viernes, 22 de mayo de 2015

Capítulo 24: "Seguir Esperándole"

Tener el turno de ser quien reparta las bebidas entre mis amigos, no era precisamente algo que me fascinara. Pero aquella vez tenía que admitir que no podía quejarme en absoluto; sí, tenía la presión sobre mis hombros de Joey, Chandler y Phoebe esperando por su café, pero al menos, sentada al borde de la barra de servicio de Central Perk, podía fisgonear a Rachel más de cerca.

Mientras una de sus compañeras se ocupaba de preparar las bebidas que yo había encargado, me quedé inmersa en la imagen de Rachel, cerca de donde yo me encontraba. Y dejé salir un resople de mis labios, cuando observé que aquél chico de buen porte no se le despegaba de encima, o al menos no parecía tener intenciones de hacerlo.

Rachel me escuchó resoplar, y me asesinó con la mirada.

—...El punto es que—él titubeó—, desde algún tiempo para acá, he estado... bastante atraído por ti.

Por un momento creí que me atragantaría con el sorbo de café que llevé a mi boca, luego miré que Rachel llevaba una mano a sus labios, y me aseguré de que ella tenía justo la misma reacción que yo.

“Oh, por favor...” Pensé, de mala gana.

—...Pero, como en aquél entonces, salías con Ross—él continuó—, no intenté hacer nada al respecto... y ahora, que he visto que ya no ocurre nada entre ustedes, me gustaría invitarte a salir alguna vez... Así que, eso es lo que estoy haciendo ahora.

Lo miré sonreír, o al menos tratando de hacerlo. Mientras Rachel parecía perdida en sus propios pensamientos, miraba de un lugar a otro, como tratando de formular una respuesta.

—Eres... muy, muy lindo. Y debo decir que estoy halagada en estos momentos—Rachel llevó ambas manos a su pecho—.  Pero... lo lamento, en verdad.
—Oh...
—Lo que ocurre es que, ya me encuentro saliendo... con alguien.
—Oh, no, no... No te preocupes, Rachel—Titubeó un momento—. No era gran cosa de cualquier forma... am... Tal vez, tal vez debería irme.

Y tan sólo un momento después, ambas lo observamos marcharse del lugar. Rachel me miró un segundo, y suspiró fuertemente.

—Recuérdame el asesinarte más tarde por no haberme contado aún que estás saliendo con alguien ahora—Dije con un tono sarcástico en mi voz, acercándome más a ella.
—Oh, Monica, lo sé, lo sé—cubrió sus ojos con sus manos—. Soy patética. ¡Ya lo sé!—Ella me miró, y hundió sus ojos ahora cristalinos en un profundo y horroroso trance—. El problema es...
—...El problema es, Rachel—le interrumpí con una cruda expresión en mi tono de voz—, que Michael y tú no son nada, y aún así, lo sigues esperando.

Ella se giró, y tomó las otras bebidas que había pedido para todos minutos atrás. Volvió a mirarme y luego de entregármelas, comprobé que mis palabras no habían sido las mejores que pude haberle dicho en aquél momento.

—Lo lamento—susurré, completamente arrepentida de lo que le había restregado en el rostro.
—Está bien, tienes razón. Es sólo que—negó con la cabeza—...no termino de creer cuánto lo extraño.
—Lo sé, cariño—Murmuré.
—...Es increíble—Dijo, apoyándose sobre la barra.
—Todos creíamos, en verdad, que con el paso del tiempo, se haría un poco más fácil su ausencia pero...
—...Jamás se hace más fácil, Monica—Me interrumpió.

La miré, sin cuestionarle nada, estando segura de que tenía toda la razón.

            —...Lo lamento, es que... me ha hecho tanta falta.

Me acerqué a ella aún más, y decidí tomar su mano, que se hallaba sóla, sobre el mostrador, acunándola entre las mías un momento.

            —Sabes que nos tienes a nosotros, Rach, a todos—Sonreí.
            —Pues, no a todos—Dijo, enarcando sus cejas.

Le cuestioné con la mirada.

            —Ross... —Murmuró.

Me había olvidado por completo de aquello. Del hecho de que desde el día en que habíamos vuelto a Nueva York, Ross no hacía más que evitar a Rachel a toda costa. No sólo incomodándola a ella, sino a todos nosotros también.

Y no era como que sus actos tuvieran algo que ver con Emily. Desde que habíamos vuelto, ella ya no se encontraba aquí. Había tenido que volver momentáneamente a Londres por algunos asuntos familiares. Cosa que agradecí en realidad, ya que Rachel aún creía que Emily en realidad era parte de nuestra familia.

Pero aquello no justificaba el trato de Ross hacia Rachel.

—Ya lo sé, Rach—traté de tranquilizarla—. Pero, ¿Sabes? Él suele ser así... Sabes cómo tiende a ser bastante raro de vez en vez. Lo has conocido lo suficiente, ¿no es así?
—Sí, bueno—Asintió, desganada—. Lo lamento, Monica. Lo que ocurre es que...
            —¿Qué? ¿Qué, Rachel?
—...Me tiene bastante preocupada la carta que Michael me envió hace un par de semanas.
            —Pero, ¿por qué? ¿Qué decía la carta? —Pregunté, alarmada.

Rachel miró al vacío un momento, y mordió sus labios. La sentí estremeciéndose y volvió a mirarme.

—Es sólo esta cosa que—aclaró su garganta—... Es que, todo se trata de Frank.
            —¿Frank...? —La miré confundida.
            —...Lo que ocurre es que—titubeó—...al parecer, él y Michael ahora han...

Las palabras dejaron de brotar de sus labios.

Rachel dejó de mirarme, y fijó su vista en otro punto lejos de mí, me giré para saber qué era lo que ella ahora miraba, y comprendí de inmediato qué había sucedido para que sus palabras se detuvieran de tal manera.

Observé a mi hermano entrar por la puerta de Central Perk, y lo que más me estremeció no era aquello, sino el hecho de mirar a Emily entrando con él, tomando su brazo.

            —Ross...

A duras penas alcancé a escuchar que Rachel había murmurado, cuando yo ya me encontraba camino a Ross y Emily, con intenciones de saludarles. Observé a los demás girando sobre sus asientos para saludarles también, y en el instante en el que miré a Rachel acercándose a todos nosotros también, con aquella bonita mirada de extrañez que tenía, supliqué para mis adentros el que ninguno de nosotros metiera la pata en esto.

Ross se había percatado de que Rachel se encontraba ahí, y no pude evitar ver el gran cambio de expresión que había ocurrido en su rostro y la manera inmediata en que dejó ir a Emily de sus brazos, en el momento en que ambos cruzaron miradas.

Phoebe me lanzó una mirada cómplice, y me tranquilicé inmediatamente.

—Hola, Ross—Musité, con un hilo de voz.
—Hola... —Dijo, mientras depositaba un beso en mi mejilla.
—Emily, hola... —Traté de sonreír.
—Mon, hola.

Traté de tender una mano hacia ella, pero en su lugar, ella me había tomado entre sus brazos.

Miré a Rachel casi instantáneamente, y me aseguré de que ella continuaba mirándonos a todos nosotros. Me acerqué a ella, y la tomé de la mano, impulsándola a que se acercara aún más a donde se encontraban Ross y Emily.

            —Linda, ella es Emily—Le dije, con un tacto increíble en mi voz.
            —Oh... —susurró.

Miré la manera en la que Rachel trataba de sonreír, y yo traté de ser congruente en todo cuanto hiciera a partir de aquél momento. Si todo cambiaba de curso sin que yo estuviera al tanto, podía ser más de uno el que saliera lastimado en aquél momento.

—Monica me ha hablado ya bastante de ti, Emily—Rachel estrechó dulcemente la mano de Emily.

Emily nos miró a ambas, terriblemente confundida.

—...Es increíble en realidad—Rachel continuó—, que hayas venido hasta Nueva York, sólo para visitar a Ross y a Monica... Usualmente, yo no soy tan cercana a mis familiares, pero si tuviera una prima como la que tú eres, Emily, estaría...

“Oh, no, no, no, no...” Pensé, estremeciéndome en el acto.

Emily trató de fingir una sonrisa, y apenas pude soportar la mirada asesina que ahora me estaba dedicando. Fingí aclarar mi garganta, sólo para ocultar un instante el silencio que nos envolvió a todos de inmediato, y ahora tenía que pensar lo más rápido posible en algo para decir, algo para aclarar las palabras de Rachel, y la terrible expresión que Emily dibujó en su rostro.

            —¿Ah, Rach? ¿Podrías prepararme un té helado, por favor?

Phoebe dijo de entre todos nosotros, y sentí como un enorme peso desaparecía de encima de mis hombros. Rachel asintió con una linda sonrisa y de un momento a otro, ella ya se ocupaba de alejarse de todos nosotros.

Agradecí infinitamente a Phoebe por aquello, usando tan sólo mi mirada, dejando escapar un gran suspiro de mis labios.

            —Estuvo bastante cerca—Chandler murmuró.
—Ya sé, ya sé, ya sé... —Exhalé, cubriendo mis ojos y tomando asiento en el gran sofá en el que todos se hallaban sentados.

Sentí el sofá hundiéndose a un costado mío, y al mirar de nuevo, noté que Emily y Ross tomaban asiento a mi lado, y los miré a ambos, con la misma mirada confundida sobre sus rostros.

—Ah, Monica... ¿Qué ha sido todo eso? —Ross comenzó con el bombardeo de preguntas.
            —¿Ella piensa que...? —Emily preguntó.
            —Nosotros se lo hemos dicho.

Phoebe se ocupó de quitar las palabras de mi boca, y ahora las miradas de Ross y Emily se encontraban de lleno en ella.

           —¿Qué?
           —¡Pero ha sido culpa tuya, Ross! —Phoebe exclamó.
—Chicos, cuiden el tono de voz... —Joey murmuró, observando a Rachel al otro extremo del lugar.
           —¿¡Mi culpa, Phoebe!? ¿Qué quieres decir?
—Bien, escucha, Ross—Chandler comenzó—. ¿Recuerdas la llamada telefónica que hiciste mientras nos encontrábamos en Neverland?

Emily observó a Ross extrañada.

            —Sí... —Ross asintió.
—¿Les llamaste cuando estaban en California? ¿Por qué no me lo has dicho?—Emily le miró seria un momento.
            —Emily, yo...
            —¡No, no, Ross! —Interrumpí.
            —Monica... —Joey dijo, asesinándome con la mirada.

Llevé una mano a mis labios, y me di cuenta de que una vez más, alguien de nosotros había alzado la voz. Me disculpé sólo con mi mirada y aprecié de nuevo a Ross y a Emily, que me miraban completamente confundidos. Aquella plática no estaba yendo a ningún lado.

—Ross, esa llamada, ha sido la causante de todo esto—Dije al fin.
—No comprendo.
—Ross, cuando llamaste, mencionaste a Emily.
—¿Y...? No comprendo lo que quieres...
—Por Dios, Monica, siento que le estás hablando a Lassie—Joey refunfuñó mirándonos.

Ross le asesinó con la mirada, y así mismo volvió a cederme la palabra.

—Has mencionado a Emily, y Rachel se encontraba ahí. Ella escuchó y bueno... luego de eso, nos preguntó quién era Emily.
—Monica estuvo por decirle la verdad, pero la he detenido, y yo le dije que Emily es prima de ambos—Phoebe terminó de decir.
—Pero, ¿Por qué han tenido que hacer eso? ¿No pudieron haber...?—Emily nos decía a todos, mirándonos simultáneamente.
—No quisimos armar un escándalo ahí precisamente—Phoebe le interrumpió—. Por eso lo hemos hecho.

Emily y Ross se miraron uno al otro, y luego de un suspiro, supe que habían comprendido que teníamos razón.

           —De acuerdo, entonces, ¿Ahora qué? —Ross me miró.
— “¿Ahora qué?”—Le imité—. Ahora, Ross, te pediré que disminuyan las muestras de cariño a un máximo de cero, cada que ella Rachel se encuentre cerca de nosotros.

Dije, mirándolos a ambos, acentuando todas y cada una de mis palabras.

            —Sí, suena bastante como a una de mis relaciones—Chandler se burló.
—...Sólo será por un tiempo, Ross—murmuré—. Hasta que encontremos el momento de decirle la verdad.

Ross me miró compasivo, y suplicando por una misma expresión por parte de Emily, suspiré de gran alivio, cuando ella dejó brotar de sus labios una dulce sonrisa, no sólo hacia Ross, pero para todos nosotros.

—Está bien—Emily susurró.
—Muy bien, Monica—Ross dijo.
—...Gracias.

Tomé sus manos entre las mías.

—Oh, Ross, deberíamos irnos—Emily musitó.
—Sí, tienes razón—Ross sonrió levemente.
—¿Tan rápido? —Phoebe dijo, mientras Ross y Emily ya se habían puesto de pie.
—Tenemos reservaciones para Alessandro’s en media hora, y sólo pasábamos a saludarlos, chicos, así que—Ross dijo.

Miré el reloj y me aterré de la hora que era en ese momento, me estremecí y me ocupé de ponerme de pie igual que ellos.

—Ay no, debo irme... Debo arreglarme ya—Dije.
—¿Arreglarte? —Ross me miró extrañado.
—...No eres el único que tiene una cita, Ross—Phoebe dibujó una expresión pícara sobre su rostro.
—¿Una cita? —Ross me preguntó—¿Con quién...?
—Con... nadie... —Titubeé.
—Oh, vamos, Mon... ¿Cómo se llama?
—Ni hablar, Ross, no—Sentencié, totalmente nerviosa.
—Vamos, dime... —Ross continuó insistiendo.
—De acuerdo—dije—...Pero esto me ha hecho mucha ilusión, ¿De acuerdo? Así que, prométeme que no te volverás en plan de hermano mayor...
—Bien, lo prometo.
—Es Richard Burke.
—¿Quién es Richard Burke? —Ross preguntó, extrañado—...¿¡El doc... el doctor Burke, Monica!? ¿Por qué, por qué?... ¿Por qué estaría molesto...? ¡Me encanta ese hombre! Él es como un hermano para... papá.
—Pues, para que lo sepas, Ross, resulta que él ha sido el hombre más brillante, inteligente y guapo con el que he salido—Sentencié.
—¿¡El Dr. Burke es guapo!?
—Oh, Dios... Por supuesto que sí—Phoebe afirmó.

Una risa brotó de mis labios tras la respuesta de Phoebe, miré a Ross y soporté su mirada unos momentos más.

            —Ross, debo ir al baño antes de irnos... ya vuelvo—Emily murmuró.

Emily se marchó, y comencé a dirigirme a la salida del lugar. Pero un segundo pensamiento me hizo girar y volver de nuevo hacia donde Ross se encontraba.

—Oh, pero Ross, debo pedirte una última cosa—Dije, apartándolo de los demás.
—Dime.
—Tienes que hablar con Rachel.

Sentí la manera en que él se estremecía.

—¿Qué? —Me miró, extrañado.
—Ella cree que algo te molesta de ella... ¿No has notado lo triste que está últimamente? —Ross me miró en silencio—. No es enteramente por Michael, Ross.
—Monica, yo...
—...No siente que estés ahí para ella—Interrumpí.

Ross me miró, y luego de dejar de verme, observé cómo sepultaba su mirada en Rachel, que se encontraba detrás de la barra de servicio, preparando nuevas bebidas para los clientes que se acercaban a ella. La expresión en su rostro cambió completamente por una nueva.

Un suspiro salió de sus labios, y bajó la mirada un momento.

—Lo último que quiero es que ella piense eso—susurró.
—¿Entonces?
—Hablaré con ella, te lo prometo—Afirmó, aún sin mirarme.

Sonreí, y luego de un beso fugaz en la mejilla de mi hermano, salí de Central Perk y me dirigí con una velocidad record a mi departamento, con el único objetivo de alistarme para mi cita con Richard, en menos de media hora.

El tiempo corrió en mi contra mientras eliminaba opciones de atuendos y escogía tonos de sombras para usar en mis ojos. Me tomó varios minutos el alistarme por fin, y los momentos atravesaron desapercibidos frente a mi vista en el momento en que abrí la puerta y bajo el umbral se encontraba Richard con una lujosa botella de vino tinto entre sus manos. Sonreí, al observar esa imagen.

Rompíamos el hielo a medida que las horas comenzaban a desfilar, y nos ocupamos de hablar de todo y de nada, de nunca y de siempre, de lo que ocurre en la vida de ambos en esos momentos, y mientras juntos veíamos las fotografías que él atesoraba en su billetera, llegué a darme cuenta de que, durante toda la tarde, ambos tratamos de evitar hablar del tema de sobre si “esto” era una buena idea.

—Vaya, ¿Ella es tu hija Michelle? —Dije, señalando una de las fotografías.
—...Sí—Él sonrió—. ¿Sabías que va a tener otro niño?
—Oh... Creía que ella había tenido uno recién...
—¡Oh, no! Henry tiene ya casi dos años—Buscó otra fotografía en su billetera—. Mira, él ya habla y todo... El otro día me dijo que yo le caía mejor que su otro abuelo—Sonrió dulcemente.
—Vaya... eres—aclaré mi garganta—...eres abuelo.
—Sí... soy abuelo.

Su sonrisa se desvaneció por completo luego de su respuesta. Me estremecí y tomé otro sorbo de la copa de vino que tenía entre mis manos.

—¿Estamos locos, Monica? —me preguntó.
—No lo sé, es que—murmuré—, estoy saliendo con un hombre que tiene una piscina en la que me hacía pipí—Reí.
—No necesitaba saber eso...

Reímos juntos, y abandonó la copa de vino que sostenía para tomar mis manos entre las suyas. Había sido un dulce gesto que le agradecería siempre.

            —...Supongo que 24 años de diferencia son demasiados—Murmuró.
            —Sí.

Su sonrisa se había ido, y dejó brotar el más largo de los suspiros.

—Así que...
—Así que, tal vez debamos—musité.
—...Sí. Sí, tal vez.
—Esto es horrible—Afirmé.
—Y que lo digas.

Él miró al vacío por unos instantes, completamente adentrado en sus propios pensamientos, y maldije el hecho de que él se olvidara de dibujar la más sutil de las sonrisas sobre su rostro. Pues era lo que yo más necesitaba en esos momentos.

—Pero—susurré—, ¿Tenemos que tomar una decisión justo ahora?
—...Supongo que no tenemos ninguna prisa. ¿No?

Ahí estaba. Esa sonrisa que tanto esperaba había hecho su aparición una vez más. Y esta vez sería para no irse en mucho, mucho tiempo. Me ocupé de acunar su rostro entre mis manos y al final había sido capaz de lograr lo que había querido desde que lo había visto bajo el umbral de la puerta: rozar mis labios contra los suyos.

—No, no hagas caso, no lo escuches.
—Pero, puede ser importante.

Murmuró, mientras el retumbante sonido de mi teléfono  sonando ocupó cada centímetro de mi departamento. Maldije para mí misma y me dirigí de una vez por todas a contestar aquella llamada.

            —...Monica.

Me percaté de la forma en que escuchar esa voz del otro lado de la línea me había hecho estremecer de pies a cabeza. Oír el retumbe de esas cuerdas vocales, esa gravedad en el tono de voz, sólo podían venir de una, y sólo una persona. Lo único que no dejó de parecerme raro, era el sonido tan apagado que utilizó al haber mencionado mi nombre.

            —¿Frank...?
            —Sí... hola.

Richard me observó con los ojos amplios, cuando yo revelé el nombre de la persona que llamaba, y con una mirada de extrañez, se acercó hasta donde yo me encontraba, con afán de poder escuchar lo más mínimo de la conversación.

—Frank, ¿Cómo estás? ¿Cómo está Michael? Es un milagro que hayas... —comencé a decir.
...No tardaré mucho, lo prometo—Me interrumpió.
—¿Ocurre algo? Frank, te estoy notando muy... diferente.
Sólo he llamado para despedirme de ti... y más que nada, para agradecer por todo cuánto han hecho por Michael... Supongo que sería una grosería el no hacerlo, y...
—...No entiendo nada de lo que estás diciendo—Interrumpí—. ¿Despedirte? ¿Despedirte por qué, de qué hablas?

Richard clavó sus grandes ojos sobre los míos, y yo me concentré únicamente en escuchar el prolongado suspiro que se deslizaba desde el auricular de mi teléfono.

Me estremecí un momento.

            —Michael me despidió, Monica.

*****

Maldije, una, otra, y otra vez el hecho de haber pedido que mi día de descanso fuera cambiado para lunes en vez de domingo. ¿Qué demonios estaba pensando? Hace unos meses me llegó a parecer una buena idea el hacerlo; la simple idea de estar trabajando el día de la semana que Central Perk llegaba a tener más gente sólo para no concentrarme tanto en la soledad del departamento sonaba bastante apetecedor un tiempo atrás.

Y ahora que lo recordaba, sí que tenía otra razón para realizar el cambio, y era el hecho de que desde antes me había asegurado de que el cumpleaños de Michael sería un lunes, y tendría planeado pasar el día con él, o al menos tener una larga llamada telefónica desde aquí, hasta donde fuera que él se encontrara en esos momentos. Pero la idea me llegaba a parecer cada vez más absurda, resaltando el hecho de que ese lunes, tan sólo se encontraba a un día de llegar.

...Y aún no había rastro alguno de Michael.

Salgo de mi mente al instante en que mi vista se ve clavada en el rostro que ahora me contemplaba. Aquella persona colocaba su abrigo sobre el pequeño perchero al pie de la puerta y entonces cada uno de mis sentidos estremeció, cuando él ya se había ocupado de acercarse cada vez más a mí.

Una eternidad, desde que tenía a Ross así de cerca.

—Hola, Rach.
—Hola—Quise murmurar, mientras fingía acomodar unas pequeñas tazas sobre el mostrador, antes de percatarme de que ya le tenía completamente frente a mí.

Me digné en mirarlo luego de un segundo, y noté la manera tan seria en la que él me observaba.

            —Así que... —le cuestioné con la mirada.

Un resople carente de palabras brotó de sus labios, y me aventuré a aterrarme al pensar en lo que se habían convertido nuestras charlas de hoy en día.

Rogué con mi silencio que un sonido saliera de su boca, el que fuera.

—¿Todos se han ido ya? —murmuró al fin.
—Sí... Ha pasado ya tiempo desde que todos han decidido abandonarme. Eres el único al que se le ha ocurrido pasar a saludar—Fingí una pequeña risa.
—¿De verdad? ¿A dónde han ido todos?

Acomodé mi delantal, y pasé un paño limpio sobre el mostrador. Comenzaba a parecerme ridículo y molesto los nervios que sentía al estar hablando con él.

—Pues—resoplé—, Chandler ha tenido que ir a su oficina, y parece que Joey y Phoebe han ido a hacer algo juntos... Oh, y Monica aún debe estar en su cita con Ri...

Callé en seco, y mi boca comenzó a secarse rotundamente. Maldición, había terminado de apuñalar a mi mejor amiga por la espalda.

—¿Con Richard? —él sonrió—. Lo sé, le he sacado la sopa antes de que se marchara de aquí.
—Oh—un suspiro largo escapó de mis labios—. Entonces, si ya lo sabes... No, espera... No has reaccionado como el hermano mayor que eres, ¿Verdad?
—Am—su mirada vagó por un momento—. Debo admitir que he reaccionado mal al principio, pero bueno… ella me ha explicado lo ilusionada que se siente por ello y... Lo he dejado pasar.
—Me alegra, Ross—Afirmé.
—Sí bueno... luego creí que quizá ha sido por eso que Chandler dejó de hablar con ella por un tiempo, pero…
—Espera, ¿Qué? —Interrumpí.
—¿Qué...?
—¿Es por eso que dejaron de hablarse? ¿A Chandler le gusta…?
—¡Creí que lo sabías! Eres la mejor amiga de mi hermana, Rachel. No puedo creer que no lo supieras.
—No puedo creerlo...

Llevé una mano hacia mis labios, y antes que seguir observando a Ross, mi mente se miró inundada con el recuerdo de Monica y Chandler siendo excesivamente distantes, desde el día en que habíamos vuelto de Neverland. La manera en que ambos se evitaron, y los silencios que llegaban cuando ambos estaban en la misma habitación se proyectaron frente a mí como si hubiera sido apenas hace algunos momentos.

—...Y es tan obvio además—Ross continuó—. Es como decirle a Monica; “Te gusta que todo esté limpio”

La risa más gigante que hace mucho tiempo había salido de mis labios, había hecho acto de presencia en ambos en aquél momento. Ross y yo reímos al unísono, y me sentí en paz conmigo misma al notar la manera en que ambos lo disfrutábamos.

Él me miró, y como si se hubiera dado cuenta de lo que había terminado de ocurrir, tomó una gran cantidad de aire, para despedirlo en un enorme suspiro.

            —...Extraño esto—Recobró su aliento.

Sus palabras hicieron relucir mi silencio, y me incorporé sobre mi lugar, tratando de evitar su mirada.

—Escucha, Rachel—murmuró, y volví a mirarle—. Desde que has vuelto de California, me he dado cuenta de lo diferente que te he sentido.

Me alegré de que él estuviera al tanto de nuestra situación, al menos. Un suspiro brotó de mis labios y continué observándolo en silencio.

—...Siento que—continuó—, que ha desaparecido la Rachel que reía y bromeaba todo el día, y que nos deleitaba con esa hermosa sonrisa que llegué a conocer...

Fruncí el ceño, y comenzó a pesarme cada vez más el mirarle directamente a los ojos. Pensé en todos los problemas que se habían originado entre ambos, tan sólo de la noche a la mañana, y comencé a creer que, al igual que él, yo también le extrañaba.

            —¿Algo malo ha sucedido? —Murmuró.

”, pensé. “Me destroza el hecho de que ahora, apenas y me dirijas la palabra”.

            —...No.

Me miró sin decir nada, y supe que mi respuesta no lo había convencido.

—Ross, no pasa nada.
—¿Crees que he nacido ayer? Por favor...
—Está bien, de acuerdo.

Mi voz se esfumó por un momento, tomé aire y me sentí de lleno en el dilema de saber qué parte exactamente de mi miseria debería revelarle. Él me observó, y dejé escapar el aire que había guardado cuando había sentido que estaba lista para continuar.

—...Debes saber que, no dejará de parecerme sumamente raro hablarte de esto, Ross—me detuve a aclarar mi garganta—, pero...
—…Michael—Me interrumpió.

Me había despojado de mis palabras, y me estremecí ante el tono de voz con el que le oí haber pronunciado su nombre.

—Tampoco es que seas tan difícil de descifrar, ¿Sabes? —Una sonrisa escapó de sus labios.
—Es sólo que...

Traté de corresponder su sonrisa, y en mi esfuerzo fallido sentí las palabras correctas deslizándose de mi mente a la punta de mi lengua.

            —...Quizá lo he extrañado más de lo que debería.

Había esperado encontrar en su mirada un par de ojos incómodos y confundidos, luego de haber pronunciado mis palabras, y sin embargo, me encontré inmersa en la infinita compasión que él me obsequiaba mientras continuó observándome.

—Tal vez, tú y yo debamos hablar un poco más sobre él, ¿Sabes? —sus palabras titubearon—...Sobre ustedes.
            —¿”Ustedes”? —Fruncí mi ceño.
            —Pues, sí, yo...
—...Ross, no hay un ‘Ustedes’—le interrumpí—. No ha ocurrido nada entre Michael y yo.

Sentencié, estando completamente segura en cada una de mis palabras. O al menos, fingí haberlo estado.

Ross me había obligado a pronunciar algo que ni en mis más oscuras pesadillas me hubiera atrevido a murmurar, algo que me iba a asegurar un rotundo fin a la lejanía con la que le contemplaba a Ross estos últimos días, y aún así, algo que me iba a costar una vida y más aceptar. Y comprendí, que todo aquello se trataba tan sólo de tomar la decisión correcta, de pensar en los demás y formular lo que encaja en la más perfecta posición.

Había elegido ver por los demás y ceder en el asunto para no dañar a nadie. Había elegido, y siempre iba a elegir, el no involucrarme con Michael, para no dañar a Ross.

Tal y como Ross lo había hecho conmigo.

            —Oh, lo lamento, Rach, es sólo que...
            —No, no... Descuida—Traté de sonreír.

Aparté mi mirada, y me perdí en el vacío por un momento.

—Am, creo que, que debería irme—susurró, y volví a mirarle—, tengo que recoger a Emily y se está haciendo un poco tarde así que...
            —He visto que has pasado mucho tiempo con Emily.

Ross me miró, y tanto la intensidad con la que miraba como la manera en que se estremecía comenzaron a aumentar.

—¿Eran muy cercanos cuando pequeños?
—No, no—aclaró su garganta—. No en realidad. Ella y yo... nos hemos unido más últimamente.
—Oh—asentí—, me gustaría poder conocerla un poco más, ¿Sabes?
—Pues entonces, no se diga más—Una sonrisa se dibujó en su rostro.
—¿Qué?
—¿Trabajarás hasta tarde? Quizá en la noche, los tres podríamos salir... Por supuesto, sólo si tú lo quieres.
—Ah...

Susurré, y mientras Ross me miraba impaciente con una enorme sonrisa en su rostro, comencé a tratar de recordar cualquier otro plan que tuviera para esta noche, además de llegar a mi departamento, comer mi peso en helado y tumbarme en mi cama a lamentar mi suerte.

¿Por qué no podía pensar en algo que tenía que hacer?

            —Supongo que... que está bien.

Su sonrisa aumentó cien veces más.

            —Mira—continué—, tan sólo falta poco más de una hora para...
—Rachel, Gunther quiere que limpies la máquina de capuccinos antes de cerrar.

Dibujé mi línea entre mis deseos y el mundo real, mientras mi compañera se había atrevido a acorralarme a abandonar mis pensamientos, y maldije en voz baja casi al instante. ¿Quería recordar algo que tenía que hacer? Perfecto, ella me había recordado que precisamente hoy, tenía el turno de cerrar Central Perk.

            —...Bien—Contesté, en una evidente mala gana.

Miré a Ross, y enfrenté mis miedos al mirar su rostro alojar los ojos de decepción más penetrantes que jamás le había conocido.

—Tal vez otro día—Dijo, y comenzó a ponerse de pie.
—Lo había olvidado—susurré—. Lo lamento.
—Descuida... Ya, ya tengo que irme... ¿Está bien?
—Claro, está bien.

Él giró sobre sus talones, y sin murmurar un sonido más, Ross se había marchado.

            —...Adiós—Susurré al vacío.

Había tenido la sensación de haberme quedado pasmada en mi posición por el siguiente puñado d segundos, luego de percibir a lo lejos la figura de Ross partiendo del lugar, y tan sólo me heló el hecho de pensar que tal vez había perdido la única oportunidad que tenía de solucionar mis problemas con él, y recordé la última mirada que me había dedicado. Pero es que no sé qué más pude haber hecho.

Apenas percatándome, observé cómo gente salía de Central Perk, y antes de haber terminado de limpiar pequeñas mesitas dispersas por el lugar, nuevas personas ya se encontraban cruzando el umbral de la puerta. Y yo me limité a perder la cuenta del número de lattés y espressos que había tenido que preparar, el monto de personas que no se habían molestado en dejar propina, y las veces que me habían recordado el procedimiento de cierre del lugar.

La frecuencia con la que las personas ingresaban comenzaba a descender antes de darme cuenta, y para cuando serví la última rebanada del pastel que descansaba sobre el mostrador, el último cliente del lugar había tomado su chaqueta, y un par de pasos después, salía por la puerta.

—Parece que es todo, Rachel—mi compañera susurró, mientras desataba su delantal—. Espero que termines pronto, nos veremos luego.
—Claro, gracias.

Ella había salido de aquí, y casi detrás de ella, me aproximé a girar el pequeño anuncio de la entrada de “Abierto” a “Cerrado”, y bajé los interruptores de la mayoría de las luces para comenzar al fin con el aseo y el cuidado de las máquinas cafeteras, antes de atemorizarme aún más ante el hecho de encontrarme completamente sola.

Comenzó a molestarme la velocidad que ganaba el tiempo, y para cuando había frotado mis ojos por milésima vez, quise calcular el total de minutos que aún tenía que quedarme en ese lugar. Pero el desgarrador sonido de la pequeña campana meciéndose sobre la entrada, me había hecho perder todo atisbo de cordura y tranquilidad.

No, no, no, no. Más personas no, por favor.

—...Hola—Balbuceó, aproximándose a donde yo me encontraba.
—Hola, lo... lo lamento tanto—aclaré mi garganta—, ya hemos cerrado, ya no tenemos servicio.

Busqué su mirada, pero quien había cruzado la puerta parecía evitar mirarme a toda costa, me forcé a mi misma a sonreír, o a intentar al menos, pero al observar con mayor precisión la manera en que aquella persona llevaba la mayoría del rostro cubierto, me lo había puesto imposible.

—Oh, señorita, por favor—murmuró aún sin mirarme, con un tono sumamente extraño en su voz.
—Lo lamento, es que ya no...
—...Lo que ocurre es que—interrumpió, y me alarmé ante la distancia que había fulminado entre nosotros—, no imaginarías lo lejos que he viajado para llegar a este lugar, y tan sólo deseo un café pequeño. Es todo…

Suspiré, y jugué con mi cabello al sentirme incluso más nerviosa por cómo me evitaba. Pero si un café era lo que se necesitaba para que esa persona se marchara lo más pronto posible, un café le iba a dar.

—…Está bien.
—Gracias.

Creí oírle, con una voz que cruzaba todas las líneas de lo falso, pero me había alejado lo suficiente para comenzar a preparar las cosas, o mejor aún, para imponer mi espacio entre aquella persona y yo.

            —Es un bonito camafeo, ese que llevas puesto.

Su voz, aún sutil, taladró con fuerza en mis oídos, y sentí punzante y doloroso el nuevo nudo que comenzó a nacer en mi garganta, cuando la voz extraña se había evaporado y comencé a percatarme de que aquella nueva voz, yo ya la conocía.

Giré sobre mis talones, y lo observé, detenido tan sólo a unos centímetros de donde yo me encontraba. Llevé una mano a mis labios para contener mi terrible emoción, y como si se tratara de un reflejo, de un perfecto instinto que se había apoderado de todas y cada una de mis acciones, me aproximé a donde él varaba, y con mis dedos halé de la mascada que cubría sus labios.

Mis ojos se humedecieron, y frente a ellos se encontró nada más que la más exquisita de las sonrisas.

            —¿Michael?

2 comentarios:

  1. oh yeah¡Michael is come back¡ me encantará que Rachel sea feliz otra vez,junto a Michael.<3

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  2. Dios miooooooooooo, Kat.
    Estoy sin palabras... lo unico que puedo decir es, Michael, Michael, Michael, Michael esta ahi!!!! No puedo creerlo' siento que estoy in el cuerpo de Rach D: me fallan las piernaaaaas' no puedo creerlo. Podemos simplemente avanzar has ta el capitulo 30? Jajaja. Muchisimas gracias poor este hermoso capitulo <3 now vemos pronto Linda.

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