lunes, 1 de junio de 2015

Capítulo 25: "Nuestra Destrucción" (Parte 1)

          —Rachel— Me apresa con un susurro.

Estudio sus labios. Alucino con la firmeza de su bendita piel y me embriago con la fragancia que desprende siempre de él. Pero lo más impresionante son sus ojos. Podría olvidarme de mi color favorito sin problema, pero de aquellos ojos jamás.

Mis ojos, los suyos. Mis ojos en los de él. Sus ojos dibujan mi cara en ellos y la sonrisa que brota de mis labios tiene tallado su nombre.

Poso ambas manos sobre sus mejillas, palpándolo con mi piel, asegurándome de que, en efecto, esta vez no se trataría de un sueño. Y luego de impulsar su cuerpo hacia el mío, lo tomo entre mis brazos.

Uno de sus abrazos eternos, era todo lo que pedía.

          —No puedo creer que estés aquí—Logro sollozar.
          —Y yo no puedo creer que esté abrazándote de nuevo.

Michael me sostiene con más fuerza, exprimiendo mi tristeza, y mis lágrimas emprenden su viaje desde mis ojos y lo terminan en la superficie de su camisa.

—Lamento haber aparecido sin avisarte antes—Murmura—, pero me ha apetecido más darte una sorpresa.
— ¿Y matarme del susto por creer que eras un asesino que me apuñalaría de repente?

La más increíble de las risas se desliza por sus labios.

          —Por suerte no vivo para asesinar bellas señoritas a mitad de la noche.

Ambos reímos, lo hacemos como solíamos hacerlo. Como siempre había tenido que ser. Compartimos un par de silenciosos segundos aún de lleno en aquél abrazo  y llega entonces a mi cabeza; la manera tan enferma en la que Michael me había hecho falta todo este tiempo.

—...No puedo creer cuánto te he extrañado—Mi voz se hunde contra su camisa.
—También yo, pequeñaMichael posa su mano en mi nuca y siento sus labios apoyándose contra mi cabello, y tras aquél contacto, puedo atreverme a acunar mi rostro sobre su pecho.
—Pero, espera—Retrocedo, para mirarlo mejor—, ¿Cómo me encontraste? ¿Cómo sabías dónde estaría?

Una sonrisa burlesca se forma en los labios de Michael.

          —Monica—Dice, de forma burlesca.
          —¿Eso quiere decir que…?
—Así es—Acentúa su sonrisa, y me mira orgulloso—. Los he visto a todos, Rachel. Y no podría siquiera describirte la increíble emoción que me ha dado al verlos a todos de nuevo. Me he sentido tan bien recibido que... —su voz se apaga unos segundos—. Los he extrañado bastante, te lo digo en verdad.

Mi sonrisa se agrandaba conforme las palabras brotaban de sus labios, me pierdo en mis pensamientos y Michael se limita a mirarme en silencio. Llevo una mano a su rostro y acaricio su mejilla al darme cuenta de su mirada.

—Has vuelto en el mejor momento, Michael—Llevo mis manos al rostro de Michael, estrujándolo—. Te he extrañado cada día, desde el momento en que he puesto un pie fuera de Neverland lo hice, y lo hice aún más, luego de tu última carta. Sé que no querías que me preocupara, pero no he podido evitar...
—No sabes cuánto lo lamento—me interrumpe dulcemente—. No he querido que sea así, ni por error, linda. Y no tienes idea de cuánto he llegado a lamentar, el haberme ausentado tanto tiempo con mis cartas... —guarda silencio un momento—. Pero, he tenido que hacerlo. He tenido algunos problemas.
          —¿Problemas?

Observo en su mirada la intención que tiene de hablar, pero el penetrante sonido de lo que parece el  claxon de un coche sonando fuera del lugar lo interrumpe. Michael mira hacia fuera casi al instante, y antes de que se volviera hacia mí de nuevo, le cuestiono con la mirada.
         
          —¿Qué es eso?
          —Les he pedido que me avisaran—Susurra para él mismo.
          —¿Qué? ¿Quiénes?
—Linda, escucha, se supone que no estoy realmente aquí. Pero no he soportado las ganas de volver a verte. Lo lamento tanto, en verdad tengo que...
—...Descuida—Le interrumpo, colocando la yema de mi dedo al nivel de sus labios.

Trata de sonreír, con una completa compasión plasmada en su rostro.

—Te hablaré de ello—continúa—, te hablaré de todo luego, te lo prometo. Pero en este momento...

Michael calla, al escuchar que aquél sonido vuelve a aparecer.

          —Te llevaré a tu departamento, ni loco pienso dejarte aquí sola.
—No he terminado de trabajar, aún tengo algunas cosas que terminar aquí. Pero está realmente bien, Michael. Tú tienes que irte— Trato de sonar lo más segura posible en cada una de mis palabras.

“Y además, yo tengo un día entero que planear para mañana” —Pienso  para mí.

Michael abandona mis manos, y camina hacia atrás, sin dejar de mirarme un instante, acercándose cada vez más a la salida.

—Te veré luego, pequeña. Tengo tantas cosas que contarte en verdad—Musita con más distancia entre ambos que entre él y el umbral de la puerta.

Sonrío, y estoy a punto de decirle que todo estaría bien, que comprendía que tenía que marcharse y que mañana sería un nuevo día para ambos. Pero la incógnita de no saber siquiera el lugar en el que él se estaría hospedando esta vez aterrizó a mi cabeza de repente. Y si quería hacer, siquiera algo de lo que tendría planeado para mañana, tenía que saber al menos del lugar al que Michael iría a pasar la noche.

          —¡Michael...!

Mi voz lo atrapa justo bajo el umbral de la puerta, y vuelve a mirarme en aquél mismo instante.
         
          —¿Qué pasa?

Y me lo pienso dos veces; pienso en la manera en la que estoy por arruinar el elemento sorpresa de mis planes para el día de mañana. Me doy cuenta de lo equivocadas que estaban mis ideas en aquél momento. Todas, pero de algo sí que estaría segura.

          —...Te quiero—Digo al fin, y sepulto mis ojos en su mirada.

Michael sonríe como antes, de la manera que a mí me asesinaba al mirarle. Se aproxima a mí en un instante, y deposita un beso fugaz en mi mejilla, haciendo sentir punzante la sangre corriendo por mis mejillas.

          —Y yo a ti, pequeña.

Cruza la salida sin pronunciar cualquier otra palabra. Trato de reaccionar luego de lo cegada que me había dejado su última sonrisa y termino mi trabajo en silencio. Silencio ensordecedor, y desesperación insoportable que se extienden a lo largo de mi trayecto a casa.

Observo la mirilla de mi puerta frente a mí. Y en mis miedos comienzo a pensar que las horas correrían en mi contra a partir de aquél momento, el cumpleaños de Michael se acercaba cada vez más y mis ideas aún no estaban, ni por cerca, ordenadas.

Tenía que conocer el lugar en el que Michael se estaría hospedando. Apostaría todo lo que tengo a que Michael se lo habría comentado ya a Monica. Tenía que hablar con Karen, o Frank, si era posible. Sé que ambos me ayudarían sin pensárselo dos veces y su parte me era crucial en mis planes. Pero más difícil, más complicado que cualquier otra cosa, tenía que pedirle a Monica, suplicarle, que me permitiera efectuar mis planes a mí, y a mí solamente... Aquí iba, y no estaba segura de nada.

Pongo un pie más allá de la puerta, y al primer instante los encantadores ojos de Phoebe, que se encuentra sentada en la mesa del comedor, abrazan los míos. Su sonrisa se extiende mil veces en cuanto fija su vista en la mía.

—¡Rachel! ¡Oh, por Dios! —Grita, mirándome por un momento, pero luego se gira y comienza a mirar hacia atrás. —¡Monica! ¡Rachel está aquí! ¡Acaba de llegar!
—Oh, ¡Hola, Pheebs! —No puedo evitar sonreír, al igual que ella.

Se acerca lo suficiente y me toma entre sus brazos dulcemente, me quedo atónita, y puedo adivinar de inmediato la razón de su genuina felicidad. Monica luego aparece desde su habitación, y me embiste en un enorme abrazo apenas encuentra la oportunidad de hacerlo.

—¿Lo has visto? ¿¡Lo has visto!? —Me toma de las manos, y su sonrisa continúa firme y radiante.

Quiero hablar, gritar, contarles lo que ha sucedido, lo feliz y completa que me he sentido, que de nuevo he llorado frente a él, que una vez más lo he tenido entre mis brazos y que había aspirado el aroma de Michael hasta mi cansancio. Pero en aquél instante, más que contarles a pie de detalle, tenía mayor prioridad en la lista de planes en mi cabeza.

—Lo he visto... —Murmuro, y siento mis ojos cristalinos, conteniendo mi emoción—. Lo he visto, Monica. Y no puedo creer que él esté aquí— Las tomo a cada una entre mis brazos, y me aseguro de escrutarlas al mismo tiempo.
—¿Y? ¿Cómo ha ido? ¿Qué pasó? —Phoebe me mira impaciente, y Monica asiente con ella.
—¿Te ha dicho algo? ¿Tú a él? —Los ojos azules de Monica me miran ansiosos.

Guardo silencio, trato de pensar por un instante por dónde debía comenzar. Tomo la mano de ambas y nos dirijo  alrededor de la mesa, tomamos asiento y observo los ojos de ambas mirándome todo el tiempo.

—La verdad es que no hemos tenido mucho tiempo para hablar—Mi sonrisa se desvanece un poco.
—¿Por qué? —Phoebe me mira fijamente.
—No lo sé, en realidad. Supongo que se han presentado problemas—murmuro, y tras un suspiro mi mirada se pierde—, pero Michael parecía realmente preocupado por ello.

Phoebe y Monica se miran entre ellas pasiblemente. Siento de pronto el dulce tacto de Monica acunando mi mano sobre la superficie de la mesa.

          —Creo que sé de qué me estás hablando—Monica me susurra.

¿Lo sabe, en verdad? ¿Y cómo es que yo no lo sé? Siento un punzado de desesperación surgiendo dentro de mí.

          —Bueno, dímelo. ¿Qué es lo que pasa?
—Lo que pasa es que—ella aclara su garganta—, bueno, ésta tarde he recibido... una llamada telefónica... —Titubea.
—¿Una llamada? ¿Y qué pasó?
—...Se trata de Frank, Rachel.
—¿Frank? ¿Qué con él? ¿Qué pasa?

Deja de mirarme, me desespero y opto por mirar a Phoebe, que ya había perdido su mirada también. Mi desesperación comienza a aumentar. Eso quería decir que tanto Monica como Phoebe lo sabía. ¿Quién más? ¿Los chicos? ¿Ross? ¿Richard?

          —¡Cielos, Monica! ¡Dime!

Alzo mi voz más de lo necesario, pero Monica vuelve a darme su mirada.

          —Michael despidió a Frank, Rachel.

Mi mandíbula cae al suelo. Maldición, ¿Michael había despedido a Frank? Frank, el hombre por el que yo había logrado acercarme a tal nivel a Michael. Frank, la razón por la que todos habíamos asistido al concierto. Frank, la siempre mano derecha de Michael. Frank, quien me había obsequiado más de una vez miradas llenas de compasión. No, aquello tuvo que ser una broma. Monica estaba bromeando, definitivamente.

          —No puedo creerte.
—Pues tendrás que hacerlo, créeme—Su voz se esfuma un momento—. Él ha llamado esta tarde, él me lo ha dicho, Rachel.

Mi voz no formula oración alguna. Entonces era cierto. Michael había despedido a Frank. Estoy segura ahora de que ésa ha sido la razón por la que Michael no había podido contármelo antes.

—¿Verás a Michael mañana, Rachel?—Monica llama mi atención y comienzo a mirarla, al igual que Phoebe.

Magnífico, ella había tocado el tema del día de mañana, por si fuera poco. Sería ahora o nunca. Sería aquí cuando tenía que poner mis efectos de persuasión en práctica, y tenía que hacerlo a la perfección. ¿Cómo demonios? Con la noticia de Frank aún rondando mi mente.

          —Monica, tengo que hablarte de algo. Es algo que he estado planeando.
          —Dime—me contesta de inmediato.
—Está bien—aparento mostrarme lo más segura posible—, pero antes debo preguntarles algo a ambas—las miro simultáneamente.
—¿Qué es?
—¿Tienen algún plan para el día de mañana? —Digo, con un tremendo miedo apoderándose de mí.

Phoebe resopla molesta, y le cuestiono con la mirada.

          —Adelante, Monica, dile—Phoebe dice.
—Mañana mi papá celebrará su cumpleaños. No pudo hacerlo el día que era, porque estaba trabajando, así que ha organizado todo para el día de mañana—Monica comenzó a asesinar a Phoebe con la mirada—. Nos han invitado a todos, y al parecer, Phoebe y los chicos están muy emocionados de asistir. ¿Cierto?
—¡Pero claro! —Phoebe suelta con un tono sarcástico y una sonrisa burlona, y no puedo evitar esbozar una sonrisa.
—Espera, ¿Richard asistirá también? —Frunzo el ceño.
—Es el mejor amigo de mis padres, él tiene que estar ahí.
—¿Piensas decirles sobre él a tus padres? —Phoebe la mira divertida.
—¡Por supuesto!—Monica ríe— La verdad es que para el cumpleaños de mi padre he decidido regalarle un paro cardiaco.

Me es imposible aguantar la risa, y la hago aparecer casi al instante.

          —Pero espera, ¿A qué ha venido todo esto? ¿Por qué me lo preguntas?

Mi risa se esfuma de inmediato. Bien, aquí voy.

—Necesito que me digas el lugar en el que Michael está hospedándose esta vez. Sé que lo sabes, sé que te lo ha dicho.
—¿Por qué el cambio tan repentino de tema? —Me observa detenidamente, parece que no ha creído lo que le he dicho.
—Sólo necesito que me lo digas, lo necesito en verdad.
—No, hasta qué me digas de qué se trata todo esto.
—Monica, sólo díselo. Si no lo haces tú, yo se lo diré. —Phoebe mira seria a Monica.
—Pienso decírselo, Phoebe, sólo quiero saber de qué se trata todo esto.
—Está bien, de acuerdo—murmuro—. Mañana es... es que, el día de mañana es...
—¿Mañana es...? —Monica alza sus cejas de manera desafiante.
Mañana es el cumpleaños de Michael.

Los ojos de Monica se abren como platos. ¿Lo había olvidado? ¿Ella? No podía creerlo.

—¡Oh, Dios mío! ¿¡Cómo he podido olvidarlo!? ¡No puedo creerlo! —Alza la voz, tal vez demasiado, y cubre su boca con ambas manos—¡Llamaré a mis padres! ¡Los llamaré ahora mismo! ¡Tenemos tanto que planear, tanto que...!

Maldición, el terror me invade de pies a cabeza. Justo lo que no quería que pasara, estaba ocurriendo en este momento.

—Monica, quiero que te tranquilices—me incorporo y camino hacia ella, sujeto sus dos manos y trato de hablar con ella tranquilamente—. Tienes que calmarte, tengo que decirte algo.
—¿Qué? ¿¡Qué!?
—Quiero hacer algo con él—Suspiro, y trato de que mis siguientes palabras no la lastimen demasiado—. Únicamente yo, solos él y yo.
—¿Por qué sólo tú? ¿Cómo se te ha podido ocurrir que...?
—Monica, linda, sólo quiero salir a cenar con él. Es todo—Trato de alzar la voz, y de tranquilizarla de nuevo—. Para cuando todo termine, volveremos. Y podremos tener una linda velada aquí en el departamento. ¿Está bien? —Suplico, no podía creer que había llegado a estos extremos.
—¿En verdad piensas que accederé a esto?
—En realidad, yo pienso que sí—La voz de Phoebe aparece entre nosotras—. Vas a acceder, porque Rachel es tu amiga, y porque eres buena persona, una muy buena persona.

Realmente, agradezco que Phoebe estuviera de mi lado en estos momentos. Una gran alegría comienza a invadirme poco a poco. Monica resopla, y nos mira a ambas.

          —Está bien.
          —¿Está bien? ¿De verdad? —Trato de pronunciar.
—Sí, está bien—Murmura—. Pero, sólo si prometes volver a tiempo. La verdad es que no quiero perderme el cumpleaños de mi artista favorito, ¿Sabes?
—Lo prometo, ¡Lo prometo! —Sin pensarlo, corro y la abrazo con una gran fuerza. Phoebe me obsequia una mirada cómplice y me aseguro de envolverla en mis brazos también.
—...Michael se está quedando en el Four Seasons. Él me lo dijo, estoy segura. Y ya sabes, en el último piso.
—Four Seasons, lindo. Cómo no lo he adivinado.
—¿Y cuál es tu plan? —Phoebe me mira, confundida.
—No lo sé, tengo que meditarlo aún. Sólo estoy segura de que lo siguiente que haré es hablar con Karen. Necesito que...
—Yo puedo hacer eso, si quieres—Monica me interrumpe, y no podría agradecérselo más.
—¿Harías eso?
—¡Claro que sí! Michael me ha dado el número telefónico de ambos, no hay problema—Me abraza, con la más bella de las sonrisas.

Monica me contempla pensativa, y yo sigo sin formular algún sonido que concretar. Ella y Phoebe me sonríen una vez más y las observo más seguras que nunca.

          —Sé qué le diremos—Phoebe musita.
          —¿En verdad?
—Quédate tranquila, Rachel—Monica me observa—. Tan sólo fíate de nosotras.
—Sólo necesito ver a Michael realmente temprano, chicas—Asiento—. Alrededor de las 7 de la mañana.

Los ojos de ambas se amplían, pero no les tomo importancia. Estoy tan segura de mis planes como lo estoy de mis sentimientos hacia Michael. Las observo, y persuado sus miradas, pero un bostezo amenaza con brotar de mis labios.

—¿Les molesta si me retiro a mi habitación ahora? Me encuentro bastante agobiada, en realidad. Saben cuánto aborrezco el turno nocturno en Central Perk—Digo, sin mentir en ninguna de mis palabras.
—Por supuesto que no. Adelante, linda—La sonrisa de Monica se agranda—. Y no te preocupes por nada, lo haremos posible.
—Gracias... —Me aproximo a Monica, y le doy un pequeño beso en la mejilla, y luego a Phoebe, trato de abrazarlas de nuevo a ambas y les dedico una de mis más sinceras sonrisas—. Gracias de nuevo...

Las escruto a lo lejos, antes de desaparecer detrás de la puerta de mi habitación segura de mí misma, confiada en que ellas sabrán hacer lo correcto, y pensando en cómo rayos iba a pagarles por todo lo que harían por mí.

Decido usar mi ropa de dormir antes que nada, y me recuesto sobre mi cama. Pensativa; esto no iba a ser nada fácil en realidad, pero tenía que confiar. Ahora todo quedaría en mis manos. La distancia entre mis párpados se consume mucho antes de que pudiera darme cuenta de que estaba sucediendo, pero la imagen de Michael en mi cabeza continuaría siempre presente. Me sucumbiría al sueño, pensando en Michael sin tratar de darle vueltas al asunto. Para cuando quiero volver a vislumbrar el reloj en mi tocador, la noche se habría marchado por completo. Me incorporo con el menor resquicio de fuerza, y me aproximo a la ventana de mi habitación, admiro el cielo gris que caía sobre Nueva York. Era la mañana siguiente, era 29 de Agosto de 1988, y absolutamente nada ha cambiado.

Nuevo día, mismos sentimientos.

Confirmo la hora; 6:25am. Demonios, apenas y tengo el tiempo justo. Maldigo una, y otra vez, tomo un conjunto de ropa más o menos decente de mi cajón, mientras emprendo vuelo al cuarto de baño. Arrojo mi ropa de dormir a un costado de la tina y por primera vez, en los últimos meses, luego de las miles de largas duchas liberadoras del dolor que he tenido, por fin ésta sería una realmente corta. Tiempo era lo menos que poseía en este momento.

Salgo del baño y vuelvo a mi habitación, busco algo de dinero en mi bolso habitual y regreso a la estancia en dos segundos. Me dirijo sin pensarlo a la salida, me dedico a mí misma una sonrisa determinante y cargada de seguridad antes de salir por la puerta, abandonar el edificio y posicionarme en la acera, deseando que algún taxi no tarde en aparecer. Miro mi reloj una vez más; 6:50am. Oh, no, no, no. Esto simplemente no podía estar ocurriéndome a mí esta vez. No hoy, no ahora, por favor. La desesperación me devora lentamente. Me paro sobre las puntas de los pies, y abarco un mayor rango de vista ante mí. Nada, maldición.

Creí haber tocado fondo en realidad, y como todo lo que lo toca no le queda más que comenzar a subir, el sonido del claxon de un coche llama mi atención. Un sonido idéntico al que Michael y yo habíamos escuchado justo la noche anterior. Alzo la vista sigilosamente, y en efecto, un lindo coche blanco no muy grande, se acerca lo suficientemente rápido hasta donde yo me encuentro.

          —¿Necesitas que te lleven?

Sus palabras acompañadas con la más radiante de las sonrisas, sus rizos dorados rodeando su delicado rostro, y aquél potente labial sólo podrían pertenecer a una sola persona, una persona a la que le debería todo en tan sólo un segundo.

          —¿Karen...? —Musito, con mi voz sujeta a un nudo en la garganta.
—¡Vamos, entra! —Alza la voz, orgullosamente dulce, y sin moverse de su asiento, estira su brazo para abrir la puerta del copiloto frente a mí.
—Karen, Dios mío... —Suspiro mientras ingreso en un instante.

Cierro la puerta apenas entro, y como puedo, la tomo entre mis brazos sin preguntar. Agradeciéndole sin palabras todo lo que esto llegaría a significar.

—Seguro me has extrañado bastante, ¿no? —Dice abrazándome también.
          —¿Se nota mucho?
—Monica y Phoebe me han llamado, linda—Karen realiza algunas maniobras con el volante, y en un par de movimientos emprende en la dirección por la que había aparecido—. Ahora puedes estar tranquila.
—Muchas gracias, Karen. No sé, no sé cómo...
—Rachel—me interrumpe—, es un placer.

El recorrido toma su curso conforme las palabras y bellas anécdotas se deslizaban por sus labios, y le agradezco entonces en mi fuero interno el que sólo ella ocupara la palabra en todo momento. Me encuentro demasiado nerviosa para formular oraciones congruentes, para decir algo que no fueran tonterías y cursilerías.

A un tramo frente a nosotras, vislumbro la ostentosa entrada al hotel Four Seasons, la sangre comienza a hervir ferozmente bajo mis venas y estalla en el momento en que me doy cuenta de que Karen se ha pasado la salida para accesar.

          —¿Karen, no has...? —murmuro.
—No podremos entrar por ahí, créeme—musita, sin dejar de mirar al frente—. En un par de minutos este lugar estará inundado de gente y periodistas, especialmente este día.
—Ya veo, sí—asiento—. ¿Por dónde entonces?
—Entrarás por atrás.
—¿”Entrarás”?

Karen rodea sigilosamente la manzana del Hotel, y se detiene en seco frente a una puerta que deja mucho qué desear. ¿Por aquí es que Michael tenía que ingresar al hotel también? No podía ser.  Miro a Karen, y me dirige una mirada que sólo dice “Lo sé”. Frunzo el ceño y ella me contempla en silencio.

—Los chicos te conducirán a partir de aquí, Rachel—murmura, y apenas la escucho.
          —¿Tú no vendrás? —Mi voz se eleva un par de octavas más altas.

El sonido de alguien abriendo mi puerta interrumpe nuestro contacto visual, y miro a un hombre impecablemente trajeado que me tiende la mano amablemente.

          —Muy buenos días, señorita.

A duras penas salgo del coche, y cuestiono súbitamente a Karen con la mirada.

—Lo lamento tanto, linda—Ella me observa aún desde el interior del vehículo—. Tengo algunos pendientes que atender. ¡Seguro estará todo bien! Confía en ti, que yo lo hago. ¿Está bien? Si tomas velocidad, seguro aún lo encuentras dormido. No creo que tarde en despertar, deberás darte prisa, ¿sí?

Paso una mano entre mi cabello. Mis nervios se evidenciaban cada vez más y más.

—¿Me sigue, señorita? —Me giro y miro a aquél hombre elegante cediéndome lugar hacia la pequeña puerta. Asesino a Karen con la mirada.
—¡Es la habitación 3364! ¡3364! —Ella lanza al viento, mientras enciende el motor y hace afán de emprender marcha nuevamente.

Entro sin pensármelo más por aquella puerta y el hombre que me permite la entrada me dedica una dulce sonrisa. Sigo a un puñado de hombres más que encuentro dentro, y me dirigen por elevadores, más escaleras, y pasillos eternos. Con el alma sujeta de un hilo y las piernas tambaleando.

—...Ésta es la habitación—La voz de uno de ellos me saca de mis pensamientos.
—De acuerdo... —aclaro mi garganta— Gracias.

Deposita una tarjeta blanca sobre mis manos y sin decir nada más, desaparece al girar en dirección hacia otro pasillo. Sacudo mi cabeza, liberándome de toda angustia, y deslizo la pequeña tarjeta al ras de la cerradura, antes de ser aún más devorada por el penetrante ‘3364’ tallado en metal descansando frente a mí.

Cierro la puerta detrás de mí con sumo silencio, y procedo a vislumbrar el interior.

La habitación amueblada cautelosamente con un toque que me recordaba al de la decoración de Neverland me hizo sonreír, los esquicitos cuadros que tienden de las paredes, todos ellos un toque seguro de Michael. El inmenso ventanal que permitía tener una gran vista de Nueva York debajo de todo, y un silencio abrumador que envolvía cada resquicio del lugar, tan enorme, que me hace dudar si en efecto, Michael se encontraría ahí dentro.

Abandono valor con cada paso que dejo detrás de mí, y el terror aumenta cuando mi vista no alcanza a vislumbrar algo que no sea soledad, vacío, o silencio. Tortura que dura largos segundos y un daño que cesa de golpe, al vislumbrar a Michael tendido de lleno en un sueño profundo sobre la enorme cama al final de la habitación.

—Dios mío... —Susurro sin darme cuenta de ello, y llevo de inmediato ambas manos a mis labios, evitando que un sonido más brote de ellos.

Michael mueve su cuerpo apenas unos centímetros, y temo en mi interior la idea de que quizás me había llegado a oír. Cierro mis ojos y aguardo a que sus movimientos junto con mi terror se desvanezcan tan sólo un poco. La serenidad en la que Michael reposa es adictiva para cada uno de mis sentidos, y sin verlo venir, mis pasos me conducen en dirección a la enorme cama, y me dedico a estudiarlo más de cerca.

Su piel relajada, sus párpados sellados y su respiración embriagante toman el mando total de mis acciones, y me atrevo sin siquiera meditarlo, a trepar a la cama y a recostarme tan sólo a unos centímetros de donde su cuerpo se encontraba. Todo deja de importarme en aquél punto, todo deja de tener sentido, estudiando su rostro, y comprendiendo una vez más la razón por la que me había enamorado de él una y miles de veces más.

El nudo en mi garganta aumenta, y mientras una lágrima viaja desde mis ojos hasta la almohada bajo mi cabeza, le pido perdón en mis pensamientos. Le ruego e imploro en silencio su perdón al no permitirme aceptar lo que ambos anhelábamos desde el segundo en que intercambiamos miradas aquella primera vez. Cierro mis ojos, y más lágrimas se ocupan de brotar de ellos. Pero inmediatamente las limpio, recordándome que al menos en este instante, Michael no debía verme llorar.

          —...Debo seguir soñando.

Abro mis ojos de golpe y observo los suyos luchando por abrirse y las comisuras de sus labios debatiéndose por extenderse en una tierna sonrisa. Bien hecho, Rachel, lo has despertado.

—Um, no. La verdad que no lo creo—Sonrío al igual que él, y trato a lo imposible por mantenerme tranquila.

Sus ojos continúan entrecerrados pero su sonrisa se vuelve cada vez más radiante. Me aseguro entonces de que él se encuentra tratando de digerir aún la situación en la que yo nos había puesto a ambos. Y jamás me atrevería a juzgarlo, hasta a mí misma me sorprendía lo lejos que había podido llegar.

Una pequeña risita brota de sus labios sin dar aviso.

          —¿Qué es lo que pasa, Michael?
          —Tan sólo trato de recordar—Susurra, y sus ojos despiertan levemente.
          —¿Recordar?
—Sí—Musita—, recordar la última vez que había despertado con la más magnífica vista frente a mis ojos.

Ahogo una risa ruborizada y siento la corriente sanguínea fluyendo recia bajo mis mejillas. ¿Cómo es que él podía ser tan encantador apenas al despertar?

—Pretendo creer que con ‘magnífica’ te has referido a mi completa carencia de maquillaje—digo con sarcasmo en mi voz, apenándome ante el hecho de que lo que yo estaba diciendo era cierto—, ¿O a mi perfecto cabello desaliñado?
—Pues, en efecto, a eso me estaba refiriendo—El orgullo se asoma por su sonrisa—. Eres una maravilla natural.
—No seré la única en esta habitación, ¿O sí?

Sus mejillas resplandecen en un hermoso tono cálido tras mis palabras, y comienzo a divagar que habrá sido también ante la posición en la que aún nos encontrábamos. Entre suspiros y leves carcajadas, él se incorpora sobre su sitio en la inmensa cama, y yo me ocupo de imitarle casi al instante.

          —No te molestes, pequeña, pero tengo que preguntar.
          —Adelante.
—Si mal no he recordado, la última vez que chequé, se encontrarían al menos diez hombres de traje tan sólo afuera, resguardando esta habitación, y en efecto, el edificio entero... ¿Cómo es que...?
—Sé lo que estás pensando—Le interrumpo.
—Créeme que ni siquiera sé en qué estoy pensando ahora, linda.

Me olvido de contestarle por un momento y bajo de la cama, la rodeo lentamente seguida aún por su insistente mirada hasta encontrarme en el sitio correcto para tomar asiento frente a él. Acentúa aún más su contacto visual, y comienza a cuestionarme con la mirada.

—¿De verdad crees que alguien como yo revelaría sus secretos? —Le digo, divertida de mis palabras.
—Rachel... —Me fulmina con la mirada.
—Tengo contactos, Michael.
—Adivinaré, ¿Karen? ¿Monica? ¿O Phoebe?

Resoplo de mala gana, totalmente vencida por su intuición, aunque de verdad es que también sería bastante obvio. Lo miro entonces entonar una fuerte carcajada.

—Y bueno, ¿Puedo saber a qué se ha debido la hermosa sorpresa? —Michael estira sus brazos, y termina una serie de leves movimientos paseando una mano por en medio de sus rizos alborotados sin dejar de observarme ni un instante, agotándome cada vez más con su manía de perfección. Le cuestiono con mi silencio, como si en efecto él no tuviera idea de por qué me encontraba varada en su habitación.
—Pues, además de que me fascina madrugar para comenzar el día acosando celebridades... —me detengo, y trato de pensar en las palabas más acertadas para decir lo siguiente, aún con los ojos de Michael de lleno en los míos, mis mejillas comienzan a punzar— ...quería asegurarme de ser la primer persona en felicitarte por tu cumpleaños.

La sonrisa de Michael se desvanece, destrozando mis ilusiones en cientos de pedazos. Me olvido de las sonrisas, abrazos, y bellas miradas que tenía planeando recibir de él. Quita las últimas cobijas que aún tendían sobre su regazo, pone ambos pies sobre la moqueta y en menos de cinco pasos, se detiene frente a un pequeño calendario que tiende de la pared. Me estremezco y sin seguir siendo capaz de mirarle así, pienso en seguirle.

          —Tienes razón—susurra, aún con la mirada perdida frente a él.
          —¿Ocurre algo? ¿He dicho algo malo?
—¿Qué? —Me mira de nuevo, pero sin duda sigue aún inmerso en sus pensamientos— ¡No, claro que no! Por supuesto que no.
—¿Entonces?

Michael ahoga un suspiro inmenso y desesperanzado.

—No me encanta el hecho de cumplir años, es todo—Pierde su mirada de nuevo, y me aventuro a halar suevamente de su mentón para lograr que vuelva a mirarme.
—Michael, vamos... Hablas como si hoy cumplieras setenta años. ¿Piensas que los treinta años que estás cumpliendo es de verdad demasiado?

Su sonrisa comienza a reaparecer, y siento alivio al haber logrado mi cometido.

—Es fácil para ti decirlo, Rach. Tan sólo eres una mujercita de veintitrés años.
—¿Así que ‘mujercita’? —Finjo retarlo con la mirada.
—Ajá... Una hermosa mujercita— Michael sonríe tiernamente, y luego de un segundo más de perdernos en la mirada del otro, lleva ambas manos hacia su rostro, cubriéndolo por completo, y le oigo refunfuñar—. Es que no puedo creer que esté cumpliendo treinta años.
—Te aseguro que esto no es tan malo como te has ocupado de pintarlo.
—Ah, ¿no? Suenas bastante segura, ¿Podría saber por qué?

Sonrío. Había esperado este momento en particular desde que había abierto mis ojos esta mañana. Tomo de su mano y nos llevo a tomar asiento al pie de la cama.

          —Porque he preparado una sorpresa para ti.
—¿Podría conservar la sorpresa y aún seguir teniendo veintinueve años? —Murmura con un tono chillón en su voz.

Una carcajada brota de mis labios.

          —No, Michael, escúchame.
          —Está bien, dime.
—Lo que ocurre es que—Tomo aire, antes de continuar—, nos he preparado una cita.
—¿Una...? —Su voz se esfuma un instante—¿Una cita?
—Una cita.
—¿Te refieres a todos? ¿Los chicos y nosotros?
—No. Me refiero a sólo tú y yo—Afirmo—. Como ha sido en el principio, como la primera cita que tú y yo hemos tenido.
—Solos tú y yo entonces...—Titubea, y sus ojos se abren ampliamente, puedo notar la manera en la que se estremece sin siquiera tocarlo.
—Sí, ¿Qué dices?
—¿Que qué digo?

Michael guarda silencio, y me contempla detenidamente, estudia mi rostro y me ahoga en la más insoportable de las desesperaciones, aguardando por su respuesta. Su mirada me abraza dulcemente y me da una idea de lo que podría decir.

—Digo que tendría que encontrar todos los lenguajes y dialectos posibles para decirte que sí millones de veces, pequeña.

Mis labios se extienden infinitamente por sí solos, y compruebo una vez más que todas mis sonrisas llevarían grabadas su nombre, sin haber importado el por qué o el cómo y el qué, él estaba ahí, y estaría siempre. Él existe en cada una de mis sonrisas.

No le contesto, y aún con su dulce mirada reconfortando todos mis sentidos, abro mis brazos y me hundo contra su pecho. Él me toma sin titubear, y agradezco el gesto que ocurre nuevamente entre nosotros, con una de sus manos rodeando mi nuca y la otra paseándose por la superficie de mi espalda. Las mías envolviendo su torso entero, mi nariz descansando contra su camisa, impregnándome de su bendita esencia, y mis lágrimas nuevamente amenazando por supurar.

—Feliz cumpleaños, Michael—Musito contra su cuerpo.

Le siento sonreír, una pequeña risita se desliza por sus labios mientras me estruja con más fuerza hacia su cuerpo, y entiendo de inmediato que éste roce era lo que ambos necesitábamos.

          —Te quiero tanto, Rachel...

Mis brazos se hunden con más intensidad contra su piel, casi lastimándole. Y por más que lo he pedido, las palabras no logran salir de mis labios. Pero estoy segura de que este abrazo era más que suficiente para hacérselo saber, para que no existiera duda alguna de que yo también le quería, de que ‘querer’ de pronto comenzaba a quedarnos corto, y de que cada día que pasaba a su lado sin ser nada más que amigos me asesinaba lentamente.

Michael y yo no éramos nada, pero cuando nos abrazábamos, cuando estábamos juntos, lo éramos todo.

—...Michael—Una voz profunda resuena justo luego del estruendoso sonido de la puerta abriéndose de par en par sin ningún aviso aniquilando mis pensamientos, siento tenso el cuerpo de Michael, y me doy cuenta de que ha sido lo mismo para él—. Oh, demonios, lo lamento tanto...
—Bill... —Michael lucha por recuperar el aliento, le siento estremecer, y ambos abandonamos la posición en la que estábamos inmersos—. ¿Qué es lo que pasa?

Noto la mala gana en la voz de Michael.

—Lo siento tanto, Michael—Bill titubea unos segundos—. Tengo a tu madre en el teléfono, es la segunda vez que ha llamado—La mirada de Bill se clava preocupada sobre mí—. ¿Quieres que…?
—No, no, por supuesto que no—Interrumpo a ambos, me incorporo y camino algunos pasos a donde Bill se encontraba—. No tienen que hacer esto, de cualquier forma yo...
—Linda, está bien... —Michael camina hacia mí—. Puedo hablar con mi madre en cualquier momento.
—Pero seguro habla para felicitarte. Puedes hablar con ella ahora, Michael. Ya ha llamado dos veces, no quiero ser la razón por la que ella... —mis palabras tropiezan una tras otra, y Michael se limita a cuestionarme con la mirada—. De todas formas tengo que irme ahora, no te preocupes—tomo mi bolso y muy a mi pesar mis pasos comienzan a alejarme de Michael.
—Pero, Rach...
—Está bien, Michael, aún tengo muchas cosas por hacer así que... —vuelvo hacia él, no mido mis movimientos y deposito un beso rápido sobre su mejilla. Noto de inmediato el enrojecimiento que su rostro comienza a adoptar y en menos de un momento, Bill me cede lugar para caminar hacia el umbral de la puerta.
—Pero espera, linda—la voz de Michael me detiene en seco—, ¡aún no sé el lugar, no sé dónde te veré, la hora...!
—Seguro Karen te lo dirá todo luego, créeme—Alzo mi voz desde el umbral de la puerta, observo nerviosa a Bill que me contempla con una inmensa compasión y devuelvo mi mirada a Michael—. Adiós... —apenas susurro, creyendo en la posibilidad de que sólo Michael me hubiera escuchado.

Cierro la puerta detrás de mí, con la sonrisa confundida de Michael perdida aún en mi vista, y emprendo el camino por el infinito corredor frente a mí. El silencio rodea todos mis sentidos de nuevo, y mi mente divaga en la manera extraña en la que le agradecía a Bill por haber detenido mis pensamientos tan abruptamente entre los brazos de Michael, y por la forma de asesinar los deseos que comenzaron a aflorar por cada poro de mi piel.

Vería a Michael tan sólo unas horas luego de esto. Y esperaba dentro de mi fuero interno, que mi día continuara de aquella forma, con deseos que yo misma me había prohibido sepultados en lo más profundo de mi ser.
***

Por favor, no estés tan cerca de mí, que tengo problema al respirar
Te doy todo lo que soy, mis latidos rotos, hasta saber que entenderás.
Me aseguraré de mantener mi distancia, decir “Te amo” cuando no estés escuchando.
Pero, ¿Cuánto tiempo podremos lo soportar?



Christina Perri (Distance)

2 comentarios:

  1. Awww <3 que lindo,asi que solo yo comenté eh? pos me gusta esta novela y al fin suben cap.

    ResponderEliminar
  2. Dioooos mioooooooooooooooo!!!
    Creo que hoy no voy a dormir. Lo juro.
    Este capitulo es muchisimo mas de lo que yo esperaba, y esperaba muchas cosas.
    Simplemente no tengo palabras, me ha gustado tanto que lo leere tres veces mas. Creo que voy a llorar. No sabes cuanto talento tienes Kat, eres increible. Quisiera adelantar el tiempo pero estoy segura que la espera valdra muchisimo mas que la Pena.
    Gracias, Linda.

    ResponderEliminar

Just Good Friends (Novela inspirada en Michael Jackson) © , All Rights Reserved. BLOG DESIGN BY Sadaf F K.