que yo les había dado.

—No le tengo miedo a Frank—Bill murmuró, serio.
—Actúan como si lo tuvieran.
—Lo único que trato de hacer ahora es evitarte un problema, Michael.
—Bill, yo... —Comencé.
—¡Michael, basta! —Karen exclamó.

Estaba por decir que no necesitaba de nadie para evitarme problemas, que yo ya estaba lo suficientemente grande para cuidarme sólo, y que no tenía que depender de alguien más para hacer o no hacer lo que me plazca. Pero el tono de voz que había alcanzado la voz de Karen me habían abierto los ojos por fin. Me hizo darme cuenta de lo hundido que estaba en mi enojo, de lo equivocado que estaba en esos momentos.

La miré un momento, mientras ella se ocupaba de recuperar su voz.

—Esto no importa sobre tu enojo hacia Frank, Michael. Tampoco importa si él está mal, o si le tenemos miedo. No... Importa el hecho de saber quién está siendo lo suficientemente maduro sobre todo esto.

Ella se acercó aún más a mí, y aguardó un momento, observándome.

            —¿De verdad vas a dejar que él sea el más maduro, Michael?

Suspiré, y escuchando todas y cada una de las palabras de Karen, me había dado cuenta una vez más de todo cuanto ocurría, cada vez que interponía mi enojo antes de analizar bien las cosas.

            —…Está bien—Musité.

Bill y Karen me observaron en silencio unos segundos.

            —Vayamos con Frank ahora.

Karen me dirigió una sonrisa, y luego de dedicarle a Bill una mirada cómplice, nos dirigimos al mismo auto que nos esperaba antes.

            —Sólo espero que no se encuentre muy enojado... Es bastante tarde ya.

Partiendo de ese momento, el tiempo transcurrió a una velocidad inapreciable. La media hora que habíamos ocupado del centro comercial hacia el lugar de aquella reunión, apenas había transcurrido frente a mis ojos. Y curiosamente, en el segundo en el que puse un pie en el lugar, los segundos pasarían increíblemente lento.

Saludé a algunas personas que me recibían con enorme emoción, la gente me rodeaba preguntándome todo tipo de cosas, saludándome, felicitándome por el último Show que había dado en la ciudad. Jamás había dedicado tantas sonrisas a personas que había terminado de conocer.

Luego de haber pronunciado la frase “Mucho gusto” por milésima vez, mi vista se vio capturada por una figura en especial, postrada al otro extremo de la habitación.

            —Ahí está Frank, Michael—Bill me había dicho.

Me hice espacio de entre la multitud que nos rodeaba, y sin responder a lo que había dicho Bill, tuve intenciones de acercarme a Frank, que me observaba sosteniendo una copa de vino tinto sobre su mano, y entrelazando entre sus dedos un enorme puro, por supuesto.

            —Frank, hola—Murmuré.

Me encontré lo suficiente cerca a él, pero no me había respondido. Y en su lugar, me dedicó la mirada más despreciable que jamás le había conocido.

“Perfecto” Pensé.

Y si tan sólo él me hubiera advertido que el resto de la velada transcurriría de esa forma, con él ignorándome de esa manera, me hubiera ahorrado tantas cortesías con sus invitados, me hubiera salvado de hacer algunos corajes un poco más tarde. Pero más que nada, me molestaba el hecho de que en vez de estar en este lugar, podría estar en mi habitación, escribiéndole a Rachel en estos momentos.

Luego de maldecir para mis adentros durante horas miles de veces más, mi petición de volver al hotel se había vuelto realidad al fin, y hubiera estado enteramente feliz, de no ser porque Frank había vuelto en el mismo automóvil que nosotros.

Aquello no terminó de olerme mal.

—...Deberás decirme cuánto más vas a continuar con tu juego de no dirigirme la palabra. Así me ahorraré el despojar mi dignidad a cada momento, ¿no lo crees? —dije, mientras ambos, junto con Bill, cruzábamos el umbral de la puerta a mi habitación.

Bill me miró en silencio, y Frank tomó una chaqueta que había olvidado horas antes en el lugar, y sin siquiera mirarme, se dignó en dirigirse de nuevo hacia la salida de la habitación.

            —Te estoy hablando, Frank—Sentencié.

Frank se detuvo en seco, y dando media vuelta, comenzó a mirarme, sin descartar la misma mirada que cargaba desde horas antes.

           —Me has avergonzado en frente de esas personas—Le oí murmurar.
           —¿Qué…?
—¿Cuál es tu problema, Michael? —Comenzó a alzar su voz—. ¿Cómo pudiste hacerme esto?
—¿Estás escuchando lo que dices? —respondí—…He llegado tarde, gran problema.

Una risa incrédula brotó de sus labios, y negó con la cabeza unos segundos.

            —Eres un desagradecido, Michael—Murmuró.
            —Frank, tranquilo—Bill alzó una mano en dirección a Frank.
            —…Déjame hablar, Bill.

Él se acercó un par de pasos a mí.

—…Después de todo cuanto he hecho por ti. No puedo creer que así, es como me quieres pagar, Michael.
—¿Y qué has hecho por mí exactamente, Frank? —Dije— ¿Además de hacer este viaje miles de veces más difícil para mí?
            —Bien, no lo sé... ¿Te parece si comienzo por hablar de Rachel?

Me estremecí completamente.

           —¿Qué con ella?
—De no ser por mí, tú y ella estarían en un sitio diferente ahora, Michael. Si yo no los hubiera…
—¿Y eso qué demonios significa? —Le interrumpí—¿Que de no ser por ti, no hubiera sucedido nada entre nosotros?

Me observó en silencio.

—¿La usarás a ella cada vez que quieras reprocharme algo? ¿Cada vez que algo de lo que haga o no haga no te parezca, Frank?

Acentuó el enojo en su mirada, y frunció el ceño, observándome con mayor intensidad. Jamás, en todos los años que habían transcurrido desde que trabajaba con él, me había mirado de aquella manera.

¿Y lo que más me molestó? Que él no desmintiera mis preguntas.

           —...Eres patético.
—No trates de hacerme quedar mal aquí, Michael—Me señaló firmemente con su dedo índice.
           —Frank... —Susurró Bill.
—Cierra la boca, Bill—Dijo, sin dejar de mirarme—. Te he dado una orden, Michael—gritó—. ¡Te he ordenado que te presentaras a cierta hora!, y tú, como el niño que eres, no has hecho más que…
            —¡Basta, Frank!

Bill alzó su voz, más de lo que la mía o la de Frank lo habían hecho, interponiéndose entre ambos. No podía creer simplemente lo que ocurría frente a mis ojos. Ni aquello, ni la sangre bajo mi piel, ardiendo cada instante aún más.

—¡Él no trabaja para ti, maldita sea! —continuó—. ¡Tú trabajas para él, deberías entenderlo!

Frank me miró un segundo más, y en menos de un suspiro se dirigió hacia la puerta, y se marchó dando un portazo tras él, recordándome que yo jamás había estado tan enojado con alguien desde hacía mucho, mucho tiempo.

            —Sí, bueno—murmuré—. Ya no estoy tan seguro de ello.

2 comentarios:

  1. Este capitulo tiene tanto de tantas cosas...
    Es tan romántico que Michael le escriba a Rachel semana tras semana, enserio enserio me quede con ganas de saber que ha pasado con loa chicos en los tres meses transcurridos!
    Todo esto de Frank de alguna manera hizo que me enojada yo también jaja.
    Kat, eres genial! Como siempre la espera vale toda la penaaa♥

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  2. Uhhhh alto bardo (ah re yo la desubicada,trayendo mi argentinismo a la novela elegante y romantica que es Just Good Friends) muy buenoo¡

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